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Ezio Neyra Magagna:
"Supongo
que lo mío es la apertura. El rechazo a
cualquier tipo de exclusión"
Por
Gabriel Ruiz-Ortega.
Incansable. Esta es la palabra
para darnos una idea de todo lo que viene haciendo Ezio Neyra Magagna
(Lima, 1980) Es autor de la sui generis novela, Habrá que
hacer algo mientras tanto. Tiene a su cargo la asociación
civil Niñolee, es director de la editorial Matalamanga y dirige
la versión peruana de la revista Lamujerdemivida. Todas
estas inquietudes yacen en un par de cimientes, hoy por hoy, irrefutables:
la pasión y el compromiso.
- Me llamó mucho la atención
la anécdota que una vez contaste sobre un remedo de profesor
que sorprendió a uno de tus amigos leyendo un cómic
en plena clase, tu amigo fue presa de una vergüenza descomunal,
esto lo llevó a no tocar un libro por iniciativa propia. Como
bien sabes, la falta de un hábito de lectura está extendida
en todos los estratos sociales en Perú. ¿Cómo
nació la idea de llevar a cabo la asociación civil Niñolee?
- Así como esa anécdota, deben de existir miles de historias
similares que hablen de la falta de tino de muchos educadores al momento
de enfrentar el tema de la promoción de la lectura. Sin embargo,
de acuerdo a nuestra experiencia, la mayoría de docentes está
absolutamente interesada en conocer y manejar herramientas que les
permita hacer no sólo que sus alumnos y alumnas se acerquen
más a los libros, sino también que mejoren sus niveles
de comprensión lectora.
La motivación más lejana que nos llevó a formar
Niñolee fue la lectura de la ya famosa encuesta PISA, en donde
el Perú estaba en penúltimo lugar, de una muestra de
42 países en todo el mundo, en lo que a comprensión
lectora se refiere.
- Una de las taras que tiene el Perú,
y creo que es nuestro principal problema de desarrollo, es el analfabetismo.
Hemos escuchado siempre propuestas educativas que se supone serían
nuestras vías de escape, pero siempre esto suele ser una artimaña
que suelen hacer los políticos, y mucho más aún
cuando se viven periodos electorales. Soy de la idea de que ya nada
se puede esperar del estado. Esto me lleva a pensar de que la salida
siempre será la entidad privada. Y sé de personas que
desean llevar a cabo proyectos tan nobles como la promoción
de la lectura. Es una empresa realmente quijotesca. ¿Cuál
es la verdadera satisfacción que proyectos como estos dejan?
- No diría que el analfabetismo es la causa principal del subdesarrollo
de nuestro país. El analfabetismo, en mi opinión, es
un indicador más de dos problemas más grandes, estructurales:
la exclusión y la ausencia de políticas de Estado de
largo plazo. Además también podríamos hablar
de la desidia y de la ineficiencia que han caracterizado a nuestros
gobiernos en lo que a políticas educativas se refiere. A pesar
de que sea cierto que en coyunturas electorales los candidatos propongan
salidas para los problemas del país, resulta un buen indicador
que el tema educativo haya estado en un punto central de la agenda
de varios candidatos. Esto me lleva a pensar que aún se puede
hacer mucho desde el Estado, pero desde un Estado moderno, que acoja
a técnicos especializados, que convoque iniciativas inteligentes
de la sociedad civil.
El trabajo de Niñolee está avanzando muy bien. Para
este año tenemos una serie de proyectos que deseamos llevar
a cabo. Supongo que la satisfacción más grande que me
deja un proyecto como este es la de la retribución inmediata
que se recibe por parte de los docentes y de los niños.
- ¿Cómo crees que deba combatirse
este negocio como lo es el de la piratería?, ¿cómo
nació el nombre de Matalamanga?
- No soy especialista en el tema de la piratería;
de hecho, ni siquiera conozco cifras que me indiquen la magnitud de
este problema. Lo que intentamos hacer en Matalamanga es vender libros
a precios tan baratos como para que a cualquier persona le sea posible
adquirirlos. Quizá esta manera de hacer las cosas ayude a que
la piratería sea menor en tanto los lectores preferirán,
por unos pocos soles más, comprar un libro original. Obviamente
los precios de los libros varían de acuerdo a cada editorial,
ya que cada una maneja costos diferentes.
