Por
Virginia Vidal
Dos poetas chilenos
animan y enriquecen la literatura desde ámbitos y estilos muy
distintos, con un sello de madurez que los ha hecho merecedores de
distinciones importantes. Uno traduce a Neruda a la lengua mapuche
y trabaja su propia y vigorosa poesía en Chile, con materiales
autóctonos. El otro se abre paso en Europa, con versos límpidos
y sorprendentes.
Algunas palabras
sobre ellos.
Elicura Chihuailaf
Nahuelpan: Tradujo a Neruda a lengua mapuche; El mapuche Elicura
Chihuailaf Nahuelpan nació en Quechurewe, en 1952; estudió
obstetricia en la Universidad de Concepción. Entre sus obras
se cuentan: El invierno y su imagen, En el país de
la memoria, De sueños azules y contrasueños.
En 1994 le fue conferido el Premio del Fondo del Libro y Mejores Obras
Literarias por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura.
Este poeta, como
Leonel Lienlaf, Premio Municipal de Literatura, y Lorenzo
Aillapán, Premio Casa de las Américas, da a conocer
su obra en publicaciones bilingües: castellano y mapuzungun,
pero él no sólo se conforma con su propio trabajo creador
y vierte a su lengua a otro poeta para que sea mejor conocido por
su pueblo. "Empezar a encontrarnos" fue un loable conato
de otra iniciativa de Elicura Chihuailaf quien, junto a Jaime Valdivieso,
organizó el Primer Encuentro de Escritores Chilenos y Mapuche,
realizado en Temuco en 1994, donde pudimos apreciar muy de cerca la
obra de gran cantidad de escritoras y escritores mapuche, en su mayoría
cultores de la poesía.
CANTO DE TODOS
La obra de Pablo
Neruda ha sido traducida a muchas lenguas, algunas tan ignotas como
el veraniano. Pero el poeta no conoció en vida una traducción
al mapuzungun. Ahora esto es una realidad, gracias a Elicura Chihuailaf,
quien ha actuado como Pierre Menard. No sólo ha traducido sino
también ha investigado la obra nerudiana para hallar su esencia
vinculante con el pueblo mapuche. Una esencia que es savia común
a Pablo Neruda y a los hombres de la tierra: compenetración
con la naturaleza, amor a los animales, respeto a la vida en todas
sus manifestaciones, dignificación del acervo legado por los
mayores. Elicura lo dice de modo muy claro: "He escogido éstos
-poemas completos y algunos fragmentos- que en su mayoría,
me parece, dan cuenta de su conocimiento -coincidencia y acercamiento-
del modo de ver el mundo de nosotros los mapuche, en particular, y
de las culturas indígenas en general".
En una cuidada
edición de Pehuén, con ilustraciones del grabador Santos
Chávez, capaz de entregarnos las imágenes de la lluvia
y el viento, aparecen estos cuarenta y cuatro poemas en castellano
y mapuzungun, substantivo que nombra la lengua hablada por los mapuche.
Por ser "che" la palabra que significa gente, no necesita
pluralizarse. El lector que no sabe la última lengua, podrá
apreciar sin embargo la finura y certeza de la selección para
acercarse a la sicología mapuche y valorar qué aman,
qué aprecian, cómo sienten el mundo y lo integran.
Esto es empeño
de Elicura Chihuailaf, quien dice: "Tan cercana siento la emoción,
la ternura en sus poemas de los que habla con su padre y su mamadre.
Escucho también allí el pensamiento de mis mayores;
veo reflejada también la ternura de mi gente, de mis abuelos
y de mis padres. Creo, por eso, que la obra de Pablo Neruda es una
de las posibilidades para el diálogo entre los mapuche y los
chilenos: para empezar a encontrarnos poco a poco en nuestras diferencias..."
Al leer esta antología
publicada por Pehuén, admiramos una nueva faceta de Neruda:
su compenetración con los hombres de la tierra. Este es el
hallazgo de Elicura: reunir los poemas de quien es considerado el
más grande poeta de la lengua castellana, capaz de interpretar
con sensibilidad y sabiduría la esencia de la sicología
mapuche, capaz de demostrar con su fecundidad lo que Violeta Parra,
también mujer de nuestra tierra, supo expresar con acierto:
"el canto de todos es mi propio canto".
