MERCADERÍA DE PRIMERA NECESIDAD
Por Víctor Hugo Díaz
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Guía de despacho, Ed Cuarto propio, Stgo , 2010, es la tercera “entrega” de producción y mercadería del poeta Enrique Winter.
Desde el primer poema hace una descripción física, geográfica y a la vez simbólica de un pueblo costero donde todo es pasado, donde todo es desaparición y cuyo producto final elaborado es el presente.
Sobre esa primera patente de nostalgia se nos refuerza este imaginario con poemas como Agüero y Arquitectura, entre los cuales se arma una articulación en base al recuerdo, pero opuesto o mejor dicho inverso; en el primero el anciano pescador ya no recuerda el nombre de su hija y en el segundo el hablante recuerda claramente la conversación con su padre “Y a eso dedique mi infancia, a dibujarle rascacielos y chozas/ La pega de mi papá consiste en que no se caigan”
En este engañoso primer golpe de vista pareciera que el viaje por donde nos lleva el libro ya estuviera definido y acotado pero no es así, nada esta concluido: “donde ninguna construcción se ha terminado/ para eludir impuestos o mirar las estrellas”.
Guía de despacho es sin duda un instrumento comercial significativo o de transacción, el juego vital entre la oferta y la demanda del tiempo transcurrido y su ganancia acumulada: eso que ya no es.
El hablante pretende embaucarnos con esta primera apariencia, es decir señalarnos un lugar del cual la distancia temporal y no funcional nos separa, pero del que luego, y durante todo el texto, se escapa o trafica, pasándose por debajo, saltándose el trámite hacia múltiples direcciones. Este supuesto container temático timbrado de lo que fue, no es el verdadero contenido. Guía de despacho es un documento adulterado que pretende en la mirada del lector, burlar las aduanas del sentido.
Hablo de un papeleo potente y trágico, una Orden de Compra ausente que sin duda apelaría al deseo, una Guía de Despacho que entrega la mercadería, el producto subjetivo y experiencial que conforma un hablante-libro, cito a Patricia Espinosa: “me interesa un hablante/igual/ un texto” y finalmente la Factura que no se nombra pero siempre está presente, la no dicha pero sí declarada, declaración de ganancias y perdidas propias de los destinos; pienso en el poema Declamación “cuesta aceptar que uno es un ciruelo/que primero dio flores, luego hojas/ solamente. Recién pensar en frutos”
Los poemas en el libro se articulan en secuencia de folios, documentación aparentemente en orden desde el 94 al 130, pero un investigador-lector-contralor atento, objetivo y subjetivo a la vez, se pregunta por los anteriores, de donde viene la materia prima simbólica o es reciclaje. Es aquí donde Winter, sin hacerlo evidente muestra su pertenencia estética y establece la previa, dejando claro el lugar desde donde escribe, aquí prevalece la mirada, la construcción y la experiencia por encima de la mera palabra o el tecleo, aquí el lector se enfrenta a imágenes sugerentes, evocativas y lo más importante: concretas;es decir, lo escrito se ve. La poesía no es sinónimo del arte abstracto y experimental de la palabra y sus aburrimientos, está ligada a la vida y su fragilidad.
Aquí el ojo se mueve y zigzaguea como por las calles y escaleras de Valparaíso, no sabiendo que sabe que igual se encontraran a la vuelta de la esquina.
Los pliegues y bisagras se entrecruzan dando ritmo y atmósfera, como un juego de manos con papel doblado que forma situaciones y lugares desplegables: “se trasluce la media no el pliegue/ ese pliegue es la piel, el comienzo de lo que casualmente se cubre/ (del sol)/….Miradas de reojo.” creando un diálogo entre el sujeto y su entorno, poesía situada: “la canción de la radio, tan parecida a lo que les ocurre/… uno sólo sostiene lo que suelta”
Por momentos esa voz se enfrenta a decisiones clave, como en el poema Bolsillos, donde la duda se centra en la elección interna y social, entre la libreta de apuntes-registro y la billetera. Otro rasgo que enriquece y da más polisemia a esta obra de Winter, son sus distintos niveles de discurso, por una parte predominante, está la mercadería, es decir los poemas como tal y por otra los textos que se refieren a sí mismos y a la reflexión acerca del cómo y a lo que en ellos está escrito, ejemplo Valentines, en donde se habla casi desde fuera del libro, sobre éste y de sí mismo.
Guía de despacho es muestra de diversidad vital y soltura de cuerpo y palabra, pero en donde hábilmente se redondea, llegando en el último poema a la misma playa donde todo comenzó. Ese lugar costero donde llegan las ballenas muertas para ser faenadas. La ballena es un elemento enorme e inquietante que amenaza con reaparecer durante toda la lectura, una especie de pretexto desequilibrante que se dice pasado, pero que siempre está ahí, en algún lugar del mar o de la memoria.
Guía de despacho es a mi subjetivo juicio, un subir y bajar de las mareas de lo vivido, privacidad e historia, recuperación y vigencia, un intercambio o diálogo entre un sujeto sólido pero desechable, ese lugar-cuerpo, y lo exterior que lo rodea y contiene; ¿y por qué no? un “tramite” temporal que nos recuerda y visibiliza que la poesía, la buena poesía, como la que se puede tocar en este libro: fue, es y será siempre, una mercadería de primera necesidad.