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RASCACIELOS
(anticipo)

Enrique Winter



MANTRA

Con las heridas de los dedos pinto
unos cuadros que compran a buen precio
los que me las hicieron.


ARREBOLES EN QUEZALTEPEQUE

Llevo el mareo de escolar que espera a su rival del callejón
o del que cuenta con los dedos las décimas de nota que le faltan

los mismos dedos que en las sábanas deshechas buscan ese cuerpo ido
como si el blanco fueran teclas de un piano que resiste

la ducha helada antes del trabajo
cruzando en camioneta por la arena

donde yacen los muertos del partido
recostados y hermosos en su caos

como el naranjo de la tarde pintado por las fábricas
el morado del pómulo escolar y los pañuelos de la despedida

que se enarbolan cuán banderas: ser silla firme y mesa
un comedor de multitienda dándose forma con las manos.

 

 

LAS PATAS DE LOS PÁJAROS

Calientes como el universo antes de armar galaxias
y comprimidos como ese universo, cual saco de dormir en la mochila
a punto de estallar
como quien pinta el altiplano mirando al sol de frente
o quien decide mientras corre buscar su muerte en otro sitio;
jugamos a engañarnos,
alzando el velo de otras novias como neblina que al volcán levanta,
la bufanda es el yugo que ha tejido la sobra de cariño y de minutos,
el vapor que madruga en las montañas.
Y recorremos los destrozos, así pisando lava
donde la noche es nuestra lengua y es nuestros dedos,
todo lo que se escapa de nosotros:
el sudor y las lágrimas, el semen
en las piernas delgadas y sin garbo
de flamencos rosados en la altura, picoteando los restos,
doblando el cuello hacia nuestra espalda,
rascándonos la tarde con las uñas de pájaras tan nuevas
como lagos congelados
apareciendo allí donde aleteábamos las aguas.

 

 

ESTE CASSETTE TOCA SU VIDA

Luego de cinco órdenes de arresto
mi mamá invita a mi papá a la casa,
se pone linda, le cocina rico.
Con tres borgoñas y solos
mi papá me confiesa lo que eso indica: que lo ha hecho bien,
que las piernas que abre se mantienen abiertas.
Lo dice porque le conté del viernes:
cinco años sin verla y me tomó la mano.
Este cassette toca su vida
vida que rozo apenas
si con el dedo rebobino.
Mi papá y yo seguimos solos.

 

 

BRENDA EN EL BUS PIRATA

No puedo salir sola ni en Juárez ni en Laredo
la cuatrocientos quince fue mi hermana.

Nunca he tenido sexo con chavos que estén sobrios
mi mirada derrumba los andamios.

Cargo y descargo bolsos más grandes que diosito
para la cuarta revisión de polis.

Pongo ojos de cuándo volverá mi turista
y cada noche me despido en serio.

 


MERLINA

Merlina, su camión dice Merlina
y ambas esposas en Guadalajara
creen que es por la niña que salía en Los Locos Addams.
Claro, se enamoró de ella
antes que de la línea blanca de la autopista
que continúa sobre el escritorio
y en la pelusa de Merlina, la boricua de Houston.
Que ni siquiera llama interrumpiendo a la noche en su crujido
de catre de camión, en sus luces apenas y en su blanda
consistencia de catre de camión,
como las otras que se ríen y lo conocen demasiado
para trancar la puerta del negocio.
Las que saben por qué bautizó así su máquina
y le piden a Fátima que un día
ese camión se llame como ellas.

 

 

EL PISO SUCIO Y LA LUZ PRENDIDA

Ningún servicio es tan básico, ni la luz ni el agua
y si de noche la ciudad pestañea sus brillos
tanto mejor se ve a oscuras. El ojo se acostumbra a todo.
El viaje en bus durará algunos meses
se habituará a dormir sentado, al pan con jamón y al café,
a ser discreto como un lago
y no como esta lluvia sobre el techo de cinc.
Un poco de baba sobre la almohada
que diga “aquí durmió”
repetirá temas siempre variables
como el clima y su opinión del país extranjero,
porque usted está en contra de la belleza que se note
―que parezca agarrable como un plato:
Miguel lava su auto en un pasaje
de Lima, Monterrey o de Santiago,
su esposa es güera o rubia como un sable.―
El bus, en cambio, es un país donde están de paso todos,
un poco trasnochados y malolientes
donde nadie hace el amor ni en los asientos ni en los baños.

 

 

 MARTA EN EL MATRIMONIO DE SU HERMANO CHICO

Que eligiera la lámpara o su iluminación
o que entre el fuego y su calor
                                                el agua y la humedad
quedara sólo una: la caricia o su alivio.
Él era dado a las opciones y yo siempre debía perder poco.
Esta vez quise hacerme
                                     la loca con el ramo.
Metí conversa a quien pasara cerca
mientras la orquesta preparaba el rito.
El segundero ya no salta en cada segundo
este reloj desliza el skate
por mis cincuenta y siete
                                        años soltera.
Jamás pensé que corearían mi nombre
todas las horas de vestidos, peinados y pinturas
que suman las que llevo haciendo clases
y quieren que me case, que cubra con las flores
el hoyo de esta trampa.

