Hace unos meses, en el marco del Encuentro Esteros 2024, retomé el diálogo con Javier Etchevarren, uno de los poetas invitados como local. Es un escritor de mi generación cuya obra sigo con atención y admiración desde Chile y a quien conocí años atrás en otro encuentro, el Mundial Poético de Montevideo, donde me cautivó su dominio del poema breve, ya sea un soneto, haikú. Etchevarren es un poeta de tomo y lomo, que ha seguido el camino de los clásicos, buscando lo que ellos buscaron, jugando con las formas, pero sin caer en la imitación. Su voz única se distingue por la profundidad de la palabra y una búsqueda emocional y ética genuina en la precisión del gesto, la rotundidad austera del sentir, no sin humor, cambiando de piel en cada libro, sin cazarse con una sola voz extraña. Como escribe de él Gerardo Ciancio: “Sabido es que el soneto arrastra en sus catorces versos una larga tradición en la historia de la poesía occidental. Javier Etchevarren lo sabe y multiplica su apuesta por cincuenta” o Silvia Guerra: “Digamos, que en épocas como estas ( y como todas las anteriores) poemas —fondo y forma, escritura— luminosamente, resisten a morir”. O como apunta Washington Benavides: “Recorrer estas “resmas” es encontrar trabajos excepcionales del poeta. Podríamos señalar que la Naturaleza se infiltra en todas las series, y el mar, el viento, la lluvia, son los auténticos protagonistas”.
Javier nació en Montevideo, Uruguay, en 1979, y es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de la República. A lo largo de su carrera, ha logrado consolidarse como una de las voces destacadas de la poesía uruguaya contemporánea, con una obra que ha sido reconocida tanto a nivel nacional como internacional. Ha publicado cinco libros de poesía: Desidia, Fábula de un hombre desconsolado (que obtuvo el segundo lugar en los Premios Nacionales de Literatura 2016), Ruidosa luz (mención en los Premios Nacionales de Literatura 2018), Cuerpo roto en cuatro puntos cardinales (mención en los Premios Nacionales de Literatura 2020) y su más reciente obra, Un viento sosegado. A lo largo de su carrera, sus textos han sido incluidos en diversas revistas internacionales, y ha participado activamente en prestigiosos festivales de poesía.
Su trabajo ha cruzado fronteras, siendo incluido en importantes antologías internacionales como ME USA. Brevísima antología arbitraria Perú-Uruguay (Perú), América invertida: an anthology of younger Uruguayan poets (Estados Unidos), Nueva poesía y narrativa hispanoamericana del siglo XXI (España) y XXII Festival de poesía: Enero en la Palabra (Perú). En Uruguay, su obra ha sido destacada en compilados como Uruguachas. Poéticas en Uruguay y Confiado a un amplio aire/Trusting on the Wide Air. Poemas de Uruguay/Poems of Uruguay.
Su libro Ruidosa luz fue publicado en Perú, y en Estados Unidos fue traducido por Jesse Lee Kercheval, quien lo publicó bajo el título Fable of an Inconsolable Man. Con este trasfondo de logros y reconocimientos, me gustaría explorar, a través de esta entrevista, el proceso creativo que ha llevado a Javier a construir una obra tan particular, existencial, fresca y decididamente comprometida con los desafíos de la poesía contemporánea.
—Javier, naciste en Montevideo, Uruguay. ¿Cómo ha influido tu ciudad natal en tu poesía? —Mucho. En el primer libro, describo Montevideo en muchos textos: «Desde el centro de la ciudad/ el miedo/ se propaga como autos/ -soldados de la asfixia-/ se esconde como indigentes/ héroes de la mugre». Menciono algunos de sus lugares más simbólicos: «La cárcel es ahora un shopping center», a propósito de Punta Carretas, otrora prisión y ahora centro comercial. El segundo libro se ambienta en el barrio que nací: «Crecí en un barrio con una refinería/ No extraño a mi barrio/ pero lo cierto es que ese fuego/ no se apaga nunca». El libro de haikús incluye menciones a la zona de playas donde vivo actualmente: «Un mar oscuro/ moja de espuma blanca/ a un hombre gris». Quizás en los últimos dos poemarios las menciones son más solapadas, pero también aparecen, la ciudad, sus contrastes, su clima. Montevideo es la ciudad en la que vivo, aunque siempre he querido huir de ella, no sé si por acostumbramiento o por madurez, actualmente me gusta más que antes.