Sin embargo, no
es posible valorar meramente a Elicura Chihuailaf por su acierto al
traducir a Neruda y llevarlo de modo directo a sus hermanos. El mismo
es un poeta de clara voz y merece ser conocido y divulgado entre quienes
hablan castellano. Su reciente libro, De sueños azules y
contrasueños (Editorial Universitaria), se caracteriza
por una poderosa fuerza interior expresada con finura sin la menor
estridencia, ajeno a toda retórica. De cada poema suyo nos
llega la conmoción de un decir clásico, de una elegancia
inseparable de la memoria que fue forjando al poeta desde sus ancestros.
MUERTE SIN FECHA
Desde otra frontera
del hacer poético nos llega la voz de Gonzalo Santelices
Quesada, nacido en Santiago en 1961 y residente en Madrid desde
1977, por exilio de sus padres.
Sus primeros versos
los publicó en la revista de la Escuela "República
de Siria" de Ñuñoa y en la revista La Bicicleta.
Este joven poeta se ha venido ganando los premios de los concursos
nacionales e internacionales de poesía realizados en España,
a partir de 1983. Sus siete libros publicados: Todo esto para que
los muchachos enseñasen sus glandes de tortuga desde el puente
de Brooklyn (Certamen de Poesía Arcipreste de Hita, Alcalá
la Real, 1983), Sueño en la torre (Valencia, 1985), Una fiesta
para la muerte (Premio Internacional de Poesía, Jaén,
1985), Nocturno en Marraquesh (Premio Juan Gilbert Alberts, Alicante,
1985), Descenso a un aguafuerte atribuido a Piranesi (Premio Ciudad
de Barcelona, 1988), Retorno a Farewell (Alcalá la Real, 1990),
Vida de un vendedor de fotocopiadoras (Premio de Poesía Ciudad
de Leganés, 1995) corresponden, como se puede advertir, a otros
tantos premios y no sólo son la muestra de su muy galardonada
escritura sino, por sobre todo, de su capacidad para navegar por la
red de la cultura humana
Algunas muestras
de la poesía de Santelices, por ejemplo, unos versos de Mi
último viaje a Chile:
"Y
cuando los amigos de mis padres
se vayan muriendo
a quién visitaré.
Cada vez que voy
mi abuela me lleva a la cocina
y entre el espeso olor del maíz
y los aguacates
me anuncia su próxima muerte
que hasta hoy no tiene fecha.
Vive pegada a la ventana
mirando la cordillera".
Logra dar la idea
del esfuerzo creador, comparable al loco afán de asir un sueño:
"Cuántas
noches
-el poema a las sienes llamando
como un incómodo huésped
que pide paso-
corrías al gabinete
y a la blanca resma entregabas
las malogradas líneas
que ya nada contenían".
En la mirada del
hijo proyecta el anhelo identificatorio de todo padre:
"Empeñado
en mirar al cielo
mi hijo no quiere ser vendedor.
Quiere tocar otras puertas,
ser recibido por otros hombres".
Al aproximarnos
a estos hacedores, con emoción percibimos la contribución
de dos poetas inscritos en este territorio, maestros de una misma
lengua, integrados a comunidades diversas, pero autores de aportes
formidables a la construcción de la red de sistemas de símbolos
comunes.
Gonzalo Santelices
desde su condición de chileno que vive los albures de un trabajador
en Europa, y Elicura Chihuailaf, mapuche, bilingüe, avizor del
destino de los suyos, confieren a la creación poética
la calidad emanada de sus talentos y respectivas fuentes inspiradoras.
Los conflictos, dudas y esperanzas, anhelos propios y de los hombres
que los rodean, afloran en la obra de cada uno. Ellos representan
desde dos polos, formas del pensar de un país que al adolecer
de tremendas injusticias y desigualdades, se plantea interrogantes
sobre su identidad, sus avances, sus logros, su destino.
publicado
en Revista Punto Final, 8 de Agosto de 1997