Nacido en Lima en 1981, John Martínez Gonzales es un comunicador social egresado de la Universidad San Martín de Porres, cuya carrera abarca una amplia experiencia en proyectos de fomento a la lectura, edición y gestión cultural. Ha sido una figura destacada en la escena literaria peruana, contribuyendo tanto como escritor como en roles de producción y gestión de eventos que han impulsado el acceso a la literatura.
Martínez Gonzales se desempeñó como productor del Festival de Poesía de Lima entre 2011 y 2013, y más tarde formó parte del reconocido programa Lima Lee de la Municipalidad Metropolitana de Lima. En este contexto, organizó las dos primeras ediciones de la Feria Metropolitana del Libro de Lima y asumió la coordinación del innovador proyecto Bibliometro de Lima, una iniciativa que acercó los libros a las estaciones de la línea del Metropolitano y que fue galardonada en 2022 por la Biblioteca Nacional del Perú con el diploma “JORGE BASADRE GROHMANN” en la categoría de Buenas Prácticas Bibliotecarias.
Como editor, su trabajo incluye la antología A lo mejor soy otro, dedicada a la obra de César Vallejo, y la Colección Futurista, una serie de cinco libros de ciencia ficción y futuros distópicos que alcanzaron tirajes de 10 mil ejemplares distribuidos gratuitamente, destacando su compromiso con la difusión de la lectura.
Es autor de cuatro libros de poesía: Collage de viaje (2009), El elegido (2011), Campanas bajo el mar (2019) y el libro electrónico Mapas inéditos (2020). Además, incursionó en la narrativa con Al sur de Lima (2018), un libro de cuentos de terror para jóvenes. Sus textos han trascendido fronteras al ser traducidos al inglés, portugués y papiamento, reflejando su capacidad de resonar con lectores de diversas culturas.
Con su proyecto editorial, Hanan Harawi Editores, Martínez Gonzales ha publicado más de 60 libros de autores de América, Europa y África, explorando el libro como objeto artístico y expandiendo los límites de la edición convencional.
En esta entrevista, exploramos la trayectoria de un autor comprometido con la creación, la promoción y la preservación del arte literario en todas sus formas.
Versión cartonera de "Collage de viaje".
(Amaru Cartonera/Perú, 2013)
—Con tus experiencias en el campo de la edición y la gestión cultural, ¿cómo consideras que se ha transformado el panorama literario en Lima en los últimos años? —Sin duda el nuevo siglo nos trajo nuevos caminos, el impulso de las editoriales independientes en la mitad de la primera década sirvió para movilizar el actual ecosistema del libro y la lectura. Lo que nos ha llevado a tener un calendario de ferias nacionales que recorre todo el año y diversas ciudades. El Premio Nobel de Literatura del 2010 trajo algunos cambios, como la realización del Hay Festival, que se realiza en Arequipa, ciudad de Vargas Llosa, o la presencia de casas editoriales internacionales en Lima. Además, cabe resaltar que hace apenas cinco años, tenemos estímulos económicos para la literatura nacional. Y un par de premios económicos estables de instituciones privadas. Si lo vemos a grandes rasgos, estamos mejor que hace dos décadas, pero aún falta mucho por hacer.
—¿Qué aprendizajes te dejó tu rol como productor del Festival de Poesía de Lima y cómo influyó eso en tu trabajo posterior con Lima Lee y otros proyectos? —Uno tomó la decisión de vida de trabajar en la cultura. Mi trabajo inicial en el festival, y en otros eventos, surgió principalmente ante la necesidad de que sucedan las cosas, porque si no, no se hacían. Las grandes dos enseñanzas fueron, primero: en el Perú, para que algo pasé, debe hacerlo uno mismo; segundo: al público le gusta la poesía, le interesa la literatura, pero las ignora porque no tiene la oportunidad de consumirlas. La producción de eventos culturales en mi país, no solo requiere conocimientos organizacionales, también es necesario un conocimiento de relaciones públicas y estrategias empresariales. Profesionalizar la gestión cultural es una tarea por hacer.
—El proyecto del Bibliometro de Lima ha sido ampliamente reconocido. ¿Qué desafíos enfrentaste durante su implementación y qué crees que fue clave para su éxito? —Como mencioné en el punto anterior, al público le interesa la literatura (el arte), solo que no la consume por la falta de oferta, pero también porque la vida moderna solo da tiempo para trabajar, dormir y (si se puede) reproducirse. Mientras que el tiempo para la cultura (ir al cine, al teatro, a la biblioteca o los centros culturales) es casi inexistente. La gran mayoría trabaja doce horas fuera de su casa. En Lima, cientos de miles de personas pasan tres o cuatro horas en el transporte público. En ese contexto, lo que se hizo fue colocar bibliotecas en los principales paraderos del Metropolitano (principal transporte de Lima), llevando los libros a la rutina diaria de cientos de miles de limeños. Este proyecto es la réplica de otros proyectos similares en Chile, Colombia, España, entre otros países. El primer año no arrancó con la fuerza necesaria. Al comienzo la afiliación era un proceso lleno de papeles impresos e innecesarios, habiendo también muchos libros que no fueron devueltos. Al asumir el proyecto, volvimos virtuales todos los procesos, trabajando la inscripción mediante el WhatsApp, asegurándola agilidad de los procesos y el monitoreo directo de los libros a devolver.
