Entrevista a Juan Malebrán Peña "Me gusta la idea de llegar tarde. Aunque ahora mismo esté en boga la idea de que no hay tarde
ni temprano, y que cada quien llega a su tiempo." Por Ernesto González Barnert
Juan Malebrán Peña, poeta nacido en Iquique en 1979, ha construido una obra sólida que explora la relación entre el cuerpo, el paisaje y las tensiones existenciales. Su poesía, en constante diálogo con la geografía y la corporalidad, se refleja en libros como Reproducción en curso (2008), Bozal (2014), Entretenciones mecánicas (2016), Trópico (2019), Tardío (2022-2024) y su más reciente Eriazo (2024).
En esta entrevista, Malebrán reflexiona sobre su vínculo con la poesía, sus influencias y el impacto de vivir fuera de Chile, especialmente en Cochabamba. También discute la relevancia del "Premio Internacional Manuel Acuña" y su conexión con la poesía chilena. A través de sus respuestas, Malebrán revela una voz poética que se nutre de la duda, la experiencia y la interacción con el entorno, creando imágenes que entrelazan lo íntimo y lo geográfico.
Es una figura clave en la poesía chilena contemporánea, especialmente por cómo su obra, desde el extranjero, desafía las convenciones con libros como Trópico y Tardío. Su escritura es reflexiva, tensando el lenguaje y la percepción para cuestionar nuestra manera de ver el mundo, tanto desde dentro como desde fuera del sujeto poético.
—Comencemos por tus inicios. ¿Qué te llevó a escribir poesía y cómo fue ese primer contacto con la escritura poética?
—Nací en Iquique, pero crecí en Hospicio, una pampa que, como niños, recorrimos alucinados: piques, cerros, huesos y las ruinas de Cardoen. Las primeras preguntas aparecieron entonces. Las primeras deserciones, también. Por ahí terminé conectando con un modo de mirar que, creo, me acercó a la poesía.
—Tu obra ha sido publicada en Chile y Bolivia. ¿Cómo ha influido tu vida en Cochabamba en tu escritura y en tu relación con la poesía chilena?
—Reproducción en curso (2008) ha tenido solo una edición parcial aquí en Bolivia. Bozal (2014) tuvo un primer tiraje de 30 ejemplares cartoneros y, al año siguiente, una reimpresión artesanal chilena. Tardío (2022) y Eriazo (2024) aparecieron en México. Por lo tanto, los únicos con primeras versiones en Chile son Entretenciones mecánicas (2016) y Trópico (2019), ambos editados en el norte. Digo esto entendiendo que mi relación con la poesía nacional ha sido, básicamente, la de lector.
Ahora, ¿de qué manera ha influido Cochabamba en mi escritura? Bueno, Reproducción en curso fue escrito en Hospicio; los demás, aquí. Me animo, en todo caso, a decir que se trata de un tema meramente circunstancial.
—Uno de tus libros más destacados es Tardío, que fue premiado en México. ¿Qué significado tiene para ti este libro y cómo sientes que marca un punto en tu carrera?
—Previo al tecleo, existió un periodo de caminatas y acampadas en la Patagonia, en la Araucanía y en el altiplano. Ordenar luego las anotaciones, y dar tantas vueltas al momento de escribir como las dadas al aire libre, fue un proceso muy estimulante.
En cuanto al premio, obviamente resultó significativo. Cómo no. Sin embargo, pienso que durante el proceso de escritura y, sobre todo, después del Acuña, surgieron preguntas que no me había formulado, y dar con esas interrogantes, terminó siendo lo más satisfactorio.
En relación a la última parte de tu pregunta, debo decir que en ningún caso considero tener una carrera literaria.
—El premio Manuel Acuña de Poesía Española fue un hito en tu carrera. ¿Cómo te afectó, tanto en lo personal como en lo profesional, ganar un premio de tal envergadura?
—Me parece que con los concursos o las becas es más o menos lo mismo siempre. Quien participa y pierde, o aquel que no participa y luego enarbola la bandera del indignado, hacen su parte, aunque finalmente no dé para tanto. En este caso, la noticia llegó poco después de comenzar la pandemia, por ende, cualquier movimiento se vio aplazado hasta que la organización decidió jugársela y armar la ceremonia de manera presencial. No había vacunas, pero sí mascarillas, seguros y antígenos por montón. De ahí que el solo hecho de llegar a Coahuila implicara sortear varias complicaciones. Quizás por lo mismo, estuvo bien, muy bien. Hubo tiempo para recorrer parte de ese otro desierto y para visitar a los amigos en León. Luego, fue volver a casa y, una vez terminadas las restricciones, retomar mis labores habituales. Por lo que, salvo las particularidades del viaje, no hubo nada que se viera demasiado alterado.
