
          
        González, el muchacho que  quiere leerlo todo:
            Trabajos  de luz sobre el agua (Ajiaco, 2015). 
              de  Ernesto González Barnert.
              
          Por  Eduardo Farías A.
        
          
        
        
          
            
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                    Ernesto González Barnert nos sorprende con otro poemario.  Este año lanzó Playlist por Overol ediciones, ahora Trabajos de luz sobre el agua por Ajiaco  Ediciones, poemarios muy diferentes en sus temáticas, su escritura poética y  tono. Ernesto González Barnert, aunque incorpora en este libro poemas ya  publicados, parece que no se repite, camino válido en la construcción de una  “obra”. Trabajos de luz sobre el agua es un título interesante, en el  que se construye una imagen que puede ser entendida como surrealista y, por qué  no, creacionista, una imagen en definitiva difícil de imaginar. La cubierta nos  ayuda a desentrañar un camino que nos ayuda a entender la imagen del título:  justo en el centro de la cubierta un hombre flotando, en sus genitales un  pájaro, quizás un cuervo, oscurecido; esta composición se encuentra sobre un  lienzo sucio, rayado, quebrado de color celeste. Interpretativamente, por una  parte, en este hombre y en este pájaro carroñero, la muerte se deja entrever;  y, por otra parte, el color del título da cuenta del color del papel bond  ahuesado, el título como entrada visual al interior del poemario, la página, el  papel, el agua. Ahora, veamos los trabajos de luz.
        Trabajos  de luz sobre el agua es un poemario metapoético. A partir  del título, el trabajo lumínico alude evidentemente a la escritura poética, la  que es construida a partir de una dicotomía, es decir, el hablante reflexiona  poéticamente sobre la escritura desde la luz y la oscuridad, la escritura se  ejerce desde el antagonismo, la luz no solo se refleja a sí misma, en ella  también entra la oscuridad, por tanto el poema es un trabajo de luz, cuyo  resplandor está marcado por la oscuridad: “Te hablo de drenar oscuridad / con  más oscuridad” (30). Esta relación entre la luz y la oscuridad ingresa tanto en  la reflexión poética como en el ejercicio de escritura, es decir, estos  términos opuestos no solo están en el poemario, sino que también están en el  acto mismo de escribir: “Una mano en la oscuridad puede ir contra sí, /  alcanzar el lápiz” (42). La oscuridad, como contexto, no pasa desapercibida  para el hablante lírico, quien entiende que el antagonismo se vincula con el  motor de escritura: “No puedo escribir sin correr sus cortinas / para que entre  la luz” (46). Esta cita sugiere un transcurso, un viaje, un desplazamiento en  el que la luz, la palabra, por el acto mismo de escritura se encuentra después  de la oscuridad, la página en blanco, el papel; en la escritura se va desde la  oscuridad hasta la luz, lógica fundamental que posibilita la escritura.
         Esta  dicotomía en el poemario se abre a una reflexión multifocal y da unidad al  transcurso poético de lectura. Esta reflexión multifocal está marcada por la  escritura, el poema, la poesía, el libro, el rol de autor; reflexión que es  recurrente a largo del libro y pareciera que en él no falta nada. El hablante  nos muestra la conexión que hay entre la vida familiar y el ejercicio de la  poesía:
        
          Se ríen de ti a tus espaldas 
            por tu inutilidad, por esos libros que no te enseñan 
            a arreglar un enchufe, 
            poner pan en la mesa. 
            Se ríen de tu confianza en las palabras: su humanidad, 
            eso de salvaguardarlas, 
            ah tus palabras: algo que no te ha dado nada 
            ni te lo dará. 
            Y haces como que no pasa nada 
            o sí, constatas. 
              Después confías en que te llamen a comer (22).
            
        El hablante nos muestra cuál es el grado de hostilidad  del ambiente, ambiente marcado por una familia discriminadora, una familia que  reproduce el reino del dinero y de lo práctico como bienes fundamentales, en  desmedro del desarrollo espiritual del hombre. El hablante evidencia su  condición de poeta y de cómo entiende la poesía, reflexión que está marcada por  la oscuridad:
        
          Hay días en que escribo como si estuviera muerto
            Peor: como si recordara a un muerto.
            ¿Hay una razón? Sí, hay una razón:
            La poesía no siempre se incrusta en la vida. 
            A veces es una flor barata, mustia, 
            sustraída de otro nicho para este nicho. 
            Y si me preguntan qué hace loquito 
            escondo olímpicamente la cabeza (43).
            
