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Reeditan «Fulgor y Muerte de Joaquín Murieta» la obra de teatro preparada por Neruda
Por Felipe Poblete Rivera
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La reciente reedición de “Fulgor y Muerte de Joaquín Murieta” (Ediciones de la Fundación Pablo Neruda, 2017), vuelve a poner en circulación la única obra de teatro escrita por Pablo Neruda (1904-1973) al tiempo que celebra el cincuentenario de la publicación original, editada en Zig-Zag, la cual fuera proyectada por Mauricio Amster (1907-1980). Los vínculos de Neruda con el teatro, no obstante, no arrancan con esta publicación, sino que se evidencian con un referente ineludible cuatro años antes, cuando fuera publicada una traducción que preparó de la tragedia shakesperiana «Romeo y Julieta» (1597), precisamente para celebrar el cuarto centenario del dramaturgo. Con todo, se trata de un trabajo de escritura en donde, una vez más, la voz poética de Neruda es reconocida a través de su característica intensidad y su acostumbrada pasión erótica, de vitalidad dinámica y pasión febril a un tiempo.
Al interior de esta singular obra percibimos un devenir verbal –si la leemos, claro, pues la otra opción sería presenciar la puesta en escena– en que no es difícil reconocer un fuertísimo flujo lírico, a cada momento, no sólo por la inclusión de numerosas canciones, debidamente compuestas en octosílabos, sino también en los propios parlamentos, que suelen estar dotados de numerosas rimas internas y cadencias musicales simples, pero sobre todo la presencia del coro, a la manera de las clásicas obras del antiguo teatro helénico, que le comporta un fondo trágico a la obra en su conjunto.
Sumado a eso, el mismo autor afirma que también esta obra “quiere ser un melodrama, una ópera y una pantomima” (19), y aquella atmósfera de combinaciones le comporta una genuina condición grotesca, vale decir, de mezcla de dominios, aunque también son idiomas los alternados, y los tiempos históricos, los metros verbales, el verso y la prosa, el canto y la palabra.
Puesta en escena de Fulgor y muerte de Joaquín Murieta
Evitando realizar una comparación vacía, sino más bien para tratar de dar una imagen, los personajes Adalberto y Tresdedos poseen características que también posee aquel par que espera a Godot, personajes arrojados al mundo del escenario, y aunque llenos de vitalidad y entusiasmo (partiendo por la premisa de viajar desde Chile a California), están encadenados al fondo trágico de la obra, de “mucho patetismo, pero patetismo andrajoso, lindando con lo grotesco” (19). Existen la crítica al ámbito burocrático[1]; la construcción de un fragmentado panorama verbal de paisajes del Chile profundo: Angol, Tocopilla y Quillota, Copiapó, Nacimiento, el Bío-Bío y Renaico, Perquenco, Coquimbo, Melipilla y Valparaíso, entre otras locaciones, como si el poeta tratara de colonizar el espacio californiano a través de la mención de ámbitos de la provincia profunda; después de todo, el lenguaje genera realidad, exclama Neruda: “viva Chile mi hermosura!” (9).
Reconocemos en la obra, también, la ironía y la denuncia social, por cuanto el vate consigue equilibrar en una misma unidad operática, el contar y el cantar, dando continuidad a ciertos caprichos verbales suyos, como la utilización de los signos de exclamación e interrogación solamente al final; aunque más importante que ese –mero aspecto formal– está la presencia del propio Neruda en la obra, en la forma de “La voz del poeta” en algunas secciones de la historia. Historia, sí, porque se construye, “entre sombras y hechos” (15) a este bandido chileno, como puntualiza el poeta en la antecedencia (especie de prólogo del libro). En aquella también explica que Joaquín Murieta “tenía que nacer de nuevo” (15), y esa es la labor que se autoencarga Neruda realizando esta obra interesantísima y potente.
