Proyecto Patrimonio - 2009 | index | Felipe Cussen | Christian Anwandter | Autores |

 

 

 

 

El texto y su jaula: sobre "Título", de Felipe Cussen

Por Christian Anwandter
Taller de Letras, Nº44. Primer semestre 2009

 

 

La observación de Fernando Pérez sobre la importancia de la tipografía en Título da en el clavo. Se trata de una puerta de entrada a un texto que ya fue calificado, en la ahogada república de las letras locales, como cosa rara. Un pequeño esfuerzo de asociación permitiría sin embargo reunir bajo una misma luz el cuerpo de la palabra impresa y el cuerpo de la novela: mientras el título está vaciado de su espesor gráfico, la narración de esta novela está vaciada del espesor de aquella tradición que nace con Cervantes y que hoy tambalea con lo que se ha dado en llamar como la posmodernidad.

Lo que tal vez no ha sido mencionado aún, al menos a propósito de Título, es que este vaciamiento vehicula una manera bastante precisa de entender lo que conforma lo propio de la ficción. El autor, a todas luces, abandonó hace tiempo la idea del discurso como un cuerpo armónico y en cambio nos ofrece solo el contorno de ese cuerpo hipotético. Por la fuerza de la costumbre, eso sí, el contorno prolonga, muchas veces, la ilusión del cuerpo pleno. Por ahí hace sentido que el título sea solo Título (y los capítulos, capítulo), reforzando la idea de que en esta novela se trata no de contar, sino de simular una historia.

Sin embargo, no debe considerarse, creo, que esta novela defienda una idea de la literatura como juego. Antes bien, plasma de forma rigurosa -no lúdica- la angustia de pensar que la literatura es un juego. El contraste y la tensión que existe entre la banalidad aparente de la narración y el hermetismo que cada tanto explota en ella ("no se puede olvidar que la enfermedad más incurable de todas es aquella que, silbando la misma melodía inocente, va atacando siempre un órgano distinto, hasta llegar al fondo de sus procedimientos") no se resuelve definiéndola, aunque sea matizadamente, como un texto que no se toma en serio lo que hace. Además, en el caso de Título, ¿no es evidente que hay una serie de detalles que quedarían al margen de tal lectura?

Otro límite a la interpretación estrictamente posmo: la utópica tentación de destruir completamente la tradición narrativa y dejar entrar el caos en el texto (quizás este fue el camino probado en Deshuesos, que ahora puede entenderse como un devolverle la carne a los huesos o, bajo la perspectiva antes mencionada, como un exceso de contenido sin contorno), da paso a la construcción, sin duda irónica, de secuencias narrativas que solo a través de sus vanantes se tornan legibles.

El minimalismo de Título se caracteriza por la organización impersonal de su estructura. Aunque la simplicidad del texto es extrema, en. ningún momento se permite al lector construir un gran relato que abarque la totalidad de lo narrado. Por el contrario, las distintas secuencias parecieran anularse unas con otras. Al mismo tiempo, las series o secuencias narrativas constituyen verdaderas rutinas narrativas y remiten a un modo de vida sin grandes peripecias.

Es en esto que el texto de Cussen puede leerse, y así lo propone también Leonardo Sanhueza, como "una peculiar metáfora de la historia última del país", aunque cabría preguntarse sobre la pertinencia de designar lo que esta novela hace como una metáfora. Tal vez habría que decir que, de forma más general, Título es un registro -por lo demás, así es como se autodenomina el texto- de las disfuncionalidades que genera un sistema global de creencias caracterizado por dificultar la conformación de identidades, tanto individuales como colectivas.

Algunas de las características más desconcertantes del texto de Cussen adquieren así relevancia. Una misma estructura narrativa se repite; al interior de estas estructuras, sin embargo, encontramos distintos personajes que viven una misma situación, totalmente incomunicados unos de otros, sin que nadie le otorgue a lo que viven un sentido colectivo. Por otra parte, estos personajes -que también pueden ser un mismo personaje que varía tan solo en su aspecto físico, su contorno- están en estrecho contacto con un modo de pensar y escribir cercano al hermetismo, tanto por la formulación oblicua del lenguaje ("Este café habla [...] las lenguas que ya han dejado de ser tales") como por cierta introspección espiritual ("de las palabras que uno pronuncia siempre se desprenden un par de sílabas que conviene guardar en un bolsillo para luego llegar a la casa, secarlas y hacer un rosario con otras similares a ellas").

