Análisis 
            interpretativo del poema La Pieza Oscura de Enrique Lihn.
            
            Por Guido Arroyo González.
           
          LA PIEZA OSCURA
           
            
              La mixtura del aire en la pieza oscura, como si el cielorraso 
                hubiera amenazado
                una vaga llovizna sangrienta.
                De ese licor inhalamos, la nariz sucia, símbolo de inocencia 
                y de precocidad
                juntos para reanudar nuestra lucha en secreto, por no sabiamos 
                no ignorábamos qué causa;
                juegos de manos y de pies, dos veces villanos, pero igualmente 
                dulces
                que una primera pérdida de sangre vengada a dientes y uñas 
                o, para una muchacha
                dulces como una primera efusión de su sangre.
              Y así empezó a girar la vieja rueda -símbolo 
                de la vida- la rueda que se atasca como si no volara, 
                entre una y otra generación, en un abrir de ojos brillantes 
                y un cerrar de ojos opacos
                con un imperceptible sonido musgoso.
                Centrándose en su eje, a imitación de los niños 
                que rodábamos de dos en dos, con las orejas rojas
                -símbolos del pudor que saborea su ofensa- rabiosamente 
                tiernos, la rueda dio unas vueltas en falso como en una edad anterior 
                a la invención de la rueda
                en el sentido de las manecillas del reloj y en su contrasentido.
                Por un momento reinó la confusión en el tiempo. 
                Y yo mordí largamente en el cuello a mi prima Isabel,
                en un abrir y cerrar del ojo del que todo lo ve, como en una edad 
                anterior al pecado
                pues simulábamos luchar en la creencia de que esto hacíamos; 
                creencia rayana en la fe como el juego en la verdad
                y los hechos se aventuraban apenas a desmentirnos
                con las orejas rojas.
              Dejamos de girar por el suelo, mi primo Angel vencedor de Paulina, 
                mi hermana; yo de Isabel, envueltas ambas 
                ninfas en un capullo de frazadas que las hacía estornudar 
                -olor a naftalina en la pelusa del fruto-.
                Esas eran nuestras armas victoriosas y las suyas vencidas confundiendose 
                unas con otras a modo de nidos como celdas, de celdas como abrazos, 
                de abrazos como grillos en los pies y en las manos.
                Dejamos de girar con una rara sensación de vergüenza, 
                sin conseguir formularnos otro reproche
                que el de haber postulado a un éxito tan fácil.
                La rueda daba ya unas vueltas perfectas, como en la época 
                de su aparición en el mito, como en su edad de madera recién 
                carpintereada
                con un ruido de canto de gorriones medievales; 
                el tiempo volaba en la buena dirección. Se lo podía 
                oír avanzar hacia nosotros
                mucho más rápido que el reloj del comedor cuyo tic-tac 
                se enardecía por romper tanto silencio.
                El tiempo volaba como para arrollarnos con un ruido de aguas espumosas 
                más rápidas en la proximidad de la rueda del molino, 
                con alas de gorriones -símbolos del salvaje orden libre- 
                con todo él por único objeto desbordante
                y la vida -símbolo de la rueda- se adelantaba a pasar tempestuosamente 
                haciendo girar la rueda a velocidad acelerada, como en una molienda 
                de tiempo, tempestuosa.
                Yo solté a mi cautiva y caí de rodillas, como si 
                hubiera envejecido de golpe, presa de dulce, de empalagoso pánico 
                
                como si hubiera conocido, más allá del amor en la 
                flor de su edad, la crueldad del corazón en el fruto del 
                amor, la corrupción del fruto y luego... el carozo sangriento, 
                afiebrado y seco.
              ¿Qué será de los niños que fuimos? 
                Alguien se precipitó a encender la luz, más rápido 
                que el pensamiento de las personas mayores.
                Se nos buscaba ya en el interior de la casa, en las inmediaciones 
                del molino: la pieza oscura como el claro de un bosque.
                Pero siempre hubo tiempo para ganárselo a los sempiternos 
                cazadores de niños. Cuando ellos entraron al comedor, allí 
                estábamos los ángeles sentados a la mesa
                ojeando nuestras revistas ilustradas -los hombres a un extremo, 
                las mujeres al otro-
                en un orden perfecto, anterior a la sangre.
              En el contrasentido de las manecillas del reloj se desatascó 
                la rueda antes de girar y ni siquiera nosotros pudimos encontrarnos 
                a la vuelta del vértigo, cuando entramos en el tiempo
                como en aguas mansas, serenamente veloces;
                en ellas nos dispersamos para siempre, al igual que los restos 
                de un mismo naufragio.
                Pero una parte de mí no ha girado a compás de la 
                rueda, a favor de la corriente.
                Nada es bastante real para un fantasma. Soy en parte ese niño 
                que cae de rodillas
                dulcemente abrumado de imposibles presagios
                y no he cumplido aún toda mi edad
                ni llegaré a cumplirla como él
                de una sola vez y para siempre.
               