—Eres Licenciado en Ciencias de la Comunicación. ¿Cómo esta formación ha impactado tu escritura poética? —Bastante. Para bien y para mal: en algunos de mis poemas hay ciertas referencias intelectuales o doctas, o reflexiones características de las ciencias de la comunicación, como el fenómeno de la recepción e interpretación del texto.
—Has publicado cinco libros de poesía. ¿Cuál consideras que ha sido el más significativo para ti y por qué? —Sin dudas, el segundo («Fábula de un hombre desconsolado»). Porque tuvo muy buenas repercusiones, fue traducido, muchas personas me hicieron comentarios muy bonitos sobre ese libro (nota: la única ganancia del poeta son los comentarios). Por otro lado, desde entonces no me dio pudor autodenominarme poeta.
—Tu libro “Fábula de un hombre desconsolado” fue reconocido en los Premios Nacionales de Literatura 2016. ¿Cómo te sentiste al recibir este reconocimiento? —Feliz. Sorprendido. Me dio mayor confianza en mí mismo y en mi poesía. Además, me hizo pensar mucho sobre el arte de la escritura: llegar a esa forma tan despojada y a la vez significativa fue producto de mucho trabajo, pero los textos en sí, los escribí en muy poco tiempo, casi de manera compulsiva. Así que el libro es una síntesis de tenacidad y urgencia.
—En “Ruidosa Luz” recibiste una mención en 2018. ¿Qué temas exploraste en este libro? —Lo escribí antes que: «Fábula», aunque lo publiqué después. Precisamente, tiene que ver con ese proceso de mejora para alcanzar una forma breve y emotiva. Todo empezó como un ejercicio de verano: me propuse escribir un haikú por día durante un mes. Años después, cuando llegó el momento de configurar un libro, me propuse que contenga 100 haikús, divididos en tres temas: existenciales, naturalistas y amatorios.
—“Cuerpo roto en cuatro puntos cardinales” también recibió una mención. ¿Qué significa para ti ese “cuerpo roto”? —En ese libro quise demostrar dominio de la técnica, hay mucho trabajo del lenguaje, pero en tensión con el tema del amor, que era la otra motivación: contar una historia de amor, no temer al riesgo del cliché o del sentimentalismo. Allí un cuerpo roto es muchas cosas: la determinación de nuestra historia, del pasado como un cuerpo torcido e imperfecto del cual no escapamos; el dolor presente, un cuerpo que se siente escindido, un desdoblamiento, porque no está dónde ni cómo desea; finalmente, la pequeña maravilla de transcender al cuerpo creando poesía: «Me disgregué en palabras/ y no volveré a reunirme».
— Tu más reciente obra, “Un viento sosegado”, ¿cómo refleja tu evolución como poeta? —Tiene como particularidad de tratarse de sonetos. No es un formato que simpatice al gusto mayoritario ni a cierta crítica ni a cierta parte de la comunidad literaria que lo considera arcaico o anacrónico, pero yo disfruté mucho escribiéndolos. Además, me gusta leerlos en público: no tengo dotes histriónicos ni declamativos, pero la estructura y las rimas facilitan al auditorio tolerar mejor mis limitaciones.
—Has participado en festivales internacionales de poesía. ¿Qué experiencias te han marcado en estos encuentros? —Conocer gente de otros países y culturas siempre es positivo. En estos casos, además: conocer distintas vivencias de la poesía, hacer amigos con quienes uno comparte formas creativas de perder el tiempo o esperar la muerte.
—¿Cómo eliges los temas que abordarás en tus poemas? —En mi caso, es un proceso muy racional. Casi siempre pienso primero en un poemario, con cierto tema, estilo y tono, luego escribo pensando en alimentarlo. Y el uso del verbo pienso aquí no es accidental. Por supuesto, la emoción muchas veces se convierte luego en el vehículo principal.
