Análisis
interpretativo del poema La Pieza Oscura de Enrique Lihn.
Por Guido Arroyo González.
LA PIEZA OSCURA
La mixtura del aire en la pieza oscura, como si el cielorraso
hubiera amenazado
una vaga llovizna sangrienta.
De ese licor inhalamos, la nariz sucia, símbolo de inocencia
y de precocidad
juntos para reanudar nuestra lucha en secreto, por no sabiamos
no ignorábamos qué causa;
juegos de manos y de pies, dos veces villanos, pero igualmente
dulces
que una primera pérdida de sangre vengada a dientes y uñas
o, para una muchacha
dulces como una primera efusión de su sangre.
Y así empezó a girar la vieja rueda -símbolo
de la vida- la rueda que se atasca como si no volara,
entre una y otra generación, en un abrir de ojos brillantes
y un cerrar de ojos opacos
con un imperceptible sonido musgoso.
Centrándose en su eje, a imitación de los niños
que rodábamos de dos en dos, con las orejas rojas
-símbolos del pudor que saborea su ofensa- rabiosamente
tiernos, la rueda dio unas vueltas en falso como en una edad anterior
a la invención de la rueda
en el sentido de las manecillas del reloj y en su contrasentido.
Por un momento reinó la confusión en el tiempo.
Y yo mordí largamente en el cuello a mi prima Isabel,
en un abrir y cerrar del ojo del que todo lo ve, como en una edad
anterior al pecado
pues simulábamos luchar en la creencia de que esto hacíamos;
creencia rayana en la fe como el juego en la verdad
y los hechos se aventuraban apenas a desmentirnos
con las orejas rojas.
Dejamos de girar por el suelo, mi primo Angel vencedor de Paulina,
mi hermana; yo de Isabel, envueltas ambas
ninfas en un capullo de frazadas que las hacía estornudar
-olor a naftalina en la pelusa del fruto-.
Esas eran nuestras armas victoriosas y las suyas vencidas confundiendose
unas con otras a modo de nidos como celdas, de celdas como abrazos,
de abrazos como grillos en los pies y en las manos.
Dejamos de girar con una rara sensación de vergüenza,
sin conseguir formularnos otro reproche
que el de haber postulado a un éxito tan fácil.
La rueda daba ya unas vueltas perfectas, como en la época
de su aparición en el mito, como en su edad de madera recién
carpintereada
con un ruido de canto de gorriones medievales;
el tiempo volaba en la buena dirección. Se lo podía
oír avanzar hacia nosotros
mucho más rápido que el reloj del comedor cuyo tic-tac
se enardecía por romper tanto silencio.
El tiempo volaba como para arrollarnos con un ruido de aguas espumosas
más rápidas en la proximidad de la rueda del molino,
con alas de gorriones -símbolos del salvaje orden libre-
con todo él por único objeto desbordante
y la vida -símbolo de la rueda- se adelantaba a pasar tempestuosamente
haciendo girar la rueda a velocidad acelerada, como en una molienda
de tiempo, tempestuosa.
Yo solté a mi cautiva y caí de rodillas, como si
hubiera envejecido de golpe, presa de dulce, de empalagoso pánico
como si hubiera conocido, más allá del amor en la
flor de su edad, la crueldad del corazón en el fruto del
amor, la corrupción del fruto y luego... el carozo sangriento,
afiebrado y seco.
¿Qué será de los niños que fuimos?
Alguien se precipitó a encender la luz, más rápido
que el pensamiento de las personas mayores.
Se nos buscaba ya en el interior de la casa, en las inmediaciones
del molino: la pieza oscura como el claro de un bosque.
Pero siempre hubo tiempo para ganárselo a los sempiternos
cazadores de niños. Cuando ellos entraron al comedor, allí
estábamos los ángeles sentados a la mesa
ojeando nuestras revistas ilustradas -los hombres a un extremo,
las mujeres al otro-
en un orden perfecto, anterior a la sangre.
