Carlos León es uno de los escritores porteños que construyó una obra sólida, definida, pero que, de tiempo en tiempo, pareciera hay que volver a redescubrir, y esto, a pesar de haber logrado algunos reconocimientos importantes, como haber sido seleccionado por la Editorial Bruguera para integrar su colección “Libro Clásico”, en 1973. Las razones de ello no es el objetivo de exploración de este texto, y podrían ir desde la discreta figuración del autor, hasta los dispositivos culturales propios de un país centralizado política, administrativa y, es evidente, también culturalmente.
Es por ello que nos parece necesario abordar el comentario de su primer libro de crónicas, Algunos días..., a partir del necesario contexto, tanto biográfico como bibliográfico.
La obra de León se puede agrupar en dos géneros: narrativo y referencial, y el primero de ellos expresado en dos subgéneros: novela y cuento.
Su primer libro publicado es la novela Sobrino único (1954). Le seguirá la novela Las viejas amistades (1956, en un volumen que incluía además los textos “Cortesía”, “Consulta pagada” y “Hombre público”; los dos primeros serán reeditados en un libro posterior). En 1964 da a conocer Sueldo vital, novela prologada por Claudio Solar e incluida en la Biblioteca de Novelistas de la Editorial Zig Zag. Al año siguiente, en la misma colección y con el mismo prologuista, publica un libro que integra Sobrino único, Las viejas amistades y Sueldo vital. El año 1971 la Empresa Editora Nacional Quimantú publica su libro de cuentos titulado Retrato hablado. Dos años después, en Barcelona, Editorial Bruguera publica el volumen Novelas cortas, el cual tiene un estudio preliminar a cargo de José Miguel Mínguez Sender. En 1981 publica su novela Todavía, en Valparaíso, obra que tendrá una segunda edición el año 1983 por Editorial Pomaire, en Santiago. En 1989, la Editorial Andrés Bello publica en un volumen las novelas Todavía, Sobrino único, Las viejas amistades, Sueldo vital.
Es en 1977 cuando se inician las publicaciones de un ejercicio escritural sobre el cual queremos detenernos en esta ocasión: las crónicas de Carlos León. Ese año se edita en Valparaíso Algunos días... crónicas. Dos años después, se publica Hombres de palabra, también en la ciudad puerto. En 1984 se da a conocer El hombre de Playa Ancha, publicado por Meridiana Editorial, en Valparaíso. La saga cronística prosigue con publicaciones póstumas: Memorias de un sonámbulo y Regreso a casa (1994), una recopilación realizada por Alfonso Calderón y Evelyn Schulz, editada por la Universidad de Valparaíso. Ese mismo año se publica el Breviario del hombre de Playa Ancha, con una presentación de Ennio Moltedo.
La recuperación total de su obra, está dada por la publicación de sus Obras completas, por la Editorial Alfaguara, el año 2004, en un volumen prologado por Agustín Squella.
El último gesto editorial por la memoria de León ha sido la publicación de Prosas desde Valparaíso, con un prólogo de Antonio Pedrals, el año 2016, por la Editorial de la Universidad de Valparaíso. Este libro compila todos los libros de crónicas de León: Algunos días..., Hombres de palabra, El hombre de Playa Ancha y Memorias de un sonámbulo.
Por otro lado, es necesario consignar que la figura de Carlos León ha sido motivo de algunos capítulos en libros recientes: Chilenos de raza (2004), de Francisco Mouat; Deudas intelectuales (2013), de Agustín Squella y El Valparaíso de los escritores, de Piero Castagneto, quienes han revisitado la vida y obra de nuestro escritor. No deja de ser significativo que estos autores hayan optado por títulos que establecen una relación territorial del escritor con su geografía circundante: “Carlos León, un hombre de Playa Ancha”; “Carlos León, el hombre de Playa Ancha”; “Carlos León: entre Playa Ancha y el Café Riquet”, respectivamente.
En estas líneas nos queremos centrar en el primero de sus libros de crónicas, Algunos días... Convencidos de que los libros, en cuanto objetos en sí mismos, también nos entregan diversos indicios, queremos detenernos en ellos. Lo primero es su portada. Su imagen de fondo nos remite a una rigurosa fachada, cuyas columnas, frisos y capiteles nos sugieren el frontis de un banco u otro edificio tan circunspecto como este, ¿quizás un pretendido guiño a la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile en Valparaíso, donde León enseñaba Filosofía del Derecho? Esto podría estar refrendado tanto por la dedicatoria: “A mis alumnos y ex-alumnos”. No en vano, además, se incluyen dos crónicas sobre dos destacados académicos de la Escuela de Derecho: Alex Varela y Victorio Pescio. Sea como fuese, al contemplar la portada de este libro al pasar, no emanan de él sugerencias porteñas, porteñistas, porteñófilas.