—Has trabajado en la antología de César Vallejo A lo mejor soy otro. ¿Qué criterios o enfoques seguiste para seleccionar los poemas en esa antología? —Fue una proyectos de la Municipalidad de Lima, al saber que el tiraje sería de 10 mil ejemplares y que iban a entregarse de manera gratuita en colegios de toda la capital, me acordé del primer libro de Vallejo que leí y la emoción que sentí con algunos poemas, la extrañeza que tuve con otros, pero sobre todo la certeza de que la poesía me había emocionado, me había conmovido en esa primera juventud. Vallejo en Perú es “Vallejo” y hay una responsabilidad de leerlo y otra (quizá oculta) de comprenderlo.
Tomé como referentes (por haber versiones encontradas respecto a la fecha de algunos poemas), los libros: Apuntes Biográficos sobre ´Poemas en prosa´ y ´Poemas humanos´, de Georgette Philippart de Vallejo; Poemas Completos César Vallejo, editado por Ricardo González Vigil; y la Obra poética completo, editada por la histórica Biblioteca Ayacucho, de Venezuela. Se eligieron textos de todos sus libros de poesía, básicamente guiado por el instinto y tratando de encontrar en ellos, ese “timbre humano” que el mismo César Vallejo mencionaba.
—La Colección Futurista es un proyecto fascinante. ¿Qué te inspiró a trabajar con textos de ciencia ficción y futuros distópicos, y cómo fue la recepción de estos títulos entre los lectores? —Al igual que el libro de poesía, esta colección se planteó para ser distribuida en colegios y otros espacios de la Municipalidad de Lima. La colección, conformada por cinco libros, tiene autores y autoras mayormente peruanas, siendo solo el primer libro, el que contiene autores europeos del siglo diecinueve, como antecedentes. Estos libros corresponden al pedido de varios sectores por trabajar estos temas, estudiantes, profesores, mediadores de lectura. Había la confianza de que al ofrecer literatura con temas que les gusten a los jóvenes, con historias desarrolladas en su misma ciudad, se potenciaría el interés por la lectura de la colección. Ciborgs proletarios, una estación espacial junto al santuario de Pachacamac, zombis el Lima, amores vía celulares, son algunos de los temas. Los libros fueron: Clásicos visionarios, Otras realidades, Futuros inciertos I, Futuros inciertos II y El Facebook y yo. La colección fue una de las más solicitadas durante nuestra gestión.
—Has publicado cuatro libros de poesía y un libro de cuentos de terror para jóvenes. ¿Cómo se diferencian tus procesos creativos entre escribir poesía y narrativa? —Soy muy desordenado, entonces creo que hay una plataforma. Mi caos. Sin embargo, la narrativa es un ejercicio más planificado que me permitió corregir muchas veces. Con la poesía, si bien corrijo y me edito, trato de no hacerlo mucho. En narrativa pude jugar mucho más y volver, en algunos momentos, sin ningún problema a versiones casi iguales a la original. En poesía la corrección me lleva siempre a otros espacios.
—Tus textos han sido traducidos a varios idiomas, incluyendo el papiamento. ¿Qué significado tiene para ti ver tu obra alcanzando otros públicos y lenguajes? —Cuando ha pasado eso, he sentido el significado de la palabra “conmovido”. Que el poema, en este caso el idioma, permita que la poesía logre vincularnos, es una experiencia grata. Solo agradecimiento y emoción.
—Con Hanan Harawi Editores, has llevado adelante un proyecto diverso e inclusivo que abarca autores de distintas partes del mundo. ¿Cuál ha sido la visión detrás de esta iniciativa y cómo ha evolucionado con el tiempo? —El próximo año cumplimos una década con la editorial. El 2015, el internet unía a los y las poetas de todo el mundo. En esa época los blogs nos permitían leer algunos poemas, pero no había la posibilidad de leer libros enteros. En Lima, como productor cultural realizaba un festival internacional de poesía, el cual traía entre 8 y 10 poetas de otros países al Perú. Muchos poetas venían y no tenían libros para vender o los que traían no eran suficientes. Siempre quedaban las ganas de leerlos. Ante esa situación, decidimos comenzar a publicar a esos poetas contemporáneos. Hemos publicado libros de gente de Argentina, Aruba, Brasil, Chile, Costa Rica, Ecuador, España, México, Nigeria, Estados Unidos, Portugal, Uruguay y Venezuela. Trabajamos una propuesta de libros artísticos y libros artesanales, privilegiando ediciones de tirajes cortos.
—En tu opinión, ¿qué papel juega la poesía en la actualidad, en un mundo lleno de cambios y desafíos sociales y políticos? —Creo que la poesía juega el mismo papel que siempre ha jugado: el puente entre lo divino y lo mundano. El poeta es el pararrayo de los dioses, del que hablaba Rubén Darío (a quien no releo). Creo firmemente en el tiempo circular y que estamos en el fin de los paradigmas actuales (o la caída de los dioses falocéntricos: Jehová, Mahoma, Buda), para volver a otros nuevos paradigmas: el mito gémico, el mito de la diosa. La poesía siempre será ese portal para entendernos eternos, acorporales, multidimensionales. Ese momento que nos sitúa fuera del cuerpo. Un tiempo dentro del tiempo.