Un breve debate y un posterior trabajo estadístico absolutamente
desprovisto de validez científica, nos llevaron al nombre Matalamanga,
aquel que el entrevistado no podía dejar de pronunciar en voz
alta abriendo un poco los ojos. Luego se asoció este nuevo
nombre a ideas muy curiosas. El escritor Armando Robles Godoy hizo
con él una analogía a la expresión "quemar
neumáticos", referida
a la escritura y no a los automóviles; el encargado de la ventanilla
de la oficina de Registros Públicos se animó a no disimular
la risa y a asegurar en voz alta que se trataba de una empresa africana;
otros la consideran una palabra sin sentido, una palabra con demasiados
sentidos o parte del estribillo de una canción tribal. Pero
el sentido original se aproxima sobre todo a la falta de sentido estricto
de fondo, que da pie a que todo el sentido explícito caiga
sobre la forma, la lírica, las letras que forman la palabra
que forma la idea. La primera definición que tuve fue la de
palabra baúl, un conjunto de sonidos que cada quien aplica
a lo que quiera, cuando quiera y, sobre todo, como quiera. Esto fue
bajo un puente de Toulouse, en el sur de Francia, al lado de la Garona,
una madrugada de febrero del 2002. Entonces, ¿por qué
la editorial terminó llamándose Matalamanga y no Agnamalatam?
Fue quizá porque, bajo el puente en cuestión y en el
momento del que hablamos, fue Matalamanga, por simple azar, el conjunto
de letras que mejor se definía a sí mismo, que menor
sentido explícito parecía mostrar en el momento. En
qué muro de qué esquina del mundo estuvo escrito por
primera vez, qué boca juntó primero las cinco sílabas
del nombre, son ya cuestiones que felizmente no vienen al caso. Importa
que las publicaciones bajo este nombre vayan amoldando la palabra
y dándole sentido, como una estatua de arcilla dispuesta a
dejarse acariciar por la literatura. Y lo que pasó antes puede
quedar como obra del azar, o aun del exceso de entusiasmo.
- En Matalamanga se han publicado a autores
nuevos como Christopher van Ginhoven y autores ya conocidos y apreciados
como el que acabas de citar, Robles Godoy. ¿Cómo llevas
este proceso de edición desde cuando deciden el texto que van
a publicar?
- La única razón por la que decidimos publicar un libro
en Matalamanga es porque nos parece valioso. Es importante remarcar
esto porque Matalamanga, a diferencia de otras editoriales recientemente
aparecidas, no se limita únicamente a publicar a autores jóvenes.
No intentamos posicionarnos como el espacio en donde publican los
autores más jóvenes, aquellos que recién empiezan.
Desde luego es un placer cuando encontramos a un autor inédito,
como Christopher van Ginhoven o Leonardo Aguirre, cuyo libro merece
ser publicado. El mismo placer nos causa publicar a Armando Robles
Godoy, con sus ochentaitantos años, o a Alfredo Valle Degregori,
lingüista con una larga y reconocida trayectoria.
Este año, luego de algunos meses de para, tenemos una lista
larga de publicaciones, que incluye a autores inéditos como
Augusto Effio, con Lecciones de origami, un libro de cuentos
maravilloso por la hondura de sus historias; o Sergio Bardon, cuya
novela La conjura de los pájaros narra de manera envidiable
la época más esplendorosa de Florencia, aquella de Sandro
Botticelli y de Lorenzo el magnífico. En la otra orilla, hemos
publicado recientemente Perros héroes, de Mario Bellatin,
y tenemos prevista la publicación de otra de sus novelas. También
abriremos la colección de poesía, con un poemario muy
personal de Kenneth O´brien, y tenemos bajo la manga dos poemarios
más, esta vez de poetas inéditos, que darán mucho
que hablar. También abriremos dos colecciones más: la
de ensayos y la de humor.
Creo que si se puede definir de alguna manera el espíritu de
Matalamanga es a través de la palabra "apertura".
No solamente en el sentido más estricto del término,
aquel que nos llevará a tener, a finales de este año,
colecciones de cuentos, novelas, ensayos, poesía y humor; sino
sobre todo porque estamos en contra de cualquier tipo de argolla.
No publicamos necesariamente a nuestros amigos de la universidad,
no publicamos necesariamente a aquellos autores que están dentro
de un círculo que de alguna manera nos asegurará que
su libro será vendido. Publicamos lo que nos gusta, lo que
nos parece valioso, lo que creemos que debe ser leído públicamente.
En cuanto al trabajo de edición, Matalamanga no es una imprenta:
es una editorial. Siempre hemos creído que el editor es una
pieza clave en la confección de un libro. Por ello, antes de
publicar, tenemos varias reuniones con los autores donde sugerimos
cambios, zonas que pueden ser mejoradas, etcétera.
- Cuéntanos cómo consiguieron
ese texto raro en la narrativa de Bellatin.
- Conocí a Mario en la última FIL de Guadalajara.
Rápidamente congeniamos y le planteé la posibilidad
de publicar algún libro suyo inédito en Perú.
