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¡Háganme Callar! de Mónica Echeverría Yáñez. Un libro que hay que leer
Por Eugenia Prado / Escritora, 2016.
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Desde la intimidad de la autobiografía (lugar minoritario y tan de nosotras las mujeres), surge ¡HÁGANME CALLAR! de Mónica Echeverría, publicado en la colección crónica y memorias de Ceibo Ediciones.
En ¡HÁGANME CALLAR!, Mónica comparte con sus lectores algunas reflexiones sobre el devenir de los tiempos y el mundo, solo posibles luego de toda una vida acumulando ideas, observando y merodeando los lugares más opacos y silenciosos de la política chilena en el actuar del mundo patriarcal; también sus telones y entretelones, sus transformaciones, vuelcos y piruetas para muchos incomprensibles. Hay que decirlo, muy pocas mujeres chilenas se han atrevido a realizar esta suerte de desmontaje del mal. En el libro, Mónica señala a algunos de esos (políticos) próceres, antes combativos, que apoyaron el proyecto de la Unidad Popular y la lucha contra la dictadura, plegándose después al modelo neo liberal para obtener dinero y poder junto a todos sus esbirros de derecha. Desde la crónica y basándose en historias de vida, en que toda semejanza con la realidad es absolutamente cierta, la autora nos relata los desbandes y permisos que se otorgaron estos personajes, con nombre y apellidos a sus “conversos” José Joaquín Brunner, Enrique Correa, Jaime Estévez, Fernando Flores, Oscar Guillermo Garretón, Eugenio Tironi, Max Marambio y Marcelo Schilling, quedando certeramente marcados en el texto como diferentes o en cierta medida caídos en desgracia, luego de decepcionarnos a todos.
Dice ella, por ejemplo: Aquí está nuevamente esta poderosa nueva burguesía, con su dinero fresco, su mal gusto y sus suntuosos alardes… ¿Qué fue de todos esos jóvenes idealistas que rodearon a Fernando y lo impulsaron a crear la Universidad Católica de las reformas…? ¿Qué fue de todas esas compañeras y compañeros que durante la Unidad Popular no dudaron en sacrificar su bienestar y ambiciones por esos ideales que a tantos nos embargaban? Ellos, esos revolucionaros implacables, que fueron parte de ese sueño de la Unidad Popular, se dieron una vuelta de carnero y aquí están ahora, transpirando riqueza y corrupción, con cierto aroma que huele a letrinas desbordadas. (p. 190)
Sus textos brillantes, rebeldes, lúcidos y envueltos de chismes, aparte de deleitarnos con pequeñas historias –algunas hasta graciosas, otras, furiosas, relatadas en un tono despectivo–, son una aporte a la historia y a la memoria, y nos permiten entender algo más cómo somos, a veces muy diferentes, pero todos parte de un mismo Chile; nos incitan a interrogarnos a propósito de lo que nos marcó y nos pesa desde siempre.
Lo interesante es justamente que el relato es real y forma parte de la vida social, familiar, política, compartida por Mónica con sus objetos de análisis, “los conversos” a los que hoy apunta y cómo desde sus historias de infancia se irá develando una realidad de traiciones, acomodos, enriquecimientos y acumulación de poder y dinero, y más dinero, en los personajes de este libro. Ahí emerge la rabia, el desencanto y hasta la lástima de Mónica por el nuevo estado de las cosas. Emociones válidas, honestas, para una mujer que luchó por otros, cubrió a otros y que, gracias a su ayuda, permitió salvar a personas del horror y de la muerte.
Pronto, la tragedia recaerá sobre la familia Castillo Echeverría al enterarse del enfrentamiento en que cae abatido Miguel Enríquez, compañero de Carmen, una de las hijas. Cito: La voz de mi cuñado Jaime Castillo me indicó: “La casa en que vivían clandestinamente Carmen y Miguel fue descubierta. Se realizó una batalla a tiros durante varias horas. Miguel cayó víctima de esos tiroteos y Carmencita está malherida. Creemos que ha sido internada en el Hospital Militar, pero no nos permiten la entrada. (p. 104)
Lejos del tema central del libro y de “los conversos”, por lo demás de alto impacto y muy comentado en la prensa y el ambiente político nacional hoy, me interesó compartir algunos fragmentos del libro, más acorde a mis intereses literarios, y destacar una herencia de mujeres valientes, que nos lega una zona donde se articulan sus múltiples hablas. Seleccioné tres textos que marcan este recorrido de mujeres en una familia chilena desde principios del siglo XX.
María Flora Yáñez de Echeverría, madre de Mónica, escribe en sus memorias un sobrecogedor texto en que es posible imaginar el mundo y opresivo ambiente para las mujeres escritoras, intelectuales y políticas de su época. Cito: Día gris atroz que me quiebra piernas y brazos y que me pone un amargo gusto de ceniza en los labios. Es durante estos días cuando salgo a la calle sin rumbo, con los ojos tristes como cielos oscuros, hecha un montón de trapos del cual surge mi cabeza desmayada. Y si alguien me preguntara dónde voy en esos paseos imaginarios y sin rumbo, respondería: no importa dónde, fuera del mundo… (p. 34)
En una carta abierta dirigida a Monseñor Francisco Javier Errázuriz con fecha 24 de octubre de 1998, Consuelo Castillo Echeverría, hija de Mónica, escribe: Con el mayor respeto que su persona merece, quisiera informarles que mi abuela, la escritora María Flora Yáñez de Echeverría, fue brutalmente detenida a los 86 años de edad… Sin explicación alguna arrancada de su hogar en camisa de dormir, vendada y trasladada sobre el piso de un camión militar, a un lugar desconocido. Ahí la mantuvieron incomunicada, atada en cruz contra el helado suelo, prácticamente sin comida, y recibiendo insultos irrepetibles… Tengo la certeza de que usted desconocía absolutamente hechos como el que le relato, y si Ud. define como indigno a un país por hacer una cosa así con un anciano exdictador, creo aún más indigno, el que un soldado se escude en su condición de enfermo y sea incapaz de reconocer los excesos que permitió y por último, no entregar al menos la información necesaria para poder dar cristiana sepultura a los detenidos desaparecidos, que son una llaga viva en el alma nacional. (p. 109)
Mónica Echeverría Yáñez, escritora, feminista, valiente, depura en este texto su mirada inquisitiva, profunda, arraigada en un lugar muy definido y definitivo de la sociedad chilena, distanciándose de la oligarquía tradicional y de los acomodados trepadores, comerciantes y políticos que ahora pululan. Cito: ¿Y mi destino, por qué fue otro? Yo, de origen “aristocrático”, tan marcada por mi educación, me hice otra, ajena al bienestar que me reservaba el futuro esplendoroso de la oligarquía. ¿Y qué fue de estos advenedizos que se vendieron a ella? ¡Cuán lejana me parece ahora mi época de estadías en Europa! ¡Esos suntuosos barcos en que nos trasladábamos desde Chile! ¡Y esos grandes hoteles de varias estrellas en que nos hospedábamos! No cabe duda, ya no gozo del bienestar de los oligarcas actuales y solo pertenezco a una clase media que debe ser cuidadosa de no malgastar los mensuales pesos asignados para subsistir. Sin apremios graves, ni gustos excesivos, por supuesto. Esa clase media a quien le debemos la mayoría de nuestros grandes poetas. (p. 191) ¡Háganme callar! de Mónica Echeverría, marca un lugar de atrevimiento femenino contra la orden del padre y muestra cómo se estructura el poder de los hombres y sus leyes.