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Celebro dos nuevos trabajos poéticos aparecidos este 2017 de Diego Alfaro Palma
Por Ernesto González Barnert
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Los sueños de los sueños de Kurosawa (Cuadro de Tiza, 2017)
de Diego Alfaro Palma
Celebro el don de fluir en estos poemas, dialogar poéticamente consigo mismo a través de la parentela elegida, poetas, perros, el agua, los sueños ajenos y propios, estudiantes, sombras y el cineasta Kurosawa, sin mayor pretensión que la de encantar y abrazar lo bello. Un cuaderno de aproximaciones sentimentales a un estado de cosas –personal-literario, social-político–, dentro de un marco japonés. Ciertamente desenchufado, onírico. Diego Alfaro Palma, ensaya ágil en estos pequeños poemas en prosa enunciados líricos y certezas emocionales y lectoras cuyo mayor fuerte lo constituye su capacidad de rebuscamiento imaginativo sin perder actitud pop y capricho escritural sin dejar de sostener un alto grado de comunicabilidad emotiva y de destino común con todo lector en muy pocas páginas, con textos breves.
Litoral Central (Libros del Pez Espiral, 2017)
de Diego Alfaro Palma
Aquí encontramos un Litoral Central para la vida del autor, subrayado por el eco del otro, el de los poetas. No disimula este hermoso poemario su ambición epistolar, prosaica, imaginativa, de recobrar un diario familiar con la fuerza de su reniñez como diría el Gonzalo Rojas bueno, convergiendo en una especie de bitácora libresca de ese otro muchacho serio y sencillo en el espejo, haciendo lo que tiene que hacer, provinciano, que salió de su tierra para no volver rápido y campeón en la lógica del mercado, pero sí para recordar su tierra, sus aguas, flora y fauna, su comercio, desde las escenas decisivas, atesoradas con precisión y belleza, pulidas con maestría, del álbum familiar. Y así constituir no solo una lección personal en este enfrentamiento con su propia leyenda sino también colectiva dentro de su abordaje poético en la mayor disciplina intelectual chilena como diría Armando Uribe de la fuerza de la poesía en Chile a la fecha como tradición. No me cabe la menor duda, que con más habilidad que nunca –como lector de sus libros anteriores–. Y como en todos ellos marcado por su acerbo cultural y libresco, situado dentro de la búsqueda de otro nuevo Moby Dick en la poesía nacional, sin perder esa mirada reflexiva y poética de las cosas y los hechos que le caracteriza, su capacidad encantadora de volverse una pequeña luz de vela también en nuestros cuartos secretos, saturados de cosas, cuando tiembla.
Litoral Central es un libro que puja también por encontrar una mayor soltura del verso, cercano al estilo de Víctor López Zumelzu, pero con el temple anímico característico desde su primer libro, donde ahora se ve que domina con habilidad el desborde millanesco de La Ciudad y lo columpia ágil con la incandescencia teilleriana de Crónica del Forastero mostrándonos el fruto de su pericia y dominio como artesano del arte poética.
En definitiva, una obra emotiva, sacrificial en lo personal, llena de cigarras y luciérnagas dentro de sus versos e imágenes ominosas y portentosas, que no se van al cerrarle con cariño y delicadeza y nos sigue envolviendo como si fuese una red de pesca que parece una caricia, un anzuelo que es como el último abrazo del sol cuando se oculta en el mar de Chile y nos deja impresionado, sobre todo tras ese tremendo poema final, a la velocidad de la luz, que comparte el título del libro.