Proyecto Patrimonio - 2020 | index   | Enrique Lihn    | Hernán Miranda  | Autores |
        
          
          
          
        
        
         
        
        
        
        Enrique Lihn: "Pinochet es kitsch" 
        
          Entrevista de Hernán Miranda 
          Publicado en Diario de Poesía, N°10, primavera de 1988
            
            
            
        
          
            
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          En el mes de julio pasado falleció a los 59 años de edad en Santiago de Chile el poeta Enrique Lihn. En junio, Hernán Miranda, poeta, periodista y colaborador de Diario de Poesía, había entrevistado a Lihn en su casa de Santiago. Dicha entrevista —que Miranda preparó para su edición días antes de la muerte de Lihn, y cuya redacción no hemos querido cambiar— se publica con una selección realizada por Jorge Fondebrider de poemas de los dos últimos libros del poeta —El paseo Ahumada y Pena de extrañamiento, aún no distribuidos en Argentina— y de dos poemas inéditos, que Lihn diera a Miranda como complemento del reportaje.
          
        
         Nacido en Santiago de Chile en 1929, Enrique Lihn es, sin duda, una de las figuras más importantes de la actual poesía de Hispanoamérica. Al igual que Nicanor Parra y Jorge Teillier, no emigró después del 73. Y el hecho de permanecer los últimos catorce años en Chile (salvo algunas estadías en Estados Unidos y Europa) ha significado que haya debido vivir una situación contradictoria: casi ignorado por los medios culturales oficiales, pero muy influyente en áreas marginales artísticas, donde ha ejercido a veces un evidente liderazgo.
         Así, curiosamente, la última década ha sido muy fructífera para el autor de La pieza oscura. De esto dan testimonio varios nuevos libros publicados en Chile y en otros países, junto a incursiones en la novela, el ensayo y hasta el teatro (varias obras escritas y estrenadas por él como actor-autor, en que el dislocamiento de la realidad, poblada de esperpentos, sería su forma de tomar posiciones de un modo oblicuo o no dejando permanecer al espectador en una posición cómoda o previsible). 
         Diario de Poesía conversó con el poeta en su departamento decorado con telas obsequiadas seguramente por sus amigos pintores (Lihn estudió y trabajó en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile durante muchos años). Por todos lados se amontonan los libros, las revistas, las cartas y en el balcón se pasean algunas palomas en busca de las migas de pan que Lihn acostumbra a darles cotidianamente, según lo ha contado en uno de sus artículos habituales publicados en el nuevo diario La Época de Santiago. Del primero de sus dos matrimonios (ambos clausurados), tiene una hija, Andrea, que por estos tiempos estudia teatro como becaria en París. Ahora el poeta vive solo, salvo —dice— la cercanía irregular de "compañeras". Quejándose de haber dormido poco, comentó su situación en la vida literaria chilena, con un estilo de hablar que es muy característico: denota un esfuerzo constante por precisar las ideas, dentro de una facilidad de expresión que se relaciona con su labor docente como profesor de Literatura en un departamento de la Universidad de Chile. 
        Siempre —empieza diciendo— me he sentido y he sido un escritor marginal. Esa situación la he buscado en momentos en que podría integrarme con facilidad, o con mayor facilidad que en el actual período. Esa integración significaba someterse a cierta disciplina que ahora considero incompatible con la literatura. Incluso la militancia política, porque creo, al igual que Orwell, que cualquier alineamiento de este tipo está contra la independencia que debe tener un escritor para pronunciarse, y no me refiero sólo a pronunciamientos políticos.
