“Wie ergreift uns der Vogelschrei…
Ingend einmal erschaffenes Schreien. Aber die Kinder schon, spielend im Freien, Schreien an wirklichen schreien vorbei.” Rainer Maria Rilke
(“Cómo nos sobrecoge el grito del pájaro… Cualquier grito que haya sido producido alguna vez.
Pero ya los niños, jugando al aire libre,
pasan gritando ante el grito verdadero.”)
I
Nuestro interés por el psicoanálisis y la poesía nos ha llevado a unir estas dos disciplinas o expresiones de lo humano o manifestaciones de la búsqueda de aquello que no se nos revela de modo cotidiano, tras el probablemente ambicioso anhelo de develar un aspecto de lo ominoso -Das Unheimliche- que nos resuena, tal vez, como ese borde, esa materia, ese contenido crucial y definitivo del concepto elaborado por Sigmund Freud en un artículo del año 1919. Queremos sostener que ese aspecto crucial es la pulsión, el deseo, lo sexual, la búsqueda de satisfacción a partir de la pérdida de la satisfacción inicial, de la huella del goce perdido en un primer momento de la existencia del sujeto, en un primer instante de lo que serán los cimientos de la estructuración de su aparato psíquico. Haremos pie en la teoría de Freud y en la poesía, en cuanto esta última deviene precisamente, siguiendo a Karl Jaspers y a Martin Heidegger, en revelación e iluminación de lo oculto, de lo que no se deja ver, de lo que conocemos y se nos hace nuevo, de lo inconsciente, de lo reprimido -si acaso se nos permite extremar lo formulado por el creador del psicoanálisis y, de paso, tensionar nuestra idea.
Podríamos adentrarnos para comenzar esta singladura sin carta de viaje ni elementos que nos marquen la dirección o el sentido, en una revisión de los diversos alcances, connotaciones, significados, dimensiones, de los vocablos heimlich / Unheimliche; sin embargo nos parece innecesario teniendo a la vista la exhaustiva revisión que el propio Freud ha realizado en el mencionado artículo. Decidimos zarpar hacia estas aguas turbulentas y amenazantes de la mano de un texto poético clave en la producción literaria de uno de los autores más importantes de la poesía chilena del siglo XX. El poema La Pieza Oscura, de Enrique Lihn (1929-1988). Desde los primeros versos, algo que osaremos ligar a lo ominoso se pone de manifiesto:
“La mixtura del aire en la pieza oscura, como si el cielorraso / hubiera amenazado / una vaga llovizna sangrienta…” Hay un espacio misterioso, oculto, acechante, desafiante: la pieza oscura -que refiere un juego de la infancia en el que se despiertan y expresan las curiosidades e ímpetus sexuales de los niños y niñas-, espacio misterioso y oculto que nos lleva a pensar en lo inconsciente; hay un aire pesado y una mixtura que parecen pender sobre los cuerpos, un cielorraso que amenaza con algo que pareciera ser o podría ser una lluvia de sangre. Hay, entonces, de partida, una inquietud, un anuncio de desasosiego, de calma que se altera, un entrar en un lugar que representa peligro o culpa o castigo o violencia y, sobre todo, incertidumbre y conmoción. Sabemos, por el título del poema y su reminiscencia explícita a un juego sexual o erótico de la infancia, y por las imágenes desplegadas, que estamos frente a la revelación de lo pulsional, de lo sexual, inocente y pleno de curiosidad y anhelo de placer. Pero es un monto pulsional que intranquiliza, aunque “así empezó a girar la vieja rueda -símbolo de la vida- / larueda que se atasca como si no volara, entre una y otra generación”. ¿Cuál es esa rueda símbolo de la vida, que se atasca como si no volara? Diremos que es la sexualidad, la búsqueda de satisfacción y de placer; aquello original o inicial o fundamental que se pierde por causa del desarrollo psicosexual y la estructuración psíquica, mas no deja de buscarse como si fuese posible su recuperación.