Esta indefinición que cruza el conjunto del texto, en que el yo sirve para designar a distintos personajes que repiten un mismo circuito de acciones, solo recurre a la narración en tercera persona cuando el o los personajes participan de actos de consumo, detalle no menor.

Una misma situación, repetitiva y simbólica, se torna evidente: el o los personajes presentes en el texto tienen dos vidas: una misteriosa, cargada de signos herméticos, y otra banal, plana, inserta en una sociedad de consumo sedentaria. En principio, no hay ningún puente entre estas dos experiencias y lo que hace Título es exponer esa fractura, que es, a la vez, la ruptura de una forma de narrar la vida por la cual aún persiste cierta nostalgia, pero con la cual ya no hay transacción posible, salvo la de dar cuenta de que esa otra forma de narrar la vida -que emigró hacia la industria cinematográfica y al planeta de los best sellers- se transformó en una estrategia de anticipación pavloviana del individuo, despojándolo de su identidad y volviéndolo pieza de un engranaje basado en ideales abstractos como el crédito o la estadística. Esta situación es, también, la situación del Chile posterior a la dictadura.

Si tuviéramos que hablar del conflicto que mueve la trama del relato, este sería, sin duda, la búsqueda de dos hijos que no existen. Este elemento nos recuerda a "La desaparición de una familia" de La Nueva Novela de Juan Luis Martínez. Ahora bien, estos hijos inexistentes son también los hijos de el o los personajes, sin que sepamos muy bien quiénes son estos hijos. Por una parte, la primera secuencia narrativa sugiere que son una metáfora de dos fechas que aún no están escritas y que corresponderían a la fecha de nacimiento y muerte de cualquier personaje. Podríamos pensar que la novela de Cussen retoma una idea cercana a Rilke: morir de su propia muerte, aquí doblada de la necesidad de nacer de su propio nacimiento. El eterno presente al que se hace alusión ("creo que he pasado toda mi vida en esta pieza, pensando en sábanas arrugadas que son estiradas para que nos escupan allí como cuescos.") es el resultado de esa neutralidad mecánica, hegeliana en muchos sentidos, que simula el texto, y que a nosotros, en el Chile posdictadura, debiera, por lo menos, hacernos eco...

Por eso, más que una parodia que se jacta de romper reglas que ya nadie respeta y celebrar el absurdo por el absurdo, Título logra articular una especie de fábula trágica, donde la imposibilidad de conformar una identidad individual y colectiva genera una reproducción serial de individuos neutros, partícipes de una vaga búsqueda histórica. La única interrupción al banal circuito de acciones que delimitan el texto es el espacio que abren las introspecciones y las misivas, pero cuyo lenguaje, oscuro y sobrecargado de sentido, es incapaz de influir sobre el curso de los acontecimientos. De esta forma, la amplia gama de respuestas posibles a la pregunta "¿Y cómo son sus hijos?" (maravillosos, normales, intolerables, etc.), no altera en nada el desenlace de la acción, dejando en claro que los intercambios son instantes retóricos que no pesan sobre el desarrollo ni de las relaciones ni sobre el devenir individual. Constatación a todas luces trágica (o tragicómica, si se quiere), que conforma una realidad social devastada y por la cual transitan pasivamente los personajes (que en algo se asemejan a autómatas poéticos descontextualizados).

Tanto en Título como en Deshuesos -el libro anterior de Cussen- nos encontramos con textos maniáticamente mecánicos, como esos animales neuróticos de los zoológicos que repiten incansablemente un mismo juego al interior de sus jaulas. Por lo mismo, parece importante situar la lectura de Título, pero también la de Deshuesos -su contra cara-, más acá de la jaula en que ambos textos, cuidadosamente elaborados, se dan vueltas. Ver el juego como elemento ordenador sería solo ver a través de las rejas los movimientos del animal, sin tomar en cuenta la lógica perversa que gatilla tal juego. Si lo observamos desde una mayor distancia, rejas incluidas, el todo cobra -o puede cobrar- otra significación. En este sentido, es en la conformación de esa lógica perversa, y no en los movimientos que esa lógica produce, donde el texto de Cussen sobrepasa la ingenuidad de frustrar expectativas de lectura que, a esta altura, pocos conservan.

Mehuín, 2009


 

 

 

 

Proyecto Patrimonio— Año 2009 
A Página Principal
| A Archivo Felipe Cussen | A Archivo Christian Anwandter | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez S.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
El texto y su jaula: sobre "Título", de Felipe Cussen.
Por Christian Anwandter.
Taller de Letras, Nº44. Primer semestre 2009