—En tu obra se observan influencias de distintos géneros literarios. ¿Qué autores o corrientes literarias han influido en tu estilo poético?
—Corrientes literarias y otras manifestaciones, artísticas o no. Pienso que todo suma en la acumulación de fragmentos de los cuales hacemos uso al momento de escribir. Da lo mismo si se trata del Gilgamesh o de un tema de Burzum. Uno está completamente influido. Esa es la gracia. A veces, ni siquiera es el cine, sino una peli y no la peli, más bien tal diálogo o un inesperado cambio de luz en determinada escena. Otras veces, no es el cuadro, sino un garabato específico en la esquina de ese cuadro. En ocasiones, la conversación con un amigo sobre la última rareza que pilló por ahí. Esas, las más.
—Tu poemario Bozal (2014) llama la atención desde su título. ¿Qué representó para ti este libro y cómo dialoga con el resto de tu obra?
—Tal vez Bozal escape un poco, y esto tendrá que ver con haber sido escrito para publicarse en el primer aniversario de la muerte de mi padre. Me interesaba lo confesional en la escritura, no sin un grado de sospecha. A partir de ahí, el título: decir lo que sería, sin duda, preferible callar, pero ser incapaz de conseguirlo. Ha pasado bastante, y ahora, cuando recuerdo el texto, me pregunto qué hubiese pensado mi padre de haber tenido la posibilidad de leerlo.
—El cuerpo parece ser una constante en tu poesía, especialmente en libros como Entretenciones mecánicas. ¿Qué papel juega la corporalidad en tu poesía y en la manera en que abordas la existencia?
—Vivimos y pensamos desde un cuerpo. Un cuerpo dado, en principio, sin mediar nuestra voluntad y que, por consiguiente, nos invita a pensar el nacimiento, ya sea como error o como don. Me inclino por lo primero. Producto de esto, considero que el poema, si bien ocurre en los terrenos del lenguaje, exige meter ese cuerpo en lo real; vale decir, oler de cerca, mirar de cerca, odiar de cerca, etcétera. Ya que, si un cuerpo afecta y es afectado, y si uno decide —error mediante— la vitalidad, sería insoportable, al menos para mí, sobrellevar el tedio de un cuerpo que solo imagine. Podría ser de esta manera que la corporalidad se filtre en lo que escribo.
—Tu libro Trópico (2019) tiene un marcado enfoque geográfico y climático. ¿Cómo influye el entorno en la construcción de tus imágenes poéticas?
—Trópico (2019) es parte de una tríada que continúa con Tardío (2022) y finaliza con Eriazo (2024). En los tres, geografía y clima son ejes centrales. Trópico nace en la Amazonía boliviana, Tardío en la cordillera de Los Andes y Eriazo en Tarapacá. Durante mucho tiempo he estado próximo a la idea de territorio desde sus connotaciones políticas, y esto terminó por acercarme a lo geográfico, para después prestarle atención al paisaje en tanto recorte de natura. Cómo dialogan o no estas geografías y sus respectivos climas cuando se desplazan al poema es lo que intentaba averiguar. No es lo mismo construir una imagen desde la sobreabundancia selvática que desde la aridez del erial. Ese "desde" modifica todo, influyendo tanto en lo que se alude como en la manera en que se realiza esa alusión.
—El exilio, voluntario o forzado, ha sido un tema recurrente en la literatura latinoamericana. ¿Cómo vives y expresas esta experiencia de residir fuera de Chile en tu poesía?
—No entiendo mi vida en Bolivia como un exilio, ni voluntario ni forzado. Nada me retiene aquí por obligación, ni me impide regresar a Chile, ni partir a cualquier otro lugar. Es solo una cuestión de gusto que pienso se manifiesta mediante lo dicho en relación a los espacios geográficos. Estoy a tres horas de la selva, a cuatro del altiplano y a una noche del desierto. No me parece nada mal, tomando en cuenta que, además, la extranjería siempre me ha resultado muy cercana al poema.
—Has trabajado en antologías como F/22 antología poética cochabambina y Ulupica. ¿Qué buscas al seleccionar y compilar obras de otros autores? ¿Qué te atrae de estos proyectos colaborativos?
