Recuerdo un recital de poesía en el Instituto Chileno Norteamericano en el invierno del 79. Leían Armando Rubio, Erick Pohlhammer y alguien más de quien no retengo más que el fantasma. Pohlhammer tenía que irse temprano, así es que se especificó que leería antes. Creo que esto influyó en la extrañeza de la situación, el hecho es que mientras él leía sus textos en la sala se iba acrecentando una atmósfera como de perplejidad y distancia. Al terminar la lectura nadie aplaudió y Erick, que andaba con una parka azul, avanzó entre la gente y se fue con destino desconocido.
Se entenderá que en estas ocasiones la poesía mediocre o estrictamente convencional o muy latera siempre es apostillada con algunos aplausos de cortesía por parte del público. La falta de aplauso en este caso significaba que algo había pasado entre el poeta y sus auditores, algo producido por sus palabras: una frecuencia de entendimiento que hubiera sido muy ridículo expresar por medio de ruido de manos.
Me acordé de este episodio leyendo el último libro de Pohlhammer, Vírgenes de Chile. Es una especie de maravilla de poesía directa, sin recovecos. Creo que Pohlhammer ha hecho suya en términos prácticos la afirmación de Pound sobre la poesía: news that remain new, noticias que permanecen nuevas.
Me cuesta mucho decir en qué sentido la poesía de ese libro es mejor que las toneladas que se publican anualmente. Experimento una resistencia a la explicación en este rubro, en la medida en que las explicaciones, confrontadas a este tipo específico de belleza literaria son muy parecidas a los aplausos: casi innecesarias, ornamentales y formales.
En el ejercicio de la poesía la libertad es paralizante, pero inevitable como una prueba de fuego y de agua. Al escribir se tiene al frente la hoja o la pantalla en blanco y nada más: no corren en este trance ni el consejo de los Phd, ni las normativas de los clásicos, ni los decálogos de los incendiarios. Lo único que hay es ese rumor de palabras oscilantes que vienen con un eco de onda corta. Da lo mismo, para invocar las voces, si uno es poeta famoso o anónimo.
Resulta más fácil adscribir a algún movimiento o partido poético donde nos digan cómo hacer las cosas, sólo que por
esa vía lo más probable es que se generen palabras muertas. Pohlhammer escribe poesía con la libertad de su lado. Es esa su ventaja. No le importa si es romántico, o barroco, o chileno o gringo. Escribe a una distancia exacta de la experiencia, sin alejarse nunca.
La palabra "cerúleo" ha sido una de sus divisas. No creo que le guste particularmente, pero ha logrado crearle a esa palabra y a otras parecidas un contexto de naturalidad. Por otro lado, puede transformar en un verso la expresión "Estadio Regional de Antofagasta", la que desde luego constituye un endecasílabo. Leído en un diario, "Estadio Regional de Antofagasta" es un enunciado informativo. Leído en un poema de Pohlhammer se transforma en la evocación de una realidad polvorienta, lejana o desaparecida.
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Vírgenes de Chile, Ediciones Bordura, 2007
Por Roberto Merino
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 7 de octubre de 2007