ENTRE ponerle y no ponerle, más vale ponerle, digo yo.
¿Ponerle vino? ¿Ponerle el hombro? Ponerle, pues, ponerle.
Así fue el chileno siempre y así ha de ser ahora.
Pero, ¿y si no hay ya qué ponerle?
¿Ha de ponerle el alma al frío, la vergüenza a su miseria?
¿Qué va a ponerle?
¿La familia al terremoto?
¡Vaya,' vaya! Vaya mi tren por los campos de Loncoche, vaya quebrando el hielo sobre el anca de las yeguas.
Que corra al pie de los volcanes entre la cordillera y el mar.
De la noche, entre alambres de púa, saldrán los huasos de luto arreando la vaca colorada que ha de parir la mañana.
Que cumpla el sol su rodeo de gala y salga el rancho de sus quinchas como un tejo de piedra a morder la helada.
Allí estarán los niños que peinó el invierno, tiesos como estacas para marcar la muerte.
Entre ponerle y no ponerle, dirán, ponerle niños al invierno.
Que el viejo se carbonice en el brasero y la madre destete a la loba del frío.
Pongamos niños a la ruta, dirán.
Llegará la primavera al Valle Central.
Valdivia sacará las patas del barro.
Caerán un escombro y una estrella en Concepción, tantas estrellas como temblores, o tantos temblores como veranos.
Correrán potentes los ríos y con ellos correrán los puentes.
Correrá el lodo lustroso sobre un potro negro.
Toserá un niño, morirá un anciano, parirá una mujer.
Echarán su humo las chimeneas de Santiago.
Así será: envuelto en la bruma, con mi abrigo y mi bufanda, mi sombrero negro y mi aguardiente, estaré también en la elipse del parque.
Pelada como cabeza de reo.
A pequeños martillazos crecerán las fondas en la niebla nocturna.
Se encenderá un brasero: y una cantora y una guirnalda tricolor y una gallina blanca y un chuico de chicha y un arpa de plata.
Clavarán el cielo con tachuelas, pegarán las nubes rojas con engrudo, taparán el hambre con ramas de sauce y la soledad y la vergüenza con albahaca.
Se acostará el niño junto a la guitarra y la abuela junto a su rosario.
Dejará el minero su sarcófago de piedra y vendrá marchando para matar el hambre,
Vendrá el caballo ciego y la mujer preñada.
Vendrá el niño con su tarro y en su tarro flotará una estrella.
Se acercará en la noche el ferroviario de gorra oscura.
¡Al Parque! ¡Al Parque!
Con la fogata de cijo y el costillar ardiendo.
Se traerá en el bigote la niebla de los puentes y la cansada lluvia de Arauco.
¿Ponerle jolgorio al finado? Ponerle tiempo a la muerte.
Eso digo yo.
Cortemos ancla y sacudamos la Cruz del Sur:
¿Ponerle? Ponerle el pecho al agiotista, el hombro al terremoto, el puño a la traición.
Llegará el día de setiembre para el hombre de todo el año.
La vid para sus sienes, el trigo para sus manos, la esmeralda y el carbón
para sus hijos.
Cantará en el Parque y brotará del sauce el verano.
Saldrán jinetes de su guitarra y la cordillera seguirá dando sus soles como uvas.
¿Ponerle? ¿No ponerle?
Pongámosle chicha al cacho, alegría a la sementera, luz al carbón, justicia al cobre.
Pongámosle libertad a la patria, sonrisa al niño, dignidad al atardecer, y amor, amor a la vida.
Porque entre ponerle y no ponerle, más vale ponerle, digo yo.