Se nos replicará, con Freud, que lo ominoso no es sólo lo sexual reprimido, que refiere también, por ejemplo, entre otros, al retorno no deliberado de lo igual, a la muerte aparente o a la reanimación de los muertos. Responderemos que, aunque se manifieste de múltiples maneras o emane de diversas fuentes, lo ominoso tiene su raíz en la sexualidad humana precisamente por lo que nos ha dejado la enseñanza de Freud. Lo ominoso de ser enterrado vivo, ¿acaso no remite a la vida intrauterina? ¿No es el Principio de Placer el primer acaecer psíquico fundante del aparato psíquico, una vez que ha quedado atrás el equilibrio y la armonía, el estado de Nirvana de la prehistoria del sujeto?
“La rueda dio unas vueltas en falso como en una edad anterior / a la invención de la rueda / en el sentido de las manecillas del reloj y en su contrasentido. / Por un momento reinó la confusión en el tiempo”. Lo extraño, lo inesperado, lo desconocido en apariencia, lo familiar y entrañable, parte de un ser anterior al sujeto, y que siembra inquietud y angustia. “Yo solté a mi cautiva y caí de rodillas, como si hubiera / envejecido de golpe, presa de dulce, de empalagoso pánico…” La pulsión rompe las defensas del Yo y su monto de energía se descarga en un objeto amoroso, y enfrenta la culpa -caer de rodillas- y el pánico. ¿No son estas imágenes contenidas en los versos del poema La Pieza Oscura expresión de lo ominoso, de lo siniestro, de aquello oculto que permanece oculto y secreto y, de pronto, se deja ver, se manifiesta provocándonos pánico? “Qué será de los niños que fuimos (…) / Nada es bastante real para un fantasma. Soy en parte ese niño que cae de rodillas / dulcemente abrumado de imposibles presagios...” ¿Cuáles son esos imposibles presagios? ¿La pérdida? ¿La falta que, un día, se pondrá a faltar? ¿La huella de lo perdido e irrecuperable? Si nos ponemos a vislumbrar las respuestas a estas interrogantes habremos de encontrarnos cara a cara con lo ominoso, en palabras de Freud: aquello del orden de lo terrorífico, de lo que excita angustia y horror. Tal vez porque es lo prohibido, porque nos está vedado el placer pleno, la satisfacción de la pulsión; porque nos fue sustraído el goce y fuimos condenados a vagar en búsqueda de sustitutos apenas, si es que contamos con la buena fortuna y los encontramos.
Llegados a este punto le pregunto a una colega qué ocurriría si ponemos en una pieza oscura a un grupo de mujeres y hombres adultos. La sola pregunta, sólo la fantasía del hecho provocaría sentimientos de angustia, incomodidad, inquietud, pesar, cuando no temor y horror. Reflexionamos con la colega al respecto y concluimos que, tanto los adultos en la pieza oscura cuanto la angustia que emerge, no son otra cosa que el retorno de lo reprimido, lo sexual, aquello que debe permanecer secreto y oculto y amenaza con asomar y ponerse de manifiesto. Lo ominoso toca entonces los límites de nuestra propia estructura psíquica, está allí para avisarnos que no podemos ir más allá de esos bordes, de esas fronteras, salvo que estemos dispuestos a enfrentar la desestructuración. ¿De dónde proviene lo ominoso de la oscuridad sino del peligro? La pregunta es de Freud. Nosotros, como una repetición de lo igual que se vuelve ominosa, preguntamos, ¿cuál es el peligro sino la pulsión, el deseo, la evidencia de que el goce ha sido perdido y no podremos recuperarlo?