En el contrasentido de las manecillas del reloj se desatascó
la rueda antes de girar y ni siquiera nosotros pudimos encontrarnos
a la vuelta del vértigo, cuando entramos en el tiempo
como en aguas mansas, serenamente veloces;
en ellas nos dispersamos para siempre, al igual que los restos
de un mismo naufragio.
Pero una parte de mí no ha girado a compás de la
rueda, a favor de la corriente.
Nada es bastante real para un fantasma. Soy en parte ese niño
que cae de rodillas
dulcemente abrumado de imposibles presagios
y no he cumplido aún toda mi edad
ni llegaré a cumplirla como él
de una sola vez y para siempre.
Enrique Lihn.
I
Construcción rítmica oscura y agobiante, mezcla limítrofe
de erotismo y existencialismo
en la construcción de sentido:
El poema La Pieza Oscura, de Enrique Lihn, fue
publicado el año 1963 en Santiago, Chile. A pesar de ser el
poema homónimo de su tercer libro, poemario que se destaca
entre la obra poética de Lihn (es el que posee más textos
que han sido antologados) y que el propio autor lo reconoce como su
gran primer libro(1), debido
a que es el único que apunta a una unidad temática digna
de un poemario de alta voz. La obra no recibió una acogida
que respondiera al recibo total de la propuesta que
reunía esta magna obra, es más, el libro pasó
casi inadvertido, salvo por las lecturas atentas de algunos cercanos(2).
A pesar de que la crítica de ese entonces no descubriera la
calidad de aquellos poemas, en la actualidad ha sido revalorada y
ha soportado de buena manera el paso del tiempo que amenazaba en extinguirla,
reeditándose dos veces (1984 en Madrid, con prólogo
de Waldo Rojas; 2005 en Santiago de Chile, con prólogo de Kurt
Folch) y situándose como uno de los poemas más trascendentes
del siglo XX en la poesía chilena.
La Pieza Oscura consta de ochenta y dos versos, divididos
en cuatro estrofas que poseen nueve, cuarenta y ocho, diez y catorce
versos respectivamente. No se vislumbra ningún tipo de rima
en el poema, ni intencionada ni alguna asonancia que se le haya entrometido
al autor. La extensión de los versos es sumamente irregular,
planteándonos una disyuntiva en la instancia de enfrentar oralmente
al poema. Esto debido a que la mayoría de los versos son largos,
superando en seis ocasiones las veinte sílabas (versos: 16-21-36-50-55-67)
y estableciendo un promedio de diecisiete sílabas por verso.
Pero existen diez versos que no superan las seis sílabas (2-14-19-25-40-46-62-73-75-77),
los cuales rompen el ritmo del poema interrumpiendo la libertad de
su musicalidad. La mayoría de estos versos están situados
aleatoriamente en el texto, generado un ambiente enrarecido y de constante
tensión que se denota en la lectura. Cada breve respiro deja
al lector extraviado del ritmo al cual estaba acostumbrándose,
pero inmediatamente se prosigue con versos largos que no permiten
descanso, y cuando ya se retoma el ritmo el poema nos encara con otro
verso corto. De esta manera la tensión y el suspenso aumentan
de manera ascendente, al igual que el ambiente pletórico que
transcurre en la pieza, generando así en el lector una oscura
sensación de ahogo, similar a la que sienten los pequeños
cuando la confusión reina en el tiempo y ruedan fundiéndose
en abrazos rayanos entre inocencia y deseo, para caer luego de rodillas,
con sus cuerpos afiebrados de empalagoso y dulce pánico.
Otro factor importante dentro del poema es la condensación
de sentido y secuencia de ritmo que posee. El movimiento rítmico
se articula con la construcción lineal de los fragmentos en
el texto, tendiendo a presentar alternadamente la descripción
de imágenes y los comentarios al margen "ninfas en
un capullo de frazadas que las hacía estornudar- olor a naftalina
en la pelusa del fruto; ojeando nuestras revistas ilustradas -los
hombres a un extremo, las mujeres al otro -en un orden perfecto, anterior
a la sangre". Esta evidente tendencia, como lo dice Carmen
Foxley "produce el vertiginoso efecto de superponer la dimensión
erótica y existencial - en el centro de la escena -, y la dimensión
temporal descentrada -entre pasado, presente y futuro-, lo que hace
sobresalir aspectos significativos o abrumadores de la experiencia
de transitoriedad cargada de muerte"(3).
