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Allí donde la letra busca dar a luz
Desaparecer, primera novela de Francisco Marín Naritelli

Eugenia Prado Bassi




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Estoy muy contenta de celebrar hoy Desaparecer, primera novela de Francisco Marín Naritelli, y segundo libro suyo que publicamos en Ceibo.

Conocí a Francisco, haciendo el diseño de su libro de ensayo “Las batallas por la Alameda”, (Ceibo, 2014). Nos vimos un par de veces para revisar las pruebas finales. Hablamos de sus proyectos literarios. Compartimos libros de narrativa y leímos fragmentos de su poesía. Hablamos de sus ganas de escribir, de lo que sucede cuando el gesto se vuelve una pulsión irresistible y estuvimos de acuerdo que cuando la escritura se instala ya no suelta. Las palabras nos permiten construir el mundo, a través de ellas aprendemos a entendernos o a no entendernos.

Francisco es periodista y profesor universitario, un escritor joven, con un sólido proyecto literario y una prolífica producción. Es autor de libros de ensayo, poesía y otros textos y proyectos en proceso.

Me habló de su novela “Desaparecer” y me pidió que fuera su editora. Quería trabajar un libro con imágenes y que sus textos dialogaran con lo visual. Le propuse que leyéramos juntos y durante algunos meses trabajamos la edición, los personajes, los diálogos, las escenas, el estilo. Francisco siguió de cerca la diagramación del texto y el trabajo con las imágenes. Si les digo todo esto es porque me interesa partir hablando del autor, no siempre tenemos la suerte de conocer personalmente a los escritores o de participar en el proceso de creación de sus textos, y este fue un proceso de aprendizaje mútuo, un camino creativo que nos permitió cultivar y consolidar una amistad literaria.

Fernando es el personaje principal de esta novela. Un joven periodista y profesor universitario que en sus recorridos por la ciudad de Santiago, en medio del frío, de la noche y del abandono, transita por los oscuros pasajes de una modernidad en ruinas. Sus reflexiones y pensamientos solo tienen cabida en el terreno de la ficción –nos dice el autor. Allí, donde la letra busca dar a luz, Francisco da vida y libertad a su personaje, para divagar sobre temas que lo obsesionan.

Santiago es el reflejo de una pérdida. Nos dice su autor. Porque en medio de los monumentales edificios y las grúas, en medio de la vorágine de la vida moderna, en Santiago nada persiste y se irá borrando todo indicio de pasado.

Tres mujeres acompañan a Fernando en este recorrido por la palabra: Claudia, que ya no está; Eugenia, una tarotista a la que acude buscando respuesta y Loreto, amiga y amante, que comparte con un amigo común. Casi al final del libro, nos encontramos con tres cartas, la primera de Fernando que le escribe a Claudia, y nos confirma que ella es real y no un espejismo en la ciudad. En su carta, se develan los problemas típicos de incomunicación entre las parejas. El por qué de las distancias cuando no nos entendemos las mujeres con los hombres. En la segunda carta, Claudia toma la voz del personaje que, hasta el final del texto, no conocíamos, salvo por Fernando y le explica las razones de su desaparición, apelando a una libertad opuesta al asfixiante mercado del amor. La última carta es de Loreto, el personaje más real y presente en esta historia, una compañera con quien puede conversar, pelearse, dormir juntos, hacerse cariño o tener sexo, como lo harían dos enamorados.

El protagonista transita por lugares emblemáticos, menciona los nombres de las calles y avenidas principales, cruza parques, define trayectos y recorridos para entender mejor las formas de habitar la ciudad como si con mencionar esos lugares, quisiera fijar una historia, recordarla y que no desaparezca.

Desaparecer es un libro sobre las pérdidas. Una historia de amor, de dolor y de despojo. Se vive el vértigo de un tiempo que irá dejando espacios vacíos en los malls repletos de gente, en los cines que ya no existen, desplazados por una cultura de la entretención. Al recordar la casa de infancia, Fernando piensa en Claudia que ya no está, Claudia es a la vez, esa casa de infancia y zona de arraigo del amor adolescente.

La casa familiar no existe porque Santiago es el reflejo de una pérdida, porque en medio de los monumentales edificios y las grúas, en medio de la vorágine de la vida moderna, en Santiago nada persiste… Porque Santiago y, por extensión, Chile, es como la casa de Usher: condenada, multiplicándose en su condena, arañándose, inexorable… para ser, finalmente, un montón de escombros, nos dice Francisco.

Dejando una marca del empobrecimiento cultural e intelectual de la gente, vaciando los elementos simbólicos de cualquier carga reflexiva, las huellas del derrumbe, son una alerta frente a lo que nos sucede y nos erosiona.

Cito: El desaparecimiento es la constatación de un obrar ciego… dónde lo que pertenece al ámbito de la planificación y el orden, termina perdiéndose en un bosque oscuro sin guía ni referencias geográficas que permitan una vía de escape segura y duradera.

Anclado a una reflexión oscura y melancólica pero a la vez enérgica, Desaparecer, nos invita a preguntamos por los avances de la gran máquina neoliberal que exprime hasta la última gota de sus habitantes, rebajando las condiciones de vida, arrasando con la identidad y dignidad de las personas, sometiéndonos al mercado de la deuda y el negocio inmobiliario.

