«La puta vida», es una expresión juvenil, dicha al pasar, pero que solo en la voz de un joven tiene frescura. En boca de un hombre de 40 o más, la frase suena a resentimiento, a negatividad, a desprecio por los seres humanos.
Ernesto Langer ha escogido la primera vertiente; dar vida a un relato ágil, de breves capítulos que nos invita a seguir leyendo, mezclando narraciones en primera persona, con abundantes diálogos (no muy común, debido a que la primera persona invita a las introspecciones sicológicas), con otras en tercera persona, que extrañamente también, incluye menos diálogos y dan cuenta de los aspectos más privados de la vida de Ana (ex drogadicta) y Esteban (creativo publicitario de 30 años).
Langer utiliza la tercera persona, no solo para mostrar la vida de los personajes, sino que deja fluir pensamientos que corresponden propiamente al narrador, digamos al autor. Ese es el espacio que busca para mostrar su desencanto con la sociedad de consumo, al mundo del trabajo.
A Esteban no le gusta la mentira, sin embargo se ha enamorado de una antigua compañera de colegio, que le miente para dejar pasar el tiempo. No tiene a quien recurrir, pero su instinto de madre la ha llevado a casa de un buen hombre.
Esteban también ha perdido el tiempo con las drogas, e incluso ha llegado a dudar de su sexualidad. Ana le da la oportunidad de cuidar a alguien, de ser útil. Esteban le tendió la mano cuando más lo necesitaba, y ella lo ayudó a descubrir la bondad que traía en su alma.
Ahora que Ana murió, él se hizo cargo de los gemelos, les dio su apellido y, a pesar de lo trágico de las circunstancias, ha formado una verdadera familia. Cuando dice que “debería enseñarles a vivir en esta puta vida”, en realidad no lo dice en serio, se engaña a sí mismo, siempre fue una buena persona.
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Autor: Ernesto Langer
Relato de «ENTRE LETRAS», cuatro historias breves.
Comentario de Aníbal Ricci Anduaga