"Antártico", nueva colección de cuentos. Alfaguara, 2008
Coloane "cosecha"
Por José Miguel Varas
Revista de Libros de El Mercurio. Domingo 2 de noviembre de 2008
Eliana Rojas, viuda y albacea literaria de Francisco Coloane, se zambulle periódicamente en el mar de originales dispersos en innumerables cuadernos escolares que dejó Pancho como herencia, y al cabo de un tiempo reaparece a la superficie con nuevos tesoros. Imaginamos un cofre marinero, con clavos cabezones y esquinas de bronce, 
forrado en cuero de foca, en el que esperan nuevos o antiguos relatos sobre los hombres y mujeres del turbulento Pacífico del fin del mundo y de aquel otro océano de tierra que es la Tierra del Fuego. Se nos antoja que es como el mítico baúl del portugués Fernando Pessoa, del que sus herederos y exégetas siguen decenio tras decenio extrayendo textos inéditos.
Antartico es el título que se ha dado a esta nueva colección de cuentos de Francisco Coloane, que ahora lanza Editorial Alfaguara. La serie incluye un texto tan lejano como "En un caballo llamado Patria", de 1938, y otros, más recientes, hasta de 2000. Todos tienen el cuerpo, el sabor y el violento aroma de yodo, sangre, cueros de ovejas, navegaciones y distancias terrestres y marítimas de la mejor cosecha del más regional y más universal de los escritores chilenos. Tienen, además, otra cualidad: al leerlos escuchamos el barítono profundo y rítmico del habla de Coloane, mezclando recuerdos y reflexiones en torno a sucesos, aventuras riesgosas sobre las olas eternamente inquietas del océano, personajes solitarios o tripulaciones, conversaciones demorosas llenas de historias legendarias al calor de un azafate de chuletas de cordero y una jarra de café, peripecias y paisajes inolvidables como el de la isla Meninea, semejante a "una gran foca echada, con su cabeza en alto, vomitando un rodal de rocas". Inesperadamente, el propio Pancho se transfigura de pronto en tripulante del "buque de arte", el Caleuche, "con nuestra deformada cabeza vuelta hacia atrás y la planta del pie derecho apegada a la espalda". A diferencia de "los limpios", es decir, de aquellos ajenos al embrujo, que desconocen el mundo sobrenatural y subacuático del barco de los brujos, ellos, sus tripulantes, "con nuestros ojos vueltos para atrás, vamos sumergidos constantemente en el pasado pero nos ha quedado en la mollera uno invisible que percibe la totalidad del instante en que se vive...".
Como siempre en estos relatos, que tienen el tono de la crónica conversada sin apuro, el autor detalla derroteros marítimos de antiguos navegantes entre el laberinto de las islas australes y transmite a los de hoy sus prudentes consejos. Y se deleita una vez más con la vida, el aspecto y las costumbres de la fauna de aquellas regiones: las focas cangrejeras Wedell, que para sus amoríos buscan las cavernas semsumergidas, mientras que los impúdicos elefantes marinos, que pesan hasta dos toneladas y alcanzan seis metros de largo retozan y se aparean en grupos sobre una puntilla de arena. Se complace en describir amorosamente a estos mastodontes del mar, cuyo nombre científico es Mirounga Angustirrostris, porque la trompa trunca que prolonga su hocico da a sus caras una expresión compungida o angustiada. Vuela un cormorán solitario, las voraces skúas o gaviotas australes atacan en bandada. Pero Coloane reserva toda su ternura, teñida de un sentimiento de culpa y expiación, para la ballena azul, a la que alguna vez persiguió en un barco ballenero. Los hombres del sur la llaman Alfaguara, palabra castellana de origen árabe que, según el diccionario, indica un manantial de agua que brota de súbito. Al parecer, originalmente designaba al "espauto", el surtidor que la respiración del mamífero gigante lanza periódicamente al aire y que delata su presencia a los cazadores. Ahora, por extensión, la bella palabra se refiere a la ballena misma.
