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Reedición de "La bandera de Chile" (1991) y presentación de "Cuaderno de deportes"
El redescubrimiento de Elvira Hernández

Por Pedro Pablo Guerrero
Revista de Libros de El Mercurio. Domingo 3 de Abril de 2011



 Jorge Guzmán ha llamado la atención sobre el hecho de que, mientras Neftalí Reyes y Lucila Godoy buscaron seudónimos resonantes para distinguirse en la siempre concurrida escena poética chilena, María Teresa Adriasola (Lebu, 1951) hubiera cambiado su nombre por una designación tan "gris" y "deslavada" como Elvira Hernández. El equivalente a buscar el anonimato sumergiéndose en la multitud. Gesto libre de flâneur, pero también estrategia para sobrevivir durante una época rigurosamente vigilada de la historia nacional. En un campo literario minado que obligaba a la producción de textos críticos y crípticos, muchas veces clandestinos, por comprometidos y comprometedores.

Algunos han llamado a la del 80 la "generación del mimeógrafo", formato en el que circuló durante mucho tiempo La bandera de Chile antes de conocer la imprenta por primera vez, el año 1991, en Buenos Aires. Es sintomático que haya sido publicado en Argentina -donde incluso está dentro de los textos de estudio- y no en Chile, país en el que Elvira Hernández, como lo hizo Juan Luis Martínez, siempre ha procurado irradiar una identidad velada.

- La bandera de Chile no es mi libro preferido, pero es el que me ha dado a conocer. El libro que me ha sacado del anonimato. Aunque pienso que si lo hubiera escrito un hombre habría tenido mucho más impacto -reflexiona Elvira Hernández, mientras toma una taza de té junto a la ventana de una fuente de soda.

Las nuevas generaciones redescubren el libro y a su autora, lo que, según interpreta el ensayista Germán Cossio, "significa no sólo un reconocimiento a la calidad estética de esta escritura, sino también nuevas lecturas y acercamientos críticos a una producción que permite y reclama nuevos otorgamientos de sentido".

Muestra de este renovado interés fue la reedición de La bandera de Chile, publicada estratégicamente el año del Bicentenario, con un nuevo poema en la contraportada ("Remiendos a la bandera") y una solapa escrita en mapudungun. Sobre este último gesto, su autora explica: "Teníamos que poner mis créditos en la solapa y yo creo que la poesía no necesita tanto de créditos. En esta época, la subjetividad del poeta no importa mucho. Siempre he ocupado las solapas fantasiosamente, más que para establecer una individualidad, y en ese momento estaba la huelga de los mapuches, una de las cosas, yo creo, más importantes del 2010".

Cuaderno de deportes

Ocho años pasaron desde la publicación de Álbum de Valparaíso (2002), su libro anterior. Cuaderno de deportes es una muestra típica de su forma de trabajo: "No es que uno busque un tema, sino que de repente lo encuentra. Hay que estar con los ojos bien abiertos. Yo como proyectista soy un cero a la izquierda. Nunca podría hablar de lo que pienso hacer. El artista es aquel que tiene el control de todo. Yo diría que tengo muy poco control. Soy menos artista. No soy tan moderna".

El origen de Cuaderno de deportes se remonta a 2004, cuando la Fundación Mustakis y la Biblioteca Nacional la invitaron a hacer un taller de poesía con motivo griego. Era el año de los Juegos Olímpicos de Atenas, pero también de los bombardeos israelíes sobre la franja de Gaza. De esa confluencia, no recuerda cómo, surgió un poema y luego otro hasta que de pronto se encontró con un libro entre manos. "Los Juegos Olímpicos, que no gustan de contaminarse de política, estaban rodeados de decisiones de ese tipo", recuerda.