Es por ello que el lector se acostumbra a este ritmo cortante y a
la vez envolvente que suscita suspenso, manteniéndose constantemente
atento a aquellos chispazos de genialidad que condensan algunos versos
de Lihn. Es en ellos donde como lectores encontramos la máxima
concentración de sentido, una especie de profundización
multidimensional de la experiencia vital, ensayo de despliegue energético,
vislumbrante y azaroso. Este tipo de ritmo tiende a quebrar constantemente
las expectativas de equilibrio y de coherencia lineal, pero contribuye
en gran medida a la coherencia poética. La intención
sin lugar a dudas es de manifestar que en aquellos ápices de
luminosidad (como el claro del bosque), radica la concentración
del sentido de la obra, por ello su coherencia se va fraguando entre
esta hibridez constructiva que se agudiza ante cada instancia de concentración,
todo esto en el marco de un ambiente lúgubre que inherentemente
subyace del poema. El estrepitoso quiebre de los versos es además
una muestra de la modernidad concentrada en Lihn, y a la vez una tendencia
rupturista a la necesaria construcción del lenguaje.
II Recuerdos
melancólicos, lectura situada en el reflejo del poeta enfrentado
al espejo:
Pilares para la construcción de la Pieza Oscura.
Es fundamental realizar un breve análisis de la composición
del texto, el cual esta fundamentado en dos pilares claves para comprender
a cabalidad su sentido. Primeramente está la memoria, el análisis
de los recuerdos del poeta: "Muchos poemas representan para
mí una incursión con mi biografía, un diálogo
conmigo mismo que abarcaría en un solo conjunto las etapas
de mi vida. Se establece en ellos una relación dinámica
con la infancia. Es como un autoanálisis, el retorno a los
momentos que pueden haber configurado mi persona"(4).
Este comentario realizado tan sólo tres años después
de la publicación de la obra en cuestión, y en referencia
al poema homónimo, determina uno de los fundamentos con el
cual Lihn forja su obra, siendo el recuerdo melancólico que
sitúa al sujeto poético confrontado con los momentos
que pudieron haber determinado su persona, la plataforma de partida
para la construcción del texto poético y el origen primero
de la inmensa creatividad que despliega. Esta herramienta le permite
al poeta reconstruir o construir las imágenes simbólicas
forjan el poema (recuerdo), dejando siempre entrever aquella estela
de excentricismo ante el "yoísmo" del hablante, y
sus continuas descripciones de imagen, que concentran el sentido de
manera sorprendente. Cito a Carmen Foxley "Es precisamente en
este aspecto, donde el hablante se debate en dos prismas opuestos
y complementarios entre sí, la cosmovisión del niño
y del adulto en busca de entender la realidad, y quien habla oscila
entre una y otra sin encontrar el lugar propicio para la identificación.
Sólo está el espacio del distanciamiento irónico
y reflexivo, que es como un quiebre o violencia a la expectativa del
fluir de la comunicación"(5).
Aquel distanciamiento irónico y reflexivo efectuado por el
autor, genera un quiebre violento que impide el fluir de la comunicación
y por ende entorpece la posibilidad de plasmar la realidad. Esto se
denota brevemente en algunos versos del poema (…) y caí
de rodillas, como si hubiera envejecido de golpe / Nada es bastante
real para un fantasma, vislumbramos entonces la presencia adulta
que observa a través de la ventana del (su) tiempo lo sucedido
en la pieza oscura, que es similar a la mixtura del aire que
respira desde la pieza que habita (el poeta) mientras recuerda. También
nos muestra la presencia espectral, la incapacidad de fluir a través
del convencionalismo del leguaje, la necesidad de habitar en los recuerdos
cruciales de su existencia, revelándonos también su
imposibilidad de envejecer al mismo tiempo que los demás, de
configurar la realidad de forma vulgar.