                Enrique Lihn. 
              
            
          
           
           
          
          
          I 
            Construcción rítmica oscura y agobiante, mezcla limítrofe 
            de erotismo y existencialismo 
            en la construcción de sentido: 
          El poema La Pieza Oscura, de Enrique Lihn, fue 
            publicado el año 1963 en Santiago, Chile. A pesar de ser el 
            poema homónimo de su tercer libro, poemario que se destaca 
            entre la obra poética de Lihn (es el que posee más textos 
            que han sido antologados) y que el propio autor lo reconoce como su 
            gran primer libro(1), debido 
            a que es el único que apunta a una unidad temática digna 
            de un poemario de alta voz. La obra no recibió una acogida 
            que respondiera al recibo total de la propuesta 
que 
            reunía esta magna obra, es más, el libro pasó 
            casi inadvertido, salvo por las lecturas atentas de algunos cercanos(2). 
            A pesar de que la crítica de ese entonces no descubriera la 
            calidad de aquellos poemas, en la actualidad ha sido revalorada y 
            ha soportado de buena manera el paso del tiempo que amenazaba en extinguirla, 
            reeditándose dos veces (1984 en Madrid, con prólogo 
            de Waldo Rojas; 2005 en Santiago de Chile, con prólogo de Kurt 
            Folch) y situándose como uno de los poemas más trascendentes 
            del siglo XX en la poesía chilena. 
           La Pieza Oscura consta de ochenta y dos versos, divididos 
            en cuatro estrofas que poseen nueve, cuarenta y ocho, diez y catorce 
            versos respectivamente. No se vislumbra ningún tipo de rima 
            en el poema, ni intencionada ni alguna asonancia que se le haya entrometido 
            al autor. La extensión de los versos es sumamente irregular, 
            planteándonos una disyuntiva en la instancia de enfrentar oralmente 
            al poema. Esto debido a que la mayoría de los versos son largos, 
            superando en seis ocasiones las veinte sílabas (versos: 16-21-36-50-55-67) 
            y estableciendo un promedio de diecisiete sílabas por verso. 
            Pero existen diez versos que no superan las seis sílabas (2-14-19-25-40-46-62-73-75-77), 
            los cuales rompen el ritmo del poema interrumpiendo la libertad de 
            su musicalidad. La mayoría de estos versos están situados 
            aleatoriamente en el texto, generado un ambiente enrarecido y de constante 
            tensión que se denota en la lectura. Cada breve respiro deja 
            al lector extraviado del ritmo al cual estaba acostumbrándose, 
            pero inmediatamente se prosigue con versos largos que no permiten 
            descanso, y cuando ya se retoma el ritmo el poema nos encara con otro 
            verso corto. De esta manera la tensión y el suspenso aumentan 
            de manera ascendente, al igual que el ambiente pletórico que 
            transcurre en la pieza, generando así en el lector una oscura 
            sensación de ahogo, similar a la que sienten los pequeños 
            cuando la confusión reina en el tiempo y ruedan fundiéndose 
            en abrazos rayanos entre inocencia y deseo, para caer luego de rodillas, 
            con sus cuerpos afiebrados de empalagoso y dulce pánico.
            
