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        POEMAS CESANTES
(Libros del Pez Espiral, 2016)
de Raúl Hernández
        Por Ernesto González Barnert 
              
              
        
        
          
        
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          Agradezco  en primer lugar que se me considere para presentar la notable reedición de  Poemas Cesantes. De temprano fui fan del trabajo poético de Raúl Hernández, de  su manera de ser poeta. Y de cómo en su labor profesional como bibliotecario ha  abierto una puerta a la lectura de la mejor y actual poesía chilena, generosamente,  sin estridencia. Además -a mi juicio-, es un poeta esencial del corpus de  poetas tras dictadura. Y porque con esta reedición en particular se hace justicia  a uno de esos libros básicos para entender Chile, el status quo, el oficio  poético, nuestra generación y juventud (visagra entre el siglo XX y XXI), la  fallida transición.
          Raúl  Hernández, temprano entendió que los poemas van más allá de un discurso o tesis  y son una experiencia en sí, un soporte vital y esencial de la vida y su  aprendizaje -sensual, político o poético, etc-. Además captó con maestría en el  hecho cotidiano o suceso la psique colectiva dentro de la propia. Así con  inteligencia y acierto, aplicó –en Poemas Cesantes, su primer poemario-, una  elegante aproximación a su tiempo sin caer en los clichés de la cesantía, un  tema no menor, doloroso, silenciado cada vez con mayor astucia por parte de la  autoridad y del empresariado. 
          Dicho  de otra manera, su tratativa poética –por excelencia breve-, nunca pierde la  elegancia, ni es ciega a esa belleza espartana de nuestra clase media a medio  morir saltando, siempre con una mano por delante y otra por atrás, ni al  proceso histórico en un Santiago con estampa provinciana, a la fuerza y gracia de  los pequeños oficios en su precariedad y resistencia o la dicotomía emocional  entre ganarse el pan a duras penas y el ocio creativo y rebelde, etc. Por lo  mismo siento que detrás de este libro de poemas breves, escuetos, esta  contenida la mejor poesía chilena que le precede y la que vendrá. Raúl  Hernández ejerce el oficio no solo con talento sino que con la delicadeza de un  relojero como me señalaba en un cuestionario hace años. 
          No  nos olvidemos que Poemas Cesantes, es un primer libro, un debut soñado. En el  poeta encuentra su voz y lo hace de la mano de un transeúnte sin pega  aplicándole su propia experiencia. No cede a la moda o novateada pretenciosa de  la época (o de cualquiera en realidad) de buscar “el gran poema” sobre la  cesantía o la vida o “Chile”. Más bien encadena una serie de postales más o  menos comunes a la mayoría con la artesanía invisible de la poesía y nos lega  un libro indestructible. 
          “Poemas  Cesantes” en definitiva del poeta, editor y bibliotecario Raúl Hernández es un  clásico generacional por derecho propio. No solo recibió una unánime aprobación  desde su aparición sino que doy fe de que es leído hasta el día de hoy y se comparte  su lectura, muchos de sus poemas en clave. No exagero si les confieso que  muchos de estos poemas he tenido la suerte de oírlos en boca de colegas de  memoria, alumnos de talleres en Balmaceda Arte Joven, yo mismo me he visto en  más de una ocasión sugiriendo uno, recordando otro. Por ejemplo cada vez que  estoy en un bar o fuente de soda de cara a un espejo me cito “el Willy Bar” o  cuando veo un letrero Copec pienso en los ojos de un perro reflejando el  anuncio o cuando he ido a Las Cruces sin cometer la ordinariez de importunar al  maestro Nicanor Parra me repito “Cesante” con una cerveza en la mano a manera  de homenaje o cuando veo a alguien cruzar agachado el torniquete del metro o  transantiago el poema que ahora pueden leer en la página 17…, en fin podría ir  uno a uno pero como dice el otro Hernández (Héctor), el diablillo de nuestra  generación: Biografías no. 
          No  te llevas para la casa un libro, te llevas un pedazo de vida –de nuestra vida si  se me permite la apropiación-. Un book como señalaba hace poco el propio autor  de este poemario que con los años no me cabe la menor duda será como poseer  “Relación personal” de Gonzalo Millán o “Para Ángeles y Gorriones” de Jorge  Teillier. Además en una edición que capto conceptualmente la cesantía, la  precariedad del sujeto poético, la angustia y ansiedad del proceso, el balbuceo  filoso de quién no tiene nada que perder o todo (con temple zen-chileno). Por lo  mismo, me permito en esta ocasión hacer un guiño final a Daniel Madrid y Andrés  Urzúa de la Sotta que le dan nuevos bríos desde el diseño y edición a uno de  esos libros que como dice Rubén Darío es el mejor de los amigos, lo mismo hoy  que siempre.
           
          
          Durante la presentación. Primavera del Libro, Octubre 2016