La poeta número uno en orden de aparición de este atlas es la señorita Gémina Ahumada, quien escribe con increíble sentimiento de culpa: "Creo que todos somos culpables/ desde la viejecita que amasa pan/ hasta el tirano que se lo come".
Alejandra Basoalto crea poesía anecdótica, intimista, idiomáticamente férrea, pero tacaña como revelación, exceptuando su conocido y buen poema "Mujer 6" (voces para un hombre de humo): 'Tú me crees/ la incrustada/ la mujer/ sin brazos/ la que llora/ Me quieres silenciosa/ clausurada/ pero yo soy la mujer que grita/ y no se guarda/ la que recorre la casa/ encendiendo luces/ la exploración/ la dadora y la avara (...)".
Carmen Berenguer saca de quicio con su oscurantismo confuso: "Esos lazos y la luna/ parte de ella/ el lado oscuro/ un codo duro en el otro lado". En cambio, adviértase lo abierto que es este cerrado terceto: "Todos hablan de persecuciones/ A mí no me persigue nadie. Ni un enamorado. Me sigue". El paralelismo socio-amoroso, notable. Un genuino poema de antología.
Como objetivo, este libro puede decorar una suntuosa biblioteca o una mesa de vidrio de living-room. Es una especie de manual de turismo para transitar por la poesía femenina chilena: empaste cuché satinado, portada a todo color, fotografías de trenes, árboles nativos, baobabs, langostas hiperrealistas, niñitas balanceándose en plazas públicas y una fotografía del rostro lustroso y fotogénico de cada una de las poetas selectas. Lo decimos, porque últimamente los libros de poesía están cumpliendo asimismo esas funciones decorativas como añadidura.
Eugenia Brito clausura cosmogonías, mágicas y extrañas, cargadas de envolvente soplo mítico. Buena poesía. De la mejor del grupo: "Huir del útero y sus multiplicaciones/ El espíritu sopla sobre las aguas/ A mi me dejaron una gran piedra redonda en el estómago (El espíritu sopla sobre las aguas)". Hay estadios en que esta poesía neosimbólica alcanza relámpagos de preciosas iluminaciones.
Teresa Calderón, otra luz. Puro silencio interior, sereno, reflexivo: "Y mañana: qué será de mañana de los rostros que inventé para buscarme,/ y las palabras que no pude imaginar/ en mi presencia (...) y mañana/ qué será de la lluvia que entibiaba/ los manzanos/ a la vuelta de los ojos/ ¿Será la vida tal vez un crepúsculo infinito, y la calle un inmenso espejo inmóvil?".
La cita de Marguerite Yourcenar que Delia Domínguez, prologuista, usa de epígrafe, revela una constancia en esta muestra de poesía de la mujer: "Existe en nosotros algo mejor que un amor: una complicidad". Porque en esta antología femenina el motivo amoroso brilla por su ausencia, y cuando brilla a ratos por su presencia es opacado con una mirada herida como en el poema antes citado de Alejandra Basoalto. Lo que no se capta es la complicidad que trascendería este desencanto, desinterés o indiferencia hacia el amor.
Rosanna Byrne, fluida poesía entre infantil y mágica, iluminada de sueños y libertad: "su pasatiempo era coleccionar muñecas, muñecas antiguas de loza, articuladas, de cabello natural (...) en un viaje por barco, divisó una isla que le pareció el lugar donde poder terminar sus días, a su regreso lo vendió todo, menos las enredaderas, y con el dinero emprendió el viaje de su sueño". Bella poesía de atmósfera surrealista.
Inge Corssen tiene un verso descollante: ("Calcáreas osamentas repujan los espejos de sándalo"). Lo demás, ¡un bostezo! Debería trabajar más por esa línea clásica, rica en ritmo y tímpano.
Soledad Fariña, otra voz oíble y cautivadora, llena de ruido, entre telúrica y metafísica: "Muge la tierra el ocre el terracota el gris el negro/ abrir la axila, hay una herida inmensa volcán". Ojo con Fariña.
Astrid Fugellie intenta interpretar el aullido de América y Chile: "Deberé encontrar algún lugar en la memoria,/ la que me resguardó en el principio inmenso/ de tus ojos/ respirando la calma aparente de los lobos/ y los brazos/ y los brozales. Tiquitiquití, tiquitiquitá.
Verónica Zondek cierra la antología con una poesía que habla desde el subconsciente y que debe leerse desde el subconsciente, salpicada de imágenes, cubos inconexos, íconos rotos; limita (en la línea de Octavio Paz) la función lingüística a dimanar connotaciones: "En el oráculo/ en la danza y bajo la arena/ RECLINO EL CUERPO PROPIO EN EL FUTURO OTRO/ El toro acecha/ PROMETE EL LUMINOSO/ LOS MUERTOS ENCANDILAN".
Englobando, los mejores poemas de este libro están oficiosamente cimentados sobre una conciencia idiomática indesmentible y una actitud oblicua, mordaz y crítica con respecto al orden social, y moderadamente escéptica en relación al amor y a la vida.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com LA MUJER EN LA POESIA CHILENA DE LOS '80
Inge Corssen, Editora. Santiago, 1987. 121 páginas.
Por Erick Pohlhammer
Publicado en APSI, N°234, enero de 1988