        En este período, el de Pinochet, mi independencia ha atravesado por una fase en cierto modo crítica, porque uno pertenece, claro, a la Oposición, en un frente muy heterogéneo. Pero dentro de la amplia gama que significa la Oposición, este período ha sido productivo para mí desde el punto de vista intelectual. 
        Muy temprano empecé a pensar en las relaciones que podría haber entre mi escritura y la dictadura y si yo podría resolver ese conflicto. Es decir, postular una determinada oposición a la realidad reinante en Chile. Y considerar para ello la censura, puesto que he sido un escritor que ha trabajado en Chile todos estos años... Se trataba para mí de considerar las maneras de burlar la censura o de incorporarla al propio texto. Porque no te puedes oponer a ella resueltamente, como lo haría un escritor político, o como lo han hecho los escritores que han trabajado desde fuera. Me parece que en eso han perdido pie literario, en su afán de politizar la literatura, de panfletizar o de atacar desde situaciones que, sólo en ese sentido, son privilegiadas... 
         Los mecanismos de permisibilidad, que de alguna manera se inventan para dar cuenta de la realidad dictatorial son los que he tratado de realizar en el texto, especialmente en la narrativa, y todavía más en el teatro. 
         En todo este tiempo he acusado en el cuerpo de mi escritura el fenómeno de la dictadura, no hablando directamente de ella, sino produciendo ciertos textos que podrían tener una relación de homología con la sociedad chilena de estos años: textos asfixiantes, textos que se refieren al poder y a la locura del poder. Es decir, la novela de la dictadura, con la que me alineé también al escribir El arte de la palabra y La orquesta de cristal. Son textos que se refieren a la dictadura imaginaria, puro reflejo de la dictadura real. O el humor que asume las palabras del poder y las revienta al exagerarlas, las exorciza bufonescamente. Y, por ejemplo, se imita al rey y se lo pone en evidencia al exagerar o acentuar ciertos rasgos delirantes del discurso dictatorial. 
         A esto último lo llamé El arte de la palabra, que publiqué en el año 81 en Barcelona, sobre un congreso de escritores en la República Independiente de Miranda. Ahí aparecía corno protagonista un personaje sicológico, una entelequia: Gèrard de Pompier, un personaje que situé en los años 78-79 y que es un sujeto que imita untuosamente la palabra del poder, que intenta absurdamente conciliar todo con todo... 
         Creo que en Chile estamos en un período de tipificación de un pasado que es presente todavía. En estos momentos se están haciendo balances, acerca de quiénes han representado mejor a la literatura del exilio interior, quiénes la del exilio exterior... Me parece que por este camino se puede llegar a exageraciones y mitificaciones. 
         Hay algunos que se han denominado poetas del período, que han buscado dar una respuesta a la dictadura. Esto se exagera, pero lo cierto es que en todos ha habido un cambio de estrategia frente a la realidad. Y así se ha agudizado una tendencia de la negatividad de la literatura respecto de la realidad. 
         Existe una producción deliberada en algunos casos, como al asumir el martirologio chileno, lo que ha hecho en la poesía joven Raúl Zurita. O como Diego Maquieira, otro joven, con una respuesta desde otro ángulo que me resulta más interesante, y que pertenece más bien al carácter bufonesco, a una desarticulación del discurso, a generar un discurso descontructor respecto de la realidad. Pero hay muchos otros nombres y faltaría hacer un estudio totalizador para ver cuál ha sido la influencia de la dictadura sobre la escritura... 
