Un rascacielos en la noche
Rascacielos de Enrique Winter. Literal. México. 2008. 100 páginas
Por Jaime Pinos
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Rascacielos: edificio de gran altura y con muchos pisos. Un libro como un rascacielos. Un libro alto con muchas escaleras y muchas ventanas. En cada ventana escenas de otras vidas, pequeños encuadres de lo cotidiano. Un libro planteado como una arquitectura. Pienso en La vida instrucciones de uso de Georges Perec. Una arquitectura que permite desplegar la mirada, poner el ojo en movimiento para registrar el patchwork, la polifonía de vidas e historias que encierra la estructura concreta del rascacielos.
Creo que ese afán polifónico es una de las coordenadas que articulan este texto. La diversidad de ámbitos y personajes, de voces y puntos de hablada. La escritura de este libro es una escritura en travelling que, permanentemente, pasa del plano general a hacer foco en el detalle vislumbrado en alguna de las ventanas donde, como escribió Baudelaire, vive la vida, sufre la vida.
A mí me interesan los monólogos del teatro, que hable el personaje. Porque a quién le importa lo que sólo yo tenga que decir, como para bancarse un libro entero ha dicho Winter. Miguel, Brenda, Jorge, Cindy Solís, Lissette, Marco, Gema. Un libro poblado de personajes y de voces tejiendo el relato. Que hable el personaje. Una estrategia que inaugurara en nuestra poesía Nicanor Parra y que continuaran Lihn y Rodrigo Lira. Una estrategia que intentó desacralizar al poeta, bajarlo a terreno. Comparto plenamente esa poética. Lo que realmente importa no es lo que sólo yo tenga que decir. El poeta es una especie de pararrayos cuya sensibilidad atenta captura momentos y situaciones y cuyo oficio consiste en ser un diestro operador del lenguaje, como se definió a si mismo Lira. Lo que realmente importa es ese trabajo de captura y puesta en lenguaje de los retazos de realidad que el poeta recoge, como guijarros en el río, de la circulación de las experiencias, las voces y los textos.
El tono es otro aspecto que me llama la atención en este libro. Diría que predomina cierto objetivismo, cierta forma distanciada de construir o abordar las escenas. El poeta como camarógrafo. O él mismo como una cámara. I am a camera, decía justamente Bob Kauffman. Descripción, pulcritud en el estilo, distanciamiento. Sin embargo, sobre ese fondo, creo reconocer cierta cuerda contraria. Cierto lirismo que asoma en la musicalidad y en el ritmo de algunos poemas. Winter trabaja con la precisión, pero también se permite cantar o ponerle soundtrack a sus textos que juegan con varios registros formales. Narrativa, caligrama, montaje, métrica clásica. Interesante contrapunto que intenta romper con las falsas dicotomías entre objetivismo y barroco, entre lirismo y antipoesía.
Finalmente está la diversidad temática. Todo es material para la poesía. Todo. escribió William Carlos Williams. Creo que esta premisa se cumple, cabalmente, en la construcción de este libro, o de este rascacielos. Aquí hay de todo. Marginalidad social, memoria biográfica, metaliteratura, bitácora de viajes. Todo es material para la construcción de esta arquitectura que metaforiza la vida sentimental y política como un tramado complejo de dimensiones múltiples. El cielo es más pequeño que los rascacielos. Winter tiene razón. El cielo es más pequeño que la trama densa de las vidas, felices o desgraciadas, que conforman el mosaico de un rascacielos. De cualquier rascacielos, aquí o en cualquier parte del mundo. El trabajo de comprender, de hacerse de parte de ese flujo, de esa vitalidad, es una tarea que Winter acomete en este libro con acierto. Asumir la tarea de abrir los ojos hasta convertirse él mismo en lo que observa. Hasta ser un rascacielos en la noche. La visión de lo que se esconde tras cada ventana pincelada de amarillo.