FIRME AQUÍ: MI FIRMA ES REDONDA Y FINA
Hace justo un año fui testigo contra mi marido por abusos sexuales de otra.
Desde entonces Carabineros ronda por mi casa
pues su hermana juró vengarse. Él está preso
y así esposado viene a la audiencia de divorcio.
Los niños querían acompañarme para verlo, porque lo aman tanto como yo.
Si me ensucio, ahí no es donde me limpio: me interesa la limpieza del paño.
Me duele ver de pie al gendarme y a espaldas de mi esposo, ojalá nadie pase por aquí.
No quiero rearmar mi vida. Yo me miré al espejo esta mañana y lloré.
Vine tarde a la audiencia. Quién sabe si se suspendía,
como el almuerzo cuando él no llegaba.
HABÍAN DOS NIÑITOS
así comenzaban los chistes que inventaba mi hermano
no contaba chistes los inventaba y yo lo interrumpía
por fome a uno de los niñitos siempre le pasaba algo
se caía por ejemplo y yo le explicaba por qué era fome
cuando andaba de ánimo le cedía la ausencia de gracia
y teníamos un tío el rey arturo alias julín serra porque
julín serra era el rey de los delantales un fabricante
de uniformes para asesoras del hogar y a mi tío le decían
julín serra el rey de los delantales no por empresario
sino porque amó a todas las nanas y princesas de este
barrio y del otro hasta la noche de su muerte
yo lo recuerdo solo una tarde en que sembró el crataegus
o espino pero él dijo crataegus y quedó como cratehue
para mi madre para mí y dentro del jugo con mucho hielo
que le mojaba la barba al tío flaco sin pega estable
escuchando los chistes fomes de mi hermano y riéndose
de buena gana
me cerraba un ojo como diciéndome que lo cachaba
el chiste era fome como le cerró un ojo a mi hermano
en el único recuerdo que él tiene del mismo tío viniendo
tarde a la iglesia
cerrar un ojo hasta cerrar los dos pero
antes reírse de buena gana con los chistes de mi hermano
como nunca nadie lo había hecho
. . . . . . . . . . . . . . . . . e inventar otros
signos de exclamación bocas abiertas dientes de leche
había dos niñitos y uno cualquier cosa decía el tío
era más chistoso que la cresta eran cochinos los chistes
y mi madre jugaba el rol de censurarlo haciendo que nos
riéramos más
a los diecisiete años de muerto mi tío murió julín serra
y como sucede con todos los dueños llovieron obituarios
le escribí un poema a mi tío peor que los chistes de mi
hermano porque no pensé en mi hermano y ahora son
veintitrés los años y uno solo el recuerdo con mi tío
versionando sus chistes
. . . . . . . . . . . . . . . . . había dos niñitos
demasiado tarde aprendí que yo era el otro
MONITOR
Nunca en mi vida había conocido a alguien tan egoísta, sólo
te preocupas de ti mismo, de la imagen que tiene el mundo
de ti. En el interior, no hay piezas reparables por el usuario.
No sabes amar con intensidad, dudo que te arda la sangre
por dentro, no intente reparar este aparato usted mismo
y es imposible seguir enamorada de alguien que está muerto
no exponga este monitor directamente al rayo del sol
de alguien que no tiene los ojos brillantes
que las características que más odio
en el ser humano sean tan constituyentes de ti. Este aparato
no debe causar interferencia dañina. Eres incapaz de querer,
de entregar, de preocuparte por alguien
que no seas tú, de crear lazos verdaderos, de amar.
Aumente la separación entre el equipo y el receptor.
No exponga este monitor bajo la lluvia.
SOLES
Un sol, la dicha
sorprende a la mesera que recibe
la propina cual dios del mismo nombre.
Un sol rojo en la playa, pixel en el ojo
de una foto digital que no debimos sacarnos,
interrumpido por líneas de nube (las cataratas)
y la tele del bus,
polvo que impide otros polvos
en un desierto que ningún pasajero reclama,
inadvertido el mar (el iris).
