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Damas y caballeros, les presento a Enrique Winter

Franco Cárcamo


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A Enrique Winter se le suele presentar como poeta, traductor, narrador y abogado prófugo. Se suele decir que ganó el Premio Víctor Jara (2003), el Premio Nacional de Poesía y Cuento Joven (2010), el Premio Pablo de Rokha (2014), y varios más que no mencionaré porque no sé bien cómo se pronuncian, y porque yo prefiero presentarlo como mi profesor.

La primera vez que supe de él fue como docente de un Diplomado de Crítica en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. La crítica era algo que yo hacía excelente según fuentes que, lo juro, no venían de mi familia, así que gané un puesto en el programa donde Enrique dictaba el módulo de crítica literaria.

Pensé entonces que alguien que llevaba de apellido Winter –como el invierno– debía ser un maestro exigente, estricto y avasallador. Básicamente, un profesor increíble. Pero en aquél módulo me llevé dos grandes decepciones.

Primero, que su apellido no se pronunciaba Güinter, sino Vinter. Emparentándolo a una tradición más europea que climática. Y segundo, que yo no era tan bueno en la crítica como pensaba, y que las fuentes que me aseguraban lo contrario no eran confiables.

Ansioso, me ofrecí en su primera clase para leer mi crítica de Mis Documentos, de Alejandro Zambra. Recuerdo perfectamente que un compañero dijo: Franco nos tiene acostumbrados a un gran nivel. Y que Enrique respondió que sí, en efecto era un buen texto…pero.

Nunca voy a olvidar ese “pero” porque fue el “pero” más terrible y revelador que he recibido en la historia privada de mis “peros”. Enrique Winter comenzó a corregir con una naturalidad desmedida innumerables aspectos de mi escrito que yo no estaba ni cerca de comprender en ése entonces. Marqué cada palabra en la que él reparó y al final de su comentario mi crítica era un campo de batalla en el que no sé cómo, ambos bandos se las habían ingeniado para perder. Era la primera vez que no quedaba casi nada sin un círculo furioso o una tachadura encima. Y fue una sensación tan paralizante que durante tres días me dije a mi mismo que no iba a escribir nada más para el maldito Enrique Winter.

Semanas después, quizás meses, tuve la suerte de comenzar a escribir crítica literaria para El Ciudadano, un periódico de circulación nacional. Y ante el desafío, me comuniqué con el mismísimo Enrique (en ese entonces, ex maldito) para asegurarme que cada uno de mis textos pasara primero por su mirada crítica. Incluso pedí la opinión de Enrique Winter cuando la obra que estaba reseñando era Bolsas de Basura, el debut narrativo de Enrique Winter.

La primera vez que entré a una sala de clases en Nueva York, en la Maestría de Escritura Creativa de NYU, fue para la clase “Introducción a la Narrativa y la Poesía”. Recuerdo que apenas crucé el umbral de la puerta, Rubén Ríos exclamó contento tú debes ser Franco e inmediatamente agregó el discípulo del gran Enrique Winter.

Lo que Rubén no sabía era que un año antes estuve a punto de renunciar al sueño de este programa, pues un simple cálculo matemático me había demostrado que no tenía el dinero suficiente para pagar las pruebas de inglés y el seguro médico. Eso también se lo conté a Enrique, a quién ya le había dado el poder de influir en mis decisiones literarias, y fue él quien me convenció, casi pateándome el culo, que no dejara pasar otro año.

Así que, por si fuera poco, Enrique Winter es la razón por la que yo estoy aquí, intentando hablar de Enrique Winter.

Termino:

Enrique Winter fue la persona que, con taza de café en mano, me quedó mirando extrañado cuando le dije con aire triunfador que había leído tres libros en un mes. Él respondió que para un escritor eso era prácticamente nada y que iba a tener que hacerlo mejor para la próxima. Enrique Winter, fue mi mejor editor, y no niego que sopesé la posibilidad de enviarle este mismo texto antes de leerlo para que así pudiera evaluar si mis torpezas escritas estaban a la altura de nuestra relación fraternal.

Enrique Winter fue, o es, uno de mis grandes maestros, no sólo por su capacidad intelectual o su escritura. También por la humildad con la que acoge, me consta, a aprendices de escritores como yo. Sé que es extraño decir que un escritor es buena gente. De hecho, si extendiéramos la comparación climática hasta la cursilería, diríamos que Enrique Winter es más como la primavera que como el invierno. Sé que sería más correcto, por ejemplo, alabar su genio, mencionar sus obras o destacar un curriculum que la mitad de los que estamos aquí envidiaríamos hasta las ganas de empujarlo por escalera.

Pero apuesto, no como con esa primera crítica que Enrique destruyó hace años, sino que apuesto de verdad, que de esa parte, de sus méritos y su genio, ustedes se darán cuenta tarde o temprano.

Damas y caballeros, les presento a Enrique Winter.

 

 

*Texto leído como presentación en la Segunda Mesa Redonda en celebración de los 10 años de la Maestría de Escritura Creativa de NYU.


 

 

 

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Damas y caballeros, les presento a Enrique Winter.
Por Franco Cárcamo