—F/22 surgió de un taller terminado en publicación. Hay buenos nombres en ella. Ulupica, en cambio, es una muestra que pretendía ofrecer un pantallazo para ser leído en Chile. Esa antología, trabajada con Gladys González, permitió luego publicaciones personales y diálogos de uno y otro lado. Por lo mismo, entiendo estas compilaciones como medios de activar la circulación de propuestas. Leo antologías, así he llegado a textos que, de otro modo, hubiese sido difícil conocer. Y, aunque siempre será un problema justificar el criterio de selección, corres el riesgo de equivocarte y ya está. Luego descubres que faltó alguien y pasas el dato.
En este momento, formo parte de un proyecto llamado Endémica: conversaciones literarias, enfocado en entrevistas audiovisuales a autoras y autores bolivianos. A la fecha, llevamos grabadas 45 sesiones, cantidad que, cuando comenzamos, era inimaginable. Aquí también suele ser recurrente el ¿cómo deciden quién sí y quién no? Está claro que, cuando cerremos el proyecto, habrá faltado más de alguien dispuesto a manifestar su descontento. Cuestión de hacerse cargo. No queda otra.
—Participaste en una antología creada desde la cárcel, Libreras (2019). ¿Qué impacto tuvo para ti esta experiencia y cómo crees que la poesía puede servir como herramienta de resistencia o transformación social?
—Libreras fue un proyecto que estuvo a cargo de Muy Waso, medio de comunicación multiplataforma y multiformato, y La Ubre Amarga, web gestionada desde el área de letras de Proyecto mARTadero, espacio cultural donde trabajo. Montamos una serie de talleres literarios y luego publicamos los textos de las participantes. A las semanas de llegar las copias impresas, el país colapsó —era noviembre de 2019—, por lo que nos vimos en la obligación de suspender todas las presentaciones. Cuatro meses más tarde llegó el COVID, y como el sistema penitenciario en Bolivia es muy distinto al chileno, y aquí quien está dentro debe generar sus propios recursos, las cosas para las chicas se pusieron feas. Le dimos unas vueltas y Muy Waso, haciendo uso de sus redes, le propuso un trueque a los cochabambinos: ejemplares de la antología a cambio de alimentos no perecibles. Gran acierto. A los días, nos vimos descargando una cantidad considerable de provisiones y, a la semana siguiente, producto de la respuesta que tuvo la campaña, una nueva carga, esta vez no solo destinada a las autoras, sino a todo el penal. ¿Sirve, entonces, la poesía como herramienta de resistencia o transformación social? Si es que acaso, diría, como gesto.
—Tu obra abarca más de una década de producción. ¿Cómo crees que ha evolucionado tu voz poética a lo largo de los años?
—Justamente al tomar distancia frente a la idea de voz.
—Has vivido momentos complejos, como la pandemia de COVID-19, mientras creabas. ¿Cómo afectó este período tu escritura y tu visión del mundo?
—Poco dado al fanatismo frente al prójimo, coincidí con quienes plantearon que el virus no vencería al capitalismo y, de paso, mostraría lo peor de nosotros. Así recuerdo las reacciones iniciales contra los primeros contagiados. Nos encanta señalar, acusar, condenar e ir por el mundo —o por las redes— pidiendo la cabeza del pelele de turno, y en ese momento le tocó a los infectados. Aún hoy, dudo que estos comportamientos se hayan revisado en profundidad, ni siquiera por los entusiastas de la corrección y la pulcritud. Por esta razón, me parece que el borrón y cuenta nueva postpandémico resultó bastante feroz. Como sea, a partir de ese período opté por alejarme de los apasionados por las consignas y los megáfonos.
—El título de tu libro Tardío sugiere una reflexión sobre el tiempo. ¿Qué significa el tiempo en tu obra, y cómo se entrelazan pasado, presente y futuro en tu poesía?
—Me gusta la idea de llegar tarde. Aunque ahora mismo esté en boga la idea de que no hay tarde ni temprano, y que cada quien llega a su tiempo. Suena bien, tan bien como querer es poder o tus metas son más grandes que tus miedos. Llegar tarde o, derechamente, no llegar. La inoperosidad. Durante años estuve pegado con Lichtenberg y la procrastinación, pero no pude sostenerla. Al menos, no del todo. Puede que tenga que ver con eso el título de un libro que pareciera llevar en sí mismo la demora. Todo en él ha sido lento. Un elogio al retraso. Desfase, por lo demás, propio de los tiempos literarios.
—Chile ha vivido momentos sociales críticos en los últimos años. ¿Cómo has vivido la distancia frente a estos acontecimientos, y cómo se refleja esto en tu poesía?