Fue así como él nos propuso publicar Perros héroes,
un libro exquisito que abre nuevas posibilidades dentro de su obra.
Ahora espero seguir publicando otros libros suyos, además de
poder formar parte de proyectos en común.
- Hablemos de Lamujerdemivida. Eres
el director en Perú de esta revista conocida en Argentina.
¿Cuál crees que sea la característica que diferencie
a esta edición peruana de otras revistas que circulan?
- Lamujerdemivida, en su versión peruana, ya ha dejado
de circular. Fue una experiencia riquísima dirigir una publicación
como aquella. No sé si haya tenido una característica
distintiva, pero sí tuvo, o al menos intentó tener,
al igual que Matalamanga, un espíritu abierto, en donde publicamos
a autores peruanos muy jóvenes pero también a autores
como Rodrigo Fresán, María Kodama, Eduardo Medicutti,
entre otros. Otra característica, que se basa en un deseo propio,
es el de la exploración de las relaciones entre las artes plásticas
y la literatura.
- Por las respuestas que acabas de dar,
tengo la impresión de que te inclinas por distintas experiencias
creativas. ¿Cuáles son estas?
- Si bien el arte al que me dedico, en sentido estricto, es la literatura,
soy un apasionado de las artes plásticas y me mueve mucho el
deseo de experimentar las relaciones entre literatura y plástica,
así como entre la narrativa y otras disciplinas como el teatro,
el cine, la fotografía, la música. Si hay algo que no
me gusta del oficio del escritor es la inmovilidad que debemos tener
mientras escribimos. A pesar de que escribo sentado en una silla muy
cómoda, por la cual gasté una cantidad obscena de dinero
para un objeto que sólo me permite estar sentado, cuando hablo
con amigos pintores o escultores, envidio su proceso de trabajo, en
el que no sólo hay labor intelectual, sino también física.
Viviría mucho más contento si el trabajo del narrador
también conllevase algún tipo de trabajo físico.
De hecho, durante estos últimos meses en los que he estado
trabajando mucho en una nueva novela, muchas veces me he visto en
la necesidad de salir a hacer algún deporte para que el cansancio
mental sea acompañado por un agotamiento físico. Pero
las cosas no terminan aquí. De pronto, cuando llego de improviso
al taller de algún amigo, y lo encuentro en pleno trabajo,
lo observo sentado durante pocos minutos, luego yendo a la tela y
trabajar parado frente a ella; luego sale a comprar materiales, regresa,
los interviene, etcétera. Ojalá algún día
pueda encontrar la manera de tener un proceso creativo similar. Entretanto
estoy embarcado en un proyecto junto a poetas, narradores, fotógrafos
y pintores para hacer un libro objeto que podrá, al menos por
un tiempo, satisfacer mis ansias de tender puentes entre varias disciplinas.
Supongo que lo mío es la apertura. El rechazo a cualquier tipo
de exclusión.
- Estamos presenciando la aparición
de nuevos narradores. Estoy casi convencido de que lo que está
primando es la diversidad temática, y no la edad. ¿Cómo
nació tu novela Habrá que hacer algo mientras tanto?,
¿ tuviste algún libro referente?
- Soy un creyente, al menos para analizar lo que sucede actualmente
con la narrativa, en la posmodernidad. Posmodernidad entendida como
la ausencia de paradigmas hegemónicos, lo que lleva a que cualquier
manifestación artística, cualquier temática,
pueda ser el centro y la periferia al mismo tiempo. Supongo que esto
genera que haya tantas temáticas y tantas maneras diferentes
de trabajarlas.
Habrá que hacer algo mientras tanto nació como
un ejercicio en un momento en el que me trabé en la escritura
de otra novela, cuya escritura ya retomé. Como se trata de
una novela realista, sentí la necesidad de ensayar una serie
de textos que estuvieran lejos de la temática que trabajaba.
Así empecé a escribir hasta que tuve 9 cuentos. Luego
decidí retirar 5 de ellos para darle un carácter unitario
a la publicación, con la idea de que pudiera leerse como un
libro de cuentos, pero sobre todo como una novela. Más que
libros que me sirvieron como referentes, Habrá que hacer
algo mientras tanto le debe mucho a autores como Camus, Blanchot,
Beckett, Mutis, entre otros.
- Sabemos bien que la trama de esta novela
está anclada en la tradición del absurdo, y uno de los
rasgos saltantes en este tipo de narraciones es la constante reflexión
que se deja sentir en esta clase de textos. Y la brevedad de esta
novela es prácticamente capital. ¿Cuánto de ti
hay en tus personajes?
