por Ramón Díaz Etérovic
..... Buena parte de los libros
que he escrito y publicado hasta la fecha, se inscriben en esa mirada
narrativa particular denominada novela policial y más específicamente,
"novela negra". Es decir, un género que desde sus orígenes caminó
sobre los límites de lo que durante mucho tiempo se entendió como
literariamente correcto, planteando nuevos códigos para mirar y
reflexionar acerca de lo que en definitiva creo es el objeto de toda
literatura: la condición humana. Desde el instante en que a la
narrativa policial se le ha definido o caracterizado como "género" se
le han querido establecer limitantes para que no tenga la osadía de
contaminar a la narrativa supuestamente "pura" o "seria". Intento
inútil, porque es bien sabido que la única frontera que existe en
literatura es la que separa los buenos libros de los malos. Por ello,
y para fortuna de los que creemos que la llamada literatura de género
no se diferencia en su esencia de cualquier otra, hemos contado con
escritores como Chandler, Hammett, Jim Thompson, Simenon, que nos
enseñaron que se puede hacer buena literatura desde sus supuestos
márgenes, como también lo han hecho, con acento y sabor
latinoamericano, autores como Paco Ignacio Taibo II, Mempo Giardinelli
y Osvaldo Soriano, por mencionar sólo a cuatro autores que han dado
vida a ese fenómeno narrativo al que se le llama el "neopolicial
latinoamericano" compuesto por un número cada día más grande de
autores que abordan su creación desde la perspectiva de la literatura
policial, en el marco de la realidad latinoamericana.
.....El fenómeno del neopolicial latinoamericano corre de manera
paralela al auge que tuvo la novela policial en España, de la mano de
autores como Juan Madrid, Andreu Martín y Manuel Vásquez Montalbán.
Sus antecedentes latinoamericanos estarían en la obra de algunos
escritores argentinos como Rodolfo Walsh, en los cuentos de Isidro
Parodi escritos por Borges y Bioy Casares, en algunas novelas del
escritor mexicano Vicente Leñero y en autores chilenos que si bien
optaron por el molde clásico de la novela policial, hicieron su aporte
al desarrollo del género: Luis Enrique Délano, Alberto Edwards y Rene
Vergara. Sin embargo, el principal aporte a la aparición del
neopolicial -al menos desde mi perspectiva de lector y autor- se da en
las novelas de Osvaldo Soriano, quien con Triste, solitario y
final amplió y validó el camino de la novela policiaca con aliento
latinoamericano. Una senda que posteriormente ratificaría con sus
novelas: No habrá más penas y olvido y Cuarteles de
invierno. Textos en los cuales a partir de los códigos de la
novela policial, demostró que se podía recrear la realidad de los
países latinoamericanos donde crimen y política han sido una ecuación
trágicamente perfecta. Soriano enseño a tomar las mejores virtudes del
género y también a transgredirlo para convertirlo en algo propio,
acorde con nuestra realidad.
.... En términos generales,
estimo que los autores que hemos asumido el desarrollo del género
policial en Latinoamérica tenemos en común el haber adoptado el género
policial como expresión de nuestros afanes narrativos; reconocernos
como autores de literatura policiaca a despecho de los prejuicios que
sobre el género pudieran existir en los medios editoriales y críticos;
y la exploración de temas y personajes vinculados a la realidad social
y política latinoamericana, en la que los principales crímenes son una
cuestión de Estado o propiciados por un medio de corrupción política y
económica.
....En cuanto a la realidad
chilena, basta dar un vistazo a algunas novelas publicadas en los
últimos años en Chile para darse cuenta que el género policiaco ha
anulado las fronteras que en algún momento se le impusieron. Hoy, por
un lado, impregna a una buena cantidad de la narrativa que se escribe
y que no se reconoce a sí misma como policiaca, pero que usa sus
códigos, su lenguaje y estrategias. Y por otro lado, ha generado la
escritura y publicación de autores que, ya sin prejuicios, conscientes
de las posibilidades del género, lo han asumido como su forma
literaria. Es decir, la narrativa policial ha terminado por imponer
sus términos y, hoy en día, es acogida como lo que son: buena
narrativa y punto. En tal sentido, el género policiaco constituye una
narrativa victoriosa, capaz de influenciar a otras expresiones y,
además, capaz de autodesarrollarse continuamente, adaptando sus
códigos a distintas sensibilidades y experiencias por narrar, lo que
bien puede ejemplificarse con el auge que la narrativa policial ha
tenido en Chile, vinculada especialmente, a su acontecer socio
político e indicando con ello que es una forma literaria que en otras
circunstancias históricas, geográficas y culturales en las que se
originó, sigue siendo eficaz y profunda.