         Yo he tratado de hacer explícitamente política cuando organicé hace unos años la Exposición del Arte y la Industria de la Subsistencia, (en que se invitó a participar a una gama de vendedores callejeros de baratijas, artistas-mendigos y otros personajes). Se trataba de una alusión directa a la situación general de Chile, y en que participó gente muy variada. Ello significó que en Viña del Mar cerraran la sala donde se estaba presentando, y se hicieron declaraciones diciendo que eso era pura política. En cierto modo así desenmascaramos el verdadero sentido acerca del arte, un sentido anti cultural o por lo menos obsoleto, que tiene la dictadura. Es una cultura kitsch la que tiene la dictadura, una cultura degradada, cultura acrítica y decorativa. Es decir, que en el plano cultural los marginales son ellos, los del Gobierno. 
         En este momento estoy escribiendo otra vez textos de viajes (como en París, situación irregular, A partir de Manhattan y el reciente Pena de Extrañamiento). Mi poesía tiene también elementos de respuesta a la realidad, de compensación. Por ejemplo, de dos recientes viajes a España tengo algunos divertimentos, textos humorísticos sobre aspectos de la modernidad española...
         Escribo todos los días. O, por lo menos, hago anotaciones en una relación entre la lectura y la escritura. Trabajo con la lectura, puesto que tengo tiempo disponible y mi trabajo es hacer unas clases de literatura... Estoy obligado a la lectura y obligado a la escritura. También hago periodismo de vez en cuando. Antes en la revista Cauce y ahora en La Época. Y escribo en diferentes géneros, según el ánimo y la "demanda"... 
         No entiendo el problema de poetas como Parra, que se queja de no poder escribir en prosa. Para mí la escritura es el género. Lo demás son subgéneros. No jerarquizo ni tampoco siento que haya una dificultad. Son momentos distintos: no es lo mismo escribir un soneto que un artículo. Pero de repente ciertas cosas que uno escribe en la forma de artículo podrían pasar a formar parte de un poema, aunque a veces se producen mestizajes desafortunados... Por ejemplo, cuando lo que está empezando a dominar es un concepto, o un pequeño discurso sobre algo a un determinado nivel de abstracción, uno lo empieza a escribir en verso, pero se da cuenta que más bien pertenece a la prosa. Un artículo que publiqué en el Diario 16 sobre el realismo mágico empezó siendo un poema, que a su vez había sido una pequeña discusión con el director de Estudios Latino-americanos de la Universidad de Santiago de Compostela... Como estaba escribiendo un poema después lo deseché. Y mantuve otras cosas que para mí correspondían al género poema. Para mí tiene que haber una tendencia completizadora, en que se vaya hablando de algo muy específico, casi corporalmente.
         A muchos les extraña mi incursión en el teatro. En parte se debe a que en el trasfondo tengo una vocación polimorfa. Empecé a estudiar en la Escuela de Bellas Artes cuando tenía trece años. Y durante muchos años me dediqué a la pintura y el dibujo. En ese tiempo hicimos teatro con Alejandro Jodorowsky, que era escritor y teatrista, y después se convirtió en cineasta y otras cosas. Además, desde niño tenía una proclividad por la cosa espectacular y por la presencia corporal del artista. En lo que hace al teatro, lo he hecho para actuar yo mismo como actor. Durante muchos años intenté escribir teatro al margen del teatro, de escribir teatro para nadie. Y, por supuesto, fue un fracaso. Pero cuando un director, Gustavo Meza, me pidió que escribiera algo para su compañía, que íbamos leyendo y rectificando después de escrito, ahí empecé a escribir teatro para el teatro. Y a partir de ese momento he escrito por lo menos cuatro obras, todas las cuales di yo mismo, después de la experiencia de Meza que no fue muy feliz para ellos como compañía... Me gusta el teatro porque es la forma de comunicación más directa. ¿No te parece? 
        