—Algunos de tus textos han sido publicados en revistas de diversos países. ¿Cómo te sientes al ver tu trabajo reconocido en el extranjero? —Al principio era la manera de darte a conocer, aunque no tuvieras un libro publicado (en la era pre-redes sociales). En Estados Unidos, básicamente, se dio por impulso de la traductora Jesse Lee Kercheval. Actualmente, lo común es ser mencionado en algún sitio web (medio digital, blog, etc). No sé si reconocido es la palabra precisa, y ocurre lo mismo que con la comunicación en general: hoy es mucho más fácil estar disponible para la lectura universal, pero también eres una parte minúscula de la red que es una maraña enredada e inabarcable.
—Has sido incluido en varias antologías. ¿Qué significan estas inclusiones para tu carrera poética? —Las antologías, siempre son una muy buena noticia, porque se supone que hay un antologista, un curador y/o un criterio de selección. Como proyecto editorial es atractivo y te facilita participar de algo colectivo. Igual que los festivales, son otra oportunidad de conectar con personas y sensibilidades.
—En tu experiencia, ¿cómo ha sido el proceso de traducción de tu poesía al inglés, como en “Fable of an Inconsolable Man”? —Participé muy poco. La traductora contó con la ayuda de una uruguaya que vive en Estados Unidos. Por supuesto, fue emotivo leer los textos traducidos luego, pero del proceso en sí, no intervine. Vale aclarar que, aunque no participé, el resultado me encantó.
— Eres un gran cultor del poema breve. ¿Qué te atrae de la concisión y la brevedad del haiku? —Como conté anteriormente, todo comenzó como un ejercicio para mejorar mi técnica. Tanto en el soneto, como en el haikú, el desafío de la forma me estimula mucho. Es como resolver un problema, ir construyendo una solución, resolver un acertijo y para colmo, en el caso del haikú: sin verborrea y honrando una tradición milenaria.
—¿Cuál es tu proceso creativo al escribir un poema? —No hay fórmula. Puedo empezar por una imagen, un verso, una historia que quiero contar. En los sonetos, muchas veces empezaba por el verso final, por la importancia que tiene en el conjunto. Sé que mis descripciones de lo poético pueden sonar industriales o mecánicas, pero la escritura comienza siendo catártica y se va transformando en un oficio. El eje común es la creatividad y el concepto de arte en un sentido amplio.
—¿Tienes algún ritual o hábito que sigues antes de escribir? —Creo que no. Escuchar música mientras escribo es importante. A veces, por las noches, bebo. De día escribo poco y más bien fragmentos. Como dije antes, generalmente el a priori es una idea, un mecanismo más bien racional.
— ¿Qué poetas o autores han influido en tu estilo y en tu vida como escritor? —Entiendo que no tengo influencias evidentes en el estilo. De hecho, me propuse que todos mis libros sean muy diferentes entre sí y hasta ahora lo he cumplido. Cuando me preguntan por poetas que me impresionaron, menciono a Oliverio Girondo, Gonzalo Rojas, José Emilio Pacheco, Antonio Gamoneda y de Uruguay, Idea Vilariño. No tengo vida de escritor, pero me fascinan las vidas de autores como Guy Debord, Lao Tsé y los principales maestros taoístas. Aunque tengo una máxima que conocí gracias al filósofo punk Evaristo Páramos: «Siempre que quise fui todo lo libre que pude; siempre que pude fui todo lo libre que quise».
—¿Cómo ves el panorama actual de la poesía en Uruguay y América Latina? —Desconozco el panorama actual. Hay mucha producción de poesía. Hay más poetas que lectores de poesía es el chiste común. Como siempre, como en todo, en la maraña hay obras de mucho valor, y otras que no. La veta performática a mí no me seduce. También hay algunos fenómenos populares o virales en redes sociales que en general no tienen una obra que vaya a perdurar, aunque luego la publiquen y vendan muchos libros. De cualquier manera, ahora que estoy viejo, si por un lado me simpatiza lo clásico, por otro lado, me simpatizan mucho los jóvenes que abordan la poesía con entusiasmo y cierta ingenuidad, atributos que yo no dispongo actualmente.
—¿Qué papel crees que juega la poesía en la sociedad contemporánea? —Difícilmente ocupe un lugar relevante. Aunque puede ser relevante para algunas personas específicas en determinado momento. Hablando de la sociedad, en general, poesía, justicia, libertad, y otros conceptos que deberían ser muy significativos son diariamente bastardeados, frivolizados.