Las solapas del libro, así como su última página, incluyen una numerosísima muestra de opiniones sobre la obra de León. La cantidad es abrumadora, y no podemos saber si fue una decisión autoral o editorial, pero es clara la voluntad de señalar los méritos del escritor; sin embargo, tal abundancia referencial instala la interrogante: ¿acaso se estimó que era necesario insistir en que la calidad de la obra de León quedase suficientemente nítida en la pupila lectora? ¿Se tenían dudas de que dichos reconocimientos fuesen conocidos? Las firmas que se convocaron, además, no solo son numerosas, sino también diversas: críticos, escritores, narradores y poetas. A saber, por orden de aparición, al igual que en las películas: Pablo Neruda, Fernando Durán, Alfonso Calderón, Hernán del Solar, Hernán Poblete Varas, Claudio Solar, Braulio Arenas, Edmundo Concha, Enrique Lafourcade, José Miguel Minguer Sender, Tito Mundt, Rodolfo Garcés Guzmán, Cristián Brahe, Pedro Montaña, Manuel Vega, H. Balic M., Normán Cortés, Andrés Sabella. Al confrontar estos nombres con las reseñas, notas y prólogos escritos sobre la obra de Carlos León es posible apreciar que se tuvo el cuidado de dar cuenta de la totalidad de la obra publicada a la fecha.
El volumen lo componen 39 crónicas (no discutiremos acá el carácter de cada uno de los textos compilados, y aceptaremos el subtítulo propuesto para este libro: crónicas). La recopilación de las mismas abarca un periodo de tiempo que alcanza casi los veinte años, según se informa en una nota final, titulada “Fuentes” y que, dada su utilidad, transcribimos acá:
Las tres primeras crónicas de este volumen fueron publicadas en El Mercurio de Valparaíso a fines de 1956. Los artículos siguientes aparecieron entre los meses de Enero y Mayo de 1958 en el vespertino La Estrella.
Acerca de un libro del puerto se publicó el año 1965 en la revista Mar, de la Liga Marítima.
Las últimas crónicas aparecieron en ediciones dominicales de El Mercurio de Valparaíso de 1974 y 1975.
Semblanza de un jurista es un artículo inédito.
Lo anterior no deja de ser relevante, ya que, por un lado, permite explicar la diferencia de tono, extensión y contenidos en estos textos pero, además, nos advierte la temporalidad que signa estos escritos, algo fundamental al momento de buscar relaciones entre estos discursos y las representaciones que ellos puedan realizar sobre su entorno. O formular interrogantes como, por ejemplo, el porqué de la inclusión de un texto inédito.
En esta nota se encuentran varias hebras. Lo primero es que las primeras crónicas fueron escritas solo dos años después de la publicación de su primer libro, Sobrino único y el mismo año en que publica Las viejas amistades; luego le sigue el silencio por dos años más, y León publicará 22 crónicas (es decir, la mayoría de los textos incluidos en este libro), durante los cinco primeros meses de 1958. Esta frecuencia de dos años se altera a partir de entonces, y la próxima crónica será dada a conocer 7 años después. Desde ese año, 1965, pasarán 9 años para que León retome la publicación de sus crónicas. Esta regularidad espaciada en el tiempo, parece corresponder con la condición de “temporero” que le atribuyó el poeta y librero Modesto Parera, en el sentido de que los comportamientos de León solían desplegarse por temporadas.
Este libro de crónicas de León se ilustra con 12 fotografías de Juan Hernández, un fotógrafo íntimamente relacionado con la Pontifi cia Universidad Católica de Valparaíso. En efecto, en 1967 llega a la Escuela de Arquitectura y Diseño para realizar labores de fotografía general. Dos años después acompaña en su proyecto de título a dos egresados que serán importantes nombres en la actividad editorial de la ciudad puerto: Allan Browne y Roberto Chow. Ese proyecto de título dará origen al libro Valparaíso I, publicado por la misma editorial, Ediciones Universitarias de Valparaíso.
A partir de ese momento, Hernández comienza a colaborar con la editorial de la PUCV, junto a Browne, quien aparece encabezando el equipo de diseño de Algunos días..., junto a Guido Olivares y Antonio Tavolari.
