Proyecto Patrimonio - 2020 | index |
Enrique Verástegui | Héctor Hernández Montecinos | Autores |






 





Apuntes de vida con Enrique Verástegui

Héctor Hernández Montecinos
Publicado en Ángel con casaca de cuero. Lecturas sobre Enrique Verástegui.
Sol negro, agosto de 2019



.. .. .. .. ..

Fue pocos días antes de irme a Lima, en el 2008, que me junté una tarde con el poeta Raúl Zurita. Hablamos de varios temas y le comenté de mi viaje. Me dijo que a lo largo de su vida había estado con muchos, muchísimos poetas. Nobeles, Cervantes, premiados, desconocidos, etcétera, pero había uno que admiraba profundamente y era al peruano Enrique Verástegui. Si puedes búscalo, me dijo. Así fue. Tenía algunas primeras ediciones de sus libros y en Lima encontré algunas más luego de rastrear muchísimo. Gracias a mi amigo Rafael García-Godos llegamos donde Verástegui junto al poeta mexicano Yaxkin Melchy que aterrizaba desde el DF. Fue una tarde memorable. Pasaron y hablamos mil cosas. Me pidió un millón de dólares que Raúl y yo le debíamos al Perú por lo que nuestra obligación era publicarle su obra y darle el dinero. Personificó en mí la rabia que le tenía a Bolaño, y Chile, por como lo había descrito en Los Detectives Salvajes. Mi sueño, ciertamente, era que se publicara su monumental Ética, pero esa misión se la encargó a Yaxkin, quien me consta se amaneció transcribiendo las mil páginas de la edición y coordinando con Enrique todos los detalles con una pasión conmovedora. No le dimos el millón, pero cinco años más tarde ya era una realidad esta obra que finalmente fue Splendor. Ese trabajo que nadie hizo en veinte años se materializó tan lejos de su país y sin duda Yaxkin  era  la  única  persona  que  podía  y  debía  embarcarse  en  esa  magna  labor.  La edición es hermosísima y ya  un libro de culto.


***

Cuando se viven momentos así de increíbles, delirantes, luminosos, creo finalmente que la poesía sí es la  vida, pero sobre todo que la vida  es donde los poemas confabulan para que nosotros existamos. Gracias infinitas por hacernos parte del  futuro.


***

Sin duda, la obra del poeta peruano Enrique Verástegui es la que ha llegado más lejos, la que más ha tensionado el poema hasta sus invisibles límites con la ciencia, la mística, el arte. Toda la sabiduría humana se puede encontrar en uno de sus escritos, si es que pudiéramos entender desde la literatura lo qué es la sabiduría y lo qué es lo humano. En cada uno de sus libros una extraña forma de entender el mundo se conjuga con un lirismo devastadoramente sublime, que hace que cada uno de sus excesos sea a la vez una mínima gota de ese mar que es su mente. El desborde total de su imaginario es quizá la comprobación de hasta dónde puede llegar la poesía, e incluso más allá de la propia palabra, la propia voz, porque en la obra de Verástegui se oye no solo a una generación de poetas latinoamericanos de avanzada, no solo por su inicial filiación con Hora Zero o con los Infrarrealistas, sino que también con las más nuevas poéticas que han hecho de la radicalidad un estandarte a los nuevos desórdenes de los sistemas mundiales. Tanto su monumental Ética, como la genialidad irreverente y certera de su trabajo ensayístico, son un giro anómalo que no ha podido ser superado hasta el día de hoy. La profundidad de su visión responde a cuestionamientos que seguramente se harán el día de mañana. Esto fue lo que escribí como prólogo a Leonardo, la primera antología de su obra en México.


***

Enrique pelea conmigo en Facebook y me dice que le copié el uso de números y letras cuando publiqué 4M3R1C4. No era cierto, pero sin duda debió serlo porque él inventó una nueva matemática que tardaremos años en leer. Un día le respondí. Me dijo que yo era el nuevo Bolaño y que, por ende, alguien como yo volvería a hacer lo mismo contra él. Un traidor.


***

Siempre que hablo de él y de su obra me dicen que ya no es el mismo de antes y que lo mejor es lo de su primera etapa. Dicen lo mismo de  Zurita y lo decían de Ginsberg. También de Neruda, Borges, Lezama Lima y Rubén Darío. Está de más cuál es la moraleja.


