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Nada consabido, ninguna languidez
Nota sobre Trabajos de luz sobre el agua (Ajiaco, 2015)
Daniel Samoilovich
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¿De dónde proviene la fuerza, la melancolía de estos breves poemas de Ernesto González Barnert (Temuco, Chile, 1978)? ¿De dónde, su estilo maduro y sombrío, aunque no exento de una energía joven, de relampagueos de paradoja y poderosa vis cómica? Tengo derecho a creer que de una conjugación entre la fe en la importancia de la poesía para la felicidad general del universo, y la constatación de la soledad, a veces absurda, casi ridícula, del que arma en la noche su puzzle de palabras como si en ello le fuera la vida. Ambas cosas son verdaderas: se juega el poeta todo a una tarea que nadie le ha pedido, y sin embargo, no se queja de ello, simplemente persiste porque sabe que eso es exactamente lo que quiere y debe hacer, que es así como dejará la señal de su paso: “Aunque sólo vean una pisada, otra herradura/ en la noche”. González Barnert nos hace sentir con energía estas contradicciones: tengo derecho a pensar que es porque las ha experimentado así, a fondo. Nada consabido, ninguna languidez, ni un gramo de grasa, se hallará entre las tapas de este libro, probablemente porque nada consabido ni ornamental le hubiera servido a su autor en su singular exploración.