—¿Hay algún proyecto o publicación en el que estés trabajando actualmente que te entusiasme y puedas compartir con nosotros? —Generalmente trabajamos solo cuatro o cinco proyectos por año. El próximo pensamos editar a poetas del Caribe (quizá una antología bilingüe papiamento/español) y editar a algunos poetas peruanos que no publican hace mucho tiempo.
—¿Qué consejo le darías a los jóvenes escritores y poetas que buscan construir su camino en el mundo literario contemporáneo? —Repito lo que me susurraron otros: André Breton decía “Id por los caminos”, en ese famoso texto donde exhorta dejarlo todo. Alejandra Pizarnik decía que solo tenemos el intento (el resto no es cosa nuestra). Entonces salgan de sus cuartos, descubran las costumbres del sol sobre su calle, salgan de sus ciudades, conozcan las pieles que tienen sus respectivos países. Y escriban, escriban mucho.
—¿Qué autores o poetas han influido más en tu estilo y forma de escribir? ¿Hay alguno al que vuelvas, sea centra, inspirador, etc.? —No sé nunca cómo responder eso, no reconozco, pero debe ser. Me interesa mucho los dos Césares peruanos: Moro Vallejo. El surrealismo, me interesa mucho. La obra de José María Arguedas, de Gamaliel Churata o la de Alfonsina Barrionuevo, son obras cuyas temáticas me interesan, vuelvo a ellas.
—¿Podrías compartir cuáles son, para ti, 10 poemarios esenciales que todo amante de la poesía debería leer?
Amantes antípodas, de Enrique Molina (Argentina)
Hojas de hierba, de Walt Whitman (Estados Unidos)
La tortuga ecuestre, de César Moro (Perú)
Poemas humanos, de César Vallejo(Perú)
La extracción de la piedra de la locura, de Alejandra Pizarnik (Argentina)
El aullido, de Allen Ginsberg (Estados Unidos)
Tao Te Ching, de Lao Tse (China)
Altazor, de Vicente Huidobro (Chile)
El Pesanervios, de Antonin Artaud (Francia)
La tierra baldía, T. S. Eliot (Estados Unidos)
—¿Hay algún libro que hayas leído y te haya decepcionado o que no disfrutes? Si es así, ¿qué crees que le faltó o no funcionó para ti? —Siempre uno encuentra cosas que no termina, hay tantas publicaciones, tantos títulos nuevos y la masa trae también decepciones. No todo puede ser bueno. Sin embargo, si hablamos de los clásicos, nunca pude terminar de leer La casa verde, de Vargas Llosa. Siguiendo el canon peruano, no soporto la poesía de José Santos Chocano. Lo último de Alfredo Bryce me parece repetitivo y soso. Quizá lo común de estos autores, para no gustarme, es que siento que su literatura funciona desde una mirada superior, como un observador no participante. Un observador muy bueno y rítmico, pero que no logra convencerme.
—¿Cuál ha sido el último libro que leíste y qué impresión te dejó? —Acabo de leer el libro BREA, del poeta Diego Mora (Costa Rica, 1983), una especie de antología poética en el que vemos desplegados todo los recursos visuales y sonoros que nos da este poeta centroamericano. Una poesía que dialoga con la tecnología, la soledad, la música y las migraciones. Por otro lado, el libro gráfico El infierno artificial y otras ficciones, del ilustrador Fernando Laguna (Perú, 1975), en el cual el autor les pone ilustraciones a textos de Horacio Quiroga, César Vallejo, Abraham Valdelomar, Jack Kerouac, entre otros. Una mirada fresca y a la vez atormentada de textos clásicos de la literatura.
—Si tuvieras que elegir una obra literaria para recomendar a alguien que quiere adentrarse en la literatura peruana, ¿cuál sería y por qué? —Si bien amo a otros autores, últimamente recomiendo la obra de José Watanabe (Perú, 1945-2007), poeta profundamente musical y cruel. La obra de Watanabe tiene mucho de paisajes peruanos, de costumbres de habitantes de una ciudad que sobrevive entre el desierto y el mar. Watanabe, también logra situarnos ante la muerte, sin miedo, con la misma fascinación de alguien siembra en el mar o se reencuentra con ese amor que volverá a perder.
—¿A qué le temes como escritor? —Temo pasar mucho tiempo sin escribir, no soy de hacerlo todos los días, pero hay temporadas donde no se escribe durante varias semanas, y viene la angustia. Viene un vacío. Como si el tiempo fuera otra página en blanco que ya nunca se podrá llenar.
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dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Entrevista al poeta peruano John Martínez Gonzales:
Una vida dedicada a la poesía, la edición y la gestión cultural
“La poesía siempre será ese portal para entendernos eternos, acorporales, multidimensionales”
Por Ernesto González Barnert