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De qué se escapa cuando se está en tránsito
Solo vine a ver el jardín, primer libro de Paola Villagra
Taller de Avanzada, Editorial Moda y Pueblo, dirigido por Diego Ramírez

Por Eugenia Prado Bassi


 


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Siempre es bueno celebrar la valentía de la pluma, sobre todo si es escritura de mujeres.

El primer libro anuncia la salida de casa. El primer viaje. Un viaje inaugural por la escritura y la vida. Acá lo que está en juego es la identidad de un cuerpo que atraviesa interrumpiendo los flujos para instalarse en la letra y la palabra.

Qué se espera. ¿Se olvidan los nombres? ¿Se mueren los deseos? El miedo y el mar se parecen, ambos hondos y negros por la noche. Nos dice la autora. Es momento de irse y lloriquear un poco. O escribir, escribir y no parar de escribir, que es lo que tenemos que hacer, sobre todo nosotras, las mujeres. Es preciso ir dejando huellas.

Cuando el cuerpo es la herida que bloquea la lengua o el gatillo que nos calla, es tiempo de partir. Recortes de la biografía irán urdiéndose junto a las imágenes del paisaje en esta bitácora que para funda la palabra y el cuerpo porque, sin ello, el amor no es posible. Avanzar por el poema siguiendo el impulso vital. Con la palabra de frente, Paola Villagra interroga la lengua en todas sus formas. No hará más que seguir con atención el recorrido de las fuerzas que mueven ese cuerpo. Porque sabe que el recorrido de la escritura es una inscripción y una conquista. México, Francia, Nueva York. Una mujer escribe, lejos de casa deambula buscando acariciar otras pieles, las de sus amantes, sus amores. ¿Cómo es el tránsito de ese viaje? ¿Viajas sola? ¿Estás de paso? ¿Buscas algo? ¿Cómo planeas la huida? Poesía y biografía se funden en esta bitácora. Una latencia antigua, incierta y sumergida espera su tiempo.

Estamos hechas de muchas otras, nos dice Paola. También nos dice que a veces es divertido ver la nada crecer. ¿Cómo es entrar en el abandono? ¿Cómo, con todo a punto de suceder? ¿Cómo, cuando el deseo crece, enorme y hacia adentro?

En el incansable murmullo de la urbe, el texto atraviesa grandes ciudades y pequeños pueblos. Recorre paisajes que luego se evaporan. Cito: Si visitas estos lugares, asegúrate de llevarte un pedacito en el bolsillo… Por si acaso nos vuelve a juntar el tiempo… Para qué no se te olvide como fue… Para que no te pierdas si quieres regresar… Para que no.

Recortes de siluetas configuran las pinceladas del paisaje en “modo devenir”. Tierras de lenguas diversas, sonidos, olores, gentes, operan como residuos sobre un fondo de palabras que avanzan o retroceden, imágenes grabadas sin tiempo. Cito: Y esta habilidad de creer que se está cuando en realidad nunca se estuvo. Y este deseo enorme de un porvenir platónico. El habla en primera persona se hace universal en sus preguntas y el deseo reclama su parte. Identidad en estado de ebullición, piel, latencia, roce. Repleto el cuerpo y a la deriva exige el abandono de todos esos reclamos. Cito: Ese que sucumbe, que traga y arrasa con todo. La invitación es a entrar en la profundidad del jardín, y asomarnos a los pliegues de un paisaje vivo, atrapante, que late de humedad entre aromas y sonidos porque el amor no se resuelve en el enunciado.

Registrar, cazar, recolectar. Ser una pregunta y no una voluntad. Escribir el deseo. Una poética de la experiencia transita por este poemario. Cuando lo que se interroga es la identidad. Hay que ir más lejos. Cautivarse en la espesura de la otra. Los besos impedidos, los lapsus, las suspensiones. Dejar de entender o justificar, y que la palabra vaya siguiendo las hebras del tejido. Luego se descifrarán todas las construcciones. Volver a la biografía, a la bitácora, al recuerdo de una despedida, de todas las despedidas. El cuerpo se disipa en esas imágenes. El deseo de escritura se extiende para definir una nueva inscripción. Ir por más, dejar que el sujeto amoroso se desdibuje, porque cuando ellas se buscan, otras ellas surgen, desdobladas. El amor acentúa la comedia y se transforma en la pose del triste.

