Proyecto Patrimonio - 2018 | index |
Enrique Lihn | Cristóbal Gaete | Autores |

 








Enrique Lihn: un poeta suelto en las grandes ciudades

Por Cristóbal Gaete
Publicado en http://www.australtemuco.cl/ 25 de febrero de 2018


.. .. .. .. ..

Treinta años se conmemoran de la muerte de Enrique Lihn (1929-1988). una de las presencias más poderosas de la literatura chilena de la segunda mitad del siglo XX. Hoy está instalado en el centro de la literatura nacional y desde hace algunas temporadas además se han recuperado obras suyas menos conocidas. "Pena de extrañamiento" es la última obra publicada por Ediciones UDP. Está compuesta por poemas escritos  desde 1973 que se articularon como conjunto en su edición original, trece años más tarde, en Ediciones sin fronteras.

Londres, Barcelona, Nueva York y Nápoles son algunas ciudades que se someten a la incombustible vocación de Lihn. Fuera o dentro de lo que llamó "el horroroso Chile", siempre había que escribir y no pasear solamente, revelar los espacios centrales y sus edilicios que esconden a los mendigos, la delincuencia, la prostitución o la excentricidad de sujetos que venden elementos como fotografías viejas gritando "antepasados instantáneos".

"Pena de extrañamiento", publicado dos años antes del fallecimiento del autor, se une a las obras escritas en tránsito, como "Poesía de paso" (1966), que toma su experiencia en Europa becado por la Unesco, "Escrito en Cuba" (1969), "Paris, situación irregular" (1977), "A partir de Manhattan" (1979) y "Estación de los desamparados" (1982), que sintetiza su experiencia en Lima.

El libro está lleno de referencias que lo conectan con otras disciplinas artísticas: las pinturas que visita en los más grandes museos, títulos de cine e incluye un poema largo escrito para fotografías de Luis Poirot. Hay textos que colocan al poeta como un observador entregado a los demás. Retrata a los otros que se cruzan en su propia experiencia, en la vida que lo hace transitar por el mundo. Es un vagabundeo que siempre lo obligará a regresar a Chile.


LAS PENAS DE LIHN

Uno de los escritores chilenos que reseñó "Pena de extrañamiento" apenas fue publicado en los ochenta fue el poeta y ensayista Federico Schopf, en la revista "Pluma y Pincel", señalando sus "distintos registros del extrañamiento, desde el destierro hasta la alienación". Schopf evoca el lugar del poemario en la obra de Lihn.

"Es uno de los últimos libros de Enrique, descansa en un conjunto de los otros de él, por tanto es reconocible toda una trayectoria de una escritura y la reiteración de temas", dice. El académico agrega que "uno de los temas centrales es el fracaso erótico y amoroso. Hay una escritura que muestra la dificultad de encontrar un sentido e inevitablemente es cada vez más escéptico. Es más torturado, pero a la vez sabe que no va a tener superación".


SCHOPF

¿Cuál es la influencia de las grandes ciudades en la poesía de Lihn?
— Llama la atención que el sujeto poético de Lihn no es un perdido, ni un extraviado, cuyo rumbo no está motivado por fines específicos. Es una especie de diva, de una condición de alguien que no se instala cómodamente en los lugares que recorre y que está siempre fuera de lugar. Es un extranjero, una persona que no se comunica, cuyas relaciones amorosas o eróticas terminan en la incomunicación. No hay un sitio que considere propio, hay mucho desplazamiento en busca de gratificación.

¿Hay unidad en todos los libros escritos en viaje o residencia en el extranjero de Enrique Lihn?
— Todo es poesía de paso, no hay lugar propio. En muchos poetas se encuentra el lugar. Lihn no encontraba el suyo, por eso tanto viaje, tanto tránsito, por eso tanto desplazamiento donde siempre encontraba la extrañeza que le atraía, una cercanía frente a lo extraño.  No tenía inserción en una comunidad. En ese sentido, tampoco patria hablarse de un peregrino, porque este sabe dónde va y esta persona que deambula no sabe dónde va.  Las dedicatorias que escribió en los libros que me regaló, hablan mucho de eso, de una deambulación donde siempre se encontraba en una felicidad de sentirse no acogido, sino de alguna manera tranquilizado. Toda la poesía de Enrique Lihn es tormentosa. Lograba conexión con ciertos lugares esporádicamente en la condición de pasajero. Los lugares familiares, aunque fueran familiares, eran lugares de dificultad.

