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Elvira Hernández: casi toda, atrevida y compleja
"Actas urbe", Alquimia Ediciones, Santiago 2013, 241 págs.

Por Jessica Atal
Revista de Libros de El Mercurio. Domingo 19 de Enero de 2014

 


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Una obra importante son estas Actas urbe de Elvira Hernández, pues reúne, además de poemas inéditos, producción literaria que era prácticamente imposible de encontrar para ese séquito de seguidores que han hecho de ella una poeta de culto.

Son aquellos "textos idos" -como los llama el editor Guido Arroyo González, también autor del prólogo y notas de esta publicación-, que van desde su "Arte Poética" hasta libros tan significativos como Carta de viaje, El orden de los días, Meditaciones físicas para un hombre que se fue, Trístico, Seña de mano para Giorgio de Chirico y ¡Arre! Halley ¡Arre! (obra que si bien tiene un título a mi gusto pavoroso, se sostiene como potente abecedario de deseos prohibidos y márgenes sociales, un coloquio estelar de memoria que duele).

Además del rescate de sus obras, lo interesante aquí es encontrarnos con el pensamiento de Elvira Hernández en toda su complejidad. Expuestas en un Apéndice Crítico están sus ideas, por ejemplo, sobre ese "alimento oscuro" y raro que es el libro literario o lo que significa escribir poesía cuando afirma que esta "no es una actividad natural y tranquila aun cuando escribir lo sea", pues poesía es "un estar cautiva" de las palabras, un sometimiento a ellas en un escenario, como es el poético, de "terrible duplicidad". En esta duplicidad entra su heterónimo, como alter ego de figura perseguida en el mundo concreto, escondida en el juego de la palabra y sus develaciones.

Entendemos, al leer estas confesiones, desde dónde y cómo escribe esta poeta. Entendemos el origen de su originalidad y ese lugar público -más que privado- donde se siente cómoda escribiendo, pues es la experiencia colectiva la que valoriza. Entendemos también esa constante desconfianza en la palabra y sus "ritmos disonantes", pues define la escritura como algo siempre inconsciente, y su producción se basa en pulsaciones, elementos cotidianos y obsesiones temáticas que emanan de una psiquis atrevida buscando "ex-presarse" a través de aquella voz que se propone "cambiar el mundo", y que nos tira encima su lenguaje para removernos corazón y suelo como hiciera con obras tan emblemáticas como La Bandera de Chile y Santiago Waria, cuando recién los que entonces éramos algo más jóvenes que ella descubríamos los cielos a la vez mágicos y endemoniados del norte, así como los subterráneos desquiciados (físicos y psíquicos) de la capital de Chile.

Arremetía esta poeta con garra, con palabra testimonio y censurada. Pero ahora, cuando han pasado -supuestamente- los tiempos de lucha y la urgencia de la denuncia, nos preguntamos si abandona el lugar doloroso desde el cual crea. No, de ninguna manera. Porque nos interna de todos modos en un mundo incierto "donde las señaléticas de los tiempos" no se entienden y la recreación es de vidas mínimas, truncadas, confusas. Es la vida que en parte muere cada día, detrás de cada puerta, y lo notable es la creación a partir de las entrañas, intuitiva, sentida con verdad. Sabemos que poco o nada corrige y bien la podríamos escuchar decir "I am always true to life, as a woman is", tal como escribía Anais Nïn en su diario de vida en 1935.

Ha habido en su trayectoria, en todo caso, una necesidad imperiosa de reinventar la palabra, y si bien muchos de sus textos no se hacen públicos inmediatamente y circulan primero como manuscritos -como fue La Bandera de Chile o Bestiario que se arma de papeles dispersos guardados en una maleta que permaneció cerrada durante diez años-, todo habla de una inmediatez que no distingue entre pasado, presente y futuro.

Una crítica aguda a esta obra merecen las faltas de ortografía que se cuelan y que molestan siempre en poesía. No son tantas, pero inaceptables a mi parecer, pues cabe preguntarse qué hace no cuidar una edición de una obra de esta envergadura hasta el final, a pesar de que el editor declara que sí se hicieron "enmiendas ortográficas" a los originales.



 


 

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Elvira Hernández: casi toda, atrevida y compleja
"Actas urbe", Alquimia Ediciones, Santiago 2013, 241 págs.
Por Jessica Atal
Revista de Libros de El Mercurio. Domingo 19 de Enero de 2014