II
Para Freud, lo ominoso, Das Unheimliche, y el artículo que lleva tal título, constituye un ámbito de la estética descuidado por los especialistas. La estética no sólo como ciencia de lo bello sino también como la doctrina que estudia las cualidades de los sentimientos humanos. Desde un comienzo, el padre del psicoanálisis instala lo ominoso a larga distancia de lo bello aunque realice sus indagaciones enobras literarias como El Hombre de la Arena, de Hoffmann. Tal vez porque nos deja en claro que existiría cierto vacío o descuido en las ciencias de la estética al preocuparse de aquello atractivo, bello, positivo, dejando por fuera lo que está en la otra cara; es decir, lo repulsivo y penoso. En este Ensayo nos hemos propuesto ligar la apreciación estética de una obra literaria, La Pieza Oscura de Enrique Lihn, con lo que, sostenemos, apuntalaría el aspecto más relevante de lo ominoso: la pulsión sexual. El poema del autor chileno nos ha entregado algunas zonas de luz, algunas señales desde el otro lado, algunos resplandores desde un cuarto ciego que nos hablan de sentimientos penosos y angustiantes. ¿Es que, acaso, hay una relación que Freud no ve entre lo bello y lo horroroso, repulsivo, oculto, que no debe asomarse a la luz? Sostenemos que sí, que existe esa relación, que lo bello es un anuncio amenazante, un relámpago que acecha y atemoriza, un presentimiento de terror, como nos dijo Rainer Maria Rilke, poeta perfectamente conocido por Freud por lo demás. Un primer presentimiento de terror, dice Rilke, un ángel terrible, agrega. Como si nos estuviera diciendo que ciertas variedades de lo bello no son necesariamente atractivas y positivas. No obstante, ¿cómo lo bello puede ser terrible? ¿Puede lo bello ser ominoso? Acaso la belleza y su presentimiento -qué otra cosa es la belleza sino un presentimiento- que nos anuncian o susurran acerca de cierta armonía o perfección o equilibrio o exaltación deslumbrantes, no sean sino un modo de hablar de la pulsión, del deseo, de la necesidad de satisfacción, del equilibrio extraviado, de la búsqueda del goce arrebatado. He aquí, de esta manera, el punto de origen de lo ominoso, a pesar de que lo perdamos de vista y nos confundamos al ver en lo ominoso y en el horror sólo manifestaciones de ciertas huellas parciales de la vida infantil, de las fantasías de muerte, del peligro y de las neurosis de los adultos. La soledad, el silencio y la oscuridad, factores que anudan la angustia infantil según Freud, no están desligados -cómo podrían estarlo, menos para el autor del psicoanálisis y de los Tres ensayos de Teoría Sexual- de la sexualidad infantil queestructura al sujeto, de la vida sexual del niño que es el padre del hombre.
Lo ominoso, pues, es la pulsión sexual, el deseo, el goce que se ha perdido y se busca reencontrar. Los modos en que se nos presenta lo ominoso es otra cosa; sin embargo, no podemos confundir el origen, la causa, aquello oculto y secreto que no puede ver la luz, con lo manifiesto, con la angustia, con el sentimiento de repulsión y terror. Queremos decir, precisamente porque el origen es sexual nos resulta familiar, y porque está reprimido es amenazante y repulsivo.
Nos interesa también llamar la atención acerca de la relación que entrecruza a lo ominoso con la poesía. Ya dimos cuenta en parte de esto con el texto de Lihn; queremos ahora destacar las semejanzas afectivas de ambos espacios de significación y experiencia. Lo ominoso, Das Unheimliche, desasosiega, incomoda, resulta familiar y se vuelve extraño, inquieta, angustia, conmueve, provoca rechazo. La poesía, a su vez, es frecuente causa de idénticos fenómenos; la poesía, la palabra, es un lugar de abordaje de lo que fue nuestro y fue perdido y aparece sin mostrarse, en un rayo que vive unos segundos y nos quema, es un silbido de aire frío que sopla en nuestro cuello al cruzar la calle que rodea el cementerio. La poesía es, además, un lugar y un modo de montarse sobre lo ominoso y de exorcizarlo. Esto no quiere decir sino que es un lugar y un modo de hacer regresar lo reprimido, pues lo ominoso es tan oculto como parte del sujeto, aunque se muestre como algo desconocido, extraño, inesperado.
Y lo reprimido, ya sabemos, es la pulsión que no puede ser tramitada, lo sexual, la huella del goce perdido e irrecuperable, la erotización del niño, la omnipotencia que se ha rendido ante el Principio de Realidad y la Cultura.
Queremos decir que lo ominoso es la imposibilidad de reencontrar esa experiencia de placer, un estar-en-el-mundo, diría Heidegger, que nos fue natural y se volvió extraño porque lo reprimimos, porque representó una posibilidad de goce y plenitud y nos fue arrebatado. Lo ominoso es ese no-estar-en-casa, la angustia, el desamparo, la pieza oscura.
