LOS RASCACIELOS EN LA NOCHE ESCONDEN SU ESTRUCTURA
Por Óscar Petrel.
Revista Santiago Inédito.
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Sabíamos de Enrique Winter en Concepción. Nos preguntábamos, en las afueras de la Facultad de Humanidades y Arte por las Ediciones del Temple. Ellos habían publicado a Alexis Figueroa y Damsi. Este gesto nos llamaba la atención. Nos imaginábamos una oficina en un edificio de Santiago, cosas así, de editoriales grandes, Winter seleccionando una próxima publicación, llamando por teléfono a algún poeta mexicano.
Ya viviendo en Valparaíso, Priscilla me comentó sobre el lanzamiento de Higiene, libro de Ernesto González Barnert, publicado bajo el sello de Ediciones del Temple. Esto hace ya más de un año. Fui a la sala El Farol. Presentaba el libro el poeta Juan Cameron quien en el brindis miraba a todos como pájaro enjaulado. Luego fue el vino con frutilla y las cervezas de litro en el Bitácora. Winter hablaba con uno de sus colegas sobre ciertas directrices de la Editorial. Yo era el espía o el asesino, el recién llegado en búsqueda de una coartada. Veía como si fuera un naipe, la poesía de Concepción y la de Valparaíso.
Unos meses después: el Salón Rojo de La Piedra Feliz. Enrique levantaba su Rascacielos. Sergio Muñoz realizó un espectacular tratado de arquitectura poética que versaba sobre los edificios presentes en la literatura. La lectura de los poemas de Rascacielos la realizaron sus amigos. No sé si fue a la semana después que cruzamos unos correos. Nos llamamos por teléfono o algo parecido. El asunto es que nos vimos sentados tomando café en la Universidad Católica. Le propuse a Enrique presentar su libro en Concepción. Tenía los contactos, alojamiento y todo. Nada de lo que pactamos y de lo que le propuse resultó. Digo entonces, que de ese primer fracaso rotundo, resultó nuestra amistad.
Triple X
Por esos días dieron el resultado del XXX Concurso Nacional de Arte y Poesía Joven. El ganador fue Andrés Urzúa. Nosotros éramos las menciones honrosas. Hubo fotos y diplomas grandes. Brindamos con Juan Cameron y Ennio Moltedo. Recuerdo que leímos mal en La Sebastiana, digo, de una manera extraña. Ya de noche, finalizando todo, nos fuimos al Coyote. Yo pedí un trago amargo que se llamaba Ulises. Winter pidió un trago que se llamaba 007. Después nos fuimos a bailar al Máscara. Desde una esquina nos reíamos con Andrésde la facilidad con que Enrique sacaba a bailar. My name is Winter, Winter Bond.
Todo esto, hasta hace unos días atrás en el cumpleaños de Priscilla Cajales. Hablábamos sobre la necesidad del encuentro nacional de poesía, del encuentro nacional de poetas y poéticas, del encuentro nacional de astros cometas y cuetones, todo esto como una forma implícita de preguntarnos si somos o no somos amigos o algo así.
Los rascacielos en la noche esconden su estructura
Los departamentos de Rascacielos están articulados en base a la búsqueda de la imagen por sobre la búsqueda de las metáfora o el uso retórico del lenguaje. Poesía que se vuelve contemplación del instante, imagen fílmica, guión poético de marginalidades y amores contrariados, de cumbias a todo chancho y papeles de ricolate, de camas compartidas, cassette y novias letales. De fondo, el mismo paisaje del viaje que todos vemos por la ventana del bus. Escritura que se vuelve lúcida al devenir en voces ajenas. Delicado filo por donde Enrique transita bebiendo whisky y vino en caja, sin que por ello caiga en alguno de los dos acantilados. Un rascacielos donde habitan personajes tristes y solitarios que sin embargo aceptan su población y su (des)amor con dignidad de sobreviviente.
Los rascacielos en la noche esconden su estructura. Se ven únicamente las ventanas infinitas, el juego de la noche fabulosa. Pero este juego tiene dos formas: oscuridad y luz. Metáfora de la realidad finalmente, donde el hablante adquiere un tono reflexivo, revelador de aquello que toda imagen silencia, su forma contraria que la constituye.
Es por eso que el libro se vuelve documental, o película basada en los 90. Registro poético-visual de un viaje que nos vuelve a recordar las problemáticas sociales que nos son o que nos fueron comunes. Quiero decir con esto que podemos leer en Rascacielos un registro de época chilena. Un sólido rascacielos de los 90.
¿Cómo se ve ahora? Se ve como un clásico edificio en el centro de la ciudad, que se diferencia tan bien de las construcciones posmodernas o post-kitsch, ciberespaciales y con loft tan vigentes en las nuevas poéticas en estos días. Ahí Winter y su Rascacielos. Por los materiales que contiene la estructura, se hace difícil de demoler.