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Enrique Lihn: "Cada cual tiene sus ilusiones"

Por Josefina Delgado y Carlos Martínez
Publicado en Punto de Vista. Revista de Cultura. Argentina. Año 1 N°4. Noviembre de 1978.


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Aparentemente contradictorio, con una despiadada lucidez que lo lleva a cuestionar su oficio, la inserción del escritor en las sociedades latinoamericanas, Enrique Lihn viajó desde Chile a Buenos Aires trayendo Lihn y Pompier libro que, si la tradicional división en géneros lo permitiera, puede clasificarse dentro de la poesía. Difícil tarea, ya que Lihn amenaza permanentemente esta tradición: La musiquilla de las pobres esferas y La pieza oscura bordean la narratividad, mientras que sus cuentos Agua de arroz. y sobre todo su novela La orquesta de cristal abordan el peligroso sendero del silencio. Ganador de la beca Guggenheim —su viaje a la Argentina es preliminar de uno más vasto alrededor del mundo—, afirma: "A falta de otra salida, creo que me he propuesto, una y otra vez, poner de relieve, por medio de las palabras —sin concederle a ninguna de ellas un privilegio especial— ese silencio que amenaza a todo discurso, desde adentro. No soy un hombre de fe; los mitos me abruman; desconfío hasta de mi propia ideología en el punto en que ella tiende, como cualquiera otra, a profesarse como una religión o a segregar una mitología. De todo ello habla, como puede, lo que escribo".

P de V: Tu última novela, La orquesta de cristal, introduce un cambio respecto de tu obra anterior, en la que, por un lado, una poesía más bien narrativa cuestionaba la lírica tradicional, y, en relatos como los de Agua de arroz, se buscaba una expresión de la realidad circundante ¿Como se explica este cambio?
LIHN. Intento en este libro que una sucesión de cronistas, al citar un texto futuro —la novela que los incluye— escriban la sinfonía inaudible, la sinfonía del Amor Absoluto. En realidad, las crónicas se reflejan mutuamente distorsionándose entre si, y esos textos son meros pretextos: los tales cronistas se sirven de la Orquesta de Cristal para ventilar asuntos que nada tienen que ver con el concierto mudo. Hablan de lo que callan, despreocupados de lo que dicen o escriben.

P de V: ¿Cómo se instala este texto dentro del sistema literario latinoamericano?
LIHN: El texto es experimental y se emplaza en las antípodas del estilo best-seller, del documento estremecedor y de venta fácil. Hago hiperliteratura. y lo que triunfa en las librarlas es lo que viene del cine comercial o va hacia él, el periodismo sensacionalista, etc. Lo que se consume más y más en forma de libro y bajo la especie de géneros literarios, es menos y menos literatura. Es la expresión formalista de un inconsciente colectivo "rígidamente codificado". Creo que digo todo esto para incentivar la circulación de mi libro y para justificar su mala venta.

P de V: ¿Y particularmente en Chile?
LIHN: A Chile mismo, donde —no por azar— fue escrito, ni siquiera llegaron ejemplares, lo cual, quizás, tampoco sea obra del azar. No hago una literatura conformista, pero tampoco comprometida: pretendo liberarla de las ilusiones del realismo, desentramparla de la máquina ideológica, devoradora de escrituras. En otras palabras, como escritor me va mal. Lo cual me ha suscitado —hasta ahora— un resentimiento productivo, positivo a lo menos para mi: cada cual tiene sus ilusiones.

P de V: Esta perspectiva de tu obra actual, ¿de qué forma se conecta con las teorías literarias europeas?
LIHN: No es que funde demasiado el texto en la teoría, porque eso es prácticamente imposible, las utilizo más como ingrediente. Claro que en el momento que tú escribes todo hace eco. Es cierto que, por mi práctica de profesor de literatura estoy acostumbrado a desmontar un texto hasta develar sus significados más ocultos.

P de V: ¿Continúa la novela que estás escribiendo esta actitud experimental?
LIHN. Bueno, la novela esta terminada ya. Es un texto quo se aboca a la narración prescindiendo o casi, de la anécdota o la historia. Lo que ocurre en El arte de la palabra —su titulo—, sólo es un pretexto para el despliegue del discurso y de la escritura. No importa lo que se cuenta sino quienes y como lo hacen. Algunos de los personajes de La orquesta de cristal vuelven al redondel de la palabra, particularmente el entusiasta anciano valetudinario Gerardo de Pompier: un fantasma que se mantiene ligado a la vida por medio de la retórica. Representa toda la caducidad mental y vital de la que es capaz Hispanoamérica, con su reconocida afición por una concepción meramente verbal del mundo. Logorrea. La historia —en la novela—cuenta como un grupo de escritores falsos se reúnen en un país imposible e invivible -la república independiente de Miranda. que inventó Buñuel en El discreto encanto de la burguesía— para hacer una vida de escarabajos elocuentes: los ya conocidos congresos de escritores.

P de V: ¿Planteas entonces una nueva relación del signo con sus posibilidades de comunicación?
LIHN: Es muy sabido que el hombre es hablado por el lenguaje, y que la palabra no sirve casi nunca para comunicarse. Es un modo de ocultamiento, una forma de evasión, un ruido que se confunde con el silencio, una producción de signos-síntomas encargados de asociar lo que se dice a lo que no se dice. Este es el espacio lingüístico-geográfico de El arte de la palabra un lugar donde se habla por hablar, una isla de papel. Esto es, un continente y probablemente el mundo.

 

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LIHN Y POMPIER
(fragmento)

Preocupado empíricamente de lo que se escapa a la experiencia
. . . . . inmediata.
pero enemigo mortal de la metafísica y de la teología dogmática,
soy materialmente trascendente.
Creo que el otro mundo es éste, y que entre este mundo y el otro
existe sólo una diferencia de grado.
Mi fantasma de carne y hueso se me aparece cuando me miro al espejo.
Por muy difícil que sea, no puedo temblar ante la propia sombra en tales
. . . . . o cuales momentos
procedentes de un oscuro pasado:
ésa no es una buena razón para dejarse invadir por una vaga impresión
. . . . . del más allá.
De lo que se trata, señores, es de aclarar las ideas:
"Les idees sont des etres vivants".
la vida definitiva ante la cual la vida ordinaria es el supuesto privilegio de
. . . . . los cuchufletas y pelagallos.
y que constituye una finalidad absoluta.
Vida eminentemente superior, por obra del progreso indefinido de nuestra
. . . . . alma material
enlazada a este mundo que la nutre por la raíz de ese lazo consanguíneo.
Los cuerpos son almas de distinta cepa: esto es, existen distintos tipos
. . . . . de espíritus, semejanzas o diferencias morales entre ellos,
y el gusto de reunirse de acuerdo con sus gustos e inclinaciones, lo que
. . . . . explicaría la virtud y el genio hereditario de ciertas familias.
Las almas de menor cuantía, condenadas a la inferioridad material y a su
. . . . . evaporación ulterior,
por alguna razón viven en la estrechez.
Plantas perecederas de una sola estación, ellas reciben de la tierra lo
. . . . . estrictamente necesario.
Pero la opulencia de por sí no garantiza la perfección de la materia,
. . . . . sinónimo sencillamente de la elevación del espíritu:
a la aristocracia del espíritu, esa categoría última, no la afectan las
. . . . . diferencias de clases,
en lo que se refiere a sus enojosos detalles, por lo menos.
A mí que me arrojen el guante todos los tontitos de las mejores familias,
. . . . . y admito la imputación de irrealidad tabulada en mi contra por los
. . . . . resentidos sociales.



 

 

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