ENRIQUE WINTER: LA NUBE DE LA POESÍA CHILENA CONTEMPORÁNEA SE DISIPA
Un poco sobre “Guía de Despacho”. Editorial Cuarto Propio, 2010.
Por Yuri Pérez
Luego de “Rascacielos” (2008), donde se insinúa una actitud de riesgo poético, entendiendo el riesgo no como berrinches de última hora ni pataletas de “infante terrible”, sino como el acto de acercamiento al oficio de la escritura, Enrique Winter nos presenta, para fortuna de la poesía chilena contemporánea (tan soberbia e injustificadamente ególatra, al más puro estilo MTV, pero cada vez más monotemática y carente, repleta de lecturas para amigos de los amigos de los amigos), un libro que, claramente, va creciendo en su propuesta estética. Con una dedicación al oficio que a nosotros, como lectores de poesía, nos llena de calma.
Luego de “Rascacielos”, el anterior libro de Winter, donde se da el lujo de componer caligramas con una eficacia admirable y atrevida, el autor nos trae “Guía de Despacho”, un libro que sigue la trayectoria escritural de lo que Winter ya venía sugiriendo, pero que esta vez se concreta en varios de sus tonos o soportes.
Y es un libro que se aparta rotundamente de la producción poética nacional de los últimos años, producción poética que se ha vuelto un tanto pastosa, monótona y carente de aquella mezcla entre academia y oficio tan justa y meritoria, que se da en pocas ocasiones, y que permite una producción sino casi exacta, de buen vuelo literario.
Enrique Winter se sostiene de buena manera, se sostiene con la combinación precisa de, a lo menos, cuatro géneros literarios: poesía, prosa poética, dramaturgia y narrativa. Esto significa que se produce en el libro un cruce que no es un acto involuntario, que no es azaroso, sino que obedece al resultado de una propuesta artística, una propuesta poética, pensada y sentida, donde el fondo y la forma van de la mano.
Existen en el libro textos de gran factura, que fortalecen la obra y justifican plenamente la aparición de un producto como éste. Cito el comienzo de “Ribeiro”:
Soy verano, atrevida y un poco primavera.
Soy apasionada, dedicada, celosa, soy muy fiel.
Soy coca-cola. Soy asado de posta paleta a punto.
Soy comer afuera, de a dos. Soy filete de pescado.
Un texto como éste nos traslada a una cotidianidad repleta de sarcasmo, de ironía, donde el poeta debe (y está obligado a hacerlo) mostrar una habilidad inusual. Es como si el poeta entrara a un gimnasio del lenguaje. Allí Winter se ejercita como un autor con conciencia plena de las posibilidades del habla.
Frente a la poesía chilena de los últimos años, esta nueva entrega de Winter tiene un color distinto. “Guía de Despacho” tiene una originalidad diferente que ha venido, por fin, a esclarecer el a veces toxico medio poético, donde brota tanto poeta que dan tentaciones de marcharse lejos, donde éstos no sean algo como muñequitos en serie.
Aquí otra muestra de lo que digo. Cito ahora el comienzo de “Imoto”:
El abuelo de Toshiko Imoto se suicidó, como el mío.
Las siete diferencias:
i. Él lo hizo por despecho, el mío por destierro.
ii. La viuda de Li es japonesa, la de Alfons polaca.
iii. La de Li se obstinó con morir en japón,
dejándolo solo en china, la de Alfons se quedó en chile.
En “Guía de Despacho” hay textos que, a diferencia de los citados, aparecen recubiertos de un hermetismo exacerbado. Esto indica que Winter se mueve de un lado a otro en el amplio espectro que es la poesía y lo hace de manera asertiva. Los textos herméticos, en general los breves, son un espacio que se amplía a cada instante. En ese espacio se nos abren múltiples lecturas o interpretaciones. Un nuevo acierto.
Lo otro importante en “Guía de Despacho”, es que Enrique Winter logra, como lo hizo Lihn (considerando a Lihn como un poeta mayor en este trabajo), intelectualizar lo cotidiano, huyendo de la actitud facilista, escapando de la descripción facilista a la que se han estado aferrando múltiples escribidores de poesía en Chile. Tampoco es aburrido como un académico que se dedica a escribir poesía a partir de su biblioteca, sino que se encarga de atrapar y oler el aroma de la calle, de los paisajes y de la vida de los otros. Winter es un voyeur literario, y eso ya es una gran virtud.
Para finalizar, existe en el libro un texto que es una especie de poética, me refiero al poema “Mercadería”, donde, con un evidente tono de sarcasmo y jugarreta, el autor nos arroja a la cara una multiplicidad de actos que no ejecutó y que, por tal motivo, le dieron finalmente esa imagen y esa vida que lleva. Notable poema, que deja claro que Winter, como Alejandra del Río, Antonio Silva o Cristian Formoso, por nombrar a algunos, es un autor que se distingue de los demás, que también realizan un trabajo bello e imprescindible, para retomar con mayor fuerza nuestra tradición poética, que, por cierto, no parte ni termina con los poetas de 1940, sino con Pedro Antonio González, pilar de la poesía chilena actual.