....En Chile, pese a existir el
entusiasmo lector por el género, hasta la década de los años ochenta,
éste no había sido desarrollado por los narradores chilenos con la
continuidad que se evidencia en países como México, Argentina y Cuba.
En sus primeras manifestaciones, se puede decir que la narrativa
policiaca fue un género que padeció ciertos prejuicios de parte de
escritores, y en cuanto a su difusión editorial, esta fue más bien
marginal. Lo dicho se refleja de algún modo en que muchos de los
primeros autores chilenos que incursionaron en el género lo hicieron
amparados en seudónimos, y en que los relatos policiacos tuvieron, de
preferencia, una difusión en revistas y periódicos, alcanzando los
medios editoriales sólo de manera esporádica.
....Un breve recuento del
género policiaco en Chile hay que iniciarlo con el nombre de Alberto
Edwards, quien, con el seudónimo de Miguel de Fuenzalida publicó en la
revista Pacífico Magazine las historias de Roman Calvo, el
Sherlock Holmes Chileno, como su mismo creador no vaciló en llamar,
acusando la influencia del personaje creado por A. Conan Doyle. Román
Calvo desenreda asuntos confusos, encuentra a criminales acostumbrados
a burlar a la policia y entretiene a sus lectores con sus deducciones
y atisbos sorprendentes. Los cuentos de Alberto Edwards -publicados
por la Editorial del Pacífico, el año 1953- reflejan las costumbres
sociales de la época en que fueran escritos y están dotados de una
buena dosis de ironía y humor.
.....En
el caso de Luis Enrique Délano, Premio Nacional de Periodismo y
destacado autor de novelas como El laurel sobre la lira y En
la ciudad de los césares, sus obras policiacas se publicaron en
Argentina y México con los seudónimos Mortimer Gray y José Zamora.
Desdémona en apuros, El collar de Jessica Rockson, ambas
novelas publicadas en México el año 1980, tienen como protagonista al
inspector Vicente Camacho: "un policía sencillo y humano, con bigotes
a lo Pedro Armendáriz". Las novelas policiacas de Luis Enrique Délano
aún permanecen inéditas en Chile. Con el seudónimo Mortimer Grey,
publicó las novelas: El extraño caso de la cifra, Muerte
entre los pinos, Philip Dane en acción, El dueño de los
venenos y El caso de la mujer azul.
....
Después de
Luis Enrique Délano podemos mencionar a René Vergara, autor, entre
otros, de los libros: El caso de Alicia Bon, La Pluma del
ángel, Un soldado para Lucifer y Las memorias del
Inspector Cortés, apodado el "Mono", quien suele beber abundante
cerveza, abomina de Agatha Christie y dice que en su vida ha visto más
exhumaciones que bautizos. La obra de René Vergara ahonda en los
espacios de la marginalidad social y sus relatos evidencian el
conocimiento que tenía sobre el crimen y sus motivaciones. Con Vergara
desaparece la "inocencia" en la literatura policiaca chilena y se
empapa del aire de los callejones, de las barriadas y de personajes
excluidos del sistema.
....Poli Délano, autor de En este lugar sagrado y El
hombre de la máscara de cuero, entre otras novelas, publicó en
México, con el seudónimo de Enrico Falcone, la novela policial
Muerte de una ninfómana, reedita en Chile el año 1997 por LOM
Editores. Esa novela, más algunos cuentos como Felices y
Adivinanzas, y su permanente difusión del género hacen de Poli
Délano un acertado y entusiasta cultor del género.
....En
los años ochenta se evidencia un renovado interés de los escritores
chilenos por abordar, en forma sistemática o esporádica, el género
policial. Mauro Yberra es un caso especial en la narrativa policial
chilena de los últimos años. Bajo ese seudónimo se esconden los
nombres de los escritores Eugenio Díaz Leighton y José Leal. Hasta la
fecha, Mauro Yberra ha publicado dos buenas novelas: La que murió
en Papudo y Mataron al don Juan de Cachagua. Luis
Sepúlveda, el autor de El viejo que leía novelas de amor, ha
realizado hasta la fecha una triple incursión en el género policiaco,
con Nombre de torero, Diario de un killer sentimental y
Yacaré. Nombre de torero tiene como protagonista a Juan
Belmonte -un chileno con nombre de matador- que ejerce un pobre oficio
de matón en un cabaret de Hamburgo. La narración de la historia desde
distintas perspectivas contribuye al suspenso, a la vez que sirve a
Luis Sepúlveda para presentar a toda una galería de personajes
marcados con el signo de los perdedores, de aquellos que lo han
entregado todo en función de un sueño y que, derrotados, llegan a
conocer los ribetes más oscuros de la vida.