        La dicotomía luz-oscuridad funciona a la perfección en la  reflexión metapoética, el hablante evidencia que el trabajo de luz pareciera  estar muerto. La dicotomía aparece también cuando el hablante entiende la  carrera literaria como un año de nacimiento y de muerte, gesto que lo  constituye como poeta, justamente al momento de pensarse como tal en el poema:  "Todo aquí inclina a resumirte como otro más / en año de nacimiento y de  muerte" (44). Luz y oscuridad ingresan profundamente en la reflexión  metapoética, y el hablante como poeta aconseja un camino en el trabajo poético:  “Escribe bien tu poema. Solo eso. Y alguien / estará agradecido” (62). Esta  regla de escritura se sustenta en un compromiso que adquiere el hablante con la  poesía:
        
          Mi única lealtad es con la poesía 
            […] 
            No esperen de mí otra dirección. 
            Mi timón está hundido en sus sombras. 
            El oído a su orden. 
            […] 
            Mi única lealtad es con la poesía. 
            Con la herida que cerrándose cauteriza y vuelvo abrir  (64) 
            y 
            No me cabe duda que las palabras están hechas 
            para decirse a sí mismas. 
            Y que cuando uno canta no se hacen comentarios idiotas. 
            […] 
            Sí, esto es lo que pude. Y como el amo de mis palabras 
            me hago cargo. 
            Tómenlo, es suyo (65).
            
        Ernesto González Barnert no solo trabaja la reflexión  sobre el acto de escritura desde la oscuridad y la luz, sino que también desde  la experiencia, el amor y la muerte, temáticas que se adhieren y refuerzan la  construcción poética de la dicotomía. Trabajos de luz sobre el agua es  un poemario de amor trágico y metapoético. En este libro, el hablante nos  evidencia la existencia de un otro, por el cual hay afecto:
        
          Te ofrezco el suave calor de una vida en llamas. 
                Una luz que no admite sombras al decir te quiero. Todo el  mar
 
                diciéndome que me calme. 
                […] 
                Te ofrezco lava, amor de veras, mi cortejo perpetuo 
                apenas sofocado por estas paladas de tierra(12)
            o 
                Poner una bandera negra 
                en el pozo más oscuro 
                ha sido escribir de amor donde el silencio 
                lo dice más fuerte(13).
            
        La escritura va hacia el encuentro del otro, esta  escritura que da cuenta de la vida que se incendia y de un hablante volcánico  que está pensando en este otro, quien permite la existencia del amor, amor que  se construye rodeado de oscuridad, de muerte en estas paladas de tierra, en  este pozo, un amor trágico. El hablante junto con desarrollar la temática  amorosa, desarrolla una experiencia que inevitablemente se refleja en la  oscuridad poética:
        
          Te hablo de drenar oscuridad 
            con más oscuridad. 
            Una territorialidad no mayor que la de una pieza. 
            Y un puercoespín hinchado 
            el rostro que metamorfoseé
            para ganar unos pocos días de defensa.
            La resistencia 
            a una ciudad que te encuentra improductivo 
            y te puede hacer mierda 
            en un momento de sueño 
            o desconcentración (30).
            
        El ambiente de la experiencia poética es la ciudad, un  territorio hostil para el hablante lírico, el contexto marca la experiencia  poética, marca su resistencia en este “vertedero de la poesía chilena” (8).
        Finalmente, Ernesto González Barnert encara la escritura  y la reflexión poética desde la lógica occidental dicotómica, lógica que piensa  desde lo opuesto, en este caso, la luz y la oscuridad conectan los distintos  momentos del poemario, unidad que nos muestra una reflexión profunda sobre,  principalmente, la metapoesía, ejercicio que deviene de la experiencia y del  amor que en ella se encuentra. Trabajos de luz sobre el agua es otro  acierto en la carrera de Ernesto González Barnert y de Ajiaco Ediciones al  publicarlo.