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HOMENAJE: 19 de julio de 1920 - 5 de junio de 2006
ELIANA NAVARRO
poeta de certezas profundas e interrogantes sin respuesta
Por Pedro Ignacio Vicuña Navarro
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 26 de julio de 2020
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La
poeta Eliana Navarro, autora de una obra exquisita y profunda, habría cumplido cien años este 19 de julio. Nacida en Valparaíso, a los tres años de edad se traslada junto a su familia al fundo "El Peral", en Trovolhue, provincia de Cautín. Crece entre los lomajes suaves, los trigales y la selva de la "sierra araucana". A los nueve años, inspirada en el poeta Augusto Winter, escribe su primer poema: "A la Laguna de Trovolhue". Y a los 14, aparecen publicados poemas suyos en las revistas "En Viaje" y "Margarita". Su voz se enlaza con la de los clásicos españoles, con Machado y García Lorca, con la profundidad de la Mistral.
Su poesía, largamente celebrada por Alone (Hernán Díaz Arrieta), destacada en varias antologías extranjeras, premiada no pocas veces, celebrada por Juvencio Valle, Humberto Díaz-Casanueva, Gastón von dem Bussche y otros, desgraciadamente ha quedado relegada a la esfera del olvido. Tiendo a imaginar que ha contribuido a eso el carácter de la poeta, ajeno a toda estridencia; el que no haya deambulado por los meandros de los vanguardismos ni por los corrillos en uso; el silencio necesario para la contemplación poética.
La poesía de Eliana Navarro es de certezas profundas y de interrogantes sin respuesta. Una clara certeza es que la expresión tangible de Dios se encuentra en la naturaleza; en una entrevista, quizás parafraseando al salmista, afirmó que "el cielo, el viento, las nubes, cantan la gloria del Señor". A raíz del sentido religioso que se despliega en muchos de sus versos, especialmente en esa gran obra que es La Pasión según San Juan (1981), se la catalogó de poeta religiosa, lo que si bien no deja de ser acertado, en un algún sentido restringe la profundización cabal en los universos que su poesía indaga. Siendo profundamente religiosa, no se trata de una poesía limitada a la concepción cristiana de lo divino, es, más bien, una poesía que tiene la valentía de ahondar en derroteros de orden místico, de dar cuenta de la gran angustia que produce la conciencia de haber perdido la comunión con el universo, de saberse sola, a causa de esa pérdida; de saber que el ser humano es incapaz de comunicarse en plenitud con los otros, porque la palabra no alcanza para dar cuenta de la inmensidad del universo y de las profundidades del alma; que no alcanza para nombrar el misterio que en cada uno habita.
Desde esa condición de exiliada del cielo y de la tierra, de esa sensación de no
pertenencia al mundo de lo humano, tal como la humanidad lo ha ido convirtiendo —quizás porque el hombre se destruye destruyendo—, el ser humano la abisma. El sinsentido de la guerra, el horror de la barbarie, la falta de amor, el odio, la violencia, la incerteza de este tránsito, de este trance, el ser humano capaz de una soberbia inconmensurable; lo insondable del alma, del espíritu y sus fantasmas, están presentes en su poesía.
Nada le es ajeno, la estremece la hondura de la existencia, sus interrogantes, la sensación de que hay algo indescifrable que desentrañar. Lo vislumbra en su tierra sureña, lo percibe en sus nostalgias, en la extrañeza de la conciencia. ¿Vienes de dónde, viento?/ ¿De los grises barrancos/ donde las quilas tejen su maraña?/ [...] Con tus manos de duende / y con tus pies de duende/ desgarra este silencio,/ esta sombra, esta nada". De la misma manera busca desentrañar una esencia, a veces ignota, que la habita y que de vez en vez se asoma: "Hacia adentro, muy hondo,/ donde la risa tiene el temblor del sollozo,/ donde los ojos miran sin temor de mirarse,/ me contemplo al espejo de imágenes borradas,/ y ya no sé quién soy,/ ni qué río me arrastra,/ ni qué fulgor me ciega".
Pero no es solo esa extrañeza de sí misma, hay un universo oculto que se manifiesta en una memoria indefinible que, insistentemente, se hace presente una voz que desde algún lugar, que alguna vez fue, la llama, le dice y, a veces, le revela: "Sabía que existía esa voz,/ esa clara voz mágica:/ que me estaba llamando/ con las varas del mimbre/ o detrás de las nubes,/ cerca de las estrellas rezagadas".
Esa voz es una señal que parece provenir de la memoria. Pero no necesariamente de una memoria personal, no desde una mera nostalgia de la infancia; se trata de una memoria que no transita por los derroteros de lo lárico; no es que solo añore sus tierras sureñas, que busque mantener imborradas las imágenes de la infancia. No, es más bien una memoria que parece venir de un lugar inexplicable. Como dice Simone Weil acerca de la espiritualidad griega, "se trata de una memoria que es el principio de la reminiscencia platónica y de la memoria dolorosa de Esquilo. Es el conocimiento de las cosas divinas". Es esa voz misteriosa que la llama "detrás de las estrellas rezagadas" y que la hace saberse lejos, "donde la voz no alcanza./ Donde la nieve/ puede
ser un ensueño/ o una mortaja; / donde las hojas vuelan arrastradas / y un viento negro y húmedo / se me pega a la cara".
La poesía de Eliana Navarro es sutil, delicada, amorosa, profunda; de certezas y de dudas plena, sin pretensiones ni aspavientos. La recorre un invisible estremecimiento frente al mundo que se abre ante sus ojos: la naturaleza como la fuerza primigenia de la vida y demostración de la existencia de Dios: "Dios está en el paisaje, abierto, omnipotente,/ surgiendo desde el hondo clamor de la montaña/ rodando con el blanco rodar de la vertiente,/ ¡Todo el rumor del mundo va cantando en su entraña!".
Ese mismo estremecimiento le produce el mundo del hombre avasallado por la dureza del odio y la falta de piedad: "Canta, joven rabino,/ de pie en la sinagoga más antigua del mundo.// Canta: que duela bajo la piel la cifra/ de los tatuados por las hordas bárbaras/ y sangren en los muros/ los nombres de los sacrificados/ incontables como arenas del mar". O la visión del niño suplementero dormido: "Sobre el césped, tendido,/ bajo el cielo exultante de arreboles,/ entre los Tribunales de Justicia/ y la Casa de los Legisladores,/ el pequeño rapaz suplementero,/ cansado de vocear los diarios de la tarde,/ con ellos por almohada, se ha dormido.// [...] // yo quisiera adentrarme por su sueño:/ Doradas galerías, luminosos anillos,/ hacia mundos de azul omnipotente/ saltando del violeta hacia el topacio,/ del rojo al amarillo,/ [...] No hagáis ruido. Aún no ha despertado./ Dejémoslo en su sueño sumergido./ Acaso él es el único que está despierto/ y quienes lo miramos, caminamos dormidos".