Cuando el cuerpo es el cuerpo lo que comunica, cuando el cuerpo es una marca sobre la ciudad.
“Dramas Pobres” Fanzine de Claudia Rodríguez.
Por Eugenia Prado Bassi
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Un travesti parado en un esquina, prostituta o no, un travesti parado en un esquina, en cualquier momento del día, interrumpe los flujos de la normalidad perversa que habita la ciudad. Su imagen da miedo, insulta, provocando la mirada o el desdén de muchos de los habitantes de la falsa norma.
Aun cuando cada día nos parezcan más inútiles las categorías binarias de sexualidad, puesto que está claro –al menos para algunos–, que no somos lo uno o lo otro, hombres o mujeres, tampoco cadenas reproductivas que sustentan el modelo, sino quienes lo cuestionan y lo conflictuan. Un mosaico fluido de identidades.
En su crónica, “Marcha por la educación shilena”, Claudia Rodríguez apunta directo cuando describe su participación, junto a otras travestis, en una marcha en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile. Cito: “Si no supimos escribir cartas de amor, fue porque la educación no fue hecha para saber de todo el mundo”. Porque pese a la intensidad de un malestar generalizado frente a esta cultura neoliberal de lo horrible, a pesar de los movimientos sociales, las valiosas marchas de los estudiantes y de las extendidas redes sociales, aun existen cercos muy duros de correr para las ideas de este colectivo que define un “nosotros”, afectado y furioso por construir un universo más grande, o tal vez, más pequeño.
Si ponemos atención a las múltiples señales de esta máquina de acoples y desencajes que es el mundo. Si nos detenemos en el malestar frente a la violencia y el maltrato que opera sobre algunos cuerpos minoritarios, constatamos que sumando lo micro, las micropolíticas, las territorialidades es posible pensar un mundo menos peligroso y cruel. Cito: “Una no cree, una no se imagina que sin nuestro amor, el mundo sería más caro. Una no se imagina que el uso de nuestra piel es una fuerza laboral… Para las travestis reales, el estado no puede existir".
Pero antes, debemos reconocer la sistemática negación que se hace de los cuerpos diversos y que, contra la norma o a pesar de ella, existen en sus particularidades. Cito: “Ensuciarme de droga y aunque me duela la muela masticar chicle con sabor a mora y pensar en el este que se fue con mi plata. Enfermarme de rabia y perder la memoria y volver al departamento a pagar las cuentas, y comprar más maquillaje para tapar la pena de llevar a cuesta este misterio”. Debemos reconocernos ya no como sujetos incómodos sino como cuerpos-mentes-individuales que se suman al entramado. De lo contrario, seguiremos pegados en una repetición de tics aborrecibles, fascismos, clasismos, machismos que debieran ser desmantelados de los actuales imaginarios colectivos. Cito: “Debimos oír a los estudiantes discriminados por el modelo económico gritar insultos… –Maricón feo!!, como si la belleza legitimara algún derecho humano… –Maraco!! Como si las relaciones sexuales del estudiantado fueran implacablemente monógamas y reproductivas… Fuimos violentadas por dichos de estudiantes… que no hicieron más que reflejar su mundo imposible… inundados de inquisición, fascismo y clasismo”.
Hoy, en pleno siglo XXI, Claudia Rodríguez escribe desde la biografía, la crónica personal, la calle, construyendo rebeldías. Su lugar no permite medias tintas. No está separado, ni lejos del mundo. Desde sus propios excesos, sus desbordes, a través de palabras agudas, inteligentes y mordaces, ella es ese cuerpo/texto otra en el mundo. Un cuerpo que se instala como sujeto teatral. Su estrategia es ese cuerpo/texto que circula y se extiende hacia otras, otros, travestis, homosexuales, mujeres, mujeres pobres, señalando su identidad y pertenencia a los géneros minoritarios. Cito: “Él se enamoró de mí por mi éxito en el mercado negro, por los animales muertos que vendo en trozos de cuero, carne y huesos. Yo la travesti, el peor de los negocios, me enamoré del peor de los atorrantes del cementerio”. Su cosmética no necesita explicación.