“Decidir nos hace libres. Decidir es revolucionario”. Fin de cita. Decidir es reaccionar, es declinar, por ejemplo, ir a la muestra de arte precolombino porque está en La Telefónica, edificio que fálico se erige en el centro de la ciudad con su impronta neoliberal.

En la ciudad, a medida que las antiguas casas son demolidas, desaparecen también los barrios y la vida comunitaria, relegando a sus habitantes a espacios cada vez más reducidos. Donde vivía una familia ahora caben cuatro, cinco o más. Edificios a medio construir, arrasan con la geografía urbana de barrios antiguos con sus paisajes interiores en este burbuja inmobiliaria se cierne como amenaza mientras los habitantes de la urbe, cabizbajos se esfuman en el paisaje como si llevaran el peso de una oscura nube sobre sus cuerpos.

A través de diálogos muy bien elaborados, el autor construye personajes convincentes para atenuar las asfixias que lo recorren, es el caso de Carlos, un músico, con quien compartirá sus penas, ideas y proyectos, bajando del mundo de la ideas al respiro de los cuerpos sofocados, pues se vive en (y cito): Una ciudad en que la gente apenas levanta los ojos sobre los hombros como si un pez invisible quisiera su cuerpo hacia atrás.

Esta es una mirada a la historia de la ciudad de Santiago, que ha ido tragándose a sí misma, en un mercado que todo lo devora en beneficio de los inversionistas, que a costa de lo que sea crece y se eleva monstruosa. En todas partes se construyen nuevos edificios. ¡Visite departamento piloto!

La apuesta se desdobla en el lenguaje en un ir y venir de contradicciones, que contraponen un murmullo de los nuevos esclavos del sistema, que arrasados gimen bajo las actuales formas de explotación. Una base de gente sometida sobre la cual se instala la gran fachada neoliberal, aséptica, mercantil y tecnologizada, que irá excluyendo los cuerpos lastimados.

Fernando flota suspendido en sus pensamientos a punto de desaparecer en ellos. En medio de la ciudad y el calor. En el hacinamiento de los pasajeros en los buses o en el metro. Cito: El bus oruga recorrido 230 rebosa de gente pegotea de calor los cuerpos, pese al invierno, obligándolos a friccionar como una comparsa desmedida.

La novela Desaparecer propone imágenes que cruzan momentos significativos en la historia de la ciudad, incluyendo además significativos cruces entre el texto y las imágenes. Los recuerdos también son alcanzados por este vértigo.

Cito: Consumir y sonreír. Consumir y sobrevivir en un cotizado de ansiolíticos y edulcorantes. Un tiempo de consumo y vértigo, individualista, vacío, de seres humanos que miran sus celulares, perdiendo tiempo, ganando el tiempo. Es el recuerdo de Claudia estrujándose como ropa sucia entre las hendiduras de un vacío lleno de palabras.

Francisco construye con imágenes cruzadas. Por una parte las imágenes de la ciudad, las calles, el metro, un letrero que anuncia peligro, entonces, la calle, gente que vive y duerme en las aceras, a la intemperie, en ese descampado.

Los pensamientos ensimismados de Fernando se pierden entre los recuerdos para aterrizar en diálogos concretos, muy bien construidos con personajes que oxigenan el espacio. Fernando lleva sus heridas a cuestas, sus dolores y pérdidas en la casa de infancia, la adolescencia, expulsado de una vida junto a Claudia, del amor de Claudia. Su vida en la ciudad se desvanece, desaparece, se derrumba. Santiago es una ciudad que todo lo devora y se lo traga.

Este libro nos muestra desde una mirada consciente, las marcas de una época, un dolor, la gran herida que cruzó las vidas sin más y la fatídica herencia que nos dejó la dictadura extendiendo su enfermedad.

Un Santiago neoliberal de mercaderes y soberbias. Los de cuello y corbata; políticos, empresarios a la luz de sus transas, que irán dejando atrás el derrumbe en la moral de la gente. En el derrumbe de sus calles y el aumento de los devastadores edificios, mal construidos, feos, insalubres.

Desaparecer es un libro activo, político, pulsante, que nos habla de lo gris en la indolencia de sus habitantes. Conviene añadir también que la novela no propone soluciones, porque escribir libros no nos hace expertos en temas urbanos, ni ambientales, ni en políticas públicas, pero sí deja en evidencia que somos sujetos políticos y no precisamente políticos de cargos públicos. Escribimos justamente porque nos interesa el mundo que habitamos y porque a través de la escritura podemos plantear interrogantes y hacerlas colectivas.

Francisco es un escritor con proyecto, su propuesta narrativa nos compromete en una reflexión desde un personaje que si bien es ficción, nos parece real, porque Fernando representa a muchos otros jóvenes, profesores, creadores, artistas e intelectuales que están hoy pensando el mundo.


Marzo de 2016


Desaparecer de Francisco Marín Naritelli
Novela, 112 páginas, publicada por Ceibo.



 



 

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