Las fotografías de Hernández acompañarán prácticamente todos los libros de Carlos León a partir de este momento. Corresponde, entonces, conocer un poco de ellas. Es el propio fotógrafo quien nos señala su historia:
Ya en 1972 habíamos iniciado en ‘Ediciones’ el proyecto de un libro que había de titularse ‘Valparaíso en blanco y negro’, para el cual comencé a tomar fotos de diversos lugares y situaciones de la ciudad. Tal proyecto quedó interrumpido en septiembre de 1973. El libro nunca fue reanudado pero mantuve, en lo posible, la costumbre de tomar fotos que documentasen la ciudad. El ‘banco’ de fotos así reunido sirvió desde entonces para solucionar muchas situaciones del trabajo editorial.
Lo que informa Hernández no deja de ser signifi cativo. De alguna manera, los libros de León se transformaron, entonces, en los soportes de una exposición fragmentada, inconclusa, que establecía un muy discreto guiño, no solo a un proyecto fotográfico inconcluso, sino también a un relato mayor, histórico, que quedaba roto. (Dicho sea de paso, recién en 2015, el proyecto de Juan Hernández Tapia se verá convertido en un libro, titulado «Fotografías de Valparaíso» y publicado por la Escuela de Arquitectura y Diseño de la PUCV).
La recepción de Algunos días... alcanzó solo 16 artículos publicados en medios de comunicación impresa, una recepción más bien discreta, podría decirse, pero característica de la industria del libro en nuestro país y, en particular, en relación a la producción regional (cabe acotar acá, por ejemplo, que el libro Hombres de palabra no se encuentra depositado en la Biblioteca Nacional).
Es significativo que pareciera que la recepción crítica se centró más en la forma que en el contenido de este libro. Así queda expresado en la reseña que escribió Hugo Rolando Cortés “El estilo de Carlos León”, o la observación que hace Hernán del Solar: “Lo que verdaderamente importa no es escuchar lo que narra sino darnos cuenta de cómo lo hace”. Algo que también había señalado en su momento Hernán Díaz Arrieta, cuando se refiere a la presencia de la voluntad de estilo en la obra de León.
Esta ausencia de contenido también es indicada por Fernando Durán:
En este libro de Carlos León, como en todos los suyos, el tema es mínimo, casi insignificante. Está hecho de nada y elaborado con tales restricciones y reservas, que no se le advierte.
Más que hablar del tema de la obra, hay que hablar de sus múltiples temas, y acaso ni siquiera de eso, sino de apuntes, esbozos, ligeros escorzos (...) en que no sucede nada y un silencio especialisímo, –el verdadero silencio del que sabe escuchar– domina las páginas, se impone sobre las frases e impregna la obra entera.
Pues bien, a nosotros nos interesarán los contenidos que despliega León en este libro, por sobre su forma. Y, de ellos, los que pudieran ser considerados como una pretendida representación del territorio. Junto a esto, tendremos presente los aspectos biográficos del autor, que pudieran ayudar a comprender de mejor manera lo que él nos sugiere en su obra.
En Algunos días... confluyen textos que tienen diversas temáticas: algunos se centran en libros o en autores, otros se refi eren a la geografía que rodea a León. Sobre estos últimos escritos detendremos nuestra mirada.
De estos, el texto que inicia el volumen, “Valparaíso y su geografía íntima”, podríamos considerarlo casi una poética, de hecho, el concepto de geografía íntima es retomado por Alexis Candia en su artículo “Geografía íntima’ de Valparaíso en la literatura de Carlos León”, uno de los pocos artículos académicos que se han publicado sobre este escritor.
Candia propone comprender la noción de geografía íntima como un concepto, el cual entiende como “la conjunción de dos directrices fundamentales para comprender la construcción del imaginario urbano de Valparaíso”. De aquí deduce que “la ‘geografía íntima’ de Valparaíso permite explicar, entonces, la descripción e interpretación que Carlos León efectúa de su privada relación con la ciudad. Así, el vínculo con la ciudad está mediatizado por la interioridad del propio León, quien toma distancia de las visiones tradicionales de la urbe (marítima, portuaria, bohemia y liberal)...”.
Al momento de considerar esa visión desplazada de León, respecto de la ciudad de Valparaíso, nos resulta significativo detenernos en algunos aspectos biográficos en particular, en las profesiones ejercidas por León: académico y abogado, esto es, profesiones liberales que, a la época, son propias de la mesocracia. Creemos que ambos elementos determinan aquello que Candia denomina como interioridad. Además, cabría señalar que, en términos filosóficos, interioridad no es un equivalente de intimidad. En definitiva, nos encontramos aquí ante la antigua cuestión de las relaciones de determinación entre el ser social y la conciencia social.
