Había andado bien durante la semana en los ensayos de los entrenamientos, las había mandado todas adentro, por eso don Mirko me dijo en los camarines, a una hora de entrar a la cancha: "Si definen a penales vas tú". Se me revolvió el estómago. Fui al baño. Desde que la cara del bondadoso Josic me miró, franca y amistosa, confiada en mí, diciéndome ese "vas tú" como una vez cuando mi padre me dejó cuidando a mi hermanita menor y se me cayó de los brazos quebrándose la cabeza, mi cuerpo empezó a ponerse gelatinoso, blando, las piernas ya no estaban sólidas, una desagradable sensación de hiel me subía a la boca con el aliento.
Me sentía seguro de mi técnica, pero no sé cómo, desde que entendí el peso de mi responsabilidad, no me pude quitar de la cabeza que estábamos destinados a empatar con Cruzeiro, y otra vez, como con Botafogo, los brasileños, que son mamas para los penales, nos mandaban al infierno, porque a Hugo Rubio se la atajaban allá abajo, donde él sabe ponerlas, pegada al vertical. Es idiota, pero cuando se me mete un miedo a la cabeza, no me lo puedo arrancar, como las espinitas de las tunas.
No me sorprendió el cero a cero. Hubiera hecho lo que hubiera hecho habríamos empatado igual. Eso nadie lo entiende. Yo sólo quería que llegara pronto mi turno. El estadio era un hormiguero. No debí mirarlo. Uno se siente chiquitito. Miré en el marcador las palabras Colo Colo 0 Cruzeiro 0: brillaban blancas como una película. De repente sentí que todo era una película donde nada importaba nada. Me dio sueño y estaba relajado e insensible. No sentí nada cuando Peralta le tiró la pelota al cuerpo al arquero brasileño. Sólo sabía que íbamos dos a dos, y que el próximo ejecutante era Hugo Rubio.
El arco se veía más chico que en los entrenamientos. Tomé cinco metros de distancia del balón. Había una champa de pasto cerca de ella. Quizás en ésa se resbaló Peralta, pensé. Debí haber ido a arrancarla de cuajo.
La gente ve el pasto como una alfombra lisa desde arriba. Está lleno de hoyos, champas, relieves, barrosidades. Y eso influye mucho en la mente. Porque ¿qué pasa si uno la tira rasante la pelota y ésta da en el canto de un hoyito y rebota, arbitraria, hacia donde se le antoja?
Todo el rato el notable arquero brasileño me había estado mirando fijo a los ojos. Uno anuncia el lado, sin darse cuenta, más que con la postura del cuerpo, con el movimiento de los globos oculares. Decidí no entrar a la guerra de las miradas. El se daba cuenta de que el más nervioso era Hugo Rubio; iba a perder.
Pasan siglos por la mente en quince segundos.
Yo sabía que él sabía que a Hugo Rubio le gustaba tocarla con borde interno del pie, rasante y potente, al lado izquierdo del arquero. Lo había leído en la revista Minuto 90. Pero él sabía a su vez que yo sabía que el sabía eso, y ahí estaba mi duda, si romperle el esquema y mandarla ahí donde él sabía que yo la mando o hacer lo obvio: mandarla al otro costado.
Me sentí seguro de repente. De nuevo los muslos estaban duros. Sólo que algo rígidos. Me molestó ver de nuevo la champa, era mucho más grande de lo que parecía al principio.
Si hubiera una técnica sicológica para no pensar tanta cosa...
Pero tampoco no se puede pensar nada...
Claro que ya era hora de no pensar más... El juez había hecho sonar el silbato.
Mientras corría se me cruzó el penal que Caszely perdió ante Austria, y del sicoanálisis de dos años que se había hecho para borrarse el dolor en el pecho. Fue una imagen no más. Como un relámpago. Yo seguía corriendo, no veía nada, no la iba a tirar rasante, le iba a dar con todo...
De repente veo y la pelota va a dos metros sobre el travesaño, en dirección a un inmenso hoyo negro.
Han pasado varios días. La tristeza se ha ido pasando. Lo que no me puedo quitar de encima es la cara amistosa de don Mirko diciéndome en el camarín: "Si definen a penales vas tu". Lo que no me explico es por qué la tiré a reventar. Toda la semana había practicado a darle rasante, con conciencia y exactitud. ¿Fue el miedo a que me la desviara la champa?
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Monólogo del penal farreado por Hugo Rubio ante Cruzeiro.
Por Erick Pohlhammer.
Publicado en APSI, N° 401, 21 de octubre al 3 de noviembre 1991