          
            
                  
                  
                    
                      Poemas de Enrique Lihn
                              
              
              CAMARA DE TORTURA
             Su ayuda es mi sueldo
 
              Su sueldo es la cuadratura de mi círculo, que saco con los dedos para mantener su agilidad
 
              Su calculadora es mi mano a la que le falta un dedo con el que me prevengo de los errores  de cálculo 
              Su limosna es el capital con que me pongo cuando se la pido 
              Su aparición en el Paseo Ahumada es mi estreno en sociedad 
              Su sociedad es secreta en lo que toca a mi tribu
 
              Su seguridad personal es mi falta de decisión 
              Su pañuelo en el bolsillo es mi bandera blanca 
              Su corbata es mi nudo gordiano 
              Su terno de Falabella es mi telón de fondo
 
              Su zapato derecho es mi zapato izquierdo doce años después 
              La línea de su pantalón es el límite que yo no podría franquear aunque me disfrazara de usted
 
              después de empelotarlo a la fuerza
 
              Su ascensión por la escalinata del Banco de Chile es mi sueño de Jacob por el que baja un ángel 
              rubio y de alas pintadas 
              a pagar, cuerpo a cuerpo, todas mis deudas
 
              Su chequera es mi saco de papeles cuando me pego una volada
 
              Su firma es mi entretención de analfabeto
 
              Su dos más dos son cuatro es mi dos menos dos
 
              Su ir y venir es mi laberinto en que yo rumiante me pierdo perseguido por una mosca
 
              Su oficina es el entretelón en que se puede condenar a muerte mi nombre y su traspaso 
              . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . /
              a otro cadáver que lo lleve en un país amigo
 
              Su consultorio es mi cámara de tortura
 
              Su cámara de tortura es el único hotel en que puedo ser recibido a cualquier hora sin previo aviso de su parte 
              Su orden es mi canto 
              Su lapicera eléctrica es lo que hace de mí un autor copioso un maldito iluminado
 
              o el cojonudo que muere pollo, según quién sea yo en ese momento
 
              Su mala leche es mi sangre 
              Su patada en el culo es mi ascensión a los cielos que son lo que son y no lo que Dios quiere 
              Su tranquilidad es mi muerte por la espalda
 
              Su libertad es mi perpetua 
              Su paz es la mía siempre y cuando yo goce de ella eternamente y usted de por vida
 
              Su vida real es el fin de mi imaginación cuando me pego una volada 
              Su casa es mi paraíso perdido del que voy a sentirme dueño la próxima vez que me pegue  una volada 
              Su mujer es en tal caso mi gatita despanzurrada 
              Su mondadientes es ahora mi tenedor 
              Su tenedor es mi cuchara 
              Su cuchillo es mi tentación de degollarlo cuando me mamo un cogollo 
              Su policial es el guardián de mi impropiedad 
              Su ovejero es mi degollador a la puerta de su casa como si yo no fuera una maldita oveja extraviada 
              Su metralleta es mi novia con la que tiro en sueños
 
              Su casco es el molde en el que vaciaron la cabeza de mi hijo cuando nazca
 
              Su retreta es mi marcha nupcial 
              Su basural es mi panteón mientras no se lleven los cadáveres.
             
             DISPARAN EN LA NOCHE 
             Los anónimos de siempre disparan en la noche
              a la que no se puede entrar de la que no se puede salir 
              coto de caza y placer de las hienas 
              Los leones mismos se pervertirían si tuvieran como ellas la exclusividad de la selva.
             Suenan esos disparos como algodón en los oídos
 
              empapados de nuestra sordera son el éter que nos trae la noche 
              y henos aquí tendidos en nuestros lechos de operaciones 
              Mañana habrá muertos, eso es todo
 
              Mejor que se guarden la noticia
 
              Por sus prontuarios no los conoceréis.
             Un coto de caza del tamaño del país
 
              para que no haya que darle explicaciones a nadie.
             Se descansa en la prohibición de entrar en la zona de peligro 
              el corazón, órgano del miedo, funciona bien bajo las balas del éter
 
              Dormir en paz, ya que no lo hacen los muertos. 
            Estas líneas fueron escritas
 
              con el canto de la goma de borrar. 
             
            SE BUSCA UNA GOTA DE SANGRE 
             Dos ciegos tocan sendos Yamaha 
              la música El Atardecer Incidental en nuestro querido paseo 
              Son órganos importados del Japón; pero los ciegos, en cambio, dos orgullos nacionales
 
              le hacen el peso a sus instrumentos como esas secretarios eficientes que escriben a máquina con todos los dedos
 
              Dioses si se los compara con otros mendigos
 
              mano de obra altamente especializada 
              (mendigos publicitarios de la Casa Yamaha)
 
              unas niñas de los ojos de la casa matriz de la mendicidad
 
              el Palacio de Desgobierno
 
              Ellos podrían muy bien amenizar la comida con sus órganos en un hotel tres estrellas
 