—En febrero del 2020, en medio de un mosh, nos encontramos con Cardani. Sonaban Los Peores, que teloneaban a La Polla. Cómo terminó ese concierto es historia conocida. La cosa es que a raíz de lo sucedido charlamos largo. Lo que pasó al interior del estadio daba algunas luces sobre lo que ocurría afuera. No llegamos a un acuerdo definitivo. Vino luego diciembre del 2022 y volvimos a vernos en otro concierto, esta vez ya del todo decepcionados y con una mayoría de puntos en común. En una de esas —pienso ahora— todos vivimos la crisis desde nuestras propias lejanías y no logramos cruzar más allá del panfleto. Seguramente, algo de esto se verá reflejado no solo en la escritura, sino también en los modos de replantearnos frente a lo colectivo.
—El humor y la ironía parecen filtrarse en algunos de tus textos. ¿Cuál es el rol del humor en tu poesía?
—Tal vez tenga que ver con restarle y restarse gravedad.
—El lenguaje poético puede ser una herramienta para romper convenciones. ¿Cómo ves el papel del lenguaje en tu trabajo y en su capacidad para subvertir o transformar las realidades?
—Estoy de acuerdo con la subversión que el lenguaje permite practicar en el poema. Es esperable que por ahí vaya el ejercicio. Sin embargo, el poema es el poema, y la realidad, junto a las posibilidades de transformarla, otra. Abrazo la subversión también fuera del poema, pero para poner en duda, cada vez que sea necesario, mis propios ordenamientos.
—Como poeta latinoamericano, has construido un puente entre Chile y Bolivia. ¿Cómo percibes la relación entre las literaturas de ambos países y cómo has experimentado esta intersección cultural en tu obra?
—No tengo respuesta para esta pregunta.
—Tu poesía parece estar en constante búsqueda de formas nuevas. ¿Cuáles son los temas o preocupaciones que ahora mismo te ocupan como escritor?
—No sé si darle a una misma tecla o probar registros varios sea algo que un autor decide de antemano. Tampoco considero que una u otra variante deba ser sinónimo de comodidad. Nuevamente vuelvo al aburrimiento. Escribir del mismo modo siempre me llevaría al hartazgo; excederse en piruetas lingüísticas, igual. Entonces, ¿apostar por una búsqueda constante? Muy bien, pero ¿búsqueda de qué? ¿De una tensión que altere la comunicabilidad del poema? ¿De un caer permanente en el pozo del metalenguajeo? Disfruto más cuando la relación entre realidad y poema se vuelve errática, divagatoria e irresuelta. Sobre todo esto último: soltura y autosabotaje.
—¿Me gustaría nos dieras una lista de diez libros de poesía esenciales de Bolivia que son significativos para ti?
—Obras completas, Edmundo Camargo.
- Pirotécnia de Hilda Mundy.
- Estrella segregada, Óscar Cerruto.
- La última adolescencia, Eduardo Mitre.
- Tras el cristal, Juan Cristóbal Mac Lean.
- Abdicar de lucidez, Mónica Velásquez.
- Demo, Jessica Freudenthal.
- Preview, Milenka Torrico.
- Ferro, Roberto Oropeza.
- Masacre en la calle Harrington, Iris Kiya.
—¿Podrías darnos hoy tres libros que te hubiese encantado escribir?
—Hambre, Knut Hamsun.
-
Anatomía de la melancolía, Robert Burton.
. Filosofía de la redención, Philipp Mainländer.
—Finalmente, pensando en el futuro, ¿qué nuevos proyectos literarios tienes en mente? ¿Hacia dónde crees que te llevará tu escritura en los próximos años?
—Nunca se sabe.