            Otro factor importante dentro del poema es la condensación 
            de sentido y secuencia de ritmo que posee. El movimiento rítmico 
            se articula con la construcción lineal de los fragmentos en 
            el texto, tendiendo a presentar alternadamente la descripción 
            de imágenes y los comentarios al margen "ninfas en 
            un capullo de frazadas que las hacía estornudar- olor a naftalina 
            en la pelusa del fruto; ojeando nuestras revistas ilustradas -los 
            hombres a un extremo, las mujeres al otro -en un orden perfecto, anterior 
            a la sangre". Esta evidente tendencia, como lo dice Carmen 
            Foxley "produce el vertiginoso efecto de superponer la dimensión 
            erótica y existencial - en el centro de la escena -, y la dimensión 
            temporal descentrada -entre pasado, presente y futuro-, lo que hace 
            sobresalir aspectos significativos o abrumadores de la experiencia 
            de transitoriedad cargada de muerte"(3). 
            Es por ello que el lector se acostumbra a este ritmo cortante y a 
            la vez envolvente que suscita suspenso, manteniéndose constantemente 
            atento a aquellos chispazos de genialidad que condensan algunos versos 
            de Lihn. Es en ellos donde como lectores encontramos la máxima 
            concentración de sentido, una especie de profundización 
            multidimensional de la experiencia vital, ensayo de despliegue energético, 
            vislumbrante y azaroso. Este tipo de ritmo tiende a quebrar constantemente 
            las expectativas de equilibrio y de coherencia lineal, pero contribuye 
            en gran medida a la coherencia poética. La intención 
            sin lugar a dudas es de manifestar que en aquellos ápices de 
            luminosidad (como el claro del bosque), radica la concentración 
            del sentido de la obra, por ello su coherencia se va fraguando entre 
            esta hibridez constructiva que se agudiza ante cada instancia de concentración, 
            todo esto en el marco de un ambiente lúgubre que inherentemente 
            subyace del poema. El estrepitoso quiebre de los versos es además 
            una muestra de la modernidad concentrada en Lihn, y a la vez una tendencia 
            rupturista a la necesaria construcción del lenguaje.
          