              En el mismo Ahumada se le podría ocurrir al dueño de un cabaret que anda a la trata 
              de blancas
 
              contratar a cualquiera de los dos 
              para amenizar las bebidas en los entreactos como si fueran los dueños de sus propios instrumentos
 
              (gentilmente proporcionados por la importadora)
 
              y les estuviera permitido a ellos, que tanto y tan bien conocen la noche
 
              salir de noche un par de días a la semana 
              Pero, no, que la mendicidad aparte de ellos el cáliz de la frivolidad
 
              tanto mejor resulta verlos aquí en sendos puntos estratégicos granar y desgranar a su  alrededor
 
              —limpios e instrumentales.— 
              círculos de ociosos que se melomanizan 
              por uno o tres pesos o gratis avergüenza ver cómo
 
              aprovechándose de la ceguera el público burla el cerco de la mendicidad
 
              Sea como fuere, si todos los tuertos fueran, ave Rock, como tú, 
              estos dos dignos no videntes serían reyes en el país de los tuertos
 
              y no sólo buenos intérpretes de música digestiva en el atardecer hotelero 
              subliminal.
             
            KANDINSKY 1904 
             La relación de unas cosas con otras
 
              iba borrando, poco a poco, las cosas
 
              Versos sin palabras
 
              Formas sin figuras. 
            No bien partía un barco de oro de la orilla
 
              cuando ya no era orilla ni barco ni partía. 
             
             MY LITTLE DREAM CHILD
             En 1932 aceptó Alicia 
              la sobreviviente una invitación de la Universidad de Columbia
 
              e incapaz ya de atravesar el espejo
 
              hizo su honorable aparición en el país de las Maravillas Mecánicas 
              Se celebraba el centenario del nacimiento de su autor
 
              Mr. L. Parish dio un banquete en su honor
 
              Recibió en la Universidad un título honorario
 
              y le regalaron un gato de porcelana
 
              en homenaje al de Cheshire que no era de nada.
             Si Lewis Carroll hubiera podido verla 
              quizá no le hubiera gustado reconocerla. 
             
             HOMENAJE A MARIA ROSA LIDA DE MALKIEL
             ... El delicado fantasma puntual
 
              de María Rosa Lida de Malkiel
 
              cuerpo de su escritura 
              y del que ninguna otra cosa sé, texto en el que respiran
 
              acompasadamente
 
              sabidurías de casi todos ignoradas
 
              —rosa, a María Lida— me despierta esta tarde
 
              del duro sueño de la realidad
 
              al mundo uno y cambiante del Libro de los libros 
              ... Brilla la letra de estas joyas labradas 
              ya sin manos, con la delicadeza 
              de la aludida: un tópico.
             "Alma sin cuerpo en sola voz fundada". 
             
            EL OTRO 
             Un muerto me acompaña 
              por la ciudad ajena 
              donde nunca ni ahora 
              viví. Es un ejemplo. 
             Ella lo vivió a él
 
              de eso no hace cien años
 
              y él, quizá, la vivió.
 
              Asunto concluido. 
             Nadie aquí está dispuesto
 
              por sí mismo a nombrarlo
 
              y no puedo arrancarle 
              su nombre a los extraños. 
             Nada que lo sugiera 
              de lejos o de nunca 
              objeto o monumento
 
              que cifre su memoria. 
            Ni un papel en la calle 
              ni un libro en el estante
 
              ni el resto de su imagen 
              en la vitrina rota. 
             Ni, más secreto aún
 
              su nombre en mi libreta
 
              la dirección que tuvo
 
              y que la muerte supo.
             ¿Le dejó algo a alguien? 
              No sé cuántas mujeres
 
              lo estarán olvidando
 
              en distintas ciudades. 
             No llegué a conocerlas
 
              ni siquiera de número 
              Viudez tan extendida
 
              se hará poca entre todas.
             Tuvimos sendas hijas
 
              que andan en los treinta 
              años
 
              pensará en él la suya
 
              a un arlequín sin cara.        
            A un padre que estaría
 
              tanto en el cielo como
 
              en la tierra, es decir
 
              en cualesquiera partes. 
            El muerto me acompaña
 
              hablando lo que hablaba
 
              sin romper el silencio 
              de su voz y la mía. 
            Un diálogo de sordos
 
