La dualidad
Por Francisca García
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Leí Título de Felipe Cussen dos veces. Una de noche y la otra de mañana. Desde que recibí el libro estuve atenta por tratarse de la primera novela. De todas maneras nunca supuse que el libro cumpliría con esas convenciones, no las esperaba, en realidad no las deseaba. Sabía que era más bien un artilugio. Una vez comenzada la lectura omití el tema para no enfrascarme en la discusión del género que es siempre un sin salida. La primera lectura fue más bien mezquina porqué encontré más referencias que ideas originales. En la segunda lectura entendí la invitación a sumergirme en el derrame estético que el libro proponía. Fui mucho más generosa. Quizá el espacio de lectura lo privilegió y la atención matutina también hizo lo suyo. Esta vez reconocí nuevamente los referentes, amplié el campo y visualicé la vuelta de tuerca, lingüística sobre todo. Obviamente el fantástico poema de Martínez “La desaparición de una familia” fue una asociación primaria. Luego los monólogos sumamente estéticos de los niños de Las Olas de V. Woolf. La olvidada y trascendente película Dogville (2003) de Lars von Trier fue una imagen relevante y constante también. No sé bien qué quiera decir con esto. Estas referencias se justificaban en las sentencias metáforicas constantes que ofrecía Título, en su tono filosófico de irremediable, severa y absurda predestinación del narrador y finalmente consideré que todo era enormemente visual. Más que novela, un guión cinematográfico que construye un poema. La continuidad de la “utilería” dada entre un capítulo y otro (la electricidad, las facturas extraviadas, la máquina registradora…), hilaba la lectura y la convertía en un relato. A la vez los rutinarios pies de página en cada capítulo construían la otra historia, imposible de suceder en el relato principal.
Si tuviera que recomendar Título, o si este comentario pudiera servir para ello, sí me detendría a reflexionar sobre lo que es o no en términos formales, pero no me propondría encontrar respuestas. Preferiría considerar que la obra es un sinfín de imágenes trágicamente inspiradoras y que se estructura vertiginosa con ritmo propio; que se puede leer en una sola sesión y que permite imaginar de sobremanera a través de sus personajes, espacios, acciones y reflexiones.
Podría extenderme mucho más, pero esto es solo un comentario.