Hay un poema largo escrito por Lihn sobre fotografías de Luis Poirot ¿Podría explicar la conexión del poeta con las artes visuales?
— Yo lo conocí muy joven, fuimos amigos pese a la diferencia de edad de doce años. Era un excelente dibujante de una tendencia expresionista, un poco grotesca y caricaturesca, pero que no comunicaba la alegría de vivir, sino la dificultad.


SIGAMOS TRABAJANDO

 Pedro Lastra es, sin duda, el gran estudioso de Enrique Lihn. Desde el 2009, el también poeta dirige las revista "Anales de Literatura", de la Universidad Católica, que acaba de publicar un especial sobre Lihn. En ella Lastra enumera las veintidos publicaciones que han surgido en torno al poeta, desde "Conversaciones con Enrique Lihn" (1980). Otra parte del autor se revela también en "Querido Pedro" (2012), cartas de Lihn a Lastra entre 1967 y 1988.

Lastra evoca el tiempo de la publicación de "Pena de extrañamiento": "Estaba muy bien, con mucho ánimo. Esto ocurrió a mediados de 1986, yo estaba pasando mis vacaciones aquí, porque trabajaba en Estados Unidos, y justo en esos días estábamos escribiendo juntos a cuatro manos, como solíamos hacerlo, unas notas sobre seis poemas chilenos, seis textos que nos parecían importantes. Ese trabajo se ha publicado fragmentariamente en "El circo en llamas", con una nota de colaboración que me refiere, pese a que escribíamos en diálogo. Llegó entonces el paquete con libros de "Pena de extrañamiento", yo estaba muy entusiasmado, me puse muy contento, pero Enrique Lihn, a diferencia de muchos de nuestros colegas, prefería no hablar de sí mismo. Y él dijo: 'Está bien, ¿en qué estamos? Sigamos trabajando'. Para mí fue una lección inolvidable.

¿Cómo se vinculaba la experiencia del viaje con Lihn?
— Sobre estos temas reflexionamos mucho en "Conversaciones con Enrique Lihn", la noción de poesía y viaje, y cómo en la memoria se reconstruyen esas instancias, centrales y reveladoras de la condición humana. Al mismo tiempo tiene que ver con la función de la memoria, un aspecto que en la poesía de Enrique es sobresaliente. Es una reflexión sobre el entorno de extraordinaria intensidad. Es el viaje como imagen de la vida, el discurrir humano, que ha estado en origen del quehacer literario. La "Odisea", la historia del hombre que regresa a su lar, este viaje, ha sido una constante que se repite en la creación literaria. Otro aspecto central es la reflexión del lenguaje, del ejercicio poético. En "Pena de extrañamiento" hay mucho de eso con un elemento de la situación vivida, como digo al final de la notita que escribí apenas publicado, que alumbra toda circunstancia humana amenazada por la represión. Por eso el libro tiene ese titulo tan revelador, equivale a una condena.

Estuve siempre persuadido de que la personalidad poética de Enrique no era solo una de las grandes de la poesía chilena sino de la lengua.