—Si pudieras dar un consejo a un poeta joven, ¿cuál sería? —Que lea a los autores de todas las épocas y de todos los contextos posibles. La diversidad es buena siempre, es una máxima de la ecología. Muchas veces, me acercan sus textos y hago mis comentarios más sinceros, que no es poco porque la mayoría de la gente tiende a la condescendencia. Si a uno realmente le apasiona la poesía, y no la pavada que la rodea, aquí va otro consejo: hay que buscarse un crítico auténtico, no un adulador.
— ¿Hay algún proyecto futuro que te emocione y que puedas compartir con nosotros? —En la línea que toda mi obra sea diferente, tengo varios poemarios incompletos que por ahora no me convencen. Por otro lado, pensé en una versión corregida de mi primer libro y probar publicarlo exclusivamente de manera digital. De cualquier manera, creo que lo más factible es que la narrativa sea el próximo paso, en mi carrera -de tortuga- literaria.
— Por último, ¿qué mensaje te gustaría dejar a tus lectores sobre tu visión de la poesía? —Quizás es ridículo que lo afirme, pero yo tengo un buen concepto de mi obra (salvo de algunos poemas específicos). He buscado diversidad y procurado jerarquizar a las palabras, lo que significa jerarquizar el pensamiento. También, a través de la poesía, jerarquizar el arte, como concepto general y en las prácticas concretas para una vida más creativa y saludable. Ah, acá conviene reiterar la máxima: «Siempre que quise fui todo lo libre que pude; siempre que pude fui todo lo libre que quise».
—Podrías compartirnos una selección de 10 poemas tuyos para nuestra revista?
Desidia/ 2009
PEGAMENTO
En la misma esquina de siempre,
Pablo descansa sobre su bolsa de nylon.
Espalda vencida,
ojos prestados,
manos irreconocibles,
piernas sujetas,
Pablo se derrumba sobre su bolsa de nylon.
Mientras sus vecinos inculpan a la costumbre,
mientras su madre enciende velas por él,
Pablo se pierde en su bolsa de nylon.
Píldora contra el hambre
(después de almorzar mate).
Confusión contra el tedio
(no hay futuro que entusiasme al presente).
Tragicomedia introspectiva,
violento unipersonal,
de risa alucinada y desdicha profunda,
que cada vez lo tiene más adherido
a la bolsa de nylon.
INCERTIDUMBRE
Recipiente de ansiedad,
orfanato de la decepción,
sitio de piedra y humo
para que gobierne la incertidumbre.
Un descanso de ingenuidad
se agobia en desesperación.
Aun desconocen su nombre
y acallan la infelicidad con la risa.
Se clonan como cerdos,
se imponen como secta,
tatuados de signos,
con fe temporal,
bailan un silencio frenético.
Caducidad de la carne
que revuelve.
El perfume no burla la fetidez
de la miseria que estrangula a la ciudad,
desalentando la indiferencia:
ese pulmón de la vigilia,
carnaval interminable
que esclaviza la alegría.
Aquel indigente turbión de orina.
Aquella madre colchón de mugre.
Ese niño diversión de parásitos.
Entonces el apetito teme ser hambre.
Fábula de un hombre desconsolado/ 2014
MI MADRE
Mi madre tiene seis brazos.
Así logró salvar a sus tres hijos de aquel incendio.
Corrió hacia el futuro,
dándole la espalda al derrumbe, al fuego,
hasta que fueron cenizas.
Recién entonces nos permitió mirar hacia atrás.
Mi madre saltó desde un balcón
aquella vez que los perros me atacaron.
Se lanzó al río y salvó de su feroz corriente
a mi hermano Adrián.
Desvió -con un golpe certero- un veloz automóvil
para evitar que mi hermano César fuera atropellado.
Mi madre nos salvó a los tres del hambre,
ese vacío voraz
que ataca a los niños en pleno día.
Ni el tiempo puede con mi madre.
Se han muerto mi padre, mis abuelos, mis tíos.
Mi madre ha decidido no morirse antes que sus hijos.
Tan poderosa es.
MATEMÁTICAS
Donde come uno, comen dos.
Donde comen dos, comen tres.
El problema
es que somos cuatro.
LA ROPA
La ropa que deja de usar mi hermano mayor
es usada por mi hermano mediano.
