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SUEÑOS DE LA CONSTANCIA de Ida Vitale

Por Enrique Winter
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Las palabras son palacios vacíos a ser despertados por un trueno. Ida Vitale (Montevideo, 1923) confía en su llegada, aunque desconozca qué cuchillo, qué poeta será el que lo reciba. Vislumbro el trueno reflejado en la hoja -del cuchillo-, luego la fisura que éste abrirá para que la inundación los despierte. Para Vitale, como para su contemporánea Denise Levertov (Ilford, 1923 – Seattle, 1997), la imaginación no surge del ambiente, sino que tiene el poder de crearlo. Su manifestación primera es la del sueño -ese trueno al que todos tienen acceso- y la segunda, la posibilidad de generar desde él las posibilidades expresivas, la poesía propiamente. Gonzalo Rojas (Lebu, 1916 – Santiago, 2011) decía que tiraba un cuchillo a la mesa. Sólo si éste se clavaba, él comenzaba a escribir. Sino, mejor acomodarse para mirar la inundación de otros cuchillos. Pues de que el trueno viene, viene y con el relámpago, en su caso.Son miembros de la última vanguardia que explicitó su firme creencia en la inspiración, tan cuestionada por los poetas posteriores al estructuralismo francés.

Así comienza Vitale Sueños de la constancia, que al establecer el lugar de las palabras, siembra también la duda de quien con ellas trabaja: “¿Cómo ser su agua madre/ todavía una llaga/ en que se detuviera/ pasar de yermo/ a escalio/ con su abono celeste?”. Cuestionamiento propio de místicas como Juana Inés de la Cruz, que buscan la trascendencia en una otredad que no es humana y que, en los versos finales del primer poema, pareciera llamarnos por vía de Vitalea “Temer su turbulencia/ como el bote arriesgado/ quien no nada.”Y cómo no si el solo uso delfilo fractura el tiempo. Y tratándose de éste, la autora nos presenta un segundo dilema, ahoraya no de la génesis del poema, sino de su contenido: si se busca su “limosna verbal” en el recuerdo o si se aspira “al dios de los principios/ de las solares astucias”. Si hemos de conformarnos con describir el polvo que fuimos o aquel que no somos sino en relación al trueno. Por supuesto que no es la respuesta lo buscado, sino la tensión la expuesta. El cuchillo o “la aleta del escualo”corta en el centro el paño tirante por aquellos extremos.“De la memoria sólo sube/ un vago polvo y un perfume/ ¿Acaso sea la poesía?” pregunta. Un aire responde, como el de Rojas al definir la palabra, como el alma que se va con la muerte.

Vitale lo construye desde la suma de intentos para llegar a la “gruta fuera del mundo”, “al agua de la vida”, versos que sucede, respectivamente, con una desesperanza lúcida:“Cree avanzar/ el que rema en su fondo” y una honesta declaración de objetivos:“alumbrar una membrana mínima/ una hoja pequeña”.Ésa es la medida a la que puede aspirar el humano que crea. Parece poco, pero son “milagros/ y admito que toda la vida/ es su deuda” cierra el tercer acápite, “Trama de la persuasión”. En éste, el más vivencial del conjunto, la experiencia a la que recurre no se escinde del desasosiego del conjunto. Acá chocan lo sentidoy larealidad, siempre aparentes, evaluados desde un presente continuo y nebuloso.Respecto a la deuda de la vida, no ve apuro en pagarla. Para el acápite finalinterpelará: “Guardaste la esperanza -tu empleo del tiempo-/ como se guarda el cuerpo en un cuarto/ los años que te quedan.”

