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GUÍA DE DESPACHO
Enrique Winter. Editorial Cuarto Propio Noviembre 2010

Isabel Gómez
Pluma y Pincel. 20 de Mayo de 2011


 

 


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“Esto/ es un abrazo, si además es arte,
Es arte visual. Velo…”

Un pueblo rodeado por su propio olvido, seres que se construyen y desconstruyen de manera constante, voces que se anulan desde su propio sonido articulante, listas que conforman un cuadro  de esta “Guía de despacho” donde: “No se produce acero, no se faenan ballenas./ Apenas queda bosque. No./ El mar”.

La fragmentación de estos lenguajes dan paso a paisajes donde el sujeto poético se encuentra con la naturaleza, dialoga con ella, construye desde la esperanza de estos sentidos que nos otorga el discurso poético. El poeta nos dice:

“En la ciudad que habito yo decido/ si me alimento, si me abrigo, si miro mis pisadas cuando vuelva/Quien decide afuera es el sol,/ si crece algo de comer, si muero/ de hipotermia o transpiro./ Le rezaría a él antes que a nadie”...

Si nos aproximamos al pensamiento de  Pierre Bourdieu hay quienes infieren que: “El proceso de análisis de las obras culturales consiste en la correspondencia entre dos estructuras homólogas, la estructura de las obras (géneros, formas, estilos, temas) y la estructura del campo literario. La razón por la que se producen cambios en la cultura, por ejemplo los estudios literarios, reside  en los conflictos que surgen de los campos de producción correspondientes. Estas luchas pretenden conservar o transformar la relación de fuerzas instituida. Las estrategias de los agentes y de las instituciones inscritos en estas pugnas, es decir, sus tomas de posición (tanto específicas, como estilísticas y las no específicas como las políticas) dependen de la posición que ocupen en la estructura del campo, en la distribución de lo que él llama capital simbólico específico y que, por mediación de las disposiciones constitutivas de su habitus, les impulsa ya sea a conservar ya sea a transformar la estructura de esa distribución”. Para el poeta Winter su capital simbólico radica específicamente en transformar la realidad sobre la base de buscar una significación a las cosas, a los nombres que transitan por microsistemas de pueblos sin destino aparente. En estas páginas el sujeto poético cuestiona la existencia desde su mundo interior, el cual lucha por sostener en el tiempo, en los tiempos adversos de esta existencia que nos abruma, que nos distancia de nosotros mismos, que anula nuestra identidad al extremo de buscarnos en los objetos externos y en la frivolidad del mundo que representan. Cito: “Como ateo en la guarida/ del convento en la edad media,/de miedoso entro al trabajo./Qué terrible estar afuera./ Libreta de poemas/en el izquierdo,/ después el celular/en el derecho./ En el derecho, sí,/ faltan bolsillos,/ por un flamante sueldo/ ya nada escribo:/ puse la billetera/ no mi libreta”.

Desde su título ya observamos un distanciamiento entre estos dos mundos que se yuxtaponen constantemente como un juego malvado desde donde trenzamos el devenir de los días sin sentidos, porque “No más cercanía a la muerte que los ojos de los vecinos/No más cercanía a la muerte que esta vida de perros.”

El sujeto social percibe que su personalidad está fragmentada, hay un yo presente que nos distancia y un yo que nos exige cuestionar nuestra subjetividad, dialogar con ella. Estos mundos discontinuos, amorfos, construyen un discurso más allá de la forma de las cosas, más allá de nuestras conciencias, a veces desborda los límites de la imaginación y nos introduce a lugares de habla desconocidos, habitando cuerpos que no son nuestros cuerpos, cuerpos que nos observan desde las cosas. El poeta nos dice: “cuesta aceptar que uno es un ciruelo/ que primero dio flores, luego hojas/ solamente. Recién pensar en frutos/ y sin espectadores.”

Si nos referimos al título de este libro:” Guía de despacho”, podemos decir que representa, de manera fidedigna la soledad del ser, el sujeto alienado a un sistema que le impide verse a sí mismo, descubrir su subjetividad y ver en el otro a un ser que, a pesar de crear espacios de acción en común, perduran en él los momentos de desencuentros, de aniquilación de la palabra que trata de mantenerse vigente, bajo un discurso poético que deviene de la postergación, la escisión y el abandono. Ese otro, o sujeto colectivo como nos hablara Goldmann, es quien lucha por construir identidad, por darle un sentido a su vida, por observar y analizar su entorno, desde una mirada reflexiva. Para Goldmann la importancia de los textos existe en la medida que son capaces de representar aquella visión de mundo del autor, él nos dice: “Cuanto más se acerque un teto a la articulación más completa de esa visión, más clara será su validez artística. Las obras literarias no deben verse sólo como creaciones de individuos sino de un sujeto colectivo, de unas estructuras mentales trans-individuales, es decir, de las ideas y valores que comparte un grupo. De acuerdo con estos principios, la interpretación de una obra literaria no consiste en señalar sus rasgos lingüísticos inmanentes. Para entenderla en su más amplio sentido debe recurrirse a las estructuras sociales, que dan cuenta de su génesis en una situación concreta”. Winter, a través de su discurso poético nos invita a reflexionar sobre los sentidos y sin sentidos de la existencia, a través de su lenguaje nos exige involucrarnos en la realidad, interrogarla, cuestionarla, todo esto con un sentido primario, que consiste en transformar estos espacios y no de olvidarlos y ser una “guía de despacho” de nuestra propia existencia: Cito: “No me inscribí en messenger, blogs, fotologs ni facebook/ No tuve deudas ni aparenté lo que no tuve./ Mi tiempo pasado jamás me pareció mejor./ No cambié mi vida por la de nadie ni lo haría./ No los cargué con mis problemas por parecerme menos graves/ y los del resto me fastidiaron un poco./ Soy absolutamente libre (y me arrepiento).”

Con estos versos que bien podrían ser un arte poético, o quizá un arte de vida, Winter describe la intención de vivir una vida al margen de las modas, quizá como una forma de buscar un sentido de pertenencia que lo distancie de lo banal, de lo superfluo, que lo oriente en estos encuentros y desencuentros por donde transitamos de manera permanente, porque: “A quién le importa el pájaro: es la piedra, la piedra/ trizada por el pasto o cualquiera de nosotros”.


 

 

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