La ropa que deja de usar mi hermano mediano
es usada por mí.
La ropa es una segunda piel compartida
y hay que extenderle la vida lo máximo que se pueda
remendándola con rodilleras, coderas y parches
que es el arte de mi madre.
Si el invierno durara cuatro estaciones
mis hermanos y yo
no sufriríamos el frío
porque estamos unidos, remendados
con rodilleras, coderas y parches.
Cuerpo roto en cuatro puntos cardinales/ 2018
LA FLORESTA
Un abismo se cierra
donde tú te detienes.
El mar se abre
en la espuma de tus pies.
Me pides que me quede
y yo me quedo.
Vamos en bicicleta
por una ciudad despoblada.
Hay un hotel sin huéspedes
donde sobrevuelan
más abejas que vecinos.
Me pides que me quede
y yo me quedo.
Hemos pasado semanas
difuminados en la cama
donde almorzamos
un manjar sencillo
como llorar contigo
luego de bañarnos juntos.
Me pides que me quede
y yo me quedo.
Cuando llega la noche,
encendemos velas
detrás de aquella iglesia.
Leonard Cohen canta:
«Aleluya»
mientras duermo dentro tuyo.
Me pides que me quede
y yo me quedo.
Siempre retorno a La Floresta.
Nunca retorno contigo
pero te encuentro en la casa
que recuerdo.
Me pides que me vaya
y yo me voy.
IMPOSIBILIDAD DE XIMENA
Atravesé los hemisferios del tiempo
tras la hazaña de recrear
con poemas tu elipsis.
Pero soy impreciso
y sólo es grava semántica tu fibra:
un misterio convertido en delirio,
una fábula opaca,
un galope de versos sin vigor.
Se fatiga tu rastro
pero hay un conflicto
de bruma y minerales
cuando presiento
tu regreso.
¡Entonces escucho
-justo detrás de mí-
unos pasos que se acercan!
¡Entonces escucho
-justo detrás de mí-
una llave girar!
Entonces me vuelvo
-veloz y sonriente-.
Entonces me vuelvo,
en vano,
porque ninguna puerta se abre.
Un viento sosegado. 50 sonetos/ 2021
INSTRUCCIONES PARA ESCRIBIR UN SONETO
Primero, nazca en plena dictadura.
Segundo, crezca con la democracia.
Tercero, deserte de su envoltura.
Cuarto, madure con ineficacia.
Quinto, acéptese enfermo y sin cura.
Sexto, alégrese de su desgracia.
Séptimo, evite siempre la impostura.
Octavo, no le tema a la acrobacia.
Noveno, no complete el crucigrama.
Décimo, progrese con el alfabeto.
Undécimo, desdramatice el drama.
Duodécimo, apártese del libreto.
Decimotercero, grite que la ama.
Finalmente, escriba este soneto.
PARA GISELLE
Te muerdo el cuello y pierdo la cabeza.
Tan hondo me adentro que un niño nace.
Llora de angustia para que lo abrace.
Me corrompe y se muere de pureza.
Te beso con repugnancia y rudeza.
Tu beldad en mi boca se deshace.
Se tensa la trama sin desenlace
y me alegro si huyes de mi tristeza.
Te grito con enjundia silenciosa.
Me acallas con sordera y sin mesura.
Me apalabras de forma voluptuosa.
Te agravio ferozmente y con ternura.
Me absuelves con audacia temerosa.
Me condenas a una pena futura.
La escritura me indulta y te confiesa:
te muerdo el cuello y pierdo la cabeza.
IMPOSIBLE
Las noches son travesías sinuosas
de oscuridades, sueños y pasiones.
Se van acrecentando las visiones
mientras las horas se tornan monstruosas.
Dos personas insomnes y tramposas,
distantes presienten sus emociones.
Ya no son ellas mismas, son versiones,
penosa y fugazmente prodigiosas.
Un hombre disfrazado de señales
y una mujer con un cuerpo intangible
dicen las mismas palabras fatales.
Sucede entonces algo incomprensible:
el sentido atraviesa los umbrales
y se unen en un abrazo imposible.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Entrevista a Javier Etchevarren
“Crecí en un barrio con una refinería/ No extraño a mi barrio/ pero lo cierto es que ese fuego/
no se apaga nunca”
Por Ernesto González Barnert