El segundo pilar que ya comienza a erigirse en el párrafo
anterior, es la mirada que realiza el poeta hacia al espejo lo que
permite entregarle el sentido interpretativo de la escena que contempla.
Esto denota su necesidad de volver a encarnar la presencia espectral
que aboceta un autorretrato biográfico, dejando entrever siempre
lo que existe a los lados de su rostro en el espejo, es decir, la
concepción de una época que se encuentra "En
un orden perfecto / anterior a la sangre". Con éste
verso magistral, Lihn resume la hipocresía pacata que rodea
al mundo de los adultos (y de un país), aquellos hombres sesgados
que tácitamente conocen lo ocurrido en aquel cuarto de juegos,
pero niegan a la vez la irascible realidad de la iniciación
sexual. Es debido a la incomprensión de esos gestos, que el
poeta necesita (en el recuerdo) volver a ser aquel niño que
experimenta la caída de rodillas con su carozo sangriento,
con su sexo erectado por vez primera, para así enfrentarse
ante la edad que atestigua quizá falsamente el espejo. De allí
el magistral final: Y no he cumplido toda mi edad / ni llegaré
a cumplirla como él / de una sola vez y para siempre. El
sujeto poético es entonces una simbiosis entre el niño
y el hombre, ambos han comenzado el camino de la rueda (la vida),
pues el niño (poeta) se hace adulto antes de tiempo, y por
ende comienza a enfrentar un proceso de degeneración a la inversa.
Desde aquel estadio el poeta (adulto) se observa, develando en su
rostro los residuos de aquella dura época, para trazar sobre
el aire mixturizado de la pieza, su excitante recuerdo.
Es necesario apuntar algunas cosas más referentes a la construcción
del texto, dentro de ellas es primordial conocer la posición
de Lihn y su análisis sobre La Pieza Oscura:
"(…) se trata de un poema mucho más escrito que oral,
donde tiene una importancia mayor el juego de correspondencias microtextuales,
la textura. La anécdota que suscita este discurso podría
haber motivado también un cuento o una novela. En otras palabras,
yo terminé por instalarme con ese libro -donde ya no hay poemas
que no se propongan algún tipo de concreción- en lo
literario, pero al margen de los distintos tipos de poesías
que eluden la interpenetración genérica. Me declaré
en contra de la "poesía poética", y a favor
de la poesía situada..."(6).
Su afirmación que alude a la poesía situada, nos brinda
una herramienta interpretativa con la cual descubrimos al texto como
un todo literario, cruzado por la anécdota pero sobre todo
por la textura del ambiente de la pieza. Otro aspecto primordial son
los constantes cruces de tiempo, el futuro y el pasado se intersectan
en momentos de álgida tensión que se quiebra ante las
preguntas de ¿qué será de los niños
fuimos?, o en instantes cuando se confunde el hablante que se
refiere al momento del pasado desde un presente empapado en recuerdos,
pero que denota la necesidad de anteponerse a un futuro. Esa afirmación
se esclarece cuando descubrimos los intertextos que existen dentro
de la obra. Para ello será necesario referirme a Invernadero,
que comienza con la pregunta ¿Qué será de
nosotros ahora? Esta pregunta se realiza proyectando el presente
desde un pasado, lo que simula al ejercicio del poeta que mira hacia
atrás transcurridos Los años empavonados de aire,
que se hallan en la pieza oscura donde los cuestionamientos aluden
hacia un futuro incierto. Pero en el poema Invernadero aparecen
los versos Por que algo nos / diría sin duda / este jardín
que habla como si estuviéramos despiertos, "se agrega
una conjetura a cerca de la posibilidad que ese jardín pudiera
respondernos, sobrepasando su calidad de sueño en la memoria"(7),
esto sobrepasa su calidad de tiempo y de realidad, es por ello que
los cruzamientos se vuelven latentes dentro y fuera del poema, en
un plano metatextual donde se efectúa el ejercicio dialéctico
del poeta con el poema.