            II Recuerdos 
            melancólicos, lectura situada en el reflejo del poeta enfrentado 
            al espejo: 
            Pilares para la construcción de la Pieza Oscura.
          Es fundamental realizar un breve análisis de la composición 
            del texto, el cual esta fundamentado en dos pilares claves para comprender 
            a cabalidad su sentido. Primeramente está la memoria, el análisis 
            de los recuerdos del poeta: "Muchos poemas representan para 
            mí una incursión con mi biografía, un diálogo 
            conmigo mismo que abarcaría en un solo conjunto las etapas 
            de mi vida. Se establece en ellos una relación dinámica 
            con la infancia. Es como un autoanálisis, el retorno a los 
            momentos que pueden haber configurado mi persona"(4). 
            Este comentario realizado tan sólo tres años después 
            de la publicación de la obra en cuestión, y en referencia 
            al poema homónimo, determina uno de los fundamentos con el 
            cual Lihn forja su obra, siendo el recuerdo melancólico que 
            sitúa al sujeto poético confrontado con los momentos 
            que pudieron haber determinado su persona, la plataforma de partida 
            para la construcción del texto poético y el origen primero 
            de la inmensa creatividad que despliega. Esta herramienta le permite 
            al poeta reconstruir o construir las imágenes simbólicas 
            forjan el poema (recuerdo), dejando siempre entrever aquella estela 
            de excentricismo ante el "yoísmo" del hablante, y 
            sus continuas descripciones de imagen, que concentran el sentido de 
            manera sorprendente. Cito a Carmen Foxley "Es precisamente en 
            este aspecto, donde el hablante se debate en dos prismas opuestos 
            y complementarios entre sí, la cosmovisión del niño 
            y del adulto en busca de entender la realidad, y quien habla oscila 
            entre una y otra sin encontrar el lugar propicio para la identificación. 
            Sólo está el espacio del distanciamiento irónico 
            y reflexivo, que es como un quiebre o violencia a la expectativa del 
            fluir de la comunicación"(5). 
            Aquel distanciamiento irónico y reflexivo efectuado por el 
            autor, genera un quiebre violento que impide el fluir de la comunicación 
            y por ende entorpece la posibilidad de plasmar la realidad. Esto se 
            denota brevemente en algunos versos del poema (…) y caí 
            de rodillas, como si hubiera envejecido de golpe / Nada es bastante 
            real para un fantasma, vislumbramos entonces la presencia adulta 
            que observa a través de la ventana del (su) tiempo lo sucedido 
            en la pieza oscura, que es similar a la mixtura del aire que 
            respira desde la pieza que habita (el poeta) mientras recuerda. También 
            nos muestra la presencia espectral, la incapacidad de fluir a través 
            del convencionalismo del leguaje, la necesidad de habitar en los recuerdos 
            cruciales de su existencia, revelándonos también su 
            imposibilidad de envejecer al mismo tiempo que los demás, de 
            configurar la realidad de forma vulgar. 
           El segundo pilar que ya comienza a erigirse en el párrafo 
            anterior, es la mirada que realiza el poeta hacia al espejo lo que 
            permite entregarle el sentido interpretativo de la escena que contempla. 
            Esto denota su necesidad de volver a encarnar la presencia espectral 
            que aboceta un autorretrato biográfico, dejando entrever siempre 
            lo que existe a los lados de su rostro en el espejo, es decir, la 
            concepción de una época que se encuentra "En 
            un orden perfecto / anterior a la sangre". Con éste 
            verso magistral, Lihn resume la hipocresía pacata que rodea 
            al mundo de los adultos (y de un país), aquellos hombres sesgados 
            que tácitamente conocen lo ocurrido en aquel cuarto de juegos, 
            pero niegan a la vez la irascible realidad de la iniciación 
            sexual. Es debido a la incomprensión de esos gestos, que el 
            poeta necesita (en el recuerdo) volver a ser aquel niño que 
            experimenta la caída de rodillas con su carozo sangriento, 
            con su sexo erectado por vez primera, para así enfrentarse 
            ante la edad que atestigua quizá falsamente el espejo. De allí 
            el magistral final: Y no he cumplido toda mi edad / ni llegaré 
            a cumplirla como él / de una sola vez y para siempre. El 
            sujeto poético es entonces una simbiosis entre el niño 
            y el hombre, ambos han comenzado el camino de la rueda (la vida), 
            pues el niño (poeta) se hace adulto antes de tiempo, y por 
            ende comienza a enfrentar un proceso de degeneración a la inversa. 
            Desde aquel estadio el poeta (adulto) se observa, develando en su 
            rostro los residuos de aquella dura época, para trazar sobre 
            el aire mixturizado de la pieza, su excitante recuerdo.
           Es necesario apuntar algunas cosas más referentes a la construcción 
            del texto, dentro de ellas es primordial conocer la posición 
            de Lihn y su análisis sobre La Pieza Oscura: 
            "(…) se trata de un poema mucho más escrito que oral, 
            donde tiene una importancia mayor el juego de correspondencias microtextuales, 
            la textura. La anécdota que suscita este discurso podría 
            haber motivado también un cuento o una novela. En otras palabras, 
            yo terminé por instalarme con ese libro -donde ya no hay poemas 
            que no se propongan algún tipo de concreción- en lo 
            literario, pero al margen de los distintos tipos de poesías 
            que eluden la interpenetración genérica. Me declaré 
            en contra de la "poesía poética", y a favor 
            de la poesía situada..."(6). 
            Su afirmación que alude a la poesía situada, nos brinda 
            una herramienta interpretativa con la cual descubrimos al texto como 
            un todo literario, cruzado por la anécdota pero sobre todo 
            por la textura del ambiente de la pieza. Otro aspecto primordial son 
            los constantes cruces de tiempo, el futuro y el pasado se intersectan 
            en momentos de álgida tensión que se quiebra ante las 
            preguntas de ¿qué será de los niños 
            fuimos?, o en instantes cuando se confunde el hablante que se 
            refiere al momento del pasado desde un presente empapado en recuerdos, 
            pero que denota la necesidad de anteponerse a un futuro. Esa afirmación 
            se esclarece cuando descubrimos los intertextos que existen dentro 
            de la obra. Para ello será necesario referirme a Invernadero, 
            que comienza con la pregunta ¿Qué será de 
            nosotros ahora? Esta pregunta se realiza proyectando el presente 
            desde un pasado, lo que simula al ejercicio del poeta que mira hacia 
            atrás transcurridos Los años empavonados de aire, 
            que se hallan en la pieza oscura donde los cuestionamientos aluden 
            hacia un futuro incierto. Pero en el poema Invernadero aparecen 
            los versos Por que algo nos / diría sin duda / este jardín 
            que habla como si estuviéramos despiertos, "se agrega 
            una conjetura a cerca de la posibilidad que ese jardín pudiera 
            respondernos, sobrepasando su calidad de sueño en la memoria"(7), 
            esto sobrepasa su calidad de tiempo y de realidad, es por ello que 
            los cruzamientos se vuelven latentes dentro y fuera del poema, en 
            un plano metatextual donde se efectúa el ejercicio dialéctico 
            del poeta con el poema. 
          