-¿Qué sentiste mientras escribías "Cuaderno de deportes"?
-Me produjo un cierto placer, porque me permitió hablar no solamente de esta actividad humana, el deporte, sino que de muchas otras. Principalmente sobre la poesía, porque en la Grecia clásica los poetas no estaban ausentes de estos juegos. Estaban más situados en la cotidianidad de la gente.

-¿Crees que la poesía ha perdido contacto con las personas?
-Ha seguido un camino dispar respecto del uso del lenguaje dentro de la sociedad. Cuando viene la censura, la palabra queda en interdicción. Hay una apertura a la imagen. Ambas se contraponen de manera muy nítida. La palabra no está a disposición de la gente y eso tiene que ver también con la educación. Armando Uribe dio en el blanco cuando dijo que la poesía empezaba a emigrar de los sectores populares. Para sobrevivir se instaló en los centros universitarios, y como esos lugares no están comunicados con el resto de la sociedad volvemos a caer en la desigualdad.

-Dentro de la historia de la poesía chilena, ¿sientes que tu obra marca una ruptura o una continuidad?
-Me siento unida a la tradición poética. Nunca estuvo dentro de mis perspectivas romper con nuestra poesía, porque me parece una cantera valiosísima, con todas sus voces. He tratado de acercarme lo más posible a ella. Hoy, me parece, hemos desperdiciado esa tradición. La poesía es un patrimonio, pero está abandonada, carece de apoyo, la están convirtiendo en ruina.

-¿Qué poetas actuales te han impactado?
-Acabo de leer Compro fierro, de Juan Carreño, que se sitúa en el margen poblacional. Es una poesía descarnada, feroz, en la que no encuentras posturas estéticas, porque eso es imposible. Un verdadero fierrazo. En el otro extremo, hay posturas como la de Martín Gubbins, que hace una suerte de deconstrucción del lenguaje. La poesía mapuche es otro fenómeno que ha revitalizado la poesía, muchísimo. Hay una treintena de poetas que vale la pena mirar. Los románticos alemanes consideraban que la poesía que iba a pervivir era aquella unida a la tierra. La modernidad, pero también la poesía postmoderna, se han alejado de la tierra, y los mapuches la recuperan.

-¿Piensas escribir alguna vez un libro acerca de tu detención a comienzos de los ochenta en un cuartel de la CNI?
-Me lo han pedido, pero ha sido difícil, porque, la verdad, yo siento que todavía no he procesado todo eso. Pasó mucho tiempo y no es que uno olvide, sino que de pronto he recordado algunas cosas que no tenía conscientes. No es fácil. Hay bastante literatura sobre eso. Tejas verdes, de Hernán Valdés, fue escrito prácticamente encima de los hechos. Y yo creo que el tiempo te pone en una situación de poder tocar eso de otra forma. La escritura, por lo menos para mí, es algo muy lento. No escribo con gran rapidez. Uno va reteniendo la palabra, soltándola de a poco. Y eso demora.


 Opiniones críticas

"La Bandera de Chile -cuya reedición relativamente tardía retiene gran parte de su carga pasada- continúa desplegando el juego versátil -liviano, alegre, ingenuo, retórico, cínico, grave- de su textura, dibujo y colores, ondulando al impulso de vientos (des)esperadamente contrarios". ( Federico Schopf , 1991).

"Su mundo poético es profundamente desgarrado, revelador del duelo y el desencanto como rasgos predominantes. Hay un fuerte sentido ideológico y desmitificador en su trabajo literario". ( Tomás Harris , 2002).

"La Bandera de Chile de Elvira Hernández no es un poema que se agote en una función meramente de denuncia circunstancial, sino un texto lúcido que cuestiona signos colectivos de representación de todos los tiempos". ( María Inés Zaldívar , 2003).

 

* * *

- Cuaderno de Deportes. Elvira Hernández, Editorial Cuarto Propio, Santiago, 2010, 45 páginas.

- La Bandera de Chile. Elvira Hernández, Editorial Cuneta, Santiago, 2010, 36 páginas.


 

 

 

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