III
Hemos sostenido que lo ominoso es tan parte del sujeto como secreto. Y sabemos, con Freud, que el retorno de lo igual, también expresión de Das Unheimliche, se deduce de la vida anímica infantil. He aquí la compulsión de repetición que refiere la naturaleza íntima de las pulsiones, hasta mostrarnos el avasallamiento del Principio de Placer. En aquel lugar o momento estructurante del aparato psíquico, lo natural, lo conocido, lo que vivimos y perdimos y reaparece como una falta, como la falta que se pone a faltar nos dice Lacan, y se vuelve algo ominoso, intratable, incómodo. Pues nadie ha invitado a ese sentimiento y debemos mantenernos en la pérdida y en la angustia heideggeriana; estamos-en-el-mundo desvalidos y solos, y lo que fuimos dejó de ser, y lo que tuvimos fue arrebatado, y aquello que nos dio placer se tornó esquivo, necesariamente prohibido para el ser humano, inencontrable. Entonces, lo ominoso revela su rostro de visitante que nos inquieta, desasosiega y angustia. Y he ahí, una vez más, la repetición de lo igual cual peregrinaje hacia el reencuentro de lo perdido, un dar vueltas en círculo, la sensación de desamparo que nos hace pensar en señales de humo que nos dicen algo que no sabemos leer pero sí sabemos: es lo oculto, es lo necesario en el ser humano; es el goce que se tuvo y se perdió para siempre. ¿Qué más ominoso? Porque, como nos dice Schelling, se trata de algo destinado y obligado a permanecer oculto y secreto que, de pronto sale a la luz. Resulta algo inevitable y fatal; no obstante, Rilke nos ayuda a defender la idea de que allí está la belleza, la inevitable belleza, lo fatal de lo prohibido pues es perfecto y allí habita lo bello.
Lo sexual es bello y a la vez ominoso en cuanto regresa de la represión. Lo sexual es aquello familiar, natural, que se volvió extraño y amenazante. Lo sexual es aquello que debe permanecer oculto, que está destinado a ser un secreto, que no puede salir a luz y, cuando reaparece provoca angustia, temor, repulsión. Lo sexual es lo reprimido que retorna, la pulsión quebusca salida. Lo ominoso es la huella de goce que se ha perdido y condena al ser humano a una búsqueda sin fin, inútil, amenazante, peligrosa, prohibida, extraña pues se ha convertido en condición de la estructura psíquica, en cimiento de la neurosis del sujeto. Queremos sostener que lo ominoso es todo aquello que representa para el ser humano, de modo secreto, lo que más anhela, extraña y busca.
Que Heidegger ya lo dijo de otro modo, o no lo dijo pero de esto estaba hablando cuando afirmó que la angustia es resultado de la represión. Angustia por la pulsión reprimida; un estar-en-el-mundo que no es otra cosa que un estar reprimido en la pulsión, condenado a la búsqueda de satisfacción, condenado en la pérdida y en la falta. Que lo diga Lacan, por fin: la angustia es la falta. La angustia de la falta que se pone a faltar es lo ominoso, Das Unheimliche. El deseo de lo que se pone a faltar y nos angustia, el goce, la satisfacción, la belleza: he allí, entonces, aquel aspecto crucial de lo ominoso que hemos querido develar en estas reflexiones. Sintamos cómo silba en nuestros oídos y enfría nuestro cuello y desaparece antes de girarnos para verlo cara a cara. No lo vemos pero sabemos que es un doble, el doble, ese otro que nos paralogiza o nos desestructura o nos habla desde el poema y desde la pieza oscura de lo inconsciente.
TEXTOS CONSULTADOS
—Freud, S.(1919) Lo Ominoso en Obras Completas, tomo XVII (p. 217 a 251), Buenos Aires, Amorrortu.
—Heidegger, M. (1997) Parágrafo 40 en Ser y Tiempo (206 a 213), Santiago, Universitaria.
—Lihn, E. (1995) Porque Escribí, Santiago, Fondo de Cultura Económica.
—Rilke, R.M.(2002) Sonetos a Orfeo, Santiago, Universitaria.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com LA PIEZA OSCURA - EL DESEO - LO OMINOSO
Por Guillermo Riedemann G.
Publicado en Ramal, Revista de Filosofía y Crítica. N°1, diciembre 2013