.....El
año 1996, José Román publica la novela El espejo de tres caras,
un notable aporte al neopolicial chileno. Novela atrayente , narrada
con gran economía de recursos, descripciones acertadas y una trama que
enlaza distintas voces e historias para recrear un mundo oscuro. Otros
autores que se han destacado dentro del género son Roberto Ampuero,
Antonio Rojas, Francisco Rivas, Dauno Tótoro, Bartolomé Leal y
Mauricio Electorat. Con las obras de los autores mencionados y de
otros que con seguridad se me olvidan, en los últimos años el género
policial ha experimentado una reinstalación en el panorama de la
narrativa chilena, a través del trabajo de autores que los asumen
directamente, o que utilizan sus claves -sobre todo de enigma,
atmósfera y personajes desencantados- para retratar el Chile vivido en
las tres últimas décadas del siglo veinte. Reinstalación que en
especial es asumida por algunos narradores de la llamada "Generación
de los 80" que, al decir de Rodrigo Cánovas en el libro Novela
chilena. Nuevas generaciones: "El modo privilegiado por esta
generación para rescatar el pasado es el relato de la serie negra: un
detective privado lleva una investigación en una sociedad en crisis".
O como señala la profesora Magda Sepúlveda en el mismo libro antes
citado: "La novela policial surge como una nueva forma de representar
la realidad nacional. Los delitos relatados en estas novelas escritas
a partir de 1980 afectan a toda una comunidad y su reconstrucción está
vinculada a los procesos de articulación de la memoria del
país".
LA OPCIÓN POR EL GÉNERO POLICIAL
.....Mi opción por "la novela negra" nace como una búsqueda
de una literatura que me permitiera expresar el sentir de una sociedad
bajo vigilancia y el trasfondo de violencia y poderes ocultos en que
se desenvuelve. El abordaje al género lo inicié el año 1987 con la
novela La ciudad está triste , y en ella nació Heredia, un
detective marginal y solitario, que lo único que tiene a su lado es a
un gato llamado Simenon, algunos libros, botellas siempre en camino de
la nada, su memoria que se niega al olvido que decreta el sistema
político, y uno que otro amigo que lo acompaña en sus andanzas. Duro y
sentimental, posee un código ético que lo impulsa a meterse en cuanto
problema se le presenta con el afán de establecer un mínimo de
justicia. Heredia, su origen y posterior desarrollo en siete novelas,
es parte de mi proyecto de escribir desde un género que desde sus
inicios ha sido un testimonio crítico, el reflejo de realidades
angustiantes en la que los límites entre lo legal y lo ilegal suelen
ser tenues o inexistentes.
.... Mi
opción por la narrativa policial, vista desde la realidad chilena, la
siento determinada por la necesidad de testimoniar ciertas
circunstancias marginales, creando el discurso de un antihéroe,
descreído, desencantado, pero con la ética y el valor suficiente, para
mirar un país sin caer en concesiones, sin inclinarse frente al poder;
capaz de mantenerse fiel a ideas, que probablemente sean las que nos
liberen de la irracionalidad y crueldad de este siglo que ya finaliza.
En ese tiempo de desgarro social que me tocó vivir, llegó un momento
en que pensé que esa situación tenía un espacio abordable desde lo
policiaco. Mi pretensión no ha sido otra que escribir de lo que me
rodea, de mis vivencias, y tratar que mis palabras provoquen en sus
lectores una mirada más atenta, menos complaciente con la época en que
vivimos.