***

Nunca se entenderá del todo a Verástegui. Es lo que sucede cuando un poeta deja de escribir poesía, pues ha inventado su propio género literario. Enrique rizomatizó tanto su escritura que leerla fuera de sí misma parece ser lo que un “poeta” (no) quiere ver. Por ejemplo, Teoría de los cambios y Tratado sobre la yerbaluisa son adelantos de un libro mayor, de un libro que probablemente no existe y por tal no se sabrá lo que dicen o dejaron de decir. Obras tan complejas y abarcadoras como las de Verástegui solo se develarán una vez publicadas como conjunto total. Solo allí se podrá dar sentido a una propuesta que convierte a su autoría en su propio fantasma. No es egolatría, ni locura, sino cuando el propio autor es parte de su obra y se hace una con ella. Tal es el caso de la obra Zurita de Zurita. Es y no es él. Ambos poetas frente a un mismo espejo. Cuando Verástegui habla de sí mismo, habla y no habla de él. Es el fantasma de la escritura, el residuo, el suplemento que queda cuando un poeta deja de escribir “poesía” y tiene que enfrentarse a su propia producción. La poesía peruana nunca perdonará a Verástegui haber hecho lo que hace un poeta de verdad: dejar por escrito lo que su mente llegó a pensar y soñar más allá de los límites de la gravedad y la materia de una tradición y un canon.


***

Para mí siguió siendo más genio y cuando la poesía peruana dijo Watanabe o Enrique, o luego dijo Montalbetti o Enrique, siempre, pero siempre fue Enrique. Nos enseñó lo que no era la lógica, la filosofía o la teoría cuántica. Se dio vuelta a Occidente y nadie quiso verlo. Le hablé a los poetas jóvenes de sus libros y lo amaron también. Me tocó en esta vida admirar, conocer y querer a Parra, Rojas, Stella, Millán, Lemebel, Antonio Silva. Tengo más amigos poetas en la muerte que en la vida. Soy un sobreviviente de mí mismo y no me resigno que el gran Enrique Verástegui haya muerto. Todos debemos y debimos morir antes que el poeta. Esa vez en su casa en la Molina me dijo que en la Biblia solo hay dos testamentos: Oquendo de Amat y él. Como siempre tenía la razón. Lo admiré desde mis 21 años y lo seguí haciendo durante casi dos décadas. Lo amó la gente que yo también amo. Era un poeta que el Perú no se mereció. Desde el día de su muerte la poesía está de luto, es decir, la humanidad.


***

Con mi amigo Nicolás López-Pérez tenemos una editorial en Chile y publicamos Teorema de Yu con la autorización de su hija Vanessa. Su obra debe seguir siendo conocida, leída, pensada, imaginada por las mejores mentes de nuestra generación y las venideras. En unos días regreso al Perú y ahora tanto como aquella vez voy tras sus libros. Una edición de sus ensayos reunidos sería la segunda parte de un sueño. Sea como sea, Enrique funda algo que solo sabremos cuando ninguno de nosotros ya exista.


Santiago, julio 2019

 


PD: Con Freddy Ayala hablamos de sistematizar nuestros estudios y acercamientos a la obra de Enrique Verástegui. Algo se inventará junto a quienes ya formamos una comunidad de amigos y lectores del poeta // Rafael García-Godos me acaba de mostrar un ejemplar de Bodegón que Enrique firmó para mí el 31 de julio de 2017. El libro dio vueltas durante dos años hasta que hoy llega a mis manos que lo esperan con emoción. Tiene una dedicatoria hermosa que habla de su generación y la mía. Termina con un “with love”. Lo mismo, Enrique, para ti.

 

 

Foto superior: Jaime Tranca / Literalgia



 

 

Proyecto Patrimonio Año 2020
A Página Principal
| A Archivo Enrique Verástegui | A Archivo Héctor Hernández Montecinos | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
Apuntes de vida con Enrique Verástegui
Héctor Hernández Montecinos
Publicado en Ángel con casaca de cuero. Lecturas sobre Enrique Verástegui.
Sol negro, agosto de 2019