El bus auspicia la negra carretera
que corta el arrebol,
una camiseta que sería de rangers
si estuviera en mi tierra y no
donde ninguna construcción se ha terminado
para eludir impuestos o mirar las estrellas,
apenas cubiertas por la ropa interior colgada
y flameando: camisetas de un equipo pequeño
visitando el estadio de la masa tevita.
La rueda del triciclo armando un taco, este sol
tres cuartos en el agua su reflejo,
más la pantalla del bus que ese ojo rojo.
Una vez me dijeron que era un sol.
Y si para tocar el sol bastaba
poner el dedo chico en la primera
cuerda luego del do, siempre enseñaron
mejor el anular, voltearlos
como el cartel —cerrado— en los boliches
y me dan ganas de contarles cuál
es el cambio de sol a peso,
pero la tasa es otra (juego de manos
y muecas) cuando la pronuncio
en la guitarra.
En el cielo despejado no hay puntos de referencia
para decir cerca o lejos.
Mejor que venga el sol, que trague
a quienes lo permiten apenas quince días
retribuyendo el año de maltratos
(era gratis, gratuito, gratis, gratis).
Con el color ladrillo de las casas
sin terminar (ya, casi todas)
dorado el oro, el día, el hombre
no la plata, la luna. la mujer (acaso la pantalla
o bien la dicha de la mesera que recibe
la propina cual dios del mismo nombre).
Las decenas de veces que intentamos la foto
con la puesta de sol, la espera
por revelar un rollo que nos presentaría
negros de nuevo, tapando un rojo inentendible.
En la ciudad que habito yo decido
si me alimento, si me abrigo, si miro mis pisadas cuando vuelva.
Quien decide afuera es el sol,
si crece algo de comer, si muero
de hipotermia o transpiro.
Le rezaría a él antes que a nadie:
yema de huevo de campo
derramada en mar la copa
no del galán de la tele
sí de los espectadores.
La clara previa a revolverse es una nube
y el cielo cubre la paila.
El ruido de ese aceite recuerda al de las olas
cuando se está en el mar y no con la conchita en el oído,
a regadores cuando empapan, y
las películas nos robaron hasta el atardecer.
El bus nos ha robado el viaje.
Al sol lo construyeron jornaleros
como los de este bus, que ni lo miran
ahora que la energía puede inventarse en otros soles,
que no los broncearán
aunque se juren invitados.
Difícil adorar a un único sol
cuando ya existe la palabra soles
y uno no sabe si vio el mismo ayer
(cambiaron el camino y la abrazada)
cuando al camino le salieron brotes
y a la que amamos, el fruncido ceño
las decenas de veces que intentamos la foto
con la puesta de sol, la espera
por revelar un rollo que nos presentaría
negros de nuevo, tapando un rojo inentendible
como el del ojo en tomas digitales.
Acaso quede el puro rojo
que ven los cerrados cuando al sol,
delgados pájaros de interferencia.
La terramoza (qué palabra) dice
que para una mejor visión de la película
se cierren las cortinas.
ESCULTURA
Esto
. . . . como una reproducción a escala
del hielo
. . . . .. . que remite al dibujo oficial de un copo de nieve.
La simetría de unas líneas que no están en la nieve:
que sean clavos grandes. Que entre ellos haya plumas blancas.
., . . . . . . . . . . . . . . . . . .Que al hacerse más grandes
den cuenta de lo que significa hacerse grande: f r a g i l i d a d.
Lo que hace a las líneas entrecruzadas decir —nieve.
Cuántas líneas sobre un papel se necesitan para verla,
alguien se pregunta al mirar que nieva tras la ventana.
Luego pasa la vista sobre el dibujo en dirección al que hizo antes
de un animal.
¿Qué ve la niña de un año en el trazo,
que dice —miau— cuando lo apunta?
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ¿Cuándo comienza
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . a ser un gato ese dibujo?
Deja las dos dimensiones del dibujo y vuelve a las tres
. . . . . . . . . . dimensiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . de la tarde,
de la reproducción a escala del hielo.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Una escultura.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Una escultura hacía perpetuo lo fugaz.