—Te pido una muestra de 8 poemas
(De Trópico, 2019)
LOS HOMBRES EN LA CUBIERTA LO TIENEN CLARO; SABEN, PERFECTAMENTE, QUE ALGUNOS ANIMALES SOBREVIVEN TAN SOLO POR OBRA Y GRACIA DEL ARRASTRE
O por la distancia que media entre uno y
los pilotes en el muelle
caudal arriba
una suerte compartida
con el resto de tripulantes
limo cartílago yacaré
el oleaje del diésel
apilado en los bidones
o por aquello que el ojo nombra
con tal de mantenerse a flote
sobre cuatro tablas
a través de lo silvestre
como si fuese un reto mirar y
no imaginar que se mira
a la presa resistiendo el embiste
aunque los hombres en la cubierta
lo tengan claro y
no haya nada que ver en la mirada
sino escamas
espinas destripe
o por abandonar la ciudad
sin negociar nada a cambio
salvo la pausa del día y
el temperamento del surubí
ligero
como un coloso
surcando la deriva por su cuenta
A MEDIDA QUE AVANZA LA TORMENTA
De todos modos
no hay
manera de evitar el riesgo
que suponen ciertos territorios
—urticaria y necrosis—
los dominios del ciempiés o
el vello de la apasanca
(bol. pollito, tarántula)
mañas aprendidas en terreno
prácticas imposibles
sin holgura
porque no hay manera
una vez que la boca se llena de mosquitos
quizás en eso consista hablar claro
igual que volver la vista
hacia un río tibio
pero infranqueable
y ver tan solo vaho
ante lo poco que se distingue
avanzar tras el rastro de la hierba
como único indicio:
las huellas de un galope
que el lodo cubre a mitad del sendero
UN PÁJARO CUALQUIERA
Ella elige. Él se esfuerza. Ensaya. Insiste. Apenas visible —ave de poca monta— interrumpe la tarde. Porfía la nota de su instrumento. Traga miel para el güergüero. Hace gárgaras. Sube el tono. Adolescente en pleno aleteo (flirtea) desafina y así mismo envejece la cuerda que inútil tensa. Practica, desentona. Ella elige. Él calla. Las aves lo miran a punto de emprender el canto —oh, ilusión! oh entusiasmo!—: el sombrío trino que la añoranza entona a dueto con la muerte
(de Tardío, 2022)
supongamos entonces a un viajero
al repasar la ruta que en terreno será otra cosa
anotaciones a pie de página
referencias a otras expediciones
la relación entre mano y
hundimiento de la piedra
será entonces importante
no perder de vista
aquello que suponemos estar buscando
entrar y salir del sendero
dudosos de la brújula en cada paso
ver abrirse en dos el desierto
oír la templanza del glaciar
el viento al agitar convulso la araucaria
una bitácora escrita sobre una tumba de queltehues
que permita conservar la crin del caballo
la anatomía del molusco
el humo de la sierra
o a un pintor de brocha gorda
impermeabilizando su embarcación
asuntos a tener en cuenta antes de la partida
porque la marea como el peso varía según la hora
de ahí la ligereza del equipaje
con tal de no caer rendidos a mitad de camino
o sencillamente para no hacer de la mochila un sonajero
apenas unos cuantos aparejos
para usar con mayor o menor destreza
una gorra o una lupa
en cuclillas por ejemplo
inútil como la cornamenta del pudú
allá arriba el inuit
se mantiene inmóvil
sin embargo su espera es otra
a ras de hielo la luz del cebo
cautivará a su presa
encandilada por el canto de las focas
y el fraseo de los peces
vuelto cardumen bajo la tundra
poco importa volver la vista al cielo
reflejado en los manantiales
cuando se construye un mundo a pedazos
poco importa asomar la cabeza
desde el borde en los farellones
porque la gracia es apenas un soplo
hibernando en las cuerdas vocales
el rebote de una piedra sobre el lago
la habitual letanía que nos ciega
tras la grasa
tras la espina
tras la escama
en la carne magra
como bolillo cubierto de arena
no existe atardecer comparable
para nosotros allá arriba
a lo mucho un trozo de hielo
donde reposar la cabeza
paciencia hay está claro opacidad por supuesto
(de Eriazo, 2024)
algo en la mirada y en
el modo de nombrar
lo ya visto
parece haber sido alterado
algo en la intemperie
en lo poco
en lo mínimo
como si hambrientas jaurías
hubiesen sido arrojadas
contra quienes
pretendieron
la domesticación
de aquello imposible de civilizar
[no hay río
lo aseguro
no hay río
por este cauce no corre
mas que viento/mas que polvo
aunque pegues a tu oreja
esta piedra
una sarta de esquelones
cerro abajo será lo único que oirás]
mientras no haya nadie
más que uno
hablándole a nadie
y sea la noche
una sola con el risco
podrías aunque fuese
mantener el brío
el viejo gusto por la barbarie
[tirria inquina ojeriza]
y al asomar la romería
una soga con su nudo
habrá
piedras antaño arrojadas
contra toda clase de hartura
lumbre y madero
[cuatro higos y
cuatro panes
untados en lavaza]
a la hora de ver
cómo arde lo agreste
aun sabiendo que aquí no arde nada
un pedazo de guaipe
en vinagre
para luego decir
ten calma y verás
de lengua en lengua
propagarse el contagio
el disparate en quien habla
convencido de aquello que asegura
[un lodazal dispuesto en lugar de bebedero]
y verás
abrirse la madrugada y
con ella
los pormenores de la suerte y del error
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"Me gusta la idea de llegar tarde. Aunque ahora mismo esté en boga la idea de que no hay tarde
ni temprano,
y que cada quien llega a su tiempo."
Por Ernesto González Barnert