              un silencio de quienes
 
              parecida sentencia 
              al mismo tiempo escuchan. 
            Pues este amigo y yo 
              somos sombras gemelas
 
              que en la caverna un cuerpo
 
              invisible proyecta. 
            Un día como hoy
 
              un hoy de cada día. 
              El baja eternamente 
              a la Plaza del Angel.
             Desde el Hotel Victoria 
              el Señor de la Nada
 
              y sus tristes misterios
 
              un ángel derrotado.
             Me lo figuro así 
              con su capa española 
              caminando la nieve
 
              fuego blanco en su caso. 
             Astillas de ese leño
 
              el muerto y yo pasamos
 
              sin que nadie nos vea 
              Lo repito: soy otro. 
             Ayer no más cumplí 
              toda mi edad y tengo
 
              un poco más que sobra: 
              los dos estamos muertos.
              
              Vino de donde soy 
              para ver si cambiaba 
              y yo me quedé allá
 
              igualmente incompleto. 
             Sin existir ni ser 
              vivimos postergando 
              por un poco de todo
 
              nuestras epifanías. 
            Y aunque él se liara 
              a golpes en la calle
 
              y yo, cobardemente 
              evitaba el peligro
             no por eso subió
 
              su valor más que el mío
 
              allende de un vivir 
              en el temor de hacerlo. 
             Por fin alguien me dice
 
              que en sus últimos años 
              ganó mucho dinero 
              y lo invirtió en chavalas. 
            Que lo pasara bien
 
              a nadie se lo creo.
 
              Fue a medias y eso duele:
 
              a medias no se goza. 
             A medias no se escribe 
              el libro necesario 
              el verso que lo anula
 
              la verdad que no es verso. 
            Ni él ni yo lo rimamos
 
              con lo que, pues, no fuimos:
 
              seres de carne y verbo. 
              Nos quedamos en nada. 
             Madrid 1987 
              
              
              
                DÍA DE LOS MUERTOS 
            Día de los muertos que no tiene principio ni fin, 
              hilado con el huso de todos los días. 
             En el inconcebible mundo de un solo habitante 
              se desharía la unión de vivos y muertos,
 
              paralizándose el inmenso trabajo.
             La Obra que no tiene origen
 
              no debe perder la continuidad de su origen.
 
              Sólo de los cabos sueltos que ellos dejaron
 
              brota el tejido sin fin, obra de nuestras manos y las suyas. 
            La extensión de la obra conspira contra quienes quieren hacerla suya 
              contra su mismo sentido.
             Basta aceptar que otros pusieron sus fundamentos hace millones de años.
 
              La pregunta por el sentido no tenía en ese tiempo sentido.
             Esos fundamentos, fueron cráneos y huesos (a)morosamente acariciados
 
              con angustia, inhumados junto al fuego, 
              no hay otros fundamentos más sofisticados que esos. 
             Todo ser que acaricia a otro está ritualizando
 
              la primera postura de esos fundamentos.
             La imposibilidad de acariciar a nuestros muertos
 
              La ausencia de urnas funerarias entre los fríos regalos de matrimonio. 
              El ridículo celo fronterizo de que hace gala el mundo —pequeño país—
              ante el gran Imperio de los muertos
 
              —nuestro diario e ineluctable invasor
 
              hacen que la obra olvide sus huesos y sus cráneos
 
              y se deje engañar por la soberbia de los obreros providenciales.
             Sólo deseo abandonar lo que la obra haga de mí con otras manos
 
              Que la magia —razón de los desesperados
 
              me lleve a un lugar equidistante entre los vivos y los muertos 
              Desde donde se divisen, quizá juntos 
              el fundamento, si lo tiene, 
              y el sentido de la obra.
 
              No el que le imponen los nombres providenciales
 
              sino el que los borra. 
             Junio 88