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La muerte de la televisión no será televisada es un tránsito
Emersson Pérez, Filacteria, Santiago, 2017.
Por Paola Andrade Cantero
Magíster en Literatura Latinoamericana y poeta.
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Un viaje por la historia de un hablante que al mismo tiempo que narra sus propias mudanzas, hace la voz de una generación que observa impertérrita: “La soledad/de la compañía artificial/Profunda crítica/una falsa variedad…”
En las páginas de este libro hallamos la peculiaridad de un “adelantado voyeur”, persecutor de cierta ontología esencial y también la revisión de la jamás trivial dicotomía Realidad-Ficción. Tarea que aunque pesada: “Tenemos la manía de mirar hacia adentro”
El poema expresado en este libro plantea una tarea, un desafío desde la introspección poética como ejercicio vital, como acción artística y un profundo anhelo de ser/hacer poesía social. Es la actualización de alguna deuda de los hijos de cierta generación perdida quizá, el deseo de hablar por otros que no lo hicieron, aunque si bien: “Los niños crecen, pero no por eso dejan de ser niños.” La puericia persistente los ampara.
Por cierto, es una poesía muy racional, valdría acaso bajar el termómetro de seriedad. No obstante ello, la performance que realiza Pérez cuando escribe: “la imagen alcanza su fulgor y la escena muere”, análoga a Lumpérica de Diamela Eltit, justificaría la prosopopeya, la tiesura, la formalidad y la afectación. No es más ni menos que la recreación de un poder intocable, intangible, omnipresente del “Gran hermano”(o hermana) siempre vigilante e ignominioso de la historia. El que emerge en este caso desde la tecnología global más antigua y eficiente: la televisión.
Incluso lo ominoso se hace presente como método posible para hablar de lo inexpresable: “un recientemente muerto, que sacaba fotografías a edificios abandonados. “Todo esto valdrá más que una sopa enfriándose en un velorio con gente desconocida.” “¿Se encuentra un descendiente mirándote en este momento?” El siniestro azar, lo inexpresable se justifican cuando las respuestas incompletas son dadas por la poesía y cuelgan como tesis en el muro de la existencia y en Internet.
Leemos humor inusitado como solaz y excepción de las “noticias simultáneas” cuyo tiempo postrero es la última y esperada tregua: “Una salchicha se recuesta/sensualmente en su pan.”
Sobre todo hay belleza en medio de estos versos que recrean las calles sombrías de las redes sociales: “la mirada hacia los zapatos/como buscando una cadena invisible/ con las manos atrás.”
En este libro el poeta descarga su metralleta liberadora, escribe por y para el “otro/a” y hace el necesario efecto fotográfico del cronista de una época. Y del mismo modo como interpela al lector, pregunto: poeta estamos ¿Satisfecho?...