Pero si a una escultura le crece algo en la mejilla
. . . . . .pasto por ejemplo, hace fugaz lo perpetuo del hierro.
Hacer fugaz lo perpetuo, un bien de consumo
que antes duraba para siempre:
. . radio, mesa, casa. El sobreconsumo afecta la escultura.
Lo perpetuo
y su defensa
contra el consumo y sus dueños.
La perpetuidad es revolucionaria.
La perpetuidad es f r á g i l .
Como el hielo
cuando es representado en la escultura.
ARQUITECTURA
Esto
la caja de zapatos donde vivo
la caja de zapatos donde vive mi padre.
Dos zapatos izquierdos.
–Cuando chica quería ser artista, veterinaria o astronauta.
–Yo arquitecto (me mira y no me cree).
Mi papá me llevó a la construcción algunos sábados. A mí me
encantaba. Una vez le pregunté en qué consistía su trabajo.
Me dijo que el arquitecto (primera vez que oía esa palabra y
me sonó importante de inmediato, como archiduque)
imaginaba el edificio y que la pega de él consistía en que
simplemente no se cayera. Un trabajo que sólo imaginaba
lugares me pareció extraordinario. No así la opaca labor del
padre. Los lugares imaginados se le comunicaban con dibujos.
Y a eso dediqué mi infancia, a dibujarle rascacielos y chozas.
La pega de mi papá consiste en que no se caigan.
MUÑOZ
Como quien carga un maremoto y por silenciarlo
mira con desprecio a quien no carga alguno
o no lo silencia,
el día que la vuelva a ver
veré expectativas y no esperanza, la poca mandíbula, anchura
de hombros, planicie de pechos, gordas las caderas,
un termómetro y no el termostato.
Diré –ya no le tengo ganas–. ¿Y es que deseo algo ahora
que para iluminarnos no hace falta el fuego?
Con la memoria de las yemas digitaré sus poros
podremos hacerlo con vista al mar, pero lo hacíamos en el mar
y con lluvia, rodillas en la calle, afuera los duraznos, adentro
del funicular, boca abajo sobre la mesa de una pirámide. Una serie
de postales disueltas en agua, láminas del álbum, guías de despacho:
la gota de tortura china cava inocente en la cabeza
del condenado un agujero hacia la muerte. Una gota de agua.
Muñoz es quien repite la sentencia mientras tiembla su vaso
al tacto de otras manos –el miembro de tortura china
cava inocente en este pubis de condenada
un agujero hacia la muerte– una película que lleva cuatro horas,
la pareja sentada, las piernas en un lazo deletrean el muro.
Un guijarro guarda esa falta de greda.
No quita la sed mi negra, pues lo deseado no llena el cuerpo
de esta botella y si lo cubre es por mientras. Un envase vacío
de boca ancha, al que lo cargan bolsas o sellan tapas. O sellan
tapas sí, que se acumulan después de tanta rosca en la basura.
Quedo solo de envase no retornable.
Me esperará si llego tar-
desde ella me demoro
y me daré cuenta: con el atraso la perpetúo
como el deseo en los vestidos largos
o en años sin decirse.
El mar arriba el cielo abajo. Una ciudad se incendia
o se abandona y entran cenizas por el techo.
Ella de pie y al lago tembloroso lo cubren pétalos: la alfombra
donde acostar la orilla, que apenas por llevar sus nombres
hayamos sido aquéllos. Lo deseado no llena esta botella
sólo la arropa como una bolsa o una tapa.
El trueque de las ganas (color mascar la guinda
saborear y molerla, sonidos pareci-
dos pasajes de ida)
por el alivio del primer foco en una carretera a oscuras
(podremos hacerlo con vista al mar, pero lo hacíamos en el mar).
Un foco no es un paradero, los buses aceleran sin mí,
pegado en cómo lo alguna vez deseado ya no existe,
pues lo deseado muta.
Y uno no.