Pienso en El lugar sin límites de José Donoso. En la Manuela travesti, dueña del prostíbulo del pueblo El Olivo, y en la Japonesita, su hija. En las vidas de estas mujeres, que de manera cruda retrata la miseria de los pueblos olvidados y las precarias formas de ganarse la vida. Allí, el campo, los aislamientos, la violencia física y simbólica focalizada en el personaje travesti. Cito: “…Pancho se acercó para tratar de besarla y abrazarla riéndose a carcajadas de esta loca patuleca, de este maricón arrugado como una pasa, gritando que sí, mi alma, que ahora sí que iba a comenzar la fiesta de veras…” En esta novela corta, Donoso articula de manera magistral la figura del travesti, su devenir. Lo hace desde una actitud reservada, discreta, (sin olvidar que el libro se publicó en 1966). El lugar sin límites es una novela queer, fronteriza, recargada de imágenes, en que el autor configura un universo visual, híbrido y trasgresor que cuestiona las prácticas sexuales, construyendo hablas y vida (real) en sus personajes.
Dramas Pobres, atraviesa los paisajes cotidianos y/o marginales donde la precariedad y la pobreza dan sentido a su habla periférica. Su escritura es riesgosa, cruda, Claudia Rodríguez elabora, tuerce y a la vez nos conecta con espacios emocionales y de resistencia. El folletín, la cita, el melodrama, abundan. Su lengua filuda se apropia del lugar de lo horrible. Lo monstruoso es una clave, su estética y su poética. Cito: “…más monstruoso que la historia de mi cuerpo, que la entrada y salida de silicona y agujas de mi piel”.
Pienso en la niñez. En cuáles serían las vestimentas de Claudia, sus ropajes, buscando ser y estar con niños y niñas desde su género otro, sin pares. Cito: “Como siempre a la sombra… del seductor traje… de la Monroe… mi cuerpo subalterno… la copia de la copia”. Pienso en las diversas formas de crueldad de los niños, en las expulsiones que te obligan a construir identidad. Su escritura brilla entre la ternura, la melancolía y la subversión. Cito: “Las primeras veces que besé, fue cuando jugué con mi vecino a las historias de amor. Fue un juego a escondidas. Un secreto mortal entre nosotros. Yo era su mujer y nos besamos como en las novelas de la Lupita Ferrer… hasta que la madre de él, horrorizada, me acuso de ser yo quien forzó a su hijo… y él por supuesto, nunca dijo que mi corazón era su juguete[…] Santiago nos une y nos separa… Nunca nada fue igual en las mismas calles…”
¿Qué figura adoptar? ¿Cómo, la impostura de la voz? Cito: “Cuando vi morir a King Kong supe que era a mí a quien la industria estaba matando, no se puede ser tan grande, tan fea y vivir en el centro de la ciudad”. ¿Cuáles y cuántos serían los intentos que definen una estrategia? Cito: “Soy de esas locas Estuardas, que entre tantos amores y orgasmos no puede decir que vive, si cada cierto tiempo, no se pone en riesgo de muerte”.Finalmente, ¿cómo se es recibida por los otros y el mundo como quisiéramos, con respeto, empatía, amor? Un temperamento, un ánimo, instala la diferencia. Cito: “Desde niña poseo una salud que esquiva la costumbre, que me hace desaparecer […] tiendo a repetir pensamientos y frases inconexas […] Santiago es más antiguo que todas nosotras”. Allí, me acoplo a su lengua punzante. Cito: “…Dicen que no se contar historias y desde que me diagnosticaron de incomprensible, enmudecieron la ciudad que llevo dentro… y es que no me alcanzan las letras unidas para decir que la ciudad se mueve”.