El libro abre con la imagen del vendedor de antepasados instantáneos. ¿Podría explicamos este ojo que sintetiza ciudades y personajes en infinitas avenidas?
— Lihn  fue un viajero constante, no solo por motivos literarios, fue una realidad de la vida para él. Me acuerdo de las circunstancias de aquella imagen: él estaba pasando un tiempo en mi casa en Long Island, en uno de sus viajes que fue a Manhattan llegó a contarme eso, que había visto al pasar, en alguno de los barrios de Nueva York, un vendedor que voceaba en un mercado persa y ofrecía esas fotos antiguas. Le pareció fascinante. Ese encuentro en el azar de la palabra genera una gran proyección significativa. Eso fue en los setenta. Tiempo después, en "A partir de Manhattan" relata su contacto con la ciudad, y ve una revelación de un movimiento humano diferente, que podía implicar una profundización de la conducta y estos enigmas del ser. Hay un poema que cuenta el viaje en tren de regreso de Manhattan a Long Island, de regreso a mi casa, que me dedicó, donde describe los bosques que pasan, la caída de las hojas en otoño. Entonces podía ver cómo funcionaba la sensibilidad y la mente de un gran poeta, dotado de una facultad verbal excepcional.

¿Cómo armó Lihn este libro con poemas que tienen distinto origen?
— En estos poemas hay un hilo conductor. Lihn era muy crítico de sí mismo, tenía una muy clara conciencia de su quehacer. Entonces cuando seleccionaba poemas estaba formulando un gran diálogo de textos, que giraban en torno a una motivación, porque a él lo que le importaba era una frase que solía decir: "Los poemas tienen que estar siempre corroborando una idea de la poesía". Se dice siempre, pero tiene una gran complejidad, no es una lectura que surge azarosamente y acumulativamente. Estaba siempre reflexionando sobre nuestro estar en el mundo.

 

* * *

 

Pena de extrañamiento
Adelanto del libro "Pena de extrañamiento" (Ediciones UDP), de Enrique Lihn

 

No me voy de esta ciudad con la resignación de los visitantes en tránsito
Me dejo atar, fascinado por ella
a los recuerdos del presente:
cosas que no tuvieron, por definición un futuro

pero que, ciertamente, llegaron a envejecer, pues las dejo a sabiendas

de que son, tal vez, las últimas elaboraciones del deseo

los caprichos lábiles que preanuncian la vejez. 

En una barraca, cerca de Nueva York, el martillero liquidó el saldo de su negocio

--un stock de fotografías antiguas--
ofreciéndolas a gritos en medio de la risotada de todos:
"Antepasados instantáneos", por unos centavos
Esos antepasados eran los míos, pues aunque los adquirí a vil precio

no tardaron, sin duda, en obligarme a la emoción

ante el puente de Brooklyn
como si Manhattan, que se enorgullece de volatilizar el pasado
conservándolo en el modo de la instigación a desafiarlo
fuera mi ciudad natal y yo el hijo de esos antiguos vecinos de los que la voz gutural

hace irrisión, y el martillo.

No me voy de esta ciudad sin haber amado aquí 
a la mujer que conocí y no conocí ni haber agotado la vida conyugal
reflotando en el negocio de plantas o antigüedades.

La isla dispone de fantasmas artificiales 

con que llenar los huecos de la contra-historia 
Ellos ocupan en la memoria, con la naturalidad que ésta se permite  en relación a la nada
el lugar de los verdaderos ausentes: caras que vi en las bouffoneries del Soho

directement angeliques: esas muchachas caídas de la luna a la nieve
vestidas de pierrot y sus acompañantes andróginos
fueron y no fueron mis amigos de juventud
Se congelan lágrimas que son de frío
pero que memorizan, asimismo, a John Lennon
Reconozco la nieve de antaño, que cae
sobre Blecker Street en este día acrónico
mientras se hace de noche a la velocidad simultánea del vuelo de un 
murciélago
y pasan películas de mi tiempo en mi barrio.