.....Heredia -el protagonista de mis novelas es un detective o
investigador legal como él se define en la placa que cuelga en la
puerta de su oficina, sin saber muy bien de qué se trata eso- está
construido a la usanza de los personajes clásicos del género, pero con
otras características de lenguaje, aptitudes y visión de mundo que lo
distancian, le dan otra personalidad y lo ubican en una realidad como
la chilena, que es en la cual él se desarrolla y actúa. Heredia es un
aficionado a la lectura y a las citas literarias -dos herencias de don
Quijote de la Mancha. También es aficionado a las carreras de caballos
y apuesta generalmente con buena fortuna, lo que le permite financiar
los gastos que demandan sus investigaciones. Como todo buen chileno,
suele protestar por los trabajos que le toca realizar, pero al mismo
tiempo declara en una de sus novelas: "me gusta lo que hago y creo que
no son muchos los tipos que pueden decir lo mismo".
....Ha
sido caracterizado como un sujeto algo oscuro, sensible, melancólico,
testigo de las heridas de un Chile maltrecho. Dueño de un humor negro,
de espíritu crítico y marcado escepticismo, cuyo deambular se da por
las calles de un Santiago de clase media, opaco, tristón, pero cargado
de vitalidad, donde todo pueda suceder y el crimen está a la vuelta de
cualquier esquina. Su principal -y a veces única compañía- es un
vagabundo gato blanco que responde al nombre de Simenon -obviamente en
homenaje al escritor belga- y por el hecho que al llegar por primera
vez a la oficina de Heredia, el gato se instala a dormir sobre las
obras completas de Simenon que el detective mantiene entre sus
lecturas habituales. Con su gato Simenon suele imaginar que sostiene
diálogos que le sirven para reflexionar acerca de sus inquietudes
existenciales o sobre los detalles de los crímenes que
investiga.
....Heredia -personaje sin nombre de pila, o mejor dicho, con un
nombre algo estrambótico que nunca se menciona- nació el año 1987,
como señalé unos párrafos más atrás, con la publicación de la novela
La ciudad está triste, en donde, como el título lo sugiere,
aparece el retrato de una ciudad -Santiago de Chile- desdibujada por
los tonos oscuros. Entonces -quisiera insistir- la novela negra no era
un género frecuentado por los escritores chilenos y por lo tanto hacer
novela negra con sabor chileno, era una apuesta que bien pudo caer en
el vacío, pero que afortunadamente no fue así, quedando abierta la
opción de dar más alas a Heredia y sus andanzas, en otros títulos,
como Solo en la oscuridad, Nadie sabe más que los muertos,
Ángeles y solitarios, Nunca enamores a un forastero, Los siete hijos
de Simenon, El ojo del alma y El hombre que pregunta. (Los
dos últimos títulos se encuentran inéditos).
.....Cuando escribí la primera
novela de Heredia no imaginé que iba a tener compañía por tanto tiempo
ni menos contar con lectores que siguen sus aventuras, visitan los
lugares que él habita en la ficción, o me dan ideas para incorporar en
las novelas. En la personalidad de Heredia, en su visión de mundo,
probablemente exista el reflejo de los sentimientos e ideas de otras
personas, generándose una identificación que, en tanto responsable de
su existencia, me resulata motivador para continuar sus aventuras
literarias. Tal vez sea el típico caso del personaje que le dobla la
mano a su autor. Pero, lo cierto es que él se las ha ingeniado para
seguir a mi lado e imponerme sus historias, hasta convertirse -para
decirlo a la manera de Paul Auster- en una suerte de "hermano
interior" del que me preocupa no tener noticias todo el tiempo y al
cual le debo muchas de las satisfacciones que he tenido en este oficio
de crear historias y tratar que otros las compartan.
....Al
mirar el conjunto de las novelas protagonizadas por Heredia siento que
en ellas, consciente o inconscientemente, he ido trazando una suerte
de cronología de la historia chilena de los últimos veinte años, y que
en tal sentido Heredia ha cumplido su rol de testigo de esa historia,
de aguijón que ha punzado en algunos temas especialmente sensitivos de
la realidad social chilena. En las novelas de Heredia hay un discurso
esencialmente moral, ético, relacionado con el accionar de los poderes
y la degradación constante de la sociedad en que vivimos. En estas
novelas hay un contrapunto evidente entre literatura e historia, a
partir de temas fácilmente reconocibles. Y frente a esos temas,
Heredia actúa motivado por una filosofía de resistencia, de pesimismo
activo, que lo lleva a inmiscuirse en investigaciones que le permiten
relacionarse con otros personajes marginales y en el límite, como él.
Heredia tiene una posición nostálgica y ética, fiel a las ideas de
justicia, solidaridad y verdad. No importa que ya no están muy de
moda.
en Cormoran , Nº2
año 2000
Fotografía :
ALVARO DE LA FUENTE