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        Saber el oficio:  tres comentarios sobre la antología Equipaje ligero (La Carretilla Roja, 2017,  Argentina)
 
          de Ernesto González Barnert.
        Escriben José Manuel Barrios del  Uruguay, Luis Marín desde Temuco y Felipe Ruiz desde Santiago de Chile
          
 
        
        
          
        
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Hoy por hoy, en la  escena poética campea la emorragia lírica, la palabra sin pulir y el monólogo  sin libreto. Todos parecen escribir decorrido y es precisamente en el lugar  opuesto donde se sitúa Ernesto González Barnert y eso se puede notar al  discurrir en esta temprana antología de su obra. El verso comedido, bien  pensado y pulido, nos muestran lo inteligente de su oficio y, de paso, también  nos muestra que pese a cualquier alarde proseleta, la misión básica de un poeta  es escribir y leer, leer mucho. Eso se nota en lo cuidado de este libro, el de  un poeta que conoce su oficio porque ha explorado en el oficio de otros y eso,  dado el momento actual, se agradece infinitamente.
        Felipe Ruiz 
         
        “La poesía de Ernesto  González Barnert, a caballo entre la confesión existencial y la metapoesía,  entre cierta afectación clasemediera y la más insobornable lucidez –con algunas  hebras de sol y epifanía–, podría pasar como un mero gesto de narcisismo. Esto,  de no mediar cierta empatía invulnerable que, a despecho de la insistencia en  los procesos de la deglución del yo, le permite al hablante ‘ser con otros’:  ¿una generación, un grupo de amigos o una cofradía de supervivientes? Para el  caso da igual, porque ya pocos ignoran que la poesía está mucho más allá de la  mera hoja de papel, y no excluye la gentileza y el afán de tender puentes entre  la acción y el sueño.”
        Luis Marín, escritor
         
        “La poesía de Ernesto González Barnert  explora la fina tradición de la imago entre movimientos enmascarados de  recuerdos. Aproximaciones, letanías, evocaciones incluso desde lo sentencioso  que no nos exime de los aforismos donde la palabra alcanza contundencia. El  hablante se nos acerca como un ovillo de silencio. Inadvertidamente la luz  cambia: una casa, una familia, una apreciación singular o cotidiana donde  rebota el viento, las ventanas rotas, las violencias de la tradición y las  tradiciones violentas. Parece que cada átomo del mundo fuera retratado, o mejor  dicho, sostenido, llevado de la mano por catacumbas donde el silencio habla.”
        José Manuel Barrios
         
         
         
        