Huye la amada confusa. Como esperando algo sin que nada suceda. ¿Dónde te diriges esta vez? ¿Dónde ir en medio del camino? ¿Qué curvas? ¿Cuáles atajos o desvíos? Por instantes, las lenguas se funden en un idioma único. Todo es evanescente, el aire no alcanza. Es la extrañeza de lo que nos separa o pudiera atarnos. El viajero permanece viajero, aun cuando se le acabe el camino, nos dice, la autora.

Preguntas sobre preguntas nos remontan a la infancia. ¿Qué pasará después?  ¿Y si pasara esto o aquello? La posibilidad es el deseo que avanza. Un cúmulo de palabras, cuando apenas reconocemos los objetos, los lugares. Preguntas sobre preguntas.

¿Cómo es desaparecer entre las gentes de otras lenguas?, inventar una identidad, es favorable cuando algo en el entorno no te refleja. Pero, no es tan fácil. Lo primero: será salir. Lo segundo, coraje. Cito: Vivimos a punta de piedrazos en la nuca. Por cada muerte hay muchas vidas.

El viaje atraviesa la palabra y la letra buscando producir nuevas imágenes.

Cuando la mente es un cuerpo a la deriva, las preguntas se vuelven perlas, perlas que relucen cuando se comparten en el colectivo. Una noche en tu cama, el arrepentimiento no existe… Yo te deseo y eso basta, yo te deseo, en todos los idiomas míos y tuyos, muertos y vivos yo te deseo…

Solo vine a ver el jardín es la confirmación, de que siempre habrá preguntas. Preguntas que harán crecer nuestros deseos en este vaivén que es la vida y que no se detiene.

A ratos, esta bitácora es un largo poema de amor vaciado de sujeto amoroso, un amor en construcción. Pero esos besos, en las sucias escaleras, esos besos no se pueden borrar porque tu jardín, no se parece a ningún otro. No he venido para quedarme, solo pasaba por aquí.

No es tan fácil saltar al vacío donde habita la decepción o el miedo. Huir de ser otra. ¿Cuál? Distante el habla divaga y se interroga por los hábitos que preceden las caídas. Es tan bueno ser otra mientras viajas. Ser anónima y recorrer las calles. Liberar la pluma y volar, escribir. Porque con hacerlo lo que se construye es esencial, sin ello, nada. Porque todo está en construcción, y con ello se irá incorporando las partículas del polvo que rodean los viajes, las andanzas, otros cuerpos, amores. El mundo, afuera y despejado. Y cuando busca, más parece que se buscara en un cuerpo que escribe día tras día deshaciendo la niñez.

En el delicado recorrido de este poemario, palabra y cuerpo son puestos a prueba.

Cito: Si me das a elegir, me quedo con el ojo vertical, las montañas blancas donde dormirse es morir… Las ventanas que sudan la ternura. La juventud eterna. Los santos indudables. Si me das a elegir… Pongo los axiomas en su sitio. Me olvido de los nervios… Reclamo posiciones. Uno, entre todos los idiomas, si me das a elegir… Porque no se puede ser de otra manera –dice la autora.

Solo vine a ver el jardín es un viaje por el cuerpo, la memoria y el tiempo. Después, vendrá el regreso a casa. Cito: Me llevé como circunstancia las mejillas mediterráneas de los miles de rostros. Me llevé la esencia. Eso es todo. Llegaré al amor materno.

Y para cerrar. Cito: P/d: puedes quedarte con las flores. No quiero tus flores en mi jardín.

Porque finalmente, en todas las preguntas hay una forma de certeza.

Julio de 2016.




 

 

 

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