En “Cartas de amor de una travesti a un rufián”, suhabla es la lengua, el paladar sus cicatrices. Cito: “¡Ola po rusio rico! Espero que te acordí de mi, yo soy la del mote con guesillo. ¡Tení bonita sonrisa! Te escribo este papelito pa que te acordí que me dijiste que eari guena onda y que siempre pasabai por el carro… mira que me están cobrando a mí el consumo […] Alomejor me voi al campo a recoger flores. No volvai a venir gueón que no me gusta ver que llorai por culpa mia. Chaito no más con vo […] –Recibo todas las semanas tus mandados que me sirven harto y te lo agradezco Rusio. La cagaste pa ser buena gente con una. Mi mamá te lo agradece tanto. ¡Ya me falta menos! […] Sabí que el otro día fui al cementerio y le pase a dejar flores a tu mamá ¡porsiaca! No te pasí rollo”.
Pero ojo, Claudia Rodríguez no es una mujer ingenua, es militante subversiva, activista política, lectora y estudiante universitaria. Una fiera que a lo largo de más de dos décadas ha aprendido a defenderse y con ello situar las hablas colectivas de otras travestis “que no saben defenderse porque no saben leer ni escribir” un habla subalterna que produce marcas sobre otras con sus letras obscenas, no solo por lo sexual, sino por la carga apasionada y violenta que contienen sus textos.
Claudia Rodríguez, travesti, se articula como una estrategia no solo poética y literaria que problematiza el acceso de las transexuales, las otras, al sistema del poder/saber, sino también performática y teatral. Sus textos son de una belleza extraña, fusión de melodramas y de citas. En ellos habita la desilusión, el desencanto y una punzante ironía. Cito: “Una loca dijo; Ser travesti es ser degenerada como los hombres, estar dispuestas a todo pero en secreto… Ser travesti, es ser una muñeca para los hombres que odian a las mujeres”.
Cuando pienso en la escritura de Claudia Rodríguez, no puedo separar sus partes. Veo su cuerpo teatralizado, su inteligencia aguda y una gran sensibilidad. Me parece que no es posible pensar en ella sin aceptar sus juegos. En 2+2=22 Claudia escribe: “El otro día me comí a un individuo. Después de torturarlo. Con la plata que le robé me compré tintura pal pelo, un cepillo de dientes y un nuevo libro con otras teorías para ahogar el hambre... mañana martes hay feria”. Ser cómplice de esos lugares donde se activan las múltiples capas, donde la escritura es una falta que cruza la herida y que sofoca sin más, brutal. Una herida que cruza y nos atraviesa. Cito: “El cirujano me agarró y zurció todo junto, el cartílago, los nervios y la piel de mi nariz. Ahora me río y me duele la cara toda. Tendré que aprender a reír como la “Monalisa”, haciendo una mueca de felicidad. Antes besaba siempre las cicatrices de mis amantes. Ahora, no sé quién besara las mías”.
Y para terminar…
Decir que cuando me invitaron a presentar Dramas Pobres, dudé: me gusta la idea, pensé, pero no tengo teoría en el cuerpo y además conozco poco del mundo travesti. Decir que fue algo difícil trabajar esta presentación, no por tener dificultades para empatizar con el trabajo de Claudia Rodríguez, todo lo contrario, me acoplo a ella desde el mismísimo enunciado. “Dramas Pobres, es una producción de auto gestión, que desobedece a las omnipresentes industrias culturales… una producción del fracaso, sin editorial”. El problema era que tenía que descartar muchas de las citas de su poética rebelde para no extenderme demasiado. Entonces, decidí hablar de Claudia Rodríguez mujer, militante, escritora, hablar de su actitud, su creatividad, poesía. Mi lugar es desde la complicidad y el afecto. Admiro su inteligencia, su agudeza, así como también siento su cariño.
Febrero 2013