Reúne seis cuadros toda la acción de la obra, a saber: “La partida”, “La travesía y la boda”, “El Fandango”, “Los galgos y la muerte de Teresa”, “Fulgor de Joaquín” y “Muerte de Murieta” (23). Breves títulos que anuncia una voluntad lírica más que únicamente nominativa, en especial los dos últimos, contribuyendo a una amplitud de la leyenda del bandido. Por lo mismo Neruda anuncia, al iniciar su antecedencia, que “el fantasma de Joaquín Murieta recorre aún las Californias” (15), parafraseando al famoso manifiesto de Marx y Engels.
Portada de la primera edición
Atendiendo el asunto de la reedición, muy valiosa: primero porque vuelve a poner en circulación entre las nuevas generaciones de lectores un libro que resultaba dificilísimo de adquirir incluso en las librerías de viejos, y no hablo de la primera edición –una joya bibliográfica de medio siglo ya– sino una de las ediciones más corrientes, como la editada a través de DeBolsillo hace casi quince años[2]. Además promueve la multiplicidad de la obra nerudiana, más todavía para este trabajo de dramaturgia que acaso por motivos de géneros y clasificaciones, ha perdido la oportunidad de integrar muchas recopilaciones y antologías, siendo que en el libro encontramos poemas, propiamente tal; y no hablo simplemente de canciones (84-85), que las hay, también de sonetos (69) y algunos parlamentos que son especialmente líricos, como el denominado “Diálogo amoroso” (37-39), el cual integra, a partir de su segunda edición (1964) la antología «Todo el amor», aunque como parte del libro «La barcarola» (1967), donde está incorporado a su vez.
Tratando ahora al libro en tanto producto material y editorial: posee las características formales de la colección Cátedra Neruda, en donde está incluido otro libro del autor escasa difusión: «tentativa del hombre infinito» (que encima fue omitido en el listado de la solapa), además de los estudios «Mujer y geografía en La espada encendida» (de Brenda Müller) y «Alturas de Macchu Picchu como hecho musical» (de Federico Eisner). Anexa valioso material iconográfico y documental: algunas fotografías de la puesta en escena, producida por ITUCH y dirigida por Pedro Orthous y mundialmente estrenada el 14 de octubre de 1967 en la sala Antonio Varas en Santiago de Chile, como también algunas fotografías de puestas en escena realizadas por Europa.
Al mismo tiempo, el libro posee un claro e informativo prólogo (5-7), preparado por Darío Oses (1949), en que se avisa sobre la inclusión de textos que no estuvieron incorporados en la primera edición –la cual sirvió de base a la presente– pero que en 1973 fueron integrados por el propio autor a la obra, incluida en la cuarta edición de las Obras completas (editadas por Losada); aquellos textos, han sido debidamente remarcados mediante el uso de otra tipografía, lo que en términos visuales no interfiere negativamente en la lectura y, de paso, favorece a la riqueza de esta obra editorial.
Sin embargo, esta valiosa y atractiva reedición incorpora bastantes erratas ortográficas, lo que es siempre muy lamentable, además de algunas irregularidades de diseño editorial, las cuales pueden pasar desapercibidas[3], sin afectar la compresión de la lectura. Solamente agregar que, con todo, lo importante es que este trabajo tan anómalo de Neruda, con caracteres que recuerdan no sólo al teatro épico de Bertolt Brecht (1898-1956) sino incluso a su propio “Estravagario” (1958), se encuentra una vez más disponible.
Verano 2017-2018
Notas
[1] Cuestión que en la obra nerudiana tiene un marcado inicio con el ciclo de las Residencias, con el poema “Desespediente”, escrito en Buenos Aires por los años 1933-34, mientras ejercía un cargo consular en ese país.
[2] En 2003, se presentó el resultado bibliográfico del proyecto editorial que comprendió la reedición, en veinticinco volúmenes independientes (ilustrados con fotografías de las caracolas del poeta), de casi la totalidad de sus libros, acopiados anteriormente en los cinco volúmenes de obras completas editados a través de Galaxia Gutenberg – Círculo de Lectores.
[3] Como la irregularidad de la utilización de “solo” (en tanto solamente” e igualmente “sólo”; cierto descuido en el uso de mayúsculas; la omisión, en el índice final, de los seis cuadros, así como del índice de la primera edición (13), en el que tampoco viene contemplado el Apéndice (87-105).