De hecho, la historicidad de la ciudad puerto es la que le otorga unicidad, según deja escrito el propio León al final de esta crónica inaugural: “nuestra ciudad es algo más que la suma de sus calles, paseos y lugares pintorescos. Tiene también algo imponderable y secreto: su vida anterior tan intensa, que trasciende esos elementos, los unifica y les confiere un sentido”. Es en ese trascender los elementos, en donde advertimos que León supera el fetichismo de lo objetual, tan común en las diversas escrituras que se refieren a Valparaíso; la mirada se propone así más diacrónica que sincrónica, algo que se aprecia en “Dos plazas”, en donde León realiza un contrapunto entre las dinámicas sociales, culturales y económicas de la Plaza Echaurren y la Plaza de la Victoria.
Por otro lado, no deja de ser significativo que los espacios de sociabilidad que se mencionan en este libro se corresponden en propiedad con las formas mesocráticas de esparcimiento: espacios de comercio, dinámicas de consumo, como se desliza en la crónica “Nuestras esquinas”; incluso en la recepción de productos culturales, como se describe en “Concierto con entrada gratuita” o en “Un museo”.
Que León es quizás el principal exponente de una narrativa mesocrática en Valparaíso debería ser algo medianamente claro, a partir de esa gran pintura que se hace de la clase media en su novela Sueldo vital. Sin embargo, salvo escasas excepciones, quienes han comentado sus obras, no suelen realizar observaciones referidas a esta nítida posición de clase. Del mismo modo, Roberto las afinidades del autor con el Partido Radical tampoco suelen ser motivo de una reflexión más profunda, en relación a comprender de qué manera dicha proximidad ideológica incidía en su manera de representar su entorno inmediato, sus geografías, tanto física como humana. Que estas geografías se encuentran articuladas, y que son las relaciones sociales las que le dan sentido a los objetos, queda expresado en la frase final de una crónica: “a veces, la ausencia de algunas personas, desmejoran la geografía de las ciudades”.
Existe en este libro una crónica tan fundamental como la inicial. Su título es “Acerca de un libro del Puerto”, y en ella León se dedica a precisar diversos aspectos de su novela Las viejas amistades. Allí, refiriéndose a uno de los personajes, al dueño de la peluquería, León anota: “Como carecía de historia propia, es decir, como nada digno de contar le había ocurrido a él ni a sus ascendientes, mediante un hábil escamoteo mental, había adoptado como personal, la historia de la ciudad”.
Este mecanismo de transposición, de apropiación de una historicidad contextual, para transformarla en una historia personal, también nos da cuenta de una manera de construir identidad, no a partir de una referencialidad fundada en las propias condiciones de existencia y en el propio devenir, sino en una alteridad muy propia de las formas de autorrepresentación de la mesocracia, un sector de la sociedad que se caracteriza por una identidad constantemente tensionada y en conflicto.
En definitiva, para pensar en las posibles representaciones que pudieran construirse de la ciudad puerto, a partir de las crónicas de Carlos León, nos parece más pertinente volver la mirada a los aportes de Yi-Fu Tuan, particularmente a las articulaciones entre los conceptos de espacio y lugar, así como entre topofilia y entorno. Unido a ello, nos resulta imperativo, además, considerar las relaciones de producción que determinan, tanto como contextualizan los contenidos de una obra literaria. Quizás por esa senda sea posible aproximarse a la obra de León, sin extraviarse de manera unívoca en la devoción de la forma.
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Bibliografía
Libros
- Castagneto, Piero. El Valparaíso de los escritores, Santiago, RiL editores, 2013, 151 p.
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Artículos
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Durán V., Fernando. “Algunos días...”, El Mercurio, Valparaíso, 25 de diciembre de 1977, p. C.
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-Morales Piña, Eddie. “Algunos días...”, El Mercurio, Valparaíso, 16 de abril de 1978, p. C.
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Sabella, Andrés. “‘Algunos días...’, de Carlos León”, El Mercurio, Antofagasta, 15 de octubre de 1978, p. 2.
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Algunos días... de Carlos León o el despliegue de una prosa mesocrática
Por Ernesto Guajardo
Publicado en WD40. Revista de poesía, ensayo y crítica. N°1, invierno de 2020