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        Fuego  en la piel cruda
          Sobre Bonzo (Cástor y  Pólux, 2016) de Maximiliano Andrade
        Por Ernesto González Barnert
        
          
          
          
        
          
        
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                      La clave de Bonzo es que nunca se plantea como una respuesta, una  conclusión, sino como el espejo de un proceso de lenguaje en llamas, cuyos  efectos operan simultáneamente en muchos aspectos sobre el lector que es  empujado a la fuerza a una sensación finalmente de sobrevivencia y culpa y  vaciamiento  tras el fuego y su mensaje hecho cenizas.
tras el fuego y su mensaje hecho cenizas.
          La edición es interesante, porque normaliza aparentemente lo que no  tiene pies ni cabeza, aunque esto último también es exagerado huelga decir porque  si hay cierto orden dentro del desorden que no significa que uno vaya de A a B  y viceversa, sino que permite ciertos desplazamientos a pesar que siempre el  autor, Maximiliano Andrade, está subrayando lo mismo. 
          En Bonzo uno siente todo el rato hastío y ese embarazo del fuego en el  propio lenguaje y vida más que el del autor que nos envuelve, aquí creo radica  cierta clave e innovación formal en el tratamiento del tópico “Bonzo”, véase en  contraposición por ejemplo el tratamiento que le dan los Bunkers en su canción  Miño, compuesta por los hermanos Durán, sobre Eduardo Miño, ese militante del PC  que se quemó a lo bonzo frente al Palacio de la Moneda en noviembre de 2001, en  protesta por su condición de desempleado y por las víctimas de la asbestosis. Y  donde solo el título de la canción y el estribillo hacen referencia a este  caso, ya que el resto de la canción está basada en lo que llamaron la desesperanza de los chilenos. Andrade, se  aleja de esa estrategia sin perder el punto y el tema y la comenta a modo de  símbolo, no solo de Miño, sino de todo aquel que se quema a lo bonzo… y  escribe. Y se hace eco, naturalmente de esa desesperanza que abriga cualquier  cosa que comencemos o estemos en proceso de acabar, acentuado por un lenguaje  afilado y operativo. 
          Hay un pulso nihilista detrás de este libro. Y la constatación de que  siempre el autor o el lector está en una encrucijada. O bien desde otro plano funciona  en el mundo de las ideas como un pie de página poético a Heráclito quien –como  Maximiliano-, plantea al fuego como arjé, es decir, todo fluye y cambia, lo  único que se mantiene intacto es el propio cambio. Además, todo está en eterno  conflicto, una interminable tensión que, a pesar de sonar contradictoria,  mantiene una armonía. Por eso el fuego representa a la perfección el  pensamiento del presocrático y del poeta de Peñaflor donde todo está en  permanente cambio y movimiento justificando, a su vez, el principio de tensión  armónica como se manifiesta tan concretamente en el libro de Andrade. Por otra  parte, también es interesante como la disposición de imágenes operan en ese  sentido de tensión armónica con la escritura del libro. 
          En definitiva fuego, luz, plataforma digital donde todo es y no, este  libro es un descarnado viaje mental a una exposición que deforma su propia contenido  a medida que llegamos al fin, sin perder el hilo. Fuerzas que descargan el  ardor personal y colectivo…, un destemplado grito de luz en un espejo de mano  de cada uno de los que leemos una y otra vez este infierno que es uno mismo y  también son los demás en un lenguaje que no da y es en el fondo oscuro e  intransigente, para una vida normal, es decir, despiadada. Porque “todo poema  es un acto político, la poesía es un gesto animal.” “El  fósforo es una anécdota del incendio”. “Dios es un calor que no se siente en  todas partes”. “Todos miran la fogata/ tarareando historias acerca de sufrir/  pero sufrir es sólo una palabra”. 
          Cabe destacar por último que el hermoso volumen que  tenemos en nuestras manos es de una editorial que inaugura su catálogo no solo  de forma brillante con este Bonzo sino que arriesgada. El poeta aunque presenta  a su edad una trayectoria en ascenso, meritoria en sí, no representa en ningún  caso una sandía calada, lo que habla de la capacidad de apuesta y generosidad  por parte del sello editorial, porque la poesía es una pelota que nadie se  puede llevar para la casa después del partido. Bienvenido Cástor y Pólux,  espero con ansías el próximo título. Creo que ese detalle de fe y locura es un  buen presagio de éxito, además del inmejorable título para una empresa  literaria.