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Ahora tú, Virginia Woolf

Por Elena Irarrázabal
Publicado en El Mercurio, 4 de marzo de 2021



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No solo a Dostoievski lo quieren cancelar por estos días, sino también a Virginia Woolf. El municipio londinense de Camden (que incluye el barrio de Bloomsbury) ha decidido "poner en revisión" el busto que la recuerda. Racista, supremacista blanca y clasista son calificativos que ha recibido la escritora, quien no cumpliría los estándares de moralidad de 2022.

Woolf nació en 1882, cuando las mujeres rara vez recibían educación formal. Fue pionera en plasmar la conciencia y subjetividad humana y el modo fragmentario en que las ideas se van sucediendo en nuestra mente. Su famoso libro "La señora Dalloway" conjuga la mirada de una mujer ansiosa que prepara una fiesta, con las perspectivas del veterano Septimus Smith, golpeado por la miseria de la guerra.

Aunque Virginia Woolf no era una mujer de negocios, realizó una empeñosa labor en Hogarth Press, donde publicó libros de vanguardia junto a su marido. "Uno no puede pensar bien, amar bien, dormir bien, si no ha cenado bien", escribió. Justamente esa dimensión práctica la combina Woolf con una prosa llena de simbolismos en su ensayo "Una habitación propia" (pdf) (1929), que discurre sobre el pobre rol de la mujer en la literatura y su postergación por falta de educación y de autonomía monetaria, entre otras causas.

¿Qué necesitan las mujeres para escribir buenas novelas?, se pregunta. Independencia económica y personal, responde. Es decir, "una habitación propia". Y es aún más explícita: ganar 500 libras al año y tener una pieza —"con pestillo" donde escribir.

El desasosiego recorre su ensayo. Woolf imagina a Judith Shakespeare, la hermana que el escritor pudo tener. "Tenía la misma imaginación, las mismas ansias de ver el mundo que él. Pero no la mandaron a la escuela". Para Virginia, "esta poetisa que jamás escribió una palabra vive todavía. Vive en vosotras y en mí, y en otras mujeres que no están aquí, porque están lavando platos y acostando niños". Y concluye: "cuando les pido que ganen dinero y tengan una habitación propia, les pido que vivan en presencia de la realidad, que lleven una vida estimulante, sea o no posible comunicarla".

Es cierto que la poco convencional narradora alguna vez se pintó la cara con pintura negra y se disfrazó de príncipe de Abisinia. Y es posible que un par de sus dichos puedan ser interpretados hoy como errados o limitados a un sector social. Pero es difícil negar la potencia, clarividencia y empatía de su llamado. Más allá de frases rimbombantes o de cancelaciones ridículas, la suya es una vigente invocación al desarrollo de la mujer —en el ámbito que escoja— y a establecer las condiciones reales para sustentarlo, algunas muy lejanas aún.

En el Día de la Mujer, recordaré a Virginia Woolf y a todas las que buscamos "una habitación propia".

 

 



 



 

 

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Ahora tú, Virginia Woolf
Por Elena Irarrázabal
Publicado en El Mercurio, 4 de marzo de 2021