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Tres comentarios a Trabajos de luz sobre el agua
(HD Ediciones, Argentina, 2017) de Ernesto González Barnert
Por Augusto Rodríguez, Alexis Figueroa & Javier Alvarado
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“Mi única lealtad es con la poesía”, nos dice un verso de Ernesto González Barnert y ese verso parece ser la sentencia del poeta y de este libro Trabajos de luz sobre el agua. El poeta nos muestra imágenes pulidas y talladas a fondo como piezas o ladrillos de un gran edificio invisible o fantasmal que no vemos pero que viven en nuestra columna, en nuestros ojos o en nuestro cerebro. Esas imágenes vienen de la memoria, de la infancia o del más allá y nos increpa con preguntas o con poemas sobre animales, poetas, piedras, lápices y más elementos que buscan la luz en el reino de las tinieblas. El poeta conoce que el lenguaje es un mar profundo que debemos nadar o ahogarnos. Nos da la palabra como estrella de luz para iluminar el camino que nos salve de las aguas oscuras. Ya lo demás depende del lector. Por ahora González Barnert tiene la palabra.”
Augusto Rodríguez, Ecuador
"Trabajos de luz..., es una poesía del paisaje interior y personal. Una poesía volcada al paisaje sentimental del ser poeta; del cómo representarse en la escritura, con una conciencia escritural valiente y en sordina, en un oficio que parece lindar con la melancolía. Una forma de ver lírica, sin rabia pero desencantada. Ante todo el saberse entero en las cosas cotidianas, y otorgarles a éstas un don de luz, de dignidad. El poeta habla, ajeno a los grandes discursos y gestos de arte. Lihn antes Neruda, Millán por Zurita, en un poemario al que le calza la frase de Carlos Decap: “Escribe pequeños fragmentos de realidad, como ventanas”, en un texto que hace ver, justamente, en esa dirección. Cierto: el trabajo de la luz, es justamente el hacer ver. Para que en lo oscuro, las cosas mínimas reluzcan, y nuestro cansado amor, tenga conciencia que no muere."
Alexis Figueroa, Concepción, Chile.
En Trabajos de luz sobre el agua, el poeta chileno Ernesto González Barnert, desde la imagen primigenia de una abuela enseñando a hablar con una piedra en la boca, nos entrega recuerdos y metáforas de infancia. Así en ese esfuerzo por alcanzar la perfección del habla, cada poema es un escudriñar con su propio yo y sus circunstancias. Explora con el lenguaje, lo coloquial, lo pausado, lo descarnado. En este libro, como él mismo afirma: "No me cabe duda que las palabras están hechas para decirse a sí mismas”... Y la piedra como símbolo de fundación es también un leiv motiv para poetizar la realidad y seguir siempre ese ejercicio de sostener la piedra en la lengua y en la mano para escribir nuestras ansiedades y fantasmas.
Javier Alvarado, Panamá.