- Hay tanto de mí en el personaje de Alto como lo hay en Mediano,
en Gordo e incluso en Silene. Supongo que soy tan aparentemente equilibrado
como Alto; con tendencias a la depresión, como Mediano; malhumorado,
cascarrabias, autoritario, como Gordo; e imagen gaseosa y ausente
como Silene. Ahora, que ya estoy por terminar la corrección
de mi próxima novela, cuyo título tentativo es Todas
mis muertes, encuentro ciertos tópicos que se mantienen,
a pesar de que se trata de novelas muy distintas entre sí.
- Acabas de mencionar una novela que has
vuelto a retomar. ¿Puedes hablarnos de qué va? Dices
que hay ciertos tópicos que se mantienen, pero que son textos
distintos, ¿por qué?
- Es lo que se llama una novela de aprendizaje. Se trata
del relato de Francisco Neyra, de lo que sucedió durante un
verano en casa de sus abuelos paternos, en Camaná, un balneario
de Arequipa. Se trata de dos historias paralelas: la del niño
narrando sus experiencias durante aquel verano que hubiese preferido
no vivir, y la del Francisco Neyra adulto, un periodista que trabaja
en un periódico arequipeño que, mientras intenta resolver
el caso del asesinato de tres policías, descubre que quizá
sea mejor terminar de descubrirse a sí mismo, hasta que, a
la manera del Uroboros, termina por comerse su propia cola.
Quizá la parte que se nos escapa de las manos a los escritores,
sea la que más disfrute de la literatura. Digo esto cuando
encuentro tópicos comunes entre ambos libros, a pesar de no
haberlos buscado de manera premeditada. Cuando empecé a escribir
Todas mis muertes, hace ya más de tres años, hice
una estructura al mejor estilo de los guionistas de telenovelas, pero
luego, con el correr del proceso de escritura, esa estructura original
pasó a un plano absolutamente secundario. Es justamente esa
falta de capacidad de predicción lo que más me atrae
del proceso creativo. Supongo que si en algún momento dejo
de sentirla, dejaré de escribir. Al comienzo, se trataba de
una novela que mezclaba el policial con la novela de aprendizaje.
Ahora ha terminado por ser una novela, que yo encuentro de difícil
clasificación, en donde encuentro tópicos comunes a
Habrá que hacer algo mientras tanto: desasosiego, ausencia,
hastío, relaciones conflictivas entre pares, desesperanza.
- Si ubicara tu tendencia narrativa, diría
que estás en la parcela de lo metaliterario, tu texto es el
más extraño que he leído en esta vertiente. Tengo
la sensación de que también puede prestarse para una
obra de teatro. ¿Existe interés en teatralizar esta
novela?
- En tanto Habrá que hacer algo mientras tanto le debe
mucho a autores teatrales, supongo que es inevitable que sea un libro
que permita un tránsito feliz hacia un registro teatral. A
diferencia de Todas mis muertes, que la encuentro muy cercana
al registro cinematográfico, Habrá que hacer algo
mientras tanto es, de alguna manera, una novela teatral, si es
que esta categoría existe. El interés por llevarla al
teatro es tan grande como para que ya se esté trabajando una
versión teatral que en principio se pondrá en escena
hacia el último trimestre de este año.
Por otro lado, no sé si sea adecuado considerarla como parte
del terreno de lo metaliterario. De hecho este tipo de etiquetas aún
las encuentro borrosas y me parece que nacen de la necesidad de buscar
opuestos exclusivos donde poder depositar a ciertos textos. Al final
son los críticos quienes crean estas categorías y deciden
qué texto es metaliterario, realista, vitalista, etcétera.
Lo riesgoso de esto es cuando un autor asume como propia la etiqueta
que recibió de un crítico y se ve en la necesidad de
seguir produciendo textos que calcen dentro de la misma vertiente.
- ¿Qué es lo que mueve el
motor que te lleva el dirigir una asociación civil, el ser
editor, director de una revista y escritor?
- A veces me sorprendo de la manera cómo he aprendido
a organizar mi tiempo. Sin embargo, la verdadera razón que
hace que los proyectos se echen a andar y que sean sostenibles en
el tiempo es el equipo de personas con el que se trabaja. Si no se
trabaja con personas comprometidas y apasionadas, es imposible sacar
adelante las cosas.
- Claro, el compromiso con quienes se trabaja
es clave, sin embargo, me gustaría saber si estas fuerzas yacen
en una motivación emocional.
- Hay dos motivaciones emocionales que, presumo, me llevan
a trabajar tanto: la pasión, y el deseo de cubrir ausencias
propias. Y como ambas son complementarias, y como las ausencias nunca
terminan, pues siempre hay nuevas, uno se las va creando y reinventando
cuantas veces la paciencia alcance, supongo que será muy difícil
que deje de trabajar algún día.