Como si me retuviera algún negocio en la ciudad
veo a Cary Grant e Irene Dunne
que acaban de morir en una vieja comedia
víctimas del capricho de uno de los primeros automóviles deportivos

(la máquina del glamour)
Sigo sus apariciones y desapariciones
--una cita de Melies en la magia blanca y sonora de Hollywood--
la sorpresa de esta pareja en otro tiempo ideal

Cuando el paisaje se espejea en ellos --los transparentes-- por gracia  del celuloide.
Como mis propios fantasmas, esos figurines inverosímiles 
evocan, de manera en sí misma realista --alguna época acrónica de lo imaginario 
Son los antepasados instantáneos de los deseos que provocan 
en la inocencia total de sus reencarnaciones o desplazamientos 
desde su absoluta lejanía en blanco y negro 
El beso final no ocurre en la pantalla 
sino entre la pantalla y la media luz de la sala 
un corte insubsanable en que se juntan y se besan el presente  y el pasado: labios incompatibles 
que ninguna comedia puede reunir.
Lo que me ata a la ciudad es todavía más irreal que ese beso 
blanco, que connota glamour, escrito en la luz centelleante 
(el placer del ojo en el paraíso de la visión artificial) 
haciendo el reconocimiento de cómo es lo que no es
hic et nunc, en el Blecker Cinema
Esta ciudad no existe para mí ni yo existo para ella
allí, en ese punto en que los tiempos convergen
bajo la especie de la Duración
Existe para mí, en cambio, en la medida en que logro destemporalizarla
desalojarla, por unos contrasegundos, de la convención que marca el
reloj
con sus pasitos de gato en la rutina del living
Trabajo que Hércules no se soñaba
en franca competencia con la Meditación Trascendental
Si yo lo consiguiera, sentiría apoyarse desaprensivamente en mi brazo
(el de Cary Grant) la mano enguantada
pronta a desaparecer, de una muerta: Irene Dunne
--Frisson nouveau-- y entre la pantalla y la media luz de la sala
(borrado ya del tiempo el día de mi partida:
dos de enero de mil novecientos ochenta y uno)
Se tocarían (no) como para cualesquiera de los espectadores
--gatos descongelados en el invierno de Nueva York--
pasado, presente y futuro
en una unidad de medida que reúna esos tiempos incompatibles
para ellos y para mí, pero no para ellos: los veros vecinos de
Washington Square.
A diferencia mía ellos permanecerán, de hecho, en la ciudad, con el
aval de sus antepasados
a quienes, a lo mejor, pusieron en subasta
por unos centavos
y que yo mismo adquirí en una barraca.
De una memoria de la que mi memoria se hace cargo
en la borrada fecha del dos de enero, mi cuerpo tomará el avión
para hacer, en los meros hechos, de algunas calles cuyos nombres ya no
recuerdo
y de ciertos rincones que nadie volverá a ver
recuerdos sin objeto ni sujeto
Eso en lo que concierne a mi cuerpo, mientras el invisible ciudadano
de esos rincones y esas calles
tan innotorio como lo son, al fin y al cabo, entre sí
diez millones de habitantes
seguirá aquí, delegado por la memoria
que llega a la aberración y toma entonces
no sólo la forma de mi sombra:
mi existencia hecha de algo que se le parezca
Ese doble abrirá en mí un hueco que yo mismo no podría llenar
con las anotaciones de mi diario de viajes
No me proporcionará los estímulos a los que necesite responder
cuando me pregunten en mi pueblo por la Megalópolis
Vivirá en mí de ella, simplemente, como el huésped del mesonero
coadyuvando a que mi vida sea
una versión del discours sur le peu de realité
Porque la realidad estará allí donde ese parásito del ser se pasée
gozando de su inanidad
en tanto miseria sonora de estos versos y más allá del lenguaje
y de la vida que me sustraiga mañana cuando como un cuerpo sin la
mitad de su alma
despojado del terror que fascina, habite
en cualesquiera de esas medio-ciudades, defectuosas copias de
Manhattan
y, por lo tanto, ruinas --nuestros nidos--
antes, después y durante su construcción
algunos de mis puntos de destino
cuando me vaya y no me vaya de aquí.



 

 

Proyecto Patrimonio Año 2018
A Página Principal
| A Archivo Enrique Lihn | A Archivo Cristóbal Gaete | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
Enrique Lihn: un poeta suelto en las grandes ciudades
Por Cristóbal Gaete
Publicado en http://www.australtemuco.cl/ 25 de febrero de 2018