III Figuras que rodean
La Pieza Oscura, iconos desolados y oscuros girando
al compás de la rueda de la vida.
Existen dentro del poema tres figuras que trazan la escritura del
texto interponiéndose unas tras otras de manera lúdica
y mordaz. Primeramente se encuentra la anécdota, como mencionábamos
antes, la iniciación sexual como elemento detonante del poema,
hecho que posee historicidad sólo desde un punto de vista subjetivo
y personal del autor. Este icono simboliza la inocencia de los niños,
"De ese licos inhalamos, la nariz sucia, símbolo de
inocencia y precocidad", la cual se quiebra debido al descubrimiento
del placer sexual "Y yo mordí, largamente en el cuello
a prima Isabel", descubierto en el objeto amoroso que representan
las "ninfas en un capullo", que eran sus primas con las
cuáles el hablante y Ángel (su primo) habían
compartido desde la infancia. Todo esto engloba además el sentido
pecaminoso que rodea el hecho, contraponiendo así los diversos
prismas que nos entregan una radiografía de la época.
El hablante apunta a que la acción se desarrolla "en
un abrir y cerrar de ojos que todo lo ve, como en una edad anterior
al /pecado /pues simulábamos luchar en la creencia de que esto
hacíamos, creencia / rayana en la fe como el juego de la verdad",
la rapidez del hecho sucedido en la pieza lo excomulga de pecado,
pero no niega la intención o placer que produce comprender
la trasgresión de su accionar en desmedro de los límites
inculcados. Esto lo intuían tácitamente los hombres
mayores, es por ello que el hablante dice: "Se nos buscaba
ya en las inmediaciones de la casa", y en el momento justo
de prender la luz, la imagen muestra a los niños en un orden
perfecto, sentados tranquilamente haciendo cosas de niños,
distantes sus cuerpos y sus miradas, sin permitir que la confusión
reine en su tiempo. Con esto el poeta plasma su concepción
del pensamiento que poseían los mayores, las inquebrantables
costumbres que los regían y su actitud pacata e hipócrita.
Es el mismo Lihn que se sorprende ante esta actitud, y reflexiona
sobre la iniciación sexual debido a lo que generó la
ocasión cuando leyó su poema en la Universidad Católica,
el rector le dijo que "a pesar de los méritos estéticos,
lamentablemente se traslucía lo que él llamó
el depravado mundo de las costumbres sexuales infantiles. Yo intentaba
en el poema poner en relieve el sufrimiento psíquico de la
infancia frente a los tabúes del sexo"(8).
Es ese sufrimiento incomprendido por los mayores lo que enfrenta el
poema basándose en la anécdota.
La iniciación sexual es también lo que gatilla el accionar
de la vieja rueda, segundo aspecto determinante del poema,
que simboliza la vida y a la vez la manera inversa, como lo anota
el autor en sus continuas descripciones. La rueda es una era que comienza
en el hablante, aquel niño que rompe su inocencia al vencer
a su prima Isabel, mientras ruedan por la pieza oscura. Es la maquina
sexual que comienza a girar, y este niño se transforma en grande
cumpliendo toda su edad cuando cae de rodillas, para luego abolir
aquella conjetura, debido a la propia negación del sujeto poético
que a través del recuerdo sitúa estás imágenes,
teniendo plena injerencia sobre lo ocurrido y la inferencia que esto
pueda tener. Lihn a través de este incono confronta su manera
de vivir, pues aquella rueda comenzó a girar para todos los
"inciados" en la pieza, pero declara: "parte de
mí no ha girado en compás de la rueda, a favor de la
corriente". Descubrimos entonces al sujeto poético
inadaptado, imposibilitado para comprender la realidad de manera vulgar
y dejar brotar aquello que posee debajo de su sangre. Sigue siendo
en parte "aquel niño que cae de rodillas",
es por ello que su rueda se atasca y gira a ratos en un contrasentido,
una involución en el peregrinar de la vida. El recuerdo, entonces,
es lo que le permite al poeta sobreponerse ante la dura situación
externa que acontece afuera de la pieza.