En Sueños de la constancia, lo tangible y temporal -escorpiones, mariposas, perros, colores- es descrito simbólicamente. Son pasajes para viajar a lo intangible, que además parece esconderse. Esta conciencia de desaparecimiento de la realidad genera una nostalgia inmediata por un lugar perdido,“donde/ sin duda volveríamos/ a merecer un cielo”. Un lar que no es dicho, pero que una vez tratado queda en tanto signo. Y sólo entonces comienza a ser soportable. Luego puede la autora mirar “curiosa, fríamente su cadáver” y traérnoslo. El lugar en el que nos lo entrega tampoco es firme. Insinúa que en él residen la soledad del emisor y del receptor, la cual puede salvarse a través de lo ajeno -el perro que alegremente ladra- más que de lo propio, que nos remite a la misma soledad: “padre mío/ te como;/ esposo mío, tú azogas/ el espejo en que espero.”En “Jaula de dolores” insiste:“Dos se reflejan al espejo./ Quién recuerda/ si a solas.”. Ante la inevitable mirada hacia sí mismos de los sujetos, son los objetos inanimados los que abren las posibilidades estéticas del mundo. Confiesa así que “Hacer bello lo otro/ es gloria de la nieve.”

Simbolismo aparte el del ciprés, perenne árbol de la muerte, que Vitale cita para celebrar la diferencia en el jardín construido por un dios o la palabra, en que el rosal de la belleza está más alto, pero no cobija tanto como el recuerdo del conjunto o las nociones de la muerte misma. Una postura ética por la inclusión. Cipreses también para que los pájaros “gota a gota” se apoyen en sus ramas. Y luego es el canto de éstos el que acompaña el “quién sabe adónde vamos”, posterior al “taller de la vida”. Sueños de la constancia desvela su narración interna a través de estas pistas mortuorias, y su segundo acápite “Términos” nos deja en la imposibilidad del retorno. A un Montevideo ya adelantado como el lar, donde “Siempre hubo quien/ y siempre faltó cuando”.

Los poemas son orgánicos y se sostienen rítmicamente en una base heptasilábica, que hace dialogar entre sus parientes pentasílabos y endecasílabos, a modo de acordes. El verso corto pide silencio (“¿Se jactará siempre la palabra de decir cosas/ que el silencio, simplemente, entiende?”) y lenta deglución por su carácter abstracto, propio de una poesía de ideas y aire. Transparente.Lo desplaza en el horizonte de la hoja. Respira hondo, pareciera pedirnos, como madre que nos lleva a la montaña. Un vértigo de vacío, opuesto al “vértigo deajenas/ corporaciones emplumadas/ para fiestas o iras de la selva.” Su base métrica, sin embargo, cede al principio del verso libre, bajo el cual la intensidad del sentido debe completarse junto con la línea. En un número considerable de casos, Vitale simplemente renuncia a la sílaba que le falta y opta por la respiración entrecortada. Lo que la convierte en entrecortada es justamente el biorritmo de la relación entre las demás respiraciones tradicionalesque ofrece en cada poema.Presenta,además, ocasionales rimas asonantes dentro de los versos, o al final de ellos, como en “Canción”.

La autora problematiza también la comunicabilidad del poema, al optar por la concatenación imaginista en “Composición con símbolos” y la sonora en “Étimo: última Tule”, ambas presentes en los hipérbaton de “Al blanco la saeta”. En ellos la obra entra directamente desde los sentidos, desprendiendo a la razón al menos de una primera lectura. Porque en la segunda aparece el destino, inevitable, “desbandada historia/ que mira su futuro/ y no lo aprende” concluye en “Alacena del tizne” o en la escalera cuya constante subida infantil la lleva “hacia cada vez menos luz,/ hacia pozo más hondo” en “Historia”.

Trece citas comienzan los trece poemas de “Acto de conciliación”, que Vitale continúa como propias. En conciliación primero con la poesía, luego con la fugacidad, “trueca el duelo en canto”. “Todo es ejercicio de belleza”, pero este canto no debe llamar a equívocos, y las fuerzas sobrehumanas siguen tan presentes en marcar las humanas, como al comienzo. Así, en “Días de Sísifo” la piedra que ha de cargarse cuesta arriba es la misma existencia, consistente en “ir anocheciendo todo el día”. Frente a la tragedia, los sueños de la constancia: “Mar que nunca es un fin/ sino un medio perpetuo/ donde blancas barcas se hamacan”. La aliteración y su placer. Lo que nos queda es la palabra.



 

 

 

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"Sueños de la constancia" de Ida Vitale.
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