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Presentación de "La muerte de la televisión no será televisada" de Emersson Pérez
Ediciones Filacteria, 2018
Por Felipe Díaz.
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Al leer el poemario de Emersson, tuve el terrible instante de lucidez que nos golpea en medio de una fiesta o de una reunión familiar, el momento en que las fronteras se hacen evidentes frente a aquello que sabemos no nos representa, pero cuya vorágine nos permite, a ratos, reconocernos, sincretizar y, como si se tratara de una anestesia, entender que, nos guste o no, es en la superficie el único lugar en que se pueden alcanzar grados completos de comodidad, el único territorio en que nuestra espina personal adquiere la dimensión de una rosa.
La posición del individuo frente a un mundo que se burla de su propia vanagloria nos obliga a girar la cabeza hacía lo verdaderamente importante, pero ojo, aquí no hay hipocresía ni miradas desentendidas, sino todo lo contrario: Emersson evidencia al ser humano consciente del engaño, que soporta el día a día estoico, sabiéndose asediado en todos los flancos posibles, incluso en lo íntimo. Sobre todo en lo íntimo.
Cuando somos consientes que el sistema está diseñado para robarnos y pervertir todas las áreas en que, como seres humanos, buscamos experimentar la vida, podemos recién intuir lo que sería un respirar en paz, un observar con perspectiva, es decir, lograr la necesaria objetividad que pone en orden las intensidades personales y ajenas, rechazando comparaciones y, por así decirlo, permitiéndonos desenterrar el feto rudimentario que todos llevamos dentro.
Si bien el poemario configura su es estética exagerando el recurso del presente, llevándolo casi a un nivel de distopía, es a través de esa misma densidad en que la luz se hace todavía más evidente, conjurando un dedo gigante que pregunta
¿Y TÚ, QUE VAS A HACER AL RESPECTO?
La urgencia de la recuperación de un sentido humano que priorice la esencia por sobre la proyección, utilizando preguntas, metaforizando paisajes y escenas, mientras se denuncia la terrible costumbre de medir cosas y personas por su grado de utilidad, haciendo evidente la necesidad de la espectrología, hacen de este poemario una llamada de atención; un grito en el desierto, un espejo que nos recordará, en su primera lectura y en las siguientes que, como una buena amiga una vez me dijo, todos podemos ser despreciables, sin que por eso nuestra humanidad nos permita alcanzar cierto grado de perfección.
Biblioteca Pablo Neruda-Parque de la infancia.
Junio 2018.
