RASCACIELOS
de Enrique Winter
Por Alejandro Lavquén
Rascacielos (Ed. Literal). Segundo libro del poeta Enrique Winter, que ya en Atar las naves (Ediciones del Temple, 2003), nos dejaba entrever cuál sería su camino en la poesía; poniendo en el centro de su discurso los conflictos sociales por sobre cierta exageración de la estructura lingüística. Opción esta última, que prevalece en gran parte de su “generación”. Winter es un poeta de sentimientos populares y académicos, los cuales ha sabido conjugar en su obra. El segundo poema del libro, Mantra, es indicativo del contenido general del volumen, y habría que decir que es un texto digno de cualquier antología: “Con las heridas de los dedos pinto/ unos cuadros que compran a buen precio/ quienes me las hicieron”.
El poeta irrumpe desde una época en que nuestra democracia timorata va tratando de dejar atrás una dictadura despiadada. Muchos de los conflictos fundamentales de la sociedad post dictadura se reflejan en los textos de Winter: “la ducha helada antes del trabajo/ cruzando en camioneta por la arena/ donde yacen los muertos del partido/ recostados y hermosos en su caos”. O los versos siguientes: “Cuarenta y cinco años, calvo: treinta y cinco atendiendo/ a esta familia que vota por el enemigo y cría/ a quien quiere encaramarse con la futura madre,/ que de las drogas duras va y vuelve al alcohol…”. Los poemas dan cuenta de viajes, sueños, frustraciones y situaciones sociales cotidianas tratadas con cierto sentido de moraleja. Varios textos aluden al conflicto familiar, al padre ausente, a la promiscuidad que pudiera generar la pobreza y el hacinamiento, a las relaciones de pareja traumáticas, etcétera. Rascacielos es una interpretación de la vida en permanente conflicto consigo misma. Me parece que el poema “Quedarse en casa” es un ejemplo de ello. Un intento por sobrepasar el mundo que nos rodea, una mirada desde una especie de “yo múltiple”. Porque Winter asume varias voces cotidianas: “Hace justo un año fui testigo contra mi marido por abusos sexuales de otra/ Desde entonces carabineros ronda por mi casa/ pues su hermana juró vengarse. Él está preso/ y así esposado viene a la audiencia de divorcio./ Los niños querían acompañarme para verlo, porque lo aman tanto como yo.”
Enrique Winter, en Rascacielos, abre posibilidades a su trabajo sin confundirse con los objetivos centrales que se traza. Lo hace con sentido cotidiano, con ironía, con compromiso y un estilo cuyas raíces están –a mi entender- en una relación directa con la poesía político-social.