La tercera figura engloba a los íconos que rodean el ambiente
del poema (y del libro), la oscuridad de la pieza, el molino de viento
y el contrasentido del reloj. La oscuridad que se halla en la pieza,
se enlaza con imágenes como el viento empolvado y el cielorraso
enmohecido, las que representan una estancia del poeta, una estancia
lúgubre desde la cual recuerda las imágenes que estaban
cruzadas por este mismo ambiente. Es entre las sombras donde el poeta
se mira y nos mira, donde deambula por los recuerdos de la infancia
para intentar aceptar su existencia. El molino de viento es la figura
excelsa de la modernidad, aquella contra la cual el Quijote luchó
brioso hace cuatro siglos. En Lihn se transforma en la analogía
de la pieza "ya se nos buscaba en las inmediaciones del molino",
pues la inquebrantable modernidad que rodea la época, comienza
a descubrirse desde el momento en que el discernimiento de los pequeños,
es modificado por el elemento de su conciencia sexual. Este molino
se hallaba cerca del claro del bosque, lugar donde solían perderse
los infantes encontrándose sólo en los claros de luz,
pero que ahora son borrados ante el monumental triturador que rueda
sin cesar, como llamándolos hacía sus inmediaciones,
a ingresar a un sistema aniquilante y depravado. Esta figura complementa
a la de la rueda, debido a su factor envolvente que incesante no deja
de girar, similar al curso de la vida que transcurre en cada momento.
El tercer icono es el sentido y contrasentido del reloj, con ello
el poeta nos sitúa en la disyuntiva del tiempo y de la existencia,
los parámetros de evolución son modificados, así
mismo como los conceptos tradicionales de la linealidad del crono.
El autor recuerda el pasado preguntándose ante su futuro "¿Qué
será de los niños que fuimos?", para luego
construir desde el presente su realidad y situación de vida.
El paso del tiempo entonces, se genera a ratos en su sentido, para
luego retroceder sobre su mismo eje demostrando la involución
o regreso necesarios para el poeta, y la incapacidad de descubrir
o comprender la quimera del tiempo. Esto se suma a su latente conflicto
existencial, pues la pregunta ulterior del poema es la necesidad de
cómo enfrentar la vida, con la carga del recuerdo. El reloj
nos muestra que el autor siente el paso de los años de manera
distinta, y se aferra a fragmentos de éstos que han significado
su existencia, para construir desde allí su posible presente.
Sin duda alguna la estética, las imágenes, el ritmo,
el sentido y los iconos que rodean el poema La Pieza Oscura,
son tan impactantes pues dentro de este mundo se hallan diversos lares
donde el lector se reconoce y entra en el juego del poema. Las tres
figuras que cruzan el sentido del texto, dan cuenta de una voz poética
de alto nivel, un vate necesario, envolvente, con chispas de genialidad
y con cierta facultad de entrever lo venidero. Es el poeta entonces
"aquel fantasma que se reconoce a sí mismo en una presencia
vacía, que tiene su razón de ser en el hueco de lo que
él mismo ya no es, hecho del cual ya no se podrá desprender(…)"(9).
A modo de conclusión podemos inferir que la búsqueda
por encontrar el sendero que nos lleve hacia la ventana de aquella
pieza oscura, ha sido un vertiginoso viaje excitante y revelador.
Hemos descubierto al poema como el melancólico recuerdo necesario
para la existencia del poeta, que se halla en su estancia lúgubre
imposibilitado de comprender de manera convencional la realidad. Es
su mirada en el espejo que sangrientamente nos mira y mira lo que
lo rodea, todo ello envuelto en frazadas que nos ahogan mientras rodamos
junto a los niños en la pieza oscura, que antaño fue
la de los juegos, iniciando así la vieja rueda del tiempo y
del molino, que no cesará jamás, hasta la muerte sucedida
de una sola vez, y para siempre… Pero todavía tendremos incógnitas
por resolver, recovecos de la pieza que no alcanzamos a aprehender
debido a los prejuicios que generan una lectura subjetiva y guiada.
¿Es el mismo poeta que recuerda sentado en su cama mirando
al cielorraso y con sus manos en el sexo, el cual comenzó a
girar y a erigirse en la instancia recordada, o es el niño
que mira al poeta entre la mixtura del aire, desde aquella pieza oscura,
y descubre como ambos no pueden comprender lo que los rodea, estando
obligados a correr siempre en el contrasentido de los engranajes que
giran, escapando del triturador molino que los espera, cargando así
la roca a veces dichosa de la poesía?
NOTAS
(1) "Los libros o cuadernos
anteriores (Nada se escurre-Poemas de otro tiempo, eran simples agregados
o yuxtaposiciones de textos distintos. Eran recopilaciones de los
poemas escritos en un plazo demasiado extenso como para que un poeta
joven pudiera producir la impresión del libro. En La pieza
oscura -en rigor entonces el primer libro- se organizan algo así
como una "colonia" de textos, cuya individualidad de grupo
se puede hacer residir en "La pieza oscura"."
-Lihn, Enrique. En conversaciones con Lastra, Pedro. Prehistoria de
un Poeta.
(2) "La obra (Pieza
Oscura) (…) fue saludada con admiración por algunos lectores
atentos como Pedro Lastra, Filebo, Alfonso Calderón, Ricardo
Latchman y Hernán Loyola…" .
-Folch, Kurt. Una vacilante claridad, prólogo a La Pieza
Oscura, Edit Diego Portales, p 15, Marzo del 2005, Santiago de
Chile.
(3) Foxley, Carmen. Enrique
Lihn: Escritura excéntrica y modernidad. Edit universitaria,
p54, octubre de 1995, Santiago de Chile.
(4) Lihn, Enrique. En entrevista
a Dorfmann, Ariel. Lihn en La Pieza Oscura. Revista Ercilla,
año XXXII, Nº 1.613, 4 de mayo de 1966, Santiago de Chile.
(5) Foxley, Carmen. Enrique
Lihn: Escritura excéntrica y modernidad. Op. Cit. P 62.
(6) Lihn, Enrique. En entrevista
a Dorfmann, Ariel. Lihn en La Pieza Oscura. OP. Cit.
(7) Foxley, Carmen. Enrique Lihn: Escritura excéntrica
y modernidad. Op. Cit. P 55.
(8) Lihn, Enrique. En entrevista
a Dorfmann, Ariel. Lihn en La Pieza Oscura. Op. Cit.
(9) Foxley, Carmen. Enrique
Lihn: Escritura excéntrica y modernidad. Op. Cit. P 62.
Bibliografía.
- Lihn, Enrique. La Pieza Oscura. Edit. Diego
Portales, Marzo del 2005 Santiago de Chile.
- Foxley, Carmen. Enrique Lihn: Escritura excéntrica y modernidad.
Edit Universitaria, octubre de 1995, Santiago de Chile.
- Lihn, Enrique. En entrevista a Dorfmann, Ariel. Lihn en La Pieza
Oscura. Revista Ercilla, año XXXII, Nº 1.613, 4 de
mayo de 1966, Santiago de Chile.
- Lastra, Pedro. Conversaciones con Enrique Lihn, Prehistoria de
un Poeta. Edit: universidad ……..
- Folch, Kurt. Una vacilante claridad, prólogo a La Pieza
Oscura, Edit Diego Portales, p 15, Marzo del 2005, Santiago de
Chile.
- Cussen, Felipe. La fuerza de Lihn desde la pieza oscura,
Artes y Letras de El Mercurio, Domingo 10 de julio 2005.