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Pohlhammer como antipoeta
VÍRGENES DE CHILE /
Ediciones Bordura, Santiago 2007, 57 páginas
Por Ignacio Valente
Revista de Libros de El Mercurio. Domingo 20 de mayo de 2007
Hace unos veinte años, Erick Pohlhammer alegró el panorama de la poesía chilena con sus aires coloquiales que se movían entre lo juguetón y lo naif. Hoy retorna con unos versos que no desdicen de su desempeño inicial.
Las "Vírgenes" del título (advocaciones varias de la Virgen María) son más bien un pretexto literario: son los nombres de un interlocutor vagamente sagrado que preside cada poema, y con quien el hablante puede dialogar en forma de petición, puesto que estos poemas no podrían escribirse en tercera persona ni ser monólogos en primera. Así desde el primer texto, dirigido a la Virgen de Lo Vásquez, donde el poeta se deja caer sin retórica alguna, con más simpatía que profundidad, y con un buen humor a costa de sí mismo: "Seré franco contigo / Para llegar hasta aquí / Hasta tu luminiscente presencia / Me arrastré arrodillado por la quemante carretera / Aunque sólo a lo largo de cincuenta metros / A lo más sesenta / Y con las rodilleras de arquero que uso para jugar a la pelota los domingos".
En seguida Pohlhammer agarra el hilo de su recurso principal: la enumeración caótica, o sucesión de elementos heterogéneos que en su misma discontinuidad intentan asir un sentido poético: "Haz que nos salvemos todos sin excepciones / Los médicos alópatas y los médicos naturópatas / El rey de Rusia y la reina de Inglaterra / Los profesores de ciencias naturales / Los jurisconsultos argentinos / Los pescadores de merluza y de jurel / Los redactores de anuarios farmacéuticos"...
El procedimiento recuerda obviamente a Eduardo Anguita: "Nuestro Señor Jesucristo subió al Calvario por el Chico Molina / Murió exclusivamente por la señora Hortensia / Por los caldeos por los intermediarios los soberbios los jordanos los Meneses los ejecutivos...". Y cuando se enumeran nombres propios o títulos, el precedente inmediato es Parra: "Acepto cualquier cargo / Conservador de Bienes Raíces / Director General de Bibliotecas / Director de Correos y Telégrafos... Así Pohlhammer: "Murió Doménico Modugno Murió Pedro Aguirre Cerda / Murió Isabel la Católica / Murieron Parménides Heráclito Sócrates", y más nombres hasta donde se quiera. Incluso las enumeraciones autobiográficas de nuestro autor siguen el mismo modelo parriano: "Tengo treinta años mi signo es Sagitario por desidia no me he inscrito en el Registro Electoral / Conozco bien la diferencia entre estambres y pistilos / Nunca me he casado"...
Usar la enumeración caótica como recurso dominante es un visible exceso; pero no por eso resulta menos hábil ni expresivo ni refrescante, y sus modulaciones sintácticas y conceptuales son variadas. Espero, sí, que el poeta sea capaz de superar este parámetro casi único en favor de la diversidad.
Pero, más allá de ese recurso, es toda la escritura de Pohlhammer la que se remonta a Parra: "Tú que caminas acariciando precipicios / Arrastrando tu eterno vestido de novia / Por los despeñaderos y abismos más temidos / Enséñanos a andar por el borde de las tumbas / Que parecen camas que parecen calles / Que parecen muelles mirando el horizonte". O bien: "Ella fingía inocencia ante mí / Yo ignoraba de dónde sacaba la plata / Ella decía que eran ahorros de infancia / Tenía unos muslos color miel de palma"...
Se diría que un influjo tan integral de Parra quita identidad propia a Pohlhammer, y en buena medida ocurre así. Pero debemos reconocerle, no obstante, diversos méritos: su elemento lúdico, su soltura, su espontaneidad, la flexible multiplicación de sus hablantes dramáticos: un padre de familia, un borracho, una monja, una prostituta, un escritor frustrado, un delincuente... También, aquí y allá, escribe versos memorables, como "Recuérdanos que la muerte jamás fracasa". En suma, y a pesar de las serias limitaciones ya mencionadas, hay algo que nos gana en esta poesía: tal vez la gracia ligera y empática de un poeta que no se toma en serio a sí mismo ni a la poesía, ni pretende ser nadie en especial: esa humildad poética, esa leve ironía a expensas de sí mismo, que es hoy un bien escaso dentro del género.