 

 

ANDRÉS, LOS PECES CAMBIAN DE NOMBRE CUANDO LOS PESCAN

He comenzado a valorar la prudencia burguesa
cuando alojo en la casa de mi novia
con los carretes del vecino, la radio a máximo volumen,
las peleas, la tele que no apagan,
sobre todo las risas que se oyen al frente.

En mi casa materna hay silencio,
no venden leche ni matraca el gas.

Me reí mucho cuando un ex compañero de colegio
interrumpió mi baile para decir que siempre quiso
darle a mi ex. En otro sitio habría
que pegarle. Los más pobres se ofenden
si no ofrezco los puños. Si no los llamo juran ley del hielo

Como éste es facho, brindaría si al fin le confesara:
todos los resentidos que conozco
se enamoran
de la primera cuica que los pesca.

 

 

LAS SILLAS BOCA ARRIBA SOBRE MESAS VACÍAS

Me enamora la mesera,
soy una espiga de trigo
doblada en su ventolera.
Aunque cubra sus pezones,
la camisa de franela
sólo existe en el espejo.
Pantalón a la cadera
bajo huesos que se asoman.
Yo me ahogo dentro de ella:
un combinado de naves
quemadas en sus peceras
castañas de ron cubano.

Hemos comenzado, observa,
a sentarnos para siempre
solos y en la misma mesa.
Quedándonos por un sorbo
no vaya a ser que se pierda
―me siento el niño agachado
en busca de las monedas
que a nadie se le cayeron―
tras su fumadora espera
viéndose entre las rendijas,
mientras boca arriba cuelgan
estas sillas que ha tomado
junto al barman que la besa.

 

 

VANGUARDIA

Los jóvenes poetas. Peligrosos
como artes marciales milenarias
en el gimnasio del burgués.

 

 

ME ABURRE EL JORGE CON SUS CUMBIAS

Con su cumbias a todo chancho
a todo chancho los domingos
cuando no barre la basura
que la tres cuatro tres bota
antes de irse con su mina
afuera de la micro adentro
él cree que no sé no supe
que al niño lo dejamos zeta
después que repitió de curso.

Ofrece ayuda un cabro lindo
nos invita de pura pena
a ver monitos en el cine
sexo no por el niño casi
parecía un hotel las luces
sobre su cara y sus ojazos
comimos donde yo limpiaba
le conté a todas las vecinas
con pan y lujo de detalles
para que el vuelco de esa noche
no pueda nadie deshacerlo
como un mojón bajo la lluvia.

 

 

JARDINERO DEL PARQUE GÓMEZ ROJAS

Junto las hojas con rastrillo
como sus manos juntan mis papeles.

La carretilla, pala y bolsa roja,
variantes de la bolsa de basura

donde van a parar mis fotos.
La limpieza del parque y de lo nuestro:

la sombra de uno la agrandaron
las ramas de los árboles.

Ella había cosido dos muñecos de género
copias pequeñas de nosotros

que tenían un aire de feria artesanal.
Sonríen bajo el polvo y piden baño:

separo sus camisas
buscando no rajarlas.

Tomados de la mano. Lavadora.
Aunque ya nos había dividido,

por vez primera la limpieza
nos descosió en harapos.


SALAR

Sal de mesa. La piel granula
con el leve respiro el cuello
que se aparece sobre las poleras
                                                   horribles que te pones debajo cuando hay frío.
Dados de sal. Estatuas que confían
(en todas las pestañas de los ojos cerrados
tejiendo los cáñamos del lago en
que un viejo agarra un pez para su hijo)
que el frío se mantenga para ocultar la ropa. Pero aclara.


DE

Toda tierra es desierto ocre
el adorno del árbol no debe confundirnos.
Se acumula la sal en panales de suelo y
las abejas también son un detalle.
Es un detalle que tu piel granule,
hexágono el comienzo: un
cristo crucificado en cada
juntura de los bloques del salar.
Saben si es mímica el silencio, cuáles voces se oyen de las nuestras.

 


UYUNI

Éste es el lugar donde nada se acerca ni se aleja
donde deja de ser mi cuerpo lo que toco
y no siento los pasos (es como verte sin oírme).
Atardece en mis cuatro, seis, costados
y camino a la izquierda del sol como un demente.
Soy una línea recta, una línea
un turista entre gránulos blancos.
Reemplaza el plato caliente
a nuestro sol que se ha ido.

 


SOMOS O NO SOMOS HERMANOS

Somos ocho en la pieza.
Tengo catorce años y duermo con mi hermana.
Sus muslos contra el pecho esperan
un portazo. Tirita el vidrio
como dos ojos que resisten algo.
A veces junto mis pestañas y las abro de golpe
para que se descuide nuevamente.



 

 

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Rascacielos.
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