            III Figuras que rodean 
            La Pieza Oscura, iconos desolados y oscuros girando 
            al compás de la rueda de la vida.
          Existen dentro del poema tres figuras que trazan la escritura del 
            texto interponiéndose unas tras otras de manera lúdica 
            y mordaz. Primeramente se encuentra la anécdota, como mencionábamos 
            antes, la iniciación sexual como elemento detonante del poema, 
            hecho que posee historicidad sólo desde un punto de vista subjetivo 
            y personal del autor. Este icono simboliza la inocencia de los niños, 
            "De ese licos inhalamos, la nariz sucia, símbolo de 
            inocencia y precocidad", la cual se quiebra debido al descubrimiento 
            del placer sexual "Y yo mordí, largamente en el cuello 
            a prima Isabel", descubierto en el objeto amoroso que representan 
            las "ninfas en un capullo", que eran sus primas con las 
            cuáles el hablante y Ángel (su primo) habían 
            compartido desde la infancia. Todo esto engloba además el sentido 
            pecaminoso que rodea el hecho, contraponiendo así los diversos 
            prismas que nos entregan una radiografía de la época. 
            El hablante apunta a que la acción se desarrolla "en 
            un abrir y cerrar de ojos que todo lo ve, como en una edad anterior 
            al /pecado /pues simulábamos luchar en la creencia de que esto 
            hacíamos, creencia / rayana en la fe como el juego de la verdad", 
            la rapidez del hecho sucedido en la pieza lo excomulga de pecado, 
            pero no niega la intención o placer que produce comprender 
            la trasgresión de su accionar en desmedro de los límites 
            inculcados. Esto lo intuían tácitamente los hombres 
            mayores, es por ello que el hablante dice: "Se nos buscaba 
            ya en las inmediaciones de la casa", y en el momento justo 
            de prender la luz, la imagen muestra a los niños en un orden 
            perfecto, sentados tranquilamente haciendo cosas de niños, 
            distantes sus cuerpos y sus miradas, sin permitir que la confusión 
            reine en su tiempo. Con esto el poeta plasma su concepción 
            del pensamiento que poseían los mayores, las inquebrantables 
            costumbres que los regían y su actitud pacata e hipócrita. 
            Es el mismo Lihn que se sorprende ante esta actitud, y reflexiona 
            sobre la iniciación sexual debido a lo que generó la 
            ocasión cuando leyó su poema en la Universidad Católica, 
            el rector le dijo que "a pesar de los méritos estéticos, 
            lamentablemente se traslucía lo que él llamó 
            el depravado mundo de las costumbres sexuales infantiles. Yo intentaba 
            en el poema poner en relieve el sufrimiento psíquico de la 
            infancia frente a los tabúes del sexo"(8). 
            Es ese sufrimiento incomprendido por los mayores lo que enfrenta el 
            poema basándose en la anécdota.
          La iniciación sexual es también lo que gatilla el accionar 
            de la vieja rueda, segundo aspecto determinante del poema, 
            que simboliza la vida y a la vez la manera inversa, como lo anota 
            el autor en sus continuas descripciones. La rueda es una era que comienza 
            en el hablante, aquel niño que rompe su inocencia al vencer 
            a su prima Isabel, mientras ruedan por la pieza oscura. Es la maquina 
            sexual que comienza a girar, y este niño se transforma en grande 
            cumpliendo toda su edad cuando cae de rodillas, para luego abolir 
            aquella conjetura, debido a la propia negación del sujeto poético 
            que a través del recuerdo sitúa estás imágenes, 
            teniendo plena injerencia sobre lo ocurrido y la inferencia que esto 
            pueda tener. Lihn a través de este incono confronta su manera 
            de vivir, pues aquella rueda comenzó a girar para todos los 
            "inciados" en la pieza, pero declara: "parte de 
            mí no ha girado en compás de la rueda, a favor de la 
            corriente". Descubrimos entonces al sujeto poético 
            inadaptado, imposibilitado para comprender la realidad de manera vulgar 
            y dejar brotar aquello que posee debajo de su sangre. Sigue siendo 
            en parte "aquel niño que cae de rodillas", 
            es por ello que su rueda se atasca y gira a ratos en un contrasentido, 
            una involución en el peregrinar de la vida. El recuerdo, entonces, 
            es lo que le permite al poeta sobreponerse ante la dura situación 
            externa que acontece afuera de la pieza.
          La tercera figura engloba a los íconos que rodean el ambiente 
            del poema (y del libro), la oscuridad de la pieza, el molino de viento 
            y el contrasentido del reloj. La oscuridad que se halla en la pieza, 
            se enlaza con imágenes como el viento empolvado y el cielorraso 
            enmohecido, las que representan una estancia del poeta, una estancia 
            lúgubre desde la cual recuerda las imágenes que estaban 
            cruzadas por este mismo ambiente. Es entre las sombras donde el poeta 
            se mira y nos mira, donde deambula por los recuerdos de la infancia 
            para intentar aceptar su existencia. El molino de viento es la figura 
            excelsa de la modernidad, aquella contra la cual el Quijote luchó 
            brioso hace cuatro siglos. En Lihn se transforma en la analogía 
            de la pieza "ya se nos buscaba en las inmediaciones del molino", 
            pues la inquebrantable modernidad que rodea la época, comienza 
            a descubrirse desde el momento en que el discernimiento de los pequeños, 
            es modificado por el elemento de su conciencia sexual. Este molino 
            se hallaba cerca del claro del bosque, lugar donde solían perderse 
            los infantes encontrándose sólo en los claros de luz, 
            pero que ahora son borrados ante el monumental triturador que rueda 
            sin cesar, como llamándolos hacía sus inmediaciones, 
            a ingresar a un sistema aniquilante y depravado. Esta figura complementa 
            a la de la rueda, debido a su factor envolvente que incesante no deja 
            de girar, similar al curso de la vida que transcurre en cada momento. 
            El tercer icono es el sentido y contrasentido del reloj, con ello 
            el poeta nos sitúa en la disyuntiva del tiempo y de la existencia, 
            los parámetros de evolución son modificados, así 
            mismo como los conceptos tradicionales de la linealidad del crono. 
            El autor recuerda el pasado preguntándose ante su futuro "¿Qué 
            será de los niños que fuimos?", para luego 
            construir desde el presente su realidad y situación de vida. 
            El paso del tiempo entonces, se genera a ratos en su sentido, para 
            luego retroceder sobre su mismo eje demostrando la involución 
            o regreso necesarios para el poeta, y la incapacidad de descubrir 
            o comprender la quimera del tiempo. Esto se suma a su latente conflicto 
            existencial, pues la pregunta ulterior del poema es la necesidad de 
            cómo enfrentar la vida, con la carga del recuerdo. El reloj 
            nos muestra que el autor siente el paso de los años de manera 
            distinta, y se aferra a fragmentos de éstos que han significado 
            su existencia, para construir desde allí su posible presente. 
          
          Sin duda alguna la estética, las imágenes, el ritmo, 
            el sentido y los iconos que rodean el poema La Pieza Oscura, 
            son tan impactantes pues dentro de este mundo se hallan diversos lares 
            donde el lector se reconoce y entra en el juego del poema. Las tres 
            figuras que cruzan el sentido del texto, dan cuenta de una voz poética 
            de alto nivel, un vate necesario, envolvente, con chispas de genialidad 
            y con cierta facultad de entrever lo venidero. Es el poeta entonces 
            "aquel fantasma que se reconoce a sí mismo en una presencia 
            vacía, que tiene su razón de ser en el hueco de lo que 
            él mismo ya no es, hecho del cual ya no se podrá desprender(…)"(9).
           A modo de conclusión podemos inferir que la búsqueda 
            por encontrar el sendero que nos lleve hacia la ventana de aquella 
            pieza oscura, ha sido un vertiginoso viaje excitante y revelador. 
            Hemos descubierto al poema como el melancólico recuerdo necesario 
            para la existencia del poeta, que se halla en su estancia lúgubre 
            imposibilitado de comprender de manera convencional la realidad. Es 
            su mirada en el espejo que sangrientamente nos mira y mira lo que 
            lo rodea, todo ello envuelto en frazadas que nos ahogan mientras rodamos 
            junto a los niños en la pieza oscura, que antaño fue 
            la de los juegos, iniciando así la vieja rueda del tiempo y 
            del molino, que no cesará jamás, hasta la muerte sucedida 
            de una sola vez, y para siempre… Pero todavía tendremos incógnitas 
            por resolver, recovecos de la pieza que no alcanzamos a aprehender 
            debido a los prejuicios que generan una lectura subjetiva y guiada. 
            ¿Es el mismo poeta que recuerda sentado en su cama mirando 
            al cielorraso y con sus manos en el sexo, el cual comenzó a 
            girar y a erigirse en la instancia recordada, o es el niño 
            que mira al poeta entre la mixtura del aire, desde aquella pieza oscura, 
            y descubre como ambos no pueden comprender lo que los rodea, estando 
            obligados a correr siempre en el contrasentido de los engranajes que 
            giran, escapando del triturador molino que los espera, cargando así 
            la roca a veces dichosa de la poesía?
           
          NOTAS
          (1) "Los libros o cuadernos 
            anteriores (Nada se escurre-Poemas de otro tiempo, eran simples agregados 
            o yuxtaposiciones de textos distintos. Eran recopilaciones de los 
            poemas escritos en un plazo demasiado extenso como para que un poeta 
            joven pudiera producir la impresión del libro. En La pieza 
            oscura -en rigor entonces el primer libro- se organizan algo así 
            como una "colonia" de textos, cuya individualidad de grupo 
            se puede hacer residir en "La pieza oscura"."
            -Lihn, Enrique. En conversaciones con Lastra, Pedro. Prehistoria de 
            un Poeta.
            
            (2) "La obra (Pieza 
            Oscura) (…) fue saludada con admiración por algunos lectores 
            atentos como Pedro Lastra, Filebo, Alfonso Calderón, Ricardo 
            Latchman y Hernán Loyola…" . 
            -Folch, Kurt. Una vacilante claridad, prólogo a La Pieza 
            Oscura, Edit Diego Portales, p 15, Marzo del 2005, Santiago de 
            Chile. 
           (3) Foxley, Carmen. Enrique 
            Lihn: Escritura excéntrica y modernidad. Edit universitaria, 
            p54, octubre de 1995, Santiago de Chile. 
           (4) Lihn, Enrique. En entrevista 
            a Dorfmann, Ariel. Lihn en La Pieza Oscura. Revista Ercilla, 
            año XXXII, Nº 1.613, 4 de mayo de 1966, Santiago de Chile.
            
            (5) Foxley, Carmen. Enrique 
            Lihn: Escritura excéntrica y modernidad. Op. Cit. P 62.
           (6) Lihn, Enrique. En entrevista 
            a Dorfmann, Ariel. Lihn en La Pieza Oscura. OP. Cit.
            
            (7) Foxley, Carmen. Enrique Lihn: Escritura excéntrica 
            y modernidad. Op. Cit. P 55.
           (8) Lihn, Enrique. En entrevista 
            a Dorfmann, Ariel. Lihn en La Pieza Oscura. Op. Cit.
           (9) Foxley, Carmen. Enrique 
            Lihn: Escritura excéntrica y modernidad. Op. Cit. P 62.
          
            Bibliografía.
          - Lihn, Enrique. La Pieza Oscura. Edit. Diego 
            Portales, Marzo del 2005 Santiago de Chile.
            
            - Foxley, Carmen. Enrique Lihn: Escritura excéntrica y modernidad. 
            Edit Universitaria, octubre de 1995, Santiago de Chile.
            
            - Lihn, Enrique. En entrevista a Dorfmann, Ariel. Lihn en La Pieza 
            Oscura. Revista Ercilla, año XXXII, Nº 1.613, 4 de 
            mayo de 1966, Santiago de Chile.
            
            - Lastra, Pedro. Conversaciones con Enrique Lihn, Prehistoria de 
            un Poeta. Edit: universidad ……..
            
            - Folch, Kurt. Una vacilante claridad, prólogo a La Pieza 
            Oscura, Edit Diego Portales, p 15, Marzo del 2005, Santiago de 
            Chile.
            
            - Cussen, Felipe. La fuerza de Lihn desde la pieza oscura, 
            Artes